Hace dos días que pasó, y el pelotón pasta ahora como si nada en esos campos castellano-leoneses tan amarillos y tan eternos. Supongo que un campo puede ser eterno, pero el pavor, el frenesí y el éxtasis no. Vivimos en un mundo lleno de conflictos, basada en el movimiento constante, el choque de particulas, el consumo de productos… y todo lo permanente es algo así como patológico. Si la Vuelta a España hubiera estado en constante pavor, frenesí o éxtasis hubiera sido necesario que, tras el coche del médico, viajara otro vehículo con asistencia psicólogica. Quizá valiera con una moto, por aquello de que los utensilios de ese galeno cabrían en una riñonera y en su labor conviene un contacto más personal, sin chapa de por medio más allá del palique… Pero una moto es una moto, ocupa sitio y gasta combustible. Y eso, para una organización que no invierte ni en cobertura televisiva, ha de ser un engorro.
El factor diferencial de la Vuelta a España con respecto a Giro y Tour no ha sido tan deportivo como psicológico. También en el Tour de Francia se fue muy rápido, con Sky remolcando la carrera como si fuera un lastre; también el Giro de Italia fue incierto, decidiéndose por segundos y con grandes dosis de suspense y heroísmo de tinte épico. Pero la lucha por la general de la Vuelta está siendo, más allá de la competición en sí, emocionalmente intensa. Contador necesitaba sacudirse el trauma del filete, a ojos propios y ajenos. ‘Purito’ se aprovechó de ello en su terreno predilecto en la primera mitad de la Vuelta …
[ Aquí voy a hacer un inciso. Va a ser tan poco ortodoxo como esas camisetas con bolsillo, pero tampoco este texto va a ser mucho mejor que una de esas. Esta Vuelta a España 2012 me recuerda al Tour de Francia de 2011 o varios de los últimos Giros de Italia: dividido en dos mitades, una primera alternando finales en cuesta y esprints en la cual no se resuelve nada salvo que hay varios candidatos igualados, y una segunda en la cual se crean las diferencias. Creo que esa es la verdadera tendencia de las grandes vueltas modernas, junto a la parquedad de kilómetros contrarreloj. ]
… y luego, hace dos días, sucumbió ante ello para hallarse de nuevo ante su trauma, o complejo, de no poder alcanzar ese triunfo apoteósico, esa gran vuelta, esa clásica monumental, ese campeonato, porque siempre le falta un puntito: descorazona que la mejor carrera que haya ganado sea la Flecha Valona, o la Volta a Catalunya. Valverde, rebotado desde un Tour aciago y casi maldito, ha vuelto a ganar como ganaba y sumado esa solidez que desarrolló en la Vuelta 2009, aquella de ‘Ahorra Energía’, para autoafirmarse. Y Froome, el cuarto gran protagonista, está desplegando una dignidad inaudita en el rol de gran derrotado, sin escatimar la ceniza de sus piernas quemadas en cada meta alcanzada a fuerza de chepazos para recompensar el trabajo de sus coequipiers; una experiencia valiosa para convertirse en un líder de verdad.
Todo muy psicológico. Yo estudio Periodismo, pero hago asignaturas de Psicología; y no puedo con las teorías positivistas que convierten en una especie de Matemáticas todas esas visicitudes mentales que sufrimos las personas. Con lo sencillamente complicados que somos, pretender reducirnos a una serie de mecanismos identificables y lógicos es… Demasiado. Con el ciclismo me pasa algo similar: el positivismo de Sky es espléndido, pero puede llegar a ser desquiciante si se prolonga o, peor aún, se perpetúa…
Por eso es tan importante lo realizado por Alberto Contador, ‘Purito’ Rodríguez y Alejandro Valverde camino de Fuente Dé. En un terreno incómodo, perlado de falsos llanos y verdaderas rampas, arriba y abajo, no hubo lugar para consideraciones de vatios y sí para tácticas desasidas. Contador y su SaxoBank supieron plantear un escenario sin actores relevantes más allá de las fuerzas de los principales implicados: no había Gesinks, Talanskys o Antones cuyos intereses menores influyeran en la batalla; sólo los líderes y algunos gregarios.
Las cartas se destaparon. En el cuerpo a cuerpo, Contador sacó tiempo a ‘Purito’ en el llano y lo mantuvo en Fuente Dé; el catalán, aun desarbolado por las circunstancias, no navegó al pairo y mantuvo el tipo en la subida final. Valverde, con más fuelle tras parapetarse en la desesperación de Katusha, remontó para dotar de más sentido a la pregunta irresoluble e impertinente de qué hubiera sucedido sin la caída de Valdezcaray.
Y nosotros, los aficionados incondicionles, tan felices con el espectáculo. Y los espectadores ocasionales, encantados. Es la gran virtud de esta Vuelta: ha terminado por contentarnos a todos. Y Galdós y Toribio, a punto de ser cazados por ese pelotón arrogante y abusón entre los eternos campos castellano-leoneses…