Artículo publicado originalmente en Zona Matxin
Donde hay poder, hay dinero; donde hay dinero, hay corrupción. Y no necesariamente en el sentido legal, sino también en el moral. Abundan la depravación, las malas artes, la incomodidad; incluso, el daño. El próximo mes de septiembre, durante los Campeonatos del Mundo de Florencia, tendrán lugar el Congreso anual de la UCI. En él, en torno a medio centenar de representantes del ciclismo mundial elegirán al presidente de la UCI y sus nueves adláteres del Comité Ejecutivo (Management Committee), el órgano de gobierno y ejecutivo del organismo gestor del ciclismo mundial. El siempre polémico Pat McQuaid pondrá en juego el cargo que lleva dos legislaturas (ocho años) ostentando. Por lo pronto, tendrá un rival en las elecciones: Brian Cookson, máximo mandatario durante 16 años de British Cycling, la federación británica de ciclismo que gestiona Sky entre otras muchas entidades, y actual miembro del Comité Ejecutivo.
Y aunque las elecciones, en tanto que democráticas, podrían ser entendidas como salud, se están demostrando pura corrupción. La élite gobernante del ciclismo está eviscerando sus miserias para exponerlas al público.
Como no podía ser de otra manera, Pat McQuaid es el centro de la controversia. Históricamente percibido como una marioneta de Hein Verbruggen, presidente electo de la UCI hasta 2005, actualmente presidente de honor de dicho organismo (y con asiento por tanto en el Comité Ejecutivo) y dedicado a sus negocios cruzados de su empresa SportAccord y el movimiento olímpico, McQuaid ha logrado construirse un personaje propio a base de problemas mal resueltos, decisiones polémicas y desbarres notorios. Su figura no deja indiferente a nadie: goza de una muy buena reputación en países emergentes, periféricos al tradicional corazón europeo del deporte de la bicicleta que le profesa una manifiesta animadversión.
Si bien cuenta con buenos logros en el ámbito de la globalización del ciclismo, son numerosos (y resuenan más) los ejemplos de malas praxis y escándalos perpetrados o mal atajados por McQuaid: el caso Armstrong, las demandas contra Floyd Landis o Paul Kimmage, el alevoso conflicto de intereses de Global Cycling Promotions…
El último han sido las irregularidades cometidas en el proceso para postularse como presidente de la UCI. Las normas exigen que el aspirante a candidato sea respaldado por una federación nacional, y McQuaid logró sin problemas aparentes el de Irlanda. Sin embargo, no era el caso: decenas de integrantes de la federación irlandesa se opusieron a tal nombramiento, que se había llevado a cabo sin votación alguna. Lograron que fuera revocado y se convocara una asamblea extraordinaria que tendrá lugar mañana en Dublín para decidir democráticamente si la federación irlandesa apoya a McQuaid. Tres de las personas que forzaron la recusación también produjeron un extenso documento de 33 páginas documentando por qué no debería brindársele apoyo. McQuaid, por su parte, ha publicado una carta abierta explicando por qué sí y se ha buscado otra federación, la suiza, para que le respalde. Dicho respaldo, anunciado «unánime», ha hallado contestación por parte de tres miembros de su consejo directivo, entre ellos el exciclista Patrick Calcagni.
Frente a McQuaid, la oposición: Brian Cookson. La candidatura del británico no sentó bien al irlandés, que respondió con una vehemente carta dirigida a los presidentes de fedaraciones nacionales en la cual, a grandes rasgos, acusaba a Cookson de haberle traicionado y ser un peón de Igor Makarov, hasta hace poco dueño del gigante gasero ruso Itera, alma máter de Katusha y miembro del Comité Ejecutivo de la UCI desde 2011, y su estrecho colaborador Wojciech Walkiewicz, ex presidente de la federación polaca y la Unión Europea de Ciclismo (UEC) y también miembro del Comité Ejecutivo hasta 2012, cuando cumplió 74 años y perdió el derecho a ostentar el cargo en virtud de la normativa UCI. McQuaid insinuó en su carta que Makarov estaba resentido por los problemas de licencia de Katusha, levantó sospechas en torno a la esponsorización de Itera a la UEC y arremetió contra Walkiewicz tildándole de manipulador de elecciones.
La contestación de Makarov y Walkiewicz no se hizo esperar. El primero emitió un comunicado comedido pidiendo que McQuaid fuera sometido a juicio por el Comité Ético de la UCI, mientras Walkiewicz fue mucho más incendiario en una sucesiva carta abierta devolviéndole la acusación de «peón» y exponiendo algunos de los hechos que McQuaid explicaba de forma maliciosa con una óptica mucho más ingenua e incluso correcta. Como propina, reveló que el propio McQuaid ofreció a Makarov la vicepresidencia de la UCI a cambio de apoyarle en el proceso electoral.
Por desgracia, Makarov y Walkiewicz tampoco son santos varones. Más allá de las alegaciones de McQuaid, el ruso tiene en su haber un sinfín de tejemanejes en la esfera privada (algunos en connivencia con la UCI) y el rosario de positivos de Katusha en la pública. Mientras que el polaco, aparte de sus devaneos en comicios adulterados, tiene un caso de pelotazo inmobiliario gestado desde la federación de su país bajo su mandato. Que entre ambos hayan postulado a Cookson tiene sentido toda vez que tuvieron problemas con su otrora delfín, el exclasicómano de extensa carrera político-deportiva Andrei Tchmil, quien quedó fuera de juego tras perder las elecciones de la UEC frente a David Lappartient, presidente de la federación francesa aparentemente simpatizante de McQuaid que, dicen, podría haber cambiado de bando en los últimos tiempos. Y Cookson, por su parte, concede entrevistas por e-mail y calcula las respuestas al milímetro para, si no ganar las elecciones, al menos no perderlas de antemano.
Una vez leído todo esto, abrimos los ojos y seguimos estando aquí. Hoy se ha disputado una etapa preciosa en la Vuelta a Suiza, y un montón de carreras más – ninguna en España, aunque una tuvo victoria española (Jesús del Pino en el Tour des Pais de Savoie). El Comité Directivo de la UCI tuvo ayer una reunión en Noruega en la cual saltaron chispas, aunque sólo ha trascendido oficialmente que piensan reducir el calendario del UCI WorldTour. Mañana se decide si a McQuaid le apoya la federación irlandesa, y en septiembre si renueva su mandato como presidente de la UCI. Quizá le derrote Cookson, pero podemos estar seguros de que habrá corrupción porque habrá poder, y dinero. Parafraseando a Lampedusa, cambiará todo para que no cambie nada y se siga disputando la Vuelta a Suiza mientras se depravan las tramoyas.
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