Acabó la Vuelta a España y, con él, el verano. Dalí decía que en realidad se acababa cuando las bicis llegaban a París; los Venga Monjas tienen otra teoría igualmente interesante; yo opino que acaba con la Vuelta. De repente uno siente la presión abandonando su cuerpo, la felicidad invadiéndolo. Incluso pega ponerse pantalón largo.
Han sido semanas de mucho curro que he tenido la inmensa suerte de disfrutar muy bien acompañado y en lugares fantásticos. He vivido muchos de esos momentos que parecían conclusiones, fundidos a negro felices y placenteros. Y ahora viene el último con la fiesta en la que uno se emborracha junto a sus colegas, sus alter egos, sus rivales y sus complementarios. Si esta noche me encuentro al mastín, le invitaré a un chupito.
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