«Quiere ser ciclista con toda su alma y tiene una fuerza de voluntad enorme. Aparte, hay mucha buena gente en este equipo que ha trabajado con él, que absorbe todo el conocimiento que percibe alrededor» (Merijn Zeeman, sobre Primoz Roglic)
El secreto de este Tour de Francia es la escasez de alta montaña. La ha habido, por supuesto; baste la etapa jurásica como muestra inapelable. No obstante, la apuesta por incluir las cinco grandes cadenas montañosas de Francia en el recorrido ha dispersado muchísimo la dureza y la carencia de finales en alto (sólo dos hasta ahora) ha favorecido que las diferencias sean parcas. Sólo quedan tres etapas para París y los cuatro primeros siguen en menos de un minuto, siendo patente la superioridad (exigua) de uno de ellos respecto de los demás. Tal vez esta sea la nueva panacea para el espectáculo, ya experimentada por la Vuelta con sus finales en cuesta: diseñar recorridos que dejen la general muy apretada para crear sensación de emoción.
Tour de Francia. Etapa 17. La Mure – Serre Chevalier. Miércoles de la última semana y ya empiezo a pedir la hora. Me molestan los ojos y se está desarrollando un incendio controlado en mi cerebro, que probablemente acabará calcinado. La carrera está divertida, y eso siempre ayuda. Sin embargo, estoy deseando que llegue el sábado por la noche para certificar que he sobrevivido a estas cuatro semanas de Grande Boucle y curso intensivo de Chino. Ese día, esa noche, celebraré mi cumpleaños y, sobre todo, el final del Tour.
Hoy era el primer día de todo el Tour de Francia en que se obligaba a los corredores a escalar una hora seguida. Yo, que soy un #visionario, tenía claro cuál de los favoritos iba a sufrir más: Fabio Aru. Debería haberlo tuiteado, pero sólo lo dije en Radio Marca. El sardo es el más explosivo de entre los cuatro favoritos a la victoria final, pero también quien «peor» soporta los esfuerzos largos y el que más signos de debilidad había ofrecido. Cuando Mikel Landa ha cargado el plato grande se le ha visto sufrir, muchísimo; al arrancar Bardet ha ido al palco.
Mikel Landa ha sido, a mi juicio, el ciclista más poderoso de la etapa de hoy. No sólo por ese rato de ascensión en la parte dura del Galibier; también por la forma de pedalear, boca cerrada, en todo el tramo anterior e incluso en el inmediatamente posterior. Me gusta que escale sin gafas porque le humaniza con respecto al resto de corredores, que al tapar sus ojos ocultan también parte de su carisma y de su conexión potencial con el espectador. A día de hoy diría que es el gran triunfador del Tour a nivel de caché, y no descarto un último golpe entre la jornada de hoy en el Izoard y la contrarreloj del sábado para encaramarse al podio de los Campos Elíseos y terminar de consagrarse.
En términos de consagraciones, tanto Rigoberto Urán como Romain Bardet están consumando un Tour importantísimo para sus carreras deportivas. El francés, a quien su director disuadió hoy para que no atacara a 8 kilómetros de la cima del Galibier, se permitió reprochar al colombiano: «Se conforma con seguir ruedas y coger bonificaciones». Tiene derecho Urán a correr así. El precedente de la crono de Barolo le permite ser optimista pensando en Marsella; y, aunque no logre asaltar el amarillo de Froome en dicha cita, subir al podio de París ya es una bicoca tanto para él (que recoge parte del ascendente que han perdido Chaves y Quintana sobre la afición colombiana en este mes de julio) como para Cannondale (cuyas negociaciones para encontrar un nuevo patrocinador recibirían un espaldarazo).
Nada que reprochar a Urán, y tampoco a Alberto Contador. Creo que la de ayer fue la mejor actuación del ‘Pistolero’ desde el Giro d’Italia 2015, por encima incluso de la pasada París-Niza. El ciclista madrileño no sólo exhibió su coraje y su visión táctica habituales, sino que sumó un poderío físico que llevábamos años sin ver para cazar la fuga en la Croix de Fer viniendo desde el pelotón. Valga como prueba no sólo el récord de la ascensión que ha marcado según Mihai Cazacu: también cómo rompió a un Nairo Quintana que, aun flojo (?) y estancado (?), sigue siendo uno de los mejores escaladores del mundo. Es cierto que Contador, como reconoció él mismo en declaraciones posteriores a la carrera, pagó posteriormente el esfuerzo. Sin embargo, la impronta quedó ahí y me parece un digno testamento para sus incursiones en la Grande Boucle.
Mucho más triste me pareció el abandono de Marcel Kittel. Creo que el Tour de Apolo no se merecía acabar con una caída fortuita que le eliminara de la competición: bien al contrario, lo justo hubiera sido que pudiera luchar el maillot verde con Michael Matthews hasta la última línea de meta. Su abandono facilitará que tengan final feliz las historias de quienes, como Degenkolb, Kristoff, Boasson Hagen, Bouhanni o Greipel, llevan todo el Tour de Francia observando, impotentes, cómo el gigante alemán alzaba los brazos ante ellos una y otra vez.
Una última nota al pie: Primoz Roglic. No voy a explicar de nuevo su pasado: eso ya lo hizo bastante bien mi gran amigo Adrián García Roca. Simplemente reseñar su gran actuación tanto en la subida como en la bajada del Galibier, que según contó el director Nico Verhoeven en el fantástico The Cycling Podcast había revisado aprovechando unas vacaciones en los Alpes junto a su novia. Decir también que tengo mucha curiosidad por ver hasta dónde va a llegaren rondas por etapas. Este año ha disputado el triunfo en pruebas World Tour de una semana como Tirreno, Romandía e Itzulia. Viendo su progresión, no me extrañaría que apuntara a las de tres a medio plazo.
Decía Abraham Mateo en los primeros compases de ‘Señorita’: «When I wake up in the morning / I keep playing, I keep dancing. Yo no te puedo ofrecer jueguecitos ni bailes, pero sí recibir ‘El Tour por las Patillas’ en tu correo electrónico cada día a las 7:30. ¿Te hace? Pincha en este párrafo para conseguir #LaSuscripsió.
Algo mejor que leer… En vísperas del debut del nuevo formato de La Course, la carrera femenina del Tour de Francia, conviene leer este buen reportaje de Richard Moore en The Scotsman sobre las mujeres y el ciclismo de carretera. No obstante, me siento obligado a realizar una segunda recomendación: los perfiles de Primoz Roglic y George Bennett publicados en Libération. Siempre había considerado a Pierre Carrey un excelente periodista; durante este Tour me está pareciendo directamente extraordinario. ¡Qué capacidad para encontrar, y contar, detalles!