«En un momento estás en carrera y en el siguiente estás tirado en la cuneta después de haber volado por encima del quitamiedos junto a un compañero. Ésa es la naturaleza de la competición, y asusta. Piensas sobre todo lo que podría suceder en una carrera y nunca puedes prevenir algo fortuito que pueda acabar con tus opciones. Da miedo cuando ocurre algo así… Pero, por fortuna, Geraint [Thomas] está bien y yo ni siquiera me fui al suelo. Sólo me salí de la carretera». (Chris Froome)
Una de mis principales obsesiones personales es el concepto de «instante decisivo». Lo acuñó un fotógrafo francés del siglo pasado y consiste, básicamente, en que trabajamos durante años para llegar a un instante decisivo que se presenta de improviso y es cara o cruz. Si lo aprovechamos, nuestros desvelos reciben recompensa; si no, sólo queda seguir jugando en espera de que aparezca el siguiente instante decisivo. Pienso que lo que distingue a los deportistas especiales de los buenos es esa capacidad de resolver los instantes decisivos; ya sea por fortuna, por instinto o por talento. Algunos lo llaman (lo reducen) «suerte del campeón». Sea lo que sea, Froome lo tiene. Lo de ayer bajando fue una muestra más.
Tour de Francia. Etapa 8. Dôle – Station des Rousses. A las 12:00 me vestí de ciclista para reconocer la cronoescalada de hoy domingo. Pero antes quise ver cómo se formaba la fuga. Dos horas después seguían enfrente del iPad, dibujando bocetos para la próxima web del Equipo Lizarte en un papel, con «Efapel» escrito en el pecho. Terminé vistiéndome de paisano y yéndome de tapas con un amigo. Fue tras la etapa que, por fin, salí y subí a Hirmes. Quería comprobar que podía hacer todo en plato grande y marqué un tiempo que dudo que pueda mejorar esta mañana en competición. La Vida.
No sé cuánta suerte tiene Lilian Calmejane, pero sí tengo claro que es un ciclista especial. Un dato le define como tal: ganó etapa en su primera Vuelta a España y ha ganado etapa en su primer Tour de Francia. Lleva siete victorias apuntadas en su segundo año como profesional, todas ellas de mérito y nivel, conseguidas mediante cabalgadas en las cuales ha tenido que tirar de capacidad escaladora, talento rodador y astucia táctica. El triunfo de Station des Rousses no llegó realmente por este último. Yo diría que era quien más fuerzas tenía y fue, en efecto, quien más fuerzas gastó. Actuación meritoria e inolvidable gracias a ese golpe de teatro final que fueron los calambres.
Cuando entrevisté a Calmejane durante la Vuelta a Castilla y León me pareció una persona encantadora, inteligente, amable, con el punto de gallo necesario para triunfar sin levantar odios. Entre todas las píldoras que me dejó, las dos que más me llamaron la atención fueron:
– que pensaba que no llegaría a ser ciclista profesional. Por eso en su segundo verano de sub23, momento definitorio en la carrera deportiva de cualquier joven talento, se fue a Inglaterra y se pasó tres meses sin tocar la bicicleta;
– que, aunque ayer dijo en rueda de prensa un «no soy Bernard Hinault» que se ha interpretado como un autodescarte de cara a la general de las grandes vueltas, su ambición a largo plazo es disputarlas. «Ahora mismo correr con ‘panache’ y buscar victorias de etapas me encanta y se adapta a lo que puedo ofrecer; pero en 4 ó 5 años, si sigo progresando a este ritmo, puedo ser un buen vueltómano», me contó. «Habrá un paso intermedio, durante los próximos dos años, que será buscar la general de rondas de una semana del World Tour».
Volviendo a Froome, ¡qué carrerón se marcó ayer Sky! Richie Porte anticipó que la etapa podía ser escenario de «tácticas negativas» y tuvo toda la razón: casi la mitad de los 45 ciclistas que se introdujeron en la escapada eran peones tácticos, elementos disuasorios, reacciones a las propuestas de los rivales. El ejemplo paradigmático fue Sky: filtraron a Landa, Henao y Knees sólo para tener la escapada controlada e ir descolgándolos cuando fue preciso para afirmar las riendas del pelotón y borrar de la mente de los rivales cualquier idea ofensiva. En seis palabras: hicieron la carrera a su antojo. Vestir a Mikel Landa de amarillo hubiera sido un giro argumental interesantísimo, pero no formaba parte del plan.
En meta, el discurso común de los favoritos estuvo centrado en lo peligrosa que es «la etapa de mañana» (hoy), y lo dañina que había sido la de ayer con ésta en mente. Realmente el ritmo durante las dos primeras horas de carrera fue demencial y seguramente pasará factura cuando toque afrontar el encadenado Biche – Grand Colombière, y rematar en el Mont du Chat. Porque ésta puede ser perfectamente la etapa reina del Tour de Francia. Y no es pirenaica ni alpina, sino jurasienne… jurasiana… O, ya puestos, jurásica.
Algo mejor que leer… Segundo día consecutivo que toca destacar un trabajo de Gregor Brown; esta vez, publicado en Velonews. Se trata de un relato de cómo dos FDJ, Mickael Délage e Ignatas Konovalovas, estuvieron toda la jornada de ayer tirando de Arnaud Démare, que llevaba mal cuerpo, para evitar que abandonara o llegara a meta fuera de control. “Su forma de correr ha sido algo más que trabajo”, dice Démare; “ha sido amor”.
Genial. Desde que me pasaste el enlace, todas las noches antes de irme a dormir leo tus impresiones y levanta en mi algo de ‘hype’ alrededor de la siguiente etapa. Y también tus recomendaciones han sido realmente buenas, ayudan a ampliar aún más el panorama. Tienes a un lector diario garantizado por acá.
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Muchas gracias, estimado!! Aprecio muchísimo tu comentario ^^
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