La sala de prensa respiraba agitada hoy. El motivo era la resolución de la etapa, con una escapada de serie C y un pelotón que la dejó marchar, complacido, para llegar a meta con 35 minutos de retraso. Al fin y al cabo los periodistas, aunque estemos en contacto directo con el pelotón, somos meros espectadores de la carrera. Nos disgusta presenciar un espectáculo mediocre; una vez irritados, no empatizamos con las razones de los artistas. Los aficionados escriben tuits; nosotros, crónicas.
Sinceramente, a mí me gusta ver a nombres poco habituales disputándose victorias de calado; no obstante, reconozco que esto es un mero rasgo de frikismo. Hoy no me ha molado carrera por lo que suponía para los pueblos que la acogían: esperaban una competición de 180 ciclistas y han encontrado que sólo han apretado una docena de hombres. Los demás han paseado. Tiene su lógica: nadie iba a controlar 200 kilómetros en pos de un sprint que se presumía incierto dado lo tramposo del terreno final. Sin embargo, aun con el cansancio que arrastran y las dos jornadas decisivas que vienen, lo suyo hubiera sido que el pelotón hubiera llegado a diez minutos de la fuga. Aunque sólo fuera por estética.
Vuelta a España. Etapa 13. Bilbao – Urdax. La Comarca de las Cinco Villas está encantada. Pueblos pequeños, carreteras estrechas y umbrías; no me extraña que haya leyendas de brujas y así por los alrededores. El paisaje las sugiere a cada paso. Hemos cenado en Lesaka y nos ha parecido precioso: su río discurriendo, su iglesia impresionante, sus rincones oscuros. Encima hemos dado con un bar coquetísimo, espíritu de pueblo con toque cosmopolita, fotos de Mikel Laboa y de tribus africanas, Leffe para beber y bocadillo de panceta con pimientos para comer.
Lo mejor del día ha sido el ganador, Valerio Conti. Hasta este año, su hecho más memorable en primera división era haber portado el dorsal 1 de la Vuelta a España en 2014 por aquella movida de Chris Horner. Esta temporada ha certificado un gran salto de calidad con un Giro d’Itaila notable. Hablé con él al principio de la Vuelta y me contó que en realidad no estaba en sus planes venir, pero el equipo se lo había pedido y etcétera. Que quizá hiciera general, pero lo que de verdad le apetecía era una victoria de etapa. Ya la tiene.
Hablando de victorias de etapa: Jicé Péraud. Para el francés ésta es la última grande de su carrera y me ha contado que quiere culminarla con una foto triunfal. Sucede que su equipo le ha pedido que dispute la general para conseguir puntos. “Y yo soy un buen soldado”, me ha dicho resignado. Lo más curioso es que su director me había dicho que Jicé iba a disputar la general porque era lo que él quería; que esta Vuelta era “un viaje de placer” para él y le iban a permitir que hiciera lo que más le gusta. La suma de mi conversación y la de un compañero de Cyclingnews arroja como resultado que hay discrepancia entre ciclista y técnico. Sucede que este ciclista, aunque orgulloso, es muy inteligente: sabe que no lo conviene cagarse en el convento.
Un último cotilleo: parece ser que Doha Cycling Team no sale. “¡Es que sólo hay una nota de prensa!”, bramaba una fuente autorizada hoy con cierta frustración. Lo cierto es que, hasta ahora, sólo he oído de una persona que fuera a fichar por ese equipo… Y creo, sinceramente, que cuando me lo dijo estaba confundiendo Doha con Bahréin.