«Pero el momentos más inolvidable, el más romántico, llega la noche del transbordo en dirección París, cuando el cuerpo técnico viaja por la noche con el autobús y toda la infraestructura y se para a dormir a medio camino. Por lo general coincidimos con otros equipos. Y por la mañana salimos al párking, limpiamos los vehículos, charlamos, bromeamos… Y tiramos hacia París. Tenemos la sensación de haber hecho algo grande, y también de estar terminando una historia. Es una atmósfera preciosa en la que estoy deseando verme de nuevo» (Carlo Saronni)
Reconozco que ayer iba con André Greipel. Me ha parecido encomiable la lealtad que ha tenido Lotto-Soudal con el ‘Gorila’, trabajando para él hasta el último día pese a que su nivel era considerablemente inferior al de los dominadores de los sprints. También me apetecía que, como el año pasado, salvara su racha de grandes vueltas consecutivas ganando etapa en la prestigiosa llegada de los Campos Elíseos. Sin embargo, mi gozo en un pozo, Alexander Kristoff fue incapaz de mantenerse a rueda de Groenewegen y generó un corte insalvable para quienes remontaban desde atrás. Los resultados del noruego en este mes de julio no han sido malos, pero han puesto de manifiesto que este año no es el suyo.