Anoche no cumplí con este blog porque pasé una noche leonina. No obstante, en defensa de mi compromiso he de decir que llegué a mi hotel patibulario con gran determinación y me senté a escribirlo. Los cuatro párrafos que perpetré son estremecedores; en los dos últimos, mezclo italiano con español sin ton ni son.

Mi socio Víctor Martín me insta a publicarlos tal cual. «Tu blog debería ser como un mural en el cual quedara reflejado todo lo que escribieras, sin botón de borrar». Admito que me atrae la idea de un blog impresionista, pero por otra parte he de defender mi escasísimo prestigio profesional de los ataques de mí mismo. Mi peor enemigo está dentro.

Vuelta a España. Etapa 9. Villalpando – La Camperona. Ayer estuve a punto de quemar nuestro coche en la subida final: no se me da bien el embrague. Por fortuna, entre la habilidad de una colega portuguesa y los empujones desinteresados de varios grupos de aficionados evitaron que mi impericia generara un drama mayor que siete u ocho caladas.

Me quito el sombrero ante la actuación de Alberto Contador en La Camperona. Su caída del viernes fue dura y, aun así, logró mantenerse en la pomada y ser competitivo hasta el punto de ser el segundo mejor entre los favoritos. Antes de la caída pensaba que su Vuelta empezaría en los Lagos de Covadonga, que sería el punto en que el resto de favoritos notarían el peso de los días de competición. No obstante, diría que La Camperona fue su primera gran actuación.

Me llama la atención cómo los espectadores nos dejamos arrastrar por las primeras y las últimas impresiones a la hora de emitir juicios. En psicología se llama «efecto de primacía y recencia», o algo así. Aplicado a una persona, querría decir que lo que más pesa en nuestra valoración es qué pasó cuando nos conocimos y qué pasó la última vez que nos vimos. Aplicado a una carrera ciclista, querría decir que antes de la primera etapa tenemos unos esquemas mentales y a partir de ellos interpretamos lo que sucedió en la última etapa que se ha disputado para formar nuestra opinión. Supongo que por eso yo sigo pensando que Samuel Sánchez va a ganar la Vuelta.

En Vuelta a Burgos tuve una interesantísima entrevista con Allan Peiper, máximo responsable deportivo de BMC, en torno a los métodos de trabajo que ha implantado en el equipo. Se leerá, si no me equivoco, en una Ciclismo a Fondo de invierno. La cuestión: en un momento dado le pregunté hasta qué punto la opinión pública reflejada por los medios de comunicación y las redes sociales influía en cómo el pelotón se veía a sí mismo. «Mucho», me dijo. Me explico que un ciclista resaltado en las revistas se viene arriba, por un lado, y acaba siendo vigilado por sus rivales, por otro. Me dijo también que una opinión unánime externa termina percolando en el pelotón. Supongo que la interacción es doble: que la opinión del pelotón se refleja en la pública y que, cuando un ciclista es resaltado en una revista, es porque ha hecho méritos deportivos o personales para ello que conllevan llamar la atención de los demás.

Volviendo a La Camperona, fue llamativo que Chris Froome petara. No es habitual en él pasar baches; cuando eso ocurre, es porque va verdaderamente justo. En el caso de ayer, diría que tuvo mucha influencia la naturaleza de una subida que no permite alegrías ni resuello.

Sobre Froome, me llamó mucho la atención una frase de un colega al que admiro. «Froome viene a la Vuelta como entrenamiento para el próximo Tour». Es algo que se ha hablado muchísimo: que seis meses sin competir son muchos, que prefiere realizar unos cuantos esfuerzos antes que aparcar completamente la bicicleta en pleno pico de forma. De rebote, la carrera gana un gran favorito y una línea argumental tan interesante como la vulnerabilidad de un gigante.