«No sé qué ha pasado. Aru no es bueno yendo a rueda [de sus gregarios]: nos perdimos cuatro o cinco veces en el tramo de carretera ancha. No sé si culpa suya o nuestra. No sé por qué él estaba situado tan atrás. Era una carretera ancha, deberíamos habernos colocado juntos en cabeza del pelotón, pero no nos encontramos los unos a los otros ya que él estaba vagando por el grupo y, al no verle, nosotros también nos pusimos a hacer lo mismo. No logramos juntarnos de nuevo. Fallamos en nuestra misión de colocar a Fabio» (Michael Valgren)
De las francas declaraciones de Valgren, lo que más me llama la atención es el comienzo de la segunda frase: «Aru no es bueno yendo a rueda de sus gregarios». Desde fuera parece lo más sencillo del mundo: seguir a los compañeros, que te llevarán a buen puesto y buen puerto, y basta. Sin embargo, tiene su intríngulis mantenerse cerca del coequipier, saber cuándo dejarle espacio y cuándo encimarle, poseer las habilidades técnicas pertinentes para surcar el pelotón persiguiéndole, contar con las fuerzas necesarias para ello, e incluso confiar en que ésa es la persona adecuada para cumplir con ese trabajo. Sumamos factores y nos damos cuenta de que ir a rueda de los compañeros es complicado. Pasa como con otras mil suertes del ciclismo: su complejidad pasa inadvertida. Por eso es tan fácil, y tan atrevido, y tan arbitrario, juzgar.
Tour de Francia. Etapa 14. Blagnac – Rodez. Baikonur es el cosmódromo kazajo desde el cual lanzaba sus misiones espaciales la Unión Soviética. Ayer pensé en este nombre propio como título para esta entrega de hoy porque pensaba consagrarla a analizar la alineación de Astana en este Tour. Contar sus opciones de defender el liderato de Aru, mencionar quién falta, explicar el momento de forma de los presentes, sus cualidades, unas cuantas anécdotas de los kazajos, todo eso. Sin embargo, la cesión del maillot amarillo hace que resulte irrelevante contar que, según Andrei Zeits, en Kazajistán hay manzanas del tamaño de melones.
El tercio final de esta etapa de Rodez era muy difícil de gestionar. La altimetría ondulada significaba una sucesión de repechos de plato grande y descensos lanzados; el constante culebreo por carreteras estrechas y repletas de rotondas e isletas añadía una dificultad técnica considerable a navegar dentro del pelotón. Pensémoslo desde el punto de vista colectivo. Las cuestas quemaban las piernas, y para muestra valgan los 60 ciclistas que llegaron «vivos» al último kilómetro. Por su parte, el trazado convertía en casi imposible mantener compacto un bloque.
En ese sentido, el papel de Astana ha sido desigual y sufrido. Aru tenía consigo a Valgren y Zeits, que pasaron la última hora de carrera mirando hacia atrás para evitar que el sardo se dispersara; si lo hacía, se dejaban caer hasta agarrarle y subirle de nuevo a cabeza. Sospecho que Aru iba muy mal de sensaciones y probablemente también de piernas: perdía posiciones en la cresta de los repechos y penaba para recuperarlas. Si asumimos que esta debilidad es cierta, perder sólo 25 segundos en meta es una buena actuación, más aún si podemos achacarlo de puertas para fuera a «la mala colocación» y «los cortes» del repecho final, como si dichos sucesos fueran algo fortuito y azaroso.
En el otro lado de la balanza, una vez más, Team Sky. Los británicos fueron el bloque más sólido de los kilómetros finales. Tenían un buen número de efectivos disponibles, sí, pero también gestionaron muy bien sus esfuerzos. En la parte final, Michal Kwiatkowski (mejor ciclista de equipo del Tour de Francia hasta el momento) supo guiar a Chris Froome con maestría y sin perderle de vista ni un segundo. Existe una gran química entre el polaco y el anglokeniata: eso es algo que el dinero no puede comprar, que es muy importante para que un equipo triunfe, y que Sky tiene. Si Aru hubiera contado en Rodez con Tiralongo y Luisle, por ejemplo, quizá le hubiera cantado un gallo distinto.
Contó Froome en meta que, cuando Vasil Kiryienka cesó su esfuerzo y se dejó ir, vio a Fabio Aru muy retrasado en el pelotón y lo dijo por el pinganillo: que apretaran, que buscaran los cortes, que el italiano podía ser víctima de la escaramuza. «En los últimos 500 metros, Kwiato no dejaba de gritar por la radio: ‘¡Sigue! ¡Sigue! ¡El pelotón se está cortando en mil pedazos! ¡Continúa apretando!’ Fue fantástico oír eso». Se me pone la carne de gallina pensando en ese momento de tanta emoción, de tantísima adrenalina, que logró que Froome esprintara al par de algunos de los ciclistas más rápidos del pelotón sólo dos días después de pagar con un maillot amarillo su falta de explosividad. Ésta es otra cosa que el dinero no puede comprar y Sky tiene.
Por último, una mención para Sunweb. Es un equipo con pecados: el principal, no haber logrado retener ni ofrecer una salida elegante a los dos corredores más emblemáticos de su trayectoria hasta Tom Dumoulin. Esto no es óbice para reconocer que saben armar una plantilla capaz de ser competitiva con recursos limitados; y que, ya lo comentamos en la etapa jurásica, saca el máximo partido de su escaso arsenal. En Rodez todos se volcaron en pro de las opciones de Michael Matthews: Warren Barguil ejerció de aguador; Simon Geschke, de capitán; y Nikias Arndt, que hoy volaba, de baluarte. Resultado: los dos líderes del equipo han ganado en días consecutivos, justificando su Tour de Francia y casi sus respectivas temporadas. Además, ambos tienen opciones de subir al podio de los Campos Elíseos mediante clasificaciones secundarias. ¿Qué más se puede pedir?
Algo mejor que leer… Conforme las grandes vueltas avanzan es más difícil encontrar textos con fondo sobre ellas. La razón es que el día a día deglute cualquier pieza, ya que las situaciones y los personajes que refieren cambian con cada etapa. Un buen ejemplo del fenómeno es este currazo de Patrick Fletcher en Cyclingnews analizando las posibilidades tácticas de Team Sky tras la etapa de Foix. En menos de 24 horas, su interesante contenido ha expirado.
Pingback: Balerma | Ciclismo RnR
Pingback: Albi | Ciclismo RnR