La etapa del Col d’Aubisque ha tenido todo lo que se pide a una jornada reina. El recorrido estaba: cuatro puertos de entidad y bien enlazados, con apenas 10 kilómetros de impás entre uno y otro. El más molón, el primero: Inharpu, también conocido como Ahusky, con su comedero de buitres al pie de la subida, sus rampas sostenidas, su carretera estrecha, sus desfiladeros, su paisaje pirenaico… Verdaderamente me he quedado con el deseo de volver algún día a su cima, pero pedaleando.

Para que fuera una etapa reina faltaba lo difícil, que era la carrera, y entre Movistar y Orica-BikeExchange la han brindado. Ambos equipos han salido a competir con ambición y han colado tres buenos elementos en la fuga numerosa del día. La diferencia entre el éxito relativo de los australianos y el sinsabor de los españoles ha estado en que las X de sus estrategias, Simon Yates y Alejandro Valverde, han corrido suertes completamente distintas.

Vuelta a España. Etapa 14. Urdax – Col d’Aubisque. Ha sido un día largo, con unas seis horas de coche entre pitos y flautas. No obstante, cuando hemos llegado a Biescas y pedido una ensaladita para cenar, ha sonado la canción que ambienta este post. De repente, todo ha tomado sentido.

He tenido el privilegio de ver la mayor parte de la etapa desde una colina frente a la cual estaba convenientemente situado el podio, con su correspondiente pantalla gigante. Cuando ha arrancado Yates y la única reacción de Movistar ha sido poner a tirar a Castroviejo, me tiraba de los pelos. «Enésima cagada de Movistar», ha sido el primer pensamiento que me ha venido a la cabeza. A las personas nos encanta ver nuestras creencias previas reflejadas en la realidad; en este caso, a los espectadores nos encanta sentirnos inteligentes despreciando la estrategia de Movistar. Se nos olvida que para cumplir una estrategia (plan previo) es necesario que surtan mil tácticas (decisiones improvisadas), y que éstas se pueden torcer por h o por b.

En este caso, Valverde no llevaba piernas. Según me ha contado José Luis Arrieta, él debería haber saltado con Yates para aprovechar la presencia de Rojas, Moreno y Fernández delante y poner en mayores aprietos a Sky. No pudo, y después cedió diez minutos para manifestar su debilidad. «No hay más», dijo a los medios en referencia a sus piernas. En cierto modo era lógico que petara hoy, en la etapa más dura de la Vuelta, después de dos grandes vueltas disputadas de cabo a rabo.

Turno para hablar de Orica-BikeExchange. Mola mucho cómo aprovechan al máximo todos sus elementos. Hoy sólo se quedaron sin «entrar en acción» (esto es: sin que los viéramos por la tele) dos rodadores puros, Sam Bewley y Svein Tuft, y el guardaespaldas de Chaves, Damien Howson. Todos los demás han tenido un papel en una jornada que se puede calificar de éxito rotundo. Simon Yates, en particular, ha estado brillante en la parte final del Marie Blanque y durante todo el Aubisque: ¡menudas subidas se ha marcado, prácticamente en solitario! Por un lado, hubiera molado que rematara su exhibición con una victoria de etapa. Por otro…

… Por fin LottoNL-Jumbo!! El equipo que peor se lleva con el karma ha logrado una victoria de altura, la tercera del año tras la crono del Giro que ganó Roglic y el campeonato nacional de Groenewegen, con el añadido de que ésta ha sumado una foto preciosa a la repercusión internacional. Mola que lo haya conseguido Robert Gesink, un ciclista particularmente abnegado y acosado por el infortunio. «El tío más profesional y con peor suerte que conozco», me ha dicho de él George Bennett un ratito después de cruzar la meta, aún extasiado por un triunfo que les sirve para cambiar de signo una Vuelta que empezó con el abandono de Kruijswjik.