El día de la dignidad

Hay pocas cosas más complicadas de entender en la sociedad actual que el concepto de dignidad. Es unívoco pero también prácticamente indefinible. Se puede reconocer en la existencia y el comportamiento de las personas de alrededor. También en sus circunstancias, que al fin y al cabo terminan por emanar de las propias personas. El sábado, en las carreteras guipuzcoanas, pudimos ver la dignidad en casi todos los elementos que rodearon a la que es ahora mismo, junto a la Vuelta al País Vasco, la cita más importante del ciclismo euskaldun.
La edición 2010 de la Clásica de San Sebastián vino a certificar en su desarrollo y conclusión la tendencia al alza que ha tomado la prueba organizada por el Grupo Correo de un tiempo a esta parte. Tras unos inicios poco brillantes, su inclusión en la Copa del Mundo la propulsó a la élite del ciclismo; la defunción de la antigua ‘challenge’ de la UCI y el nacimiento de la nueva, el UCI ProTour, la condujo a un segundo plano. Se situó, por decirlo de alguna manera, entre las peores de las mejores. Esta frustrante tesitura se tradujo en un menor interés del aficionado y el propio ciclista por la carrera donostiarra, que además vio como su recorrido (perpetuado a modo de clásica) había dejado de sorprender y de proporcionar alternativas para el desarrollo del espectáculo. Como suma de todo esto, cada edición era más previsible que la anterior y la nómina de ganadores fue decreciendo en calidad… hasta hace un par de años, cuando una victoria de Alejandro Valverde rompió esa línea de mediocridad dentro de la élite. En 2009 fue Barredo quien se llevó el gato al agua en lucha cerrada con otro excelente ciclista como Roman Kreuziger. El sábado se jugó la victoria una terna de lujo, digna de una prueba ProTour…

El sábado, que para casi todos los presentes en la Clásica fue el día de la dignidad, fue también un día complicado para los hombres de Caisse d’Épargne. No es que hubiera mucho en juego deportivamente, al fin y al cabo una clásica de verano no arruina una temporada (aunque sí que puede salvarla). Era un motivo extradeportivo el que les hacía llegar a la salida de Donosti en plena tensión. Eusebio Unzué, su director, les resolvería todas sus dudas en torno al futuro del equipo allí. El resultado del rendez-vous emplazado por el técnico navarro no fue demasiado clarificador; pidió quince días más a sus ciclistas, que en definitiva seguían con derecho a buscarse otro conjunto para la próxima temporada. La reunión, sin embargo, pareció sentar bien a los corredores, que se desempeñaron bien (dignamente) durante la carrera. De hecho, Luis León Sánchez consiguió la victoria, otro resultado de postín para un palmarés que comienza a ser abultado, y declaró estar a la espera de la ‘fumata blanca’ de Unzué para definir su futuro, desmintiendo de paso haberse comprometido ya con Rabobank.
No ha sido un año fácil en el seno de la formación bancaria. Habitualmente, el histórico tándem formado por José Miguel Echavarrí (ya retirado) y el propio Eusebio Unzué ha funcionado bien a la hora de cubrir el prespuesto necesario para mantener en liza a una de las estructuras más antiguas del ciclismo mundial, actual decana del pelotón español. En esta ocasión, por contra, el anunciado cese de patrocinio de Caisse d’Épargne no ha podido ser cubierto con garantías por Unzué con margen suficiente, y la incertidumbre ha influido indudablemente en el rendimiento del equipo, que por si fuera poco recibía en mayo un auténtico mazazo con la sanción por dopaje de su buque insignia Alejandro Valverde. Muestra de ello fue un Tour de Francia donde, a la postre, se fueron de vacío; no pudieron llevarse ninguna etapa a pesar de acumular varios segundos puestos, ni tampoco la general por equipos que RadioShack le arrebató en la última semana de carrera. En ambos casos la ansiedad se hizo notar, no se tomaron decisiones adecuadas en determinados momentos y eso restó brillantez a la notoria actuación del conjunto de base navarra.
De cara a la próxima temporada la situación sigue en el aire. La supervivencia de la escuadra parece garantizada por un patrocinador que aportaría una suma del orden de los tres millones de euros. Que éste fuera el único inversor provocaría la inmediata bajada de categoría del equipo, e incluso su inviabilidad toda vez que al sancionado Valverde le resta un año de contrato a razón de algo más de dos millones de euros. No parece, sin embargo, que el murciano vaya a actuar con mala fe en este sentido y ponga problemas a una formación que, por lo demás, le ha apoyado en todo momento. Volviendo al escenario de que no apareciera otro patrocinador, la diáspora sería obligatoria; sería sencillo retener a los jóvenes y a algunos gregarios que deberían asumir el rol de líderes, pero otros muchos corredores como Luis León, Arroyo, Urán, Kyrienka o Rojas saldrían hacia otras formaciones ProTour. Quienes saldrán seguro, por otra parte, son los ciclistas franceses, comprometidos con equipos de su país en la mayoría de casos, con la excepción de un Christophe Moreau decidido a retirarse y un Mathieu Drujon expectante (y con contrato). El surgimiento de otro patrocinador que aportara, al menos, otros tres millones de euros, sí permitiría que la escuadra de Unzué mantuviera su merecido e histórico estatus dentro del ciclismo mundial, representado por la majestuosa victoria de Luis León Sánchez en la Clásica de San Sebastián. Contrapuesta a su derrota frente a Casar en la novena etapa del Tour de Francia, un ejemplo de dignidad.
Hizo aún más valioso y significativa la actuación de Luis León el desarrollo de la carrera, espectacular gracias a los novedosos múltiples pasos por Arkale y Jaizkibel, y los rivales a los que hubo de enfrentarse el murciano. De un lado, un Alexandre Vinokourov tan impulsivo como siempre, haciendo gala de una fortaleza y una combatividad insobornables ante la crítica o las observaciones ajenas, apenas perturbadas cuando lo que escucha desde lo más alto del podio son pitos y no aplausos como le sucedió en Lieja. Su punto álgido fue un ataque a pocos kilómetros de meta que apenas pudo sostener Luis León y mostró las flaquezas del otro contendiente, Carlos Sastre.
El abulense se mostró sólido (digno), aunque falto de ese punto de explosividad que se pierde con la edad. Se le acaba la gasolina y él lo sabe, por eso la ha racionado esta temporada en una decisión difícil de comprender de primeras pero que ahora resulta incluso lógica. Retrasó al máximo su inicio de temporada y minimizó sus días de competición en lo que parecía un signo de holgazanería pero no es sino un medio para poder participar con garantías de lucimiento en las tres grandes vueltas. Sastre lleva a cuestas el peso de su equipo, Cervélo; en su espalda siente todos los millones de euros que los diseñadores de cuadros Vroomen y White invierten en la escuadra. Quiere que se traduzcan en buenos resultados, actuaciones dignas, y se responsabiliza en primera persona de que sea así. Por eso afrontará por segunda vez en su carrera el reto de correr las tres grandes vueltas en una misma temporada.
Otros hombres dignos en el día de la dignidad, en esta edición de la Clásica de San Sebastián que no pasará a la historia pero fue agradable y sintomática, fueron los revindicativos Haimar Zubeldia y Xavi Florencio. Uno palió (quizá sólo en parte) con un cuarto puesto el sinsabor de quedarse fuera del Tour de Francia por lesión; otro minimizó (seguro que sólo en parte) la decepción de verse fuera de la gran ronda francesa por una decisión discutible de su equipo, que le detectó un “mini” positivo por pomada contra las hemorroides y optó por sacarle de circulación. Ambos consiguieron restituir en la prueba donostiarra, quizá influidos por el ambiente de redención imperante, su amenazada dignidad.
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