Acabó la Vuelta a España y, con él, el verano. Dalí decía que en realidad se acababa cuando las bicis llegaban a París; los Venga Monjas tienen otra teoría igualmente interesante; yo opino que acaba con la Vuelta. De repente uno siente la presión abandonando su cuerpo, la felicidad invadiéndolo. Incluso pega ponerse pantalón largo.
Han sido semanas de mucho curro que he tenido la inmensa suerte de disfrutar muy bien acompañado y en lugares fantásticos. He vivido muchos de esos momentos que parecían conclusiones, fundidos a negro felices y placenteros. Y ahora viene el último con la fiesta en la que uno se emborracha junto a sus colegas, sus alter egos, sus rivales y sus complementarios. Si esta noche me encuentro al mastín, le invitaré a un chupito.
Vuelta a España. Etapa 21. Madrid. Hace 25 días parecía que esto no terminaría nunca. Por fortuna, lo ha hecho en el momento justo. Cuando dentro de dos días cruce el umbral de mi piso de Graná abrazaré fuerte mi almohada y dormiré hasta el viernes.
Me apetece desarrollar un argumento que apunto en la próxima edición de Ciclismo a Fondo. Esta ha sido la mejor Vuelta a España posible con el modelo actual. Es cierto que ha habido un pelín más de dureza y eso ha sido atroz para las ya mermadas facultades del pelotón. Sin embargo, los ‘muritos’ son efectivos para generar un espectáculo entre Youtube y McDonald’s y el concentrar los instantes verdaderamente decisivos en jornadas muy concretas como Calpe, Aubisque, Formigal y Aitana ofrece como rédito días de competición espectaculares.
A la hora de calificar el recorrido juegan mucho los propios ciclistas. Esta Vuelta no hubiera sido la misma sin el Tour de Francia previo. Si Froome y Nairo hubieran tenido un duelo a muerte en Alpes no habrían llegado con la misma sensación de duelo abierto y sin resolver, sino con otra de revancha un tanto más amarga. Si Alberto Contador no se hubiera caído en Francia y en Galicia, no hubiera reventado la carrera en un ataque de coraje competitivo y deseo de protagonismo…
No es justo concluir que Unipublic ha tenido suerte. En mi opinión juegan a la perfección sus bazas y hacen virtud del hándicap de ser los últimos del calendario. Confeccionan la gran vuelta con menos ínfulas y más espectáculo. Además, percibo en la Vuelta una evolución positiva en tanto que evento: cada vez está mejor organizada y tiene más marcas en su cartelería. Y sí, me acuerdo del bolardo. Sólo es que lo considero una desgracia que sucedió por circunstancias entre azarosas e inexplicables, no achacables directamente a la organización aunque fuera su completa responsabilidad.
Y hasta aquí llego. Me apetece a citar a Tejay Van Garderen, que ha sido mi historia favorita de estas tres semanas. También nominar a Michael Schwarzmann como candidato a protagonista de la fiesta final de la Vuelta. Con una alusión a su bigotillo mexicano que me lleva a recordar el ‘mullet’ de Mitchell Docker, sin duda la estética más rutilante del pelotón actual, acaba Pasado de Vuelta. ¡¡Nos vemos en los bares!!