«Han corrido mucho juntos. Cuentan con experiencia. Tienen 28, 32 años, y ya han pasado por cualquier situación unas cuantas veces. Quizá cuando tenían 22 ó 24 años les hubiera costado más reaccionar porque, cuando alguien sufre una avería mecánica, toma un poco de tiempo darse cuenta de lo que sucede y organizarse. Ellos lo resolvieron rápidamente» (Dave Brailsford)
Chris Froome solucionó una nueva situación de crisis en este Tour de Francia; la cuarta tras sortear la caída de Geraint Thomas bajando, la avería en el cambio que sufrió en la despiadada etapa jurásica y salirse en una curva del descenso previo al Peyresourde. En todas ha tirado de suerte del campeón, del poderío de su Team Sky y, por supuesto, de su extraordinaria fuerza física. No obstante la lógica euforia que produce solventar situaciones límites como estas, la acumulación de ‘close calls’ me hace pensar que algo no funciona. Quizá a nivel técnico, o quizá a nivel karmático. Entre las lecciones que me ha dado la vida figura que el cántaro da viajes a la fuente hasta que se rompe y el fracaso es paulatino.
Tour de Francia. Etapa 15. Laissac – Le Puy-en-Velay. Esta ha sido la primera etapa del Tour que no he seguido en directo; ni siquiera por Twitter. En lugar de eso me he ido a la playa, a Balerma. El año pasado hice lo mismo este mismo penúltimo domingo del Tour: madrugué para subir El Purche de buena mañana, me piré a Maro con mis amigos, me perdí la epifanía de Jarlinson Pantano y a cambio gané uno de los mejores días de mi vida. La consecuencia es que, como aquella vez, sigo trabajando bien entrada la madrugada. Pero merece la pena. Vivir merece la pena.
La desgracia que acosó a Chris Froome esta vez fue un radio rebelde que descentró su rueda trasera. La persona que sacó las castañas del fuego en primera instancia fue Michal Kwiatkowski. Ayer decía que era el mejor ciclista de equipo del Tour de Francia; hoy creo que es, directamente, el MVP. Objetivamente hay ciclistas más fuertes, con más vatios/kilo, pero las exhibiciones de empeño y oficio que el polaco está ofreciendo sobre la bicicleta (y ayer también desmontado de la misma) son impresionantes.
Conocí a Kwiatkowski este mes de febrero en Alicante, cuando le entrevisté para Cyclingtips. A partir de sus palabras, y de mi baúl, construí una pieza sobre él para El Español; se publicó a modo de previa de Milán-San Remo, y quedé genial. Me dio la impresión de ser una persona sencilla y con determinación; con más modestia de lo esperable en un deportista de talla mundial y un aire apocado que me recordó a Woody Allen. Me marché del hotel convencido de que debe ser un tío entrañable. Desde luego, como ciclista es fácil tomarle cariño por la fragilidad que transmite su físico, la fuerza que tienen sus piernas y el denuedo con que las vacía.
La avería de Froome provocó que la ofensiva colectiva de Ag2r tomara un cariz trascendente y cuasi decisivo. Una vez más, el conjunto francés sacó partido de su elevado nivel medio y de su conocimiento del terreno (Romain Bardet vive a 60 kilómetros de Le Puy-en-Velay y tenía el KOM de los dos primeros tercios de Peyra Tallade hasta el pasado mes de junio) para poner en jaque la carrera. «Sabíamos quién iba a hacer qué en cada kilómetro», dijo el director Julien Jurdie. Quizá esa meticulosidad perjudicó a Ag2r cuando las circunstancias cambiaron por la desventura del anglokeniano. Una ofensiva conjunta de Bardet, Urán, Aru y Dan Martin podría haber eliminado a un Froome que ya sólo hubiera podido parapetarse tras Landa. «Sabía que, si no cazaba a mis rivales antes de la cima del puerto, perdería el maillot amarillo», analizó el vigente líder del Tour a posteriori. En lugar de eso, Bardet no se lanzó; Ag2r mantuvo su bloque; Sky salvó los muebles; y todo quedó en nada de cara a la lucha por la victoria definitiva.
Para el párrafo final, Bauke Mollema. Me ha alegrado su victoria. Los Trek-Segafredo trabajaron duro para que la fuga del día no se marchara sin él: Michael Gogl y Koen de Kort tiraron del pelotón antes de la primera subida para evitarlo. Una vez la carretera picó hacia arriba, fue el propio Mollema quien tomó las riendas y remolcó una treintena de corredores montaña arriba, separándoles del pelotón y acercándoles a la escapada que circulaba en cabeza. Ese coraje y ese esfuerzo recibieron recompensa en meta. El ciclismo es una película en la que prácticamente siempre ganan los buenos.
Algo mejor que leer… Hablábamos al principio del Tour sobre la hegemonía cultural anglosajona en la vida y en el pelotón. Ayer en El País, Carlos Arribas desarrolló el mismo argumento en el párrafo inicial, regalando de paso una palabra que yo no conocía: patois. Me flipa el vasto acervo cultural que tiene este periodista. La contracrónica no se queda ahí y cuenta una conversación (franca) con el venerable Giuseppe Martinelli, complementada con otra (sucinta) con el admirable Nicolas Portal. En suma: una pieza interesantísima, probablemente la más completa que he leído en todo el Tour de Francia. ¡Hasta habla de fichajes!