El brillo convertido en mate

Cuanto más altas son las expectativas más posible es que todo acabe en decepción. Es una norma universal y en el ciclismo se cumple a rajatabla; para algo este deporte es parte del universo. Podríamos citar casos y más casos de corredores que no satisfacen las grandes esperanzas depositadas en ellos. Algunos acaban como juguetes rotos, retirados a los pocos años de debutar en profesionales. Otros duran más campañas en la élite, pero lo hacen con más pena que gloria; hipotecan su temporada entera por días puntuales de gloria que los sitúan efímeramente en una suerte de purgatorio del cual podrían subir al cielo… pero finalmente caen de nuevo al abismo de la mediocridad. Luego están los que se reciclan. Son esos ciclistas cuyo futuro parece tan brillante… que cuando su carrera profesional no es la de una estrella sino la de un esforzado de la ruta, aún siendo tan respetables como el que más… resultan un poco decepcionantes. Sobre todo cuando se piensa en aquellos días pretéritos, cuando parecía que su progresión no tenía techo y se les comparaba con los más grandes…

A José Iván Gutiérrez Palacios (1978, Hinojedo – Cantabria) se le equiparaba en su día con Miguel Indurain. Alimentó la analogía su primer director en profesionales, el polémico Manolo Sáiz, cuando le llevó al Tour de Francia de 2000 con apenas 21 años. Era lo mismo que hicieron en su día Eusebio Unzué y José Miguel Echavarrí con el extraterrestre navarro, cuyas primeras participaciones en la gran ronda francesa duraron en 1985 y 1986 cuatro y ocho etapas, respectivamente.
La presencia de Gutiérrez en el ‘nueve’ de la potente ONCE – Deutsche Bank era justificada por Sáiz con otro argumento, aparte de la experiencia que supondría para el corredor cántabro. Iván (no le pongamos el José delante; ese nombre no le pertenece, simplemente se lo adosó en el Registro Civil la manía del cura de su pueblo) iba a ese Tour para ayudar al equipo en la contrarreloj por equipos del cuarto día en Saint-Nazaire. «Y cuando le veamos cansado, cuando se vea que no recupera de un día para otro, pues a casa«. Ese momento llegaría en la 11ª etapa, camino de Revel.
Antes tuvieron lugar aquellos setenta kilómetros de lucha por escuadras. En ellos el conjunto amarillo arrasó, distanciando en casi medio minuto a US Postal y en más de uno a Telekom. Parte de culpa en este triunfo sobre los dos bloques más potentes de aquel Tour la tuvo, sin duda, Iván. El corredor de Hinojedo llevaba ya un tiempo apuntando alto, muy alto; concretamente, desde la contrarreloj sub23 de los Mundiales de Treviso de 1999, donde acudió sin apenas presión y volvió con un oro colgado del cuello. En su primera campaña con los profesionales, poco antes de tomar parte en el Tour, se proclamó por primera vez campeón de España contra el crono en Murcia imponiéndose a ciclistas consagrados como David Plaza o el actual director deportivo de Euskaltel Álvaro González de Galdeano. La confianza depositada en él por Sáiz estaba, sin duda, completamente justificada.
Iván permaneció un año más junto al preparador cántabro, consiguiendo varios triunfos individuales, completando por primera vez el Tour de Francia y proclamándose campeón de España en ruta. El globo del corredor de Hinojedo se había hinchado; acababa su contrato y fue la auténtica golosina en el mercado para todos los equipos de primer nivel. Se lo llevaron Echavarrí y Unzué a Banesto, viendo en él un reflejo de aquel Indurain que condujera al equipo navarro a su época dorada, o de aquel Olano que les había reportado su última gran ronda por etapas con la Vuelta a España de 1998. A día de hoy, Iván no ha abandonado aún la mítica estructura bancaria.
Echavarrí y Unzué decidieron en los primeros años que era pronto para exponerlo a la presión de las grandes citas y le configuraron un calendario de carreras de segundo nivel que resultó fructífero desde el punto de vista de los resultados. Consiguió muchos puestos de honor, pero pocas victorias que en su mayoría fueron de escaso calado. Un éxito en el Giro dell’Emilia frente a grandes como Bettini, Bartoli, Rebellin ó Casagrande destapó en él cualidades de clasicómano ocultas hasta ese momento. También tuvo el honor de que su triunfo en la Escalada de Montjuic de 2003 fuera el último conseguido por Banesto como espónsor principal.
La esperada progresión de Iván hacia el estatus de superclase de nivel mundial, sin embargo, se ha ido retrasando y ya parece imposible que aparezca. Aunque ha ganado y realizado actuaciones de mérito, el cántabro no ha llegado a explotar. Sus cualidades de contrarrelojista no se han desarrollado hasta el esplendor esperado. Su segundo puesto en los Mundiales CRI de Madrid 2005 y los cuatro entorchados como campeón de España de la disciplina ostentados durante durante su carrera no deben ocultar otra realidad: sólo ha ganado ocho contrarrelojes desde que es profesional. Escaso bagaje para alguien que apuntaba ser el mejor contrarrelojista nacional de la década y que, de hecho, seguramente lo sea. Pero en este título tiene mucho que ver la escasa cantidad y calidad de croners alumbrada en España este principio de siglo.
A cambio de este desempeño algo romo en la que se supone sería su especialidad, Iván Gutiérrez ha tenido un buen rendimiento en otros aspectos. Sus cualidades de clasicómano se han hecho notar en más de una ocasión. También una cierta punta de velocidad que le ha reportado varios triunfos en ‘volatas’ de grupos pequeños. Ha hecho incursiones con éxito incluso en terrenos a priori poco propicios para él como la montaña, tal y como sucedió en el Tour del Mediterráneo de 2006, donde se impuso en el Mont Faron. Ha conseguido triunfos en generales de vueltas por etapas como el Eneco Tour de Benelux (dos veces) ó el citado Tour del Mediterráneo. Pocas para quien se suponía sucesor de Indurain, pero bastantes para cualquier otro ciclista sin tanta aureola previa. Y, en las últimas campañas, su labor como gregario en favor de los líderes de Caisse d’Épargne ha sido notable.
La vida ciclista de Iván Gutiérrez no se puede juzgar en ningún caso como vulgar. A pesar de que el corredor cántabro nunca haya llegado (ni llegue) a colmar las expectativas creadas en torno a él en los albores de su vida ciclista, será un error afirmar que su carrera profesional ha sido mediocre. La imagen que la resuma no podrá revelarse jamás en blanco y negro, aunque no poseerá el brillo que parecía destinada a tener en un principio. Será una fotografía sencilla. Con acabado mate.

> Perfil de Iván Gutiérrez en CQ Ránking

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