Por qué la tele pública alemana no quiere al Tour

[Esto no es un asunto, ni una pieza, sino una rareza. Se trata de un artículo más bien académico -de hecho lo he escrito a petición de un profesor de mi facultad- exponiendo con brevedad el auge y el fracaso del ciclismo alemán, centrándome en la cobertura televisiva del Tour de Francia. De naturaleza meramente expositiva, escaso en detalles y redactado áridamente, queda publicado por si puede ser útil para alguien…]

Históricamente, el ciclismo ha sido un deporte europeo. Aunque ahora vira a la globalización, la tradición era que se practicaba en un triángulo que tenía por vértices a España, Italia y Países Bajos y por centro a Francia y Bélgica.

Alemania se mantenía relativamente ajena a la competición en bicicleta. Sin apenas carreras de prestigio, sin apenas campeones. Todo cambió a finales del siglo pasado, cuando se registró una relativa explosión canalizada por el equipo Telekom, una escuadra financiada por la compañía telefónica germana (primero estatal; luego privatizada) para dar salida a todos los talentos surgidos en el territorio durante los últimos años del telón de acero.

El primer gran éxito del Team Telekom lo proveyó el danés Bjarne Riis, ganador del Tour de Francia de 1996 donde Indurain abdicó de su reinado en la Grande Boucle. En aquella misma edición de la Grande Boucle empezaron a despuntar los nacionales, principalmente Erik Zabel y Jan Ullrich. Zabel, uno de los mejores esprinters de la historia, ganó seis veces el maillot verde que distingue al corredor más regular del Tour de Francia. Ullrich, por su parte, campeonó en una edición de la gran ronda francesa a la tierna edad de 23 años y no logró reeditar el triunfo en toda su carrera deportiva, imposibilitado por la hegemonía de Lance Armstrong; sin embargo, subió un total de seis veces más al cajón de los Campos Elíseos.

A partir de ellos se infló la burbuja del ciclismo alemán, que pasó de ser poco menos que insignificante a codearse con las naciones históricas. En 2006, tres de los veinte equipos de primera división tenían patrocinador germano. En el país se disputaban 50 días de competición profesional; más del doble que en el año 2000, cuando sólo había 19.

A partir de ahí, la hecatombre. En poco tiempo, el deporte de la bicicleta se desmoronó en Alemania hasta llegar a la situación actual. El año pasado sólo se disputaron 13 días de competición profesional en suelo germano. El último equipo del país en primera división desapareció en 2010; hoy día sólo sobrevive uno en segunda. La Vuelta a Alemania, otrora una prueba pujante encuadrada en la máxima categoría, dejó de disputarse fulminantemente en 2008 por el éxodo de patrocinadores.

En medio, un proceso de destrucción de figuras por mor del dopaje. En mayo de 2006 cayó Jan Ullrich, imputado en la Operación Puerto; justo un año después, Erik Zabel admitió la existencia de un plan de dopaje organizado en el mítico Team Telekom. El desengaño de la sociedad alemana era ya mayúsculo, y explotó por dos positivos casi consecutivos de ciclistas nacionales en pleno Tour de Francia 2007.

Las dos televisiones públicas germanas, ARD y ZDF, se alternaban la emisión de las etapas de la gran ronda francesa. En otra época, el Tour había sido el producto más atractivo de su parrilla veraniega. Sin embargo, en ese contexto de desencanto era ya un estorbo. Cuando Zabel confesó haber recurrido a sustancias prohibidas, los directivos advirtieron que un escándalo de dopaje más comportaría la suspensión de cualquier emisión relacionada con ciclismo.

El 11 de julio se confirmó el positivo alevoso por testosterona de Matthias Kessler, uno de los últimos remedos del antiguo Telekom, que adolecía de una malísima fama en el mundillo. Una semana después, Patrik Sinkewitz “pitó la máquina” por la misma sustancia. Su caso fue especialmente doloroso por cuanto era una joven promesa, el abanderado de la regeneración del Team Telekom bajo el amparo de su marca para telefonía móvil, T-Mobile, que abandonó el patrocinio de la escuadra a finales de aquella temporada, harta de escándalos.

Televisivamente, los hechos se precipitaron: el mismo día que se anunció el positivo de Sinkewitz, ARD y ZDF cesaron abruptamente la retransmisión de la Grande Boucle. «No podemos difundir una prueba con equipos y corredores sobre los cuales planea la sospecha del dopaje«, explicó Nikolaus Brender, redactor jefe de la ZDF. «Con este gesto queremos mostrar que estamos dispuestos a sostener el ciclismo si, y solamente si, está limpio, es decir, sin productos dopantes y prohibidos. Es una advertencia al ciclismo y a todos los demás deportes«.

La televisión pública alemana, sin embargo, se vio forzada a dar una nueva oportunidad al ciclismo y el Tour en virtud del acuerdo firmado con la Unión Europea de Radiodifusión (UER), comercializadora de los derechos televisivos del Tour de Francia, que le obligaba a mantenerlo en su parrilla hasta 2011 inclusive.

La situación no mejoró. La conducta reprobable de las escuadras germanas en relación al dopaje siguió saltando a la vista. En el Tour 2008 se pudo ver a Stefan Schumacher, un corredor de segunda fila, coronando en cabeza el mítico y durísimo Galibier e imponiéndose a los mejores ciclistas de la carrera en la contrarreloj larga que terminó de definir aquella edición de la Grande Boucle. Su coequipier en la escuadra alemana Gerolsteiner, el austríaco Bernhard Kohl, hasta entonces prácticamente irrelevante, terminó tercero de la general y ganó el entorchado de mejor escalador. Ambos dieron positivo una vez concluida la carrera. Nadie se echó las manos a la cabeza.

ZDF y ARD, irritadas por el alarde de inconsciencia de la escuadra dirigida por un tóxico profesor de Matemáticas llamado Hans-Michel Holczer, hicieron un nuevo amago de dejar de emitir el Tour de Francia y volvieron a ser obligadas a recular por la UER. Aguantaron retransmitiendo con desgana la Grande Boucle hasta 2011, cuando el contrato caducó y por fin pudo desprenderse de esa desagradable imposición

En 2012, primer año después de la tele pública, el Tour de Francia tuvo una presencia testimonial en las pantallas alemanas. La zona sur del país la pudo seguir a través de Schweizer Fernsehen; los abonados de plataformas de pago, por Eurosport. El saldo deportivo fue bueno: participaron 13 ciclistas del país, con Andre Greipel anotándose tres victorias de etapa. El saldo social y mediático del Tour de Francia en Alemania, en cambio, arroja números rojos.

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Jericó sin trompetas

Cuando los israelíes huían de Egipto en pos de la conquista de la Tierra Prometida de Canaán (la cual, pese al derecho divino, sigue sin ser suya del todo), hallaron frente a sí el escollo de una ciudad maravillosa y fortificada, Jericó. Según el relato bíblico, los israelíes comandados por Josué procedieron a rodear en procesión bélico-religiosa los muros de la ciudad durante una semana, para al séptimo día hacer sonar una trompeta que derribó sus defensas y les permitió entrar en el asentamiento, matar a todos los pobladores con excepción de una prostituta y su familia y prenderle fuego por divino anatema. La realidad de este mito, inexacto como siempre en los libros sagrados (metáforas sin necesidad de quicio), es que en el tiempo histórico en cual lo sitúa la Biblia Jericó ya era una ciudad derruida

Hemos vivido un Tour de Francia bloqueado, obligado por Sky a discurrir sobre una línea marcada en un puro ejercicio de laboratorio por un entrenador de natación como se ha reiterado hasta la saciedad. Las murallas de Jericó estaban bien construidas, incluso resistieron la tensión de las esposas y el tempranero abandono de Kanstantin Siutsou cimentadas sobre las anchísimas espaldas de Eisel, Boasson Hagen y Knees, alicatadas con la solvencia de Michael Rogers y Richie Porte, rematadas con la sumisa rebeldía de Chris Froome y Mark Cavendish. Las alabanzas a Sky, una escuadra magnífica hasta el abuso de llevar siempre la carrera a mil para malestar de sus rivales, están justificadas. Las odas a Bradley Wiggins son obligatorias; para muestra, este reportaje del ‘leopardo’ Navarro Cueva y el ya clásico-legendario post biográfico de Cronoramia.

Se ha construido la historia mítica de Jericó, sí, pero subyace un rastro de insatisfacción por la ausencia de las trompetas. Nos quedamos con las ganas de saber cómo de honda podría haber sido la puñalada trapera de Robin a Batman; también sentimos la tristeza de cerciorarnos de que a Nibali, compañero en el podio del dúo británico, le falta un caballo en el motor (¡el que le sobra a Sagan!) para ser un superclase ganador. Incluso nos desconsuela el hundimiento de Evans, Leipheimer y Menchov, signo del fin de ciclo post Armstrong, y la mala suerte que ha acompañado a los corredores españoles.

Pese a todo, no podemos decir que haya sido un Tour malo, ni aburrido. Técnicamente ha sido excelso; tácticamente, rico; emocionalmente, sabroso. Ya que los israelíes no la han carbonizado, disfrutemos de Jericó: en el próximo Tour, con los judíos Contador y Andy Schleck presentes, habrá lugar para incendios.

Foto: ASO

La tensión de las esposas

Decíamos hace un mes que la séptima etapa del Critérium du Dauphiné se convertiría en una etapa de culto por su profusión de detalles, su intensidad, el escenario, el asombro y la relativa novedad de casi todo lo acontecido. La undécima etapa del Tour de Francia, final en la Toussuire previo paso por Madeleine, Croix de Fer (la Cruz de Hierro, quizá el puerto de nombres más impresionante y poético) y Mollard, no va a la zaga.

Ha sido prolífica y espectacular: algo menos de 150 kilómetros, los 15 primeros llanos, y 5000 metros de desnivel que franquear; alrededor de cinco horas de batalla, emoción y alteraciones en un guión cuyas líneas preestablecidas sólo han sido respetadas por un bloque, Sky, y no durante toda la etapa. ASO parece haber dado con la tecla con ésta etapa y la del pasado domingo en Porrentruy: las jornadas con más puertos no deben ser largas para propiciar que se disputen con intensidad y no como un juego de mera eliminación y desgaste.

Existe un enemigo común llamado Sky, la armada del rey nadador, fría y efectiva en su determinación predeterminada. No se pusieron nerviosos cuando treinta corredores de gran nivel se marcharon Madeleine arriba, ni cuando Sagan y Oss esbozaron una aventura táctica, ni… No temblaron. Llevaron a cabo su trabajo con precisión y abnegación, correspondiendo la labor más brillante a un Michael Rogers soberbio, capaz de domesticar al pelotón en Croix de Fer y Mollard para que Batman y Robin sólo tuvieran que batirse en la Touissure.

Catherine Wiggins, esposa del líder Bradley Wiggins, ensalzó en su Twitter la labor de Rogers y Porte y levantó las suspicacias de Michele Cound, fotógrafa de ciclismo y novia de Chris Froome. Robin había cometido el error de demostrarse más fuerte que su Batman, de obligarle a ir con el ‘batgancho‘ en la innecesariamente ardua persecución de Nibali, que había cogido medio minuto y tenía (tiene) 2:30 perdidos; fue un momento de máxima tensión, solventado con un grito en el pinganillo. Hubo algún otro dime y direte, con Cathy aprobando un tuit que acusaba a Froome de provocar los titubeos del equipo y Michelle insinuando que Batman había fingido debilidad para dejar en evidencia a Robin. Sea como fuere, el mismo Fränk Schleck atestigua que Wiggins pidió a Froome que aminorara el ritmo; incluso el británico quitó hierro al asunto en rueda de prensa, achacando el asunto a un error de comunicación.

El keniano de nacimiento no fue el único que descosió las costuras de su líder. También lo hizo Tejay Van Garderen, quien rompió a Cadel Evans cuando éste probó fortuna en la Croix de Fer; un fallo de gregario joven y falto de mesura. El australiano cedió en meta algo menos de minuto y medio, una derrota más psicológica que cuantitativa. En trance similar se vio Vincenzo Nibali, cuyos ataques fueron explícitos pero no lo suficientemente convincentes como para rendir a Sky. Peor parado salieron Denis Menchov o Rein Täaramae, eliminados por completo.

La suerte que tenemos los aficionados al ciclismo es que Nibali, Evans y otros buenos corredores sin nada que perder como Van den Broeck o Pinot no claudicarán ante la fortaleza de Sky. Menos aún cuando se han visto fisuras, vulnerabilidad y desacuerdo. Quizá Froome y Wiggins estén reviviendo sus sensaciones de la pasada Vuelta, que perdieron por no intercambiar roles a tiempo. Quizá la tensión de las esposas también exista en el equipo, o se contagie.

Foto: Team Sky

«Un poco como Batman y Robin, ¿no?»

Pregunta un reportero a Bradley Wiggins. «Brad, Chris [Froome] y tú sois un poco como Batman y Robin, ¿no?«. Es fácil imaginar la chispa en los ojos del ‘mod’ y la sonrisa sarcástica antes de espetar una respuesta socarrona: «Sí. Yo soy Batman«.

La conversación, tuiteada por Julien Pretot (Reuters), refleja de manera irónica y aguda la situación que se vive en el seno de Sky. Wiggins y Froome son una buena pareja en cuanto a paridad de prestaciones; también en cuanto a la complementariedad de sus cualidades, siendo el nacido en Gante un contrarrelojista de naturaleza ‘pistard’ y el keniano un escalador ligero y espigado. Sin embargo, sus bazas no se van a jugar como si valieran lo mismo. La carta privilegiada será Wiggins.

Como ha indicado Shane Sutton en conferencia de prensa, el objetivo es ganar el Tour y da igual si es necesario sacrificar un puesto de podio. Brailsford se ha expresado en el mismo sentido, remarcando la necesidad de «sujetarse al plan«. Incluso el propio Froome, tras su victoria en la guerra de los treinta minutos, reconoció que aunque se viera capaz de ganar el Tour se supeditaría a Wiggins. La apuesta lógica, por situación en la general, galones devengados y probada solidez, es el ‘mod’; y con él se jugará aun a riesgo de que suceda lo de la pasada Vuelta a España, asumiendo el papel de Cobo corredores de superior enjundia como Cadel Evans o Vincenzo Nibali.

Análisis de los parciales de la CRI de Besançon

Análisis de los parciales de la CRI de Besançon

Ambos, italiano y australiano, parecen rivales respetables. Con capacidades a la altura de sus rivales británicos y con una actitud combativa, agresiva, fuera de toda duda. Incluso sus características, siendo su terreno ‘débil’ la crono y el predilecto alta montaña y descensos vertiginosos, son amenazadoras. Los Sky, por lo pronto, temen más a Evans: «Sé de lo que es capaz. Vi cómo ganó el año pasado y espero lucha en cada metro que recorramos hasta París«, dice Wiggins, nada confiado pese a que el ‘aussie’ cedió algo más de lo esperado en la CRI de Besançon, casi todo en el primer tercio como se puede ver en la tabla adjunta. Nibali, por su parte, insinúa veladamente que «Sky tendrá que trabajar mucho para conservar el amarillo» y dice no estar dispuesto a conformarse con un puesto de podio, a pesar de que éste sea su objetivo inicial. La cantidad de montaña restante hasta París, empezando por la etapa de hoy con paso por el coloso de la Grand Colombière, promete emociones fuertes.

Disfruta mientras puedas. Foto: extraída de Tumblr, quizá propiedad de Getty Images

Disfruta mientras puedas. Foto: extraída de Tumblr, quizá propiedad de Getty Images

El compromiso del resto de favoritos

«En realidad aún no hemos visto alta montaña«, dice Van den Broeck con lógica aplastante, y crecen las esperanzas de espectáculo. «Habrá una gran batalla«, afirma, y las expectativas se alzan. Más allá de Evans y Nibali, hay un grupo de corredores como el belga (necesitado de un resultado de calidad para convencerse de sus perspectivas) o Denis Menchov (en su última oportunidad de ganar el Tour, lo único que le interesa en 2012, y obligar a Holczer a ir de rodillas hasta Moscú) cuyas opciones de podio o brillo pasan por movimientos lejanos o, cuando menos, avezados. Hay también un factor nada despreciable: si Sky tiene dos hombres en el top10 (Wiggins, 1º; Froome, 3º), también BMC (Evans, 2º; Van Garderen, 8º) y RSNT (Zubeldia, 6º; Monfort, 7º) pueden decir lo mismo… Ergo las tácticas de equipo pueden jugar un rol importante a la hora de derrotar a Sky.

Zubeldia en mitad de RSNT

Hablando de bloques, toca referir a una presunta banda como RadioShack-Nissan-Trek donde, una vez descartado por lesión Samuel Sánchez y por maldición gitana Alejandro Valverde, se encuadra la principal baza española para la general: Haimar Zubeldia. El usurbildarra está, según se dice, en la forma física de su vida; lleva semanas de entrenamientos y preparación específica para construirla. También una buena hoja de resultados (ha terminado entre los diez primeros las tres rondas por etapas que ha disputado este año, incluyendo el exigente Critérium du Dauphiné) y un excelente compendio de sensaciones. En Besançon fue quizá el peor de los grandes favoritos, pero es como mínimo sintomático que fuera su mejor resultado en una CRI desde 2010. Tendríamos que remontarnos a Cap Découverte 2003 (el día que Armstrong fue doblegado por Ullrich) para encontrarle una clasificación más brillante en una prueba del género de más de 30 kilómetros. La única duda es cómo casará su excelente estado de forma con el ambiente caótico de un RSNT que también tiene en posición de privilegio a Monfort (7º), Gallopin (13º), Klöden (15º), Fränk Schleck (17º) y Chris Horner (23º). ¿Se plantearán jugar la baza del guipozcano?

Foto Principal: Team Sky / Scott Mitchell @modcyclingphoto

Crueldad y supervivencia

«Nada, que los de Mavic no entienden castellano… No sabían lo que pedía… Y claro, a 180 pulsaciones, me he alterado…«, y puntos suspensivos, y balbuceos, y pequeñas disculpas. Era Samuel Sánchez, al micrófono de Quique Iglesias de Cadena Cope, explicando lo sucedido cuando, a una decena de kilómetros de meta, había voceado al coche neutro urgiéndole a repararle el cambio de su Orbea.

La primera semana del Tour de Francia es muy cruel. «Marca la diferencia. La manera con la que se corre hace que vayas gastando y gastando, y te va matando. Es como ponerle la puya al toro para desangrarlo y que vaya perdiendo la energía» decia Iván Gutiérrez en una entrevista con Borja Cuadrado.

Hoy, el cántabro se mostraba en cabeza del pelotón, apretando los dientes para avivar el ritmo de un pelotón tendente a aletargarse tras sufrir múltiples caídas, enganchones y cortes. Porque, cuando se juega para ganar, conviene el pavor antes que la mansedumbre; y hay que forzarlo aunque cueste una bronca de Sylvester Szmyd, cabreado porque tiene a su líder Peter Sagan (a la postre ganador) descolgado.

Hoy en el pelotón deben haberse oído tantos frenazos como gritos, aunque en realidad los ciclistas viajan en una burbuja de algarabía, rodeados de ruidos mecánicos y humanos, del pinganillo, de las motos y los coches rebasándoles a lado y lado por una calzada de cinco metros de ancho, del público gritándoles alborozados mientras fija un fotograma vital que jamás olvidará. ¡Es el Tour de Francia!

«Yo sobreviví a la tercera etapa del Tour«, tuiteaba Luis Ángel Maté nada más terminar la carrera. El ‘Lince Andaluz’ supo aguantar en el grupo de favoritos, buen hito para sus primeros pasos en una ‘Grande Boucle’. Y ha sido más bien una cuestión de supervivencia, por cuanto pocos pueden decirse, como él, indemnes hoy. Hasta Wiggins, el imbatible e inmortal, cedió tiempo en meta (anulado por los jueces) debido a una caída de Boeckmans forzada por Freire y provocada por un ‘seto’ de GreenEdge. También perdió un gregario, el valioso y polivalente Konstantin Siutsou, pieza clave en los milimetrados planes de Sky, con fractura de tibia.

Más cruel si cabe fue la jornada para Movistar, que marró la ocasión de ganar la etapa con Valverde al salir el murciano recto en la curva postrera y, para más inri, sufrió la baja de José Joaquín Rojas, que no pudo sobrevivir con la clavícula rota por tres sitios y se perderá sus deseados Juegos Olímpicos en favor de su coequipier Fran Ventoso.

Foto: Facebook Movistar Team

No es tan «fácil»

¿Cuántos corredores están capacitados para luchar por la victoria en el Tour de Francia? Siendo realistas, pocos. Apenas seis o siete, diez como mucho, de los 500 que componen el pelotón World Tour; por no incluir la categoría Profesional, donde está claro que no hay nadie capaz en condiciones normales de vestir el amarillo en París, aunque quizá el año que viene tengamos en la categoría a Contador o Andy Schleck…

Por eso, porque sólo hay un Tour y apenas unos pocos capaces de ganarlo, ese perfil de mirlo blanco es tan valioso y codiciado. Alejandro Valverde desea cumplirlo, pero está por ver que sea capaz de ello. Las capacidades del murciano, imponderables por altas, le sitúa sin asomo de duda en el elitista grupo de los superclases; sin embargo, aunque sus características han demostrado ser adecuadas para ganar clásicas de las Ardenas y una ronda de tres semanas de perfil bajo como la Vuelta a España, el Tour… es otra cosa… Más después de año y medio parado. No es tan «fácil».

El mismo Valverde lo asume, situando desde el principio su objetivo en ocupar algún escalón del podio, sin mirar directamente a lo más alto por si le deslumbrara el fulgor amarillo. Ciertamente, no se ve desde dónde puede acceder al primer cajón en este Tour de Francia: sin bonificaciones, que en finales como el de hoy en Bologne-sur-Mer serían una mina de tiempo; con más de cien kilómetros de contrarreloj, perniciosos por mucho trabajo específico que haya realizado; asumiendo que la alta montaña para Valverde no es terreno donde acumular ventaja sino para resistir… ¿Quizá algún movimiento táctico avezado? No es tan «fácil».

Y eso que Movistar, si tiene algo, es un equipo profundo, fuerte, para forzar la carrera a calambrazos por encima del impulso continuado y anestésico de Sky. Juanjo Cobo, vigente campeón de la Vuelta a España a pesar de todo, sigue teniendo los plomos activos y sin ofrecer motivos para la preocupación; si sigue en esta línea, puede estar entre los diez mejores en la montaña de esta ‘Grande Boucle’. Rui Costa tiene un aura similar, aunque más agresiva. El rebelde Kiryienka, los ‘largos’ Karpets y Plaza, rodadores expertos como Iván Gutiérrez y Erviti, un genio abnegado como Rojas… Volcando sus esfuerzos en Valverde son un bloque temible. Pero claro… No es tan «fácil».

Foto: This Is Our Sport – Festina

Majestad, miseria o frialdad

Fabian Cancellara pide relevo con el codo una, dos veces, y Peter Sagan no le rebasa. Hace un gesto con la mano, quizá no furioso pero sí ostensible, y el eslovaco no responde a su ademán. ‘Espartaco’ culebrea, el ‘Bicho’ se esconde… No le importa que llegue a rueda del dúo Edvald Boasson Hagen, prodigio nórdico al cual jibarizó hace tiempo; parecía que EBH iba a ser la sensación de la década, pero hace tiempo que la presentación de sus cualidades brutas en una Vuelta a Gran Bretaña quedó apocada por la irrupción de Sagan en una París-Niza. Hoy, como en esa odiosa comparación, el noruego de Sky pareció un peldaño por debajo del superclase de Liquigas.

500 metros a meta, Cancellara deja de cuidar el tino. Cadel Evans ha acercado al grupo de favoritos pensando en Philippe Gilbert (hoy se ha parecido al de 2011), y su magnífico ataque en el falso llano posterior al durísimo repecho que separó el grano de la paja en Seraign (¡qué daño se puede hacer en los falsos llanos tras pendientes imposibles!), realizado con esa forma tan característica de no levantarse del sillín, puede quedar en nada. No le queda sino seguir tirando, de quien empalmó a duras penas y de quien le siguió sin temblar… Y éste, Sagan, le remacha en los últimos 100 metros, majestuoso; se yergue sobre la bicicleta, brazos en jarra primero, posado de culturista después, victoria en definitiva.

Pero, ¿hasta qué punto es honrosa, y majestuosa, una victoria conseguida desde la rueda de alguien que ha demostrado ser más fuerte que tú? Pensemos en un caso recordado en estos días que ha pasado el Tour de Francia en Bélgica: Johan Bruyneel ganándole a Miguel Indurain en Lieja, salida de la etapa de hoy, emergiendo desde su rueda en los últimos 50 metros tras kilómetros y kilómetros a rebufo. ¿No es en cierto modo oprobioso que una de las dos victorias conseguidas por el belga como ciclista en el Tour de Francia viniera a partir de lo rácano? O quizá hubo mérito en aguantar el ritmo del número uno del momento, y ser inteligente para no quemarse en su ayuda…

La cuestión es que la primera de las muchas victorias que probablemente conseguirá Peter Sagan a lo largo de su carrera ha venido de esa conducta, de esconder sus fuerzas y aprovechar las ajenas. Y, si bien se le puede adjudicar el adjetivo de miserable, también es aplicable un sustantivo distinto: frialdad, la cualidad de ser inteligente y mostrar colmillo en momentos de tensión. Ya lo dice Cancellara, que ha perdido al póker

Sagan ha exhibido frialdad en dos instantes clave subiendo el repecho decisivo de Seraign. Aparte del segundo, con Cancellara, hubo un primero a poco más de kilómetro y medio de meta, cuando cesó el esfuerzo de perseguir a Chavanel y Albasini en la parte más dura de la subida, reguló y entregó la papeleta de neutralizarles a Evans, Van den Broeck y un Cancellara que progresaba desde la vigésima posición del pelotón preparando su demarraje definitorio.

Así, polémicas gestuales aparte (la celebración, sobrada, no es habitual en un deporte abnegado como el ciclismo), parece indudable que la victoria de Sagan no merece ser denostada. No llegó por los cauces más estéticos o excitantes, no se convertirá en un ejemplo a seguir en términos de nobleza, pero demostró una inteligencia apreciable. Y también cualidades físicas, claro; para ser el ganador de etapa más joven en el Tour de Francia desde Lance Armstrong en 1993 hay que tener muchas, muchísimas piernas. No fue majestuosa, pero tampoco mísera; solamente fría.

Foto: Facebook Tour de Francia – ASO

Creatividad

Las tareas hay que afrontarlas en momentos de inspiración y creatividad; si no, son un suplicio. Por eso, para escribir hay pocos momentos más propios que un viernes por la noche de vacaciones, en una terraza sugerente y amplia, rodeado de mosquitos que pican…

De picotazos se sirvió el año pasado Europcar durante el Tour de Francia según pesquisas de la policía francesa reveladas por L’Équipe.  Es una noticia de escaso valor, una maquinación: la típica charla sobre dopaje previa al Tour, momento de máxima afluencia en el auditorio ciclista que aprovechan las autoridades de la lucha contra la trampa para sacar pecho de sus méritos, que son muchos y muy buenos como dice Mario Zorzoli, policía metido a ladrón, o viceversa.

Comentarios vanos aparte, la actuación del conjunto dirigido por Jean-René Bernadeau en el pasado Tour fue tan lesiva para la lógica que difícilmente se repetirá. Para empezar, el flamante 4º clasificado en París, todo un creativo como Thomas Voeckler, se descarta de inicio de cara a la general: fastidiado de la rodilla, tanto que no podía doblarla hace diez días, afirma estar dispuesto a ejercer de gregario para Rolland.

Pierre Rolland, de la región de Loiret como Madame Bovary, tiene un punto menos dramático que su coequipier y su paisana pero promete emociones fuertes. Flamante ganador en Alpe d’Huez en 2011, derrotando a Samuel Sánchez, Jelle Vanendert o Alberto Contador, lleva toda la temporada construyendo su fondo físico con un ojo puesto en la Grande Boucle: 45 días de competición con una victoria el tercero, una etapa de la Estrella de Bèsseges. Su deber es refrendar su calidad de escalador, si bien su director elude cargarle de responsabilidad de cara a la general y prefiere que piense en conseguir victorias parciales, lamentando que la ausencia de Andy Schleck quizá le perjudique por restar un punto de azar, creatividad, a la carrera.

Entre los otros artistas de Bernadeau sobresale Christophe Kern, la incógnita, el paradero desconocido. Estarán dos jóvenes, Gautier y Jérôme, listos para destaparse; dos ciclistas exóticos, el japonés Arashiro y el guadalupeño Yohann Gené; la combatividad de Giovanni, el hijo de Bernadeau; y, como remate, un italiano que ha entrado en el gusto del cuerpo técnico ‘verde’, Davide Malacarne. A partir de ahí, cuánto nos asombraremos o epataremos en julio dependerá de la inspiración de este Europcar, de su creatividad y de los mosquitos.

Foto: Team Europcar / Presse Sport

Sangre y cuchillos largos, larguísimos

Un loco puede reventar la situación más idílica; todos los locos, juntos, pueden provocar un panorama dantesco, de confusión, caos y auténtico susto. RadioShack Nissan Trek, la escuadra megalómana capaz de tiranizar el calendario mundial, ha terminado siendo la puerta de una habitación bajo cuyo quicio fluye la sangre. No hablamos ya de la sangre de Armstrong (¿los fantasmas tienen sangre?). Está ahí, en ese charco inmenso del cual adivinamos sólo la orilla, la de Johan Bruyneel (que, tras sus problemas, no estará en la salida de Lieja y tiene la espada de Damocles del despido sobre su cabeza), la de Jakob Fuglsang (no correrá ninguna prueba WorldTour más en 2012: se va con Riis y no se puede llevar puntos consigo, más después de su inoportunidad). Mezclados, también hay unos cuantos decilitros del hermano mayor Fränk Schleck, desangrado en su lucha por tener al lado a su colega Kim Andersen; la del hermano pequeño lesionado, Andy, castigado a pensar en medirse con Contador en la próxima Vuelta. Incluso podemos distinguir los glóbulos rojos europeos de Andreas Klöden, y los 100% americanos de Chris Horner; esos que se odian hasta el punto de que Klöden jaleó en Twitter la ausencia de Horner en la preselección del Tour.

Pero, finalmente, Chris Horner sí estará en el Tour. Así que al apátrida le tocará esconder su arma homicida bajo la almohada y ser prudente: a pesar de que lleve un mes sin correr, el aficionado a la hamburguesa de Oregon es el aspirante más sólido de RSNT para la general de la ‘Grande Boucle’, donde acudirá con el buen dato de haber finalizado las tres rondas en las que ha tomado parte esta temporada entre los diez primeros. Klöden, 0 puntos World Tour en 2012, no puede decir ni lo mismo ni nada parecido, aunque sobre el papel la gran cantidad de contrarreloj le hace más apto como contendiente. Fränk Schleck, el líder espiritual, llega a la ronda francesa en las últimas; después de su medio Giro y esas honrosas actuaciones en Luxemburgo y Suiza, es de esperar que claudique de aspiraciones altas desde bien pronto.

Las dudas que ofrecen los líderes, sin embargo, no quieren decir que los avales de RSNT sean escasos. Si este equipo no puede guardar sus cadáveres en el armario es porque tiene éste repleto de buenos corredores como los que completan su ‘nueve’ para el Tour de Francia. Fabian Cancellara, por ejemplo, va ‘in crescendo’ desde su desgraciada lesión y ya se perfila como gran favorito para las cronos de la carrera pese a la dura oposición de Wiggins y Martin. Jens Voigt y Yaroslav Popovych son garantía de buen trabajo; Tony Gallopin promete algún momento brillante, diamante entre tanto metal y tanta sangre. Y luego están dos ‘tapados’, Haimar Zubeldia y Maxime Monfort, que si figuraran en cualquier otra alineación serían candidatos claros al top10… y, de fallar quienes les preceden en el escalafón, podrían asumir su rol para completar una actuación que salve la papeleta de lo que fue el equipo de Bruyneel y los Schleck y ahora es la viva imagen de la puñalada.

Foto: RadioShack Nissan Trek

Al Menchov de 2012 sólo le interesa el Tour

En la salida de la tercera etapa de la Vuelta a Andalucía, con final en la subida al Santuario de la Virgen de la Araceli de Lucena, se pregunta a Denis Menchov por sus intenciones. Su respuesta, flemática: “sin estrés”. Terminó segundo, sólo superado por un imperial Alejandro Valverde.

Denis Menchov (1978, Orel – Rusia) tiene un porte apolíneo, no tanto por estética como por elegancia y serenidad. A veces lleva estas características al extremo y transmite cierta frialdad. Sin embargo, no es tanto una cuestión de indolencia como de claridad de ideas: Menchov cree saber lo que debe hacer en cada momento. Confía en sí mismo con tal intensidad que es capaz de rechazar los planes de entrenamiento que le recomienda la escuadra alegando que no es un juvenil y sabe prepararse. Tan individuo que extraña, no gusta de extenderse en explicaciones pero reconoce sin tapujos la realidad. Teniéndole al lado, su opacidad desconcierta y su seguridad reconforta…

Esta mañana decías que harías la etapa sin estrés. Sin embargo, has terminado segundo.
Compito por sensaciones. No viene mal probar si no vas por encima de tu límite. Si voy asimilando bien el trabajo y marcho cómodo, puedo permitirme dar un poco más.

¿Te gusta el ciclismo?
Sí. Me divierto compitiendo, e incluso me lo paso mejor cada año: las cosas se hacen más fácilmente.

¿Alguna vez te has aburrido en una carrera?
Es difícil que eso suceda. Hay veces que es lógico no tener ganas de correr: a final de temporada, tras mucha carga de competición, siempre da un poco de pereza ponerse el dorsal. Pero jamás me ha ocurrido eso en febrero.

Este invierno, después de tres años de flirteo, Menchov fichó por Katusha. Es el cuarto equipo de su carrera, tras Banesto / Illes Balears (1999-2004), Rabobank (2005-2010) y Geox (2011). “Me gusta estar aquí”, afirma; “pienso que estoy en el sitio correcto”. Según Velochrono, para firmar por la escuadra rusa rechazó ofertas de Saxo Bank, Astaná y Vacansoleil.

¿Por qué has tardado tanto tiempo en fichar por Katusha?
Diversas razones. Los primeros dos años tenía contrato con Rabobank, y debía cumplirlo. Luego hubo buenas opciones de fichar en invierno de 2010, pero no llegamos a un acuerdo con Andrei Tchmil. [ex mánager de Katusha, futuro aspirante a mandamás de la UCI]

El «año raro» en Geox

Si esta temporada se alumbra como la consecución de un antiguo deseo, de defender los colores del equipo de su país, la anterior fue simplemente “un año raro”. Desestimado por Rabobank, ofendido por Tchmil en un oscuro choque de navajas con su mánager Raimondo Scimone, Menchov firmó por Geox. Una vez rubricado el contrato se torcieron los elementos centrales (con la escuadra fuera del World Tour y, más adelante, del Tour de Francia que el ruso anhelaba disputar) y también los periféricos (detalles como que la ropa del equipo no llegara hasta febrero).

El primer objetivo del año, el Giro de Italia, concluyó con un insípido octavo puesto; el segundo, la Vuelta a España, terminó con un quinto lugar, honroso por cuanto llegó tras quemar la mayor parte de sus naves trabajando para el ganador Juanjo Cobo. A pesar de ello, las sensaciones determinaron un saldo negativo para Menchov. En otras entrevistas el ruso afirmó, lavándose las manos, que no llegó a estar a gusto en la escuadra en ningún momento. En ésta entonó un poco más el mea culpa.

¿Qué balance haces de tu año con Geox?
Geox fue un año particular, sobre el que prefiero no hablar. En general yo no estaba muy centrado en mi trabajo, estaba demasiado despistado y no fue mi mejor temporada.

¿Por qué?
Prefiero no hablar sobre ello.

¿Piensas que ayudar a Cobo en la Vuelta te honra como profesional?
Sí. Creo que hice lo que debía. Estaba en Geox y seguí las órdenes de los técnicos. Además, siendo realista pienso que no estaba en disposición de ganar la Vuelta. Cobo sí que lo estaba y debía sacrificarme por él en la medida de lo posible.

¿Hasta qué punto influye el ambiente del equipo en el rendimiento del ciclista?
Es algo que depende de cada uno. Para mí la atmósfera es muy importante: si estoy cómodo me resulta más fácil dar lo mejor de mí mismo.

«Sólo estaré mentalizado para ganar en el Tour»

Ahora, en el “sitio correcto”, Menchov podrá centrarse en alcanzar el gran objetivo de su carrera deportiva: ganar el Tour de Francia. A pesar de su podio en 2010 (tras Alberto Contador y Andy Schleck), la ocasión en que más cerca estuvo de conseguir el preciado maillot amarillo, que jamás ha vestido, fue la edición de 2008. Siempre en la línea de los grandes favoritos, realizó en Prato Nevoso un ataque impresionante, ganador, que terminó con sus huesos y su moral en el suelo. En meta perdió 20” con Sastre; al día siguiente cedió 30” camino de Jausiers, y con ello también su plaza de podio al austríaco Bernhard Kohl.

Aquel ataque frustrado en Prato Nevoso…
La vida es así.

Siempre has sido percibido, y ese Tour es una muestra de ello, como un corredor fácil de doblegar y poco persistente cuando no se percibía brillante. ¿Te parece una fama justa?
Hace algunos años puede que sí, pero ahora espero que no. En los últimos años he aprendido bastante y pienso que es importante aprovechar la experiencia.

La experiencia es, quizá, la gran baza de Menchov de cara al próximo Tour. En el abanico de aspirantes a la victoria, sólo Evans tiene una cantidad equiparable de ese preciado intangible. De ella tira el ruso a la hora de plantear su temporada completamente en torno a su gran objetivo.

¿Te consideras capaz de ganar el Tour?
Por supuesto. De momento está dentro de mis posibilidades. Sólo tengo que preocuparme por prepararme adecuadamente y llegar a la carrera al 100%: mi temporada entera se enfocará en eso.

¿Entera?
Sí. Prácticamente me da igual el calendario que realice hasta julio. No voy a salir mentalizado para ganar en ninguna carrera hasta el Tour de Francia.


A pesar de estas palabras, no puede decirse que Menchov haya realizado un papel ominoso en lo que llevamos de temporada. 4º en Andalucía, no terminó en París-Niza pero fue 11º en Catalunya, en cuya cuarta etapa sólo Urán le derrotó en el esprint por la victoria. En el Circuito de la Sarthe, disputado esta semana, también va a rondar el top10. Después le esperan el Tour de Romandía y el Critérium du Dauphiné antes del ansiado Tour. En él tendrá como principales rivales a Evans y Wiggins, favorecidos como él por la prevalencia de la contrarreloj y la ausencia de Contador.

En el Tour tendrás como principales rivales a Cadel Evans y Bradley Wiggins.
Evans es mucho más favorito y peligroso que Wiggins. Es mucho más experto y fuerte en la montaña.

Entonces, ¿qué hay de Wiggins?
A Wiggins hay que respetarlo mucho. Ha llevado a cabo una progresión enorme y es obligatorio admirarlo. Tiene sus límites, obviamente: con su cuerpo, su altura y peso, es muy difícil subir puertos empinados con la misma eficiencia que los escaladores puros… Pero aún así lo hace bien.

La pregunta del millón: ¿tienes más fácil ganar el Tour sin Contador?
Sí, por supuesto. Es el número uno del mundo en grandes vueltas. Tiene un físico privilegiado que marca la diferencia.

¿Y no será también una cuestión de cabeza?
Contador es un fenómeno. Sus cualidades físicas le permiten consumar sus objetivos de una manera bastante sencilla, haciendo buenas las circunstancias.

Por último, resultaba olbligatorio preguntar a Menchov por la curiosa promesa del mánager de Katusha, Hans-Michel Holczer, respecto de su posible victoria en el Tour. El ex patrón del equipo Gerolstiner, llegado a la escuadra rusa por recomendación de la UCI desbancando a un Manolo Sáiz que según declaró en Radio Marca Barcelona parecía cercano a sustituir en el cargo a Tchmil a tenor de negociaciones sostenidas durante el Tour, declaró lo siguiente en la presentación de Katusha en la Plaza Roja de Moscú lo siguiente: “Si Menchov gana el Tour de Francia, iré andando desde París hasta Moscú”.

¿Cómo te tomas esa promesa de Holczer?
Sin hacer caso, ¿no? [ríe] Cada uno tiene… Así no se hacen las cosas, pero ha tenido esa expresión y punto.

A mí me pareció un menosprecio enorme.
Cada uno tiene derecho a expresarse como quiera.