¿Y no quería venir a Geelong?

Unas semanas antes de los Campeonatos del Mundo de Australia, Fabian Cancellara no dejaba claro si competiría o no en ellos. Envuelto en una vorágine de incertidumbre en torno a su futuro, con suspicacias en torno a cómo durante la Vuelta a España se había dejado arrastrar hacia los bares por algunos de sus compañeros en el equipo Saxo Bank… lo que menos le convenía era la presión. Y, para ello, nada mejor que hacerse el sueco y dejar en el aire su presencia en Geelong.
Liberado de todos los apremios que le podían extasiar, Cancellara llegó hace una semana a la ciudad australiana, se sacudió el ‘jet lag’ y tomó esta tarde (mañana en España) la salida en la crono dispuesto a arrasar tal y como lo había hecho en tres de los cuatro anteriores Mundiales de la especialidad, donde campeonó con distancias que llegaron a rondar los tres minutos respecto al segundo. Un dominio insultante que repitió de nuevo, siendo el único de los favoritos en completar la segunda vuelta al circuito donde se desarrolló la prueba con menos de medio minuto de pérdida respecto a la primera. Una señal de que fue el mejor de los participantes no sólo en cuanto a fuerzas, sino en cuanto a regularlas.

El resto de competidores estuvieron a la hora de la verdad a años luz. La primera referencia verdaderamente buena la marcó en la segunda tanda el polaco Maciej Bodnar, gregario de Liquigas con mucho motor y juventud de sobra para llegar a las más altas cotas; acabó noveno a más de tres minutos de la locomotora suiza. Michael Rogers y Luis León Sánchez, en la tercera tanda, sostuvieron un duelo intensísimo que acabó con ambos en la zona noble de la clasificación, quinto y séptimo respectivamente, con un retraso final de en torno a dos minutos y medio…
Sólo otros tres ciclistas bajaron de la hora. David Millar fue el único capaz de hacer ver ese espejismo que supone ver a alguien por encima de Cancellara cuando el suizo se encuentra en estado de gracia. Le superó en el primer parcial, situado al final del primer repecho; después cayó a posición de plata ante la irresistible fuerza de ‘Espartaco’. Peor le fueron las cosas al australiano Richie Porte, una de las grandes revelaciones de la temporada, que se fue hundiendo conforme avanzó la prueba y tras circular casi toda la tarde en el podio sólo pudo llevarse la medalla de chocolate. Quien pudo andar más cerca de la Locomotora fue Tony Martin, a quien un pichazo en la primera parte de la carrera le hizo pedalear a contrapié; tras la incidencia se mantuvo en los tiempos de Millar, pero siempre estará la duda de cómo hubieran ido las cosas para él de no haberla sufrido, de si pudiera haber estado con Cancellara o incluso batirle como ya hiciera en la crono larga de la Vuelta a Suiza este año.
La actuación española estuvo algo por encima de lo acostumbrado en estos años de vacas flacas dentro del panorama nacional en esta especialidad. Iván Gutiérrez ya no es el contrarrelojista puro que fuera campeón del mundo sub23 de la disciplina y se maneja en prestaciones mediocres dentro de la élite; hoy fue 17º. Luis León Sánchez, por su parte, dio emoción a la retransmisión de la prueba gracias a su duelo con Rogers y acabó en una dignísima séptima posición.
En el polo opuesto a Cancellara estuvieron, como en la pasada edición de los Mundiales, James Weeks y Reginald Douglas, los triatletas de San Cristóbal y Nieves que suelen competir en esta prueba constituyendo uno de los absurdos que a veces propicia la globalización del ciclismo. Perdiendo veintitrés minutos no hicieron más grande a Cancellara, sólo le pusieron un contrapunto. Lo cierto es que era muy difícil ensanchar la leyenda de la Locomotora suiza más allá de los impresionantes cuatro entorchados en cinco años que acumula en su palmarés. Éste tiene un sabor especial: lo ha conseguido sin presión (según él, eso lo hace más sabroso) gracias a ser no sólo el más fuerte, sino también el más inteligente. Es un superclase para el recuerdo y lo demuestra cuando los focos brillan más intensamente, como los auténticos superclases.
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Quieren traerse un Mundial a España

Hace ya unos días que la comitiva española llegó a Geelong para participar en los prácticamente mal denominados Mundiales de Melbourne. Capitaneada por José Luis de Santos en la parte deportiva, con una representación institucional más amplia de lo habitual para defender a capa y espada la candidatura de la ciudad berciana de Ponferrada para optar a la organización de los Mundiales de 2013 y con el siempre eficaz jefe de prensa de la RFEC Luis Román Mendoza para contar sus peripecias. El objetivo: traerse al menos un Mundial a España.
La primera gran opción, esperanza e ilusión, era que los encargados de la candidatura de Ponferrada 2013 fueran quienes consiguieran el primer Mundial para la delegación española esta madrugada, mañana en Australia. Parecían ir bien colocados: los rivales de Florencia, Génova y Hooglede-Gits no tenían demasiado postín ni especial difusión. Además, Ponferrada 2013 había tenido mucho apoyo del Gobierno y la Junta de Castilla y León, aunque no tanto de los medios.
Una vez en Australia, las opciones de la candidatura española comenzaron a bajar enteros. La rumorología, bastante certera en estos casos, señalaba a Florencia como ciudad elegida en el cónclave de trece altos cargos de la UCI que decidiría dónde se desarrollarían los fastos de 2013. Y, efectivamente, este mediodía se confirmó la noticia. La UCI le ha concedido a Italia su cuarto Mundial en quince años; el quinto si contamos Mendrisio, ciudad suiza pero prácticamente italiana. Se dice que la solvencia organizativa de los italianos es admirable… Así pues, Ponferrada deberá esperar un año más para culminar su sueño de organizar un Mundial, dificultado sin duda por no ser una capital de provincia.
Féminas y sub23: opciones remotas
Una vez eliminados los bercianos, a España sólo le queda la opción deportiva para traerse un Mundial; los mejor colocados para ello son, sin duda, los hombres de categoría élite. Entre las chicas, las opciones son mínimas. Rosa Bravo, Ana Belén García y Belén López están por desgracia lejos de las Pooley, Vos o Ardnt; de hecho en la crono de hoy, ganada precisamente por Pooley, Bravo (31ª) y López (33ª) han completado sendas actuaciones anónimas.
En cuanto a los jóvenes, la distancia con la élite existe pero es algo menor. Jesús Herrada, Juan José Lobato, Higinio Fernández y Mikel Landa ya demostraron durante la temporada en general y en el Tour del Porvenir en particular capacidad de codearse con los mejores. En la prueba en ruta, Lobato es una interesantísima baza para el esprint mientras sus compañeros pueden buscar el triunfo mediante fugas. En la CRI, disputada esta mañana, Herrada ha cuajado una notable performance al ser octavo a sólo 1’18” del campeón, el irresistible Taylor Phinney.
Freire, a por su cuarto Mundial
Son los mayores quienes más posibilidades tienen de campeonar en Geelong. José Luis de Santos ha tenido buen criterio para realizar la lista, primando para la prueba en ruta la formación de un equipo sólido y entregado al cántabro Óscar Freire antes que la selección plagada de posibles ganadores que tuvo España en otras ocasiones. Para la contrarreloj ha habido más problemas. Hubo muchas dudas, con Rubén Plaza y Luis León renunciando a tomar parte en ella; pero finalmente se han saldado, como casi todo este año en la selección y en contraste con lo que sucedió en Mendrisio, sin malos rollos. Representarán a España Iván Gutiérrez y Luis León Sánchez, quienes tienen un recorrido adaptado a sus características pero una competencia brutal encabezada por Cancellara, Porte, Martin y Larsson.
En la ruta hay, de inicio, un grupo de seis ciclistas que ejercerán de gregarios y tendrán a Freire como líder, a Gárate como ‘capitano’ y a Samuel como hombre libre. Imanol Erviti, Luis León Sánchez, Rubén Plaza, Carlos Barredo, Haimar Zubeldia y Fran Ventoso llegan a la cita mundialista en un estado de forma óptimo; la mayoría han completado la Vuelta, mientras Zubeldia se ha preparado en las pruebas ProTour canadienses y Ventoso ha hecho lo propio en las semiclásicas italianas y francesas. Todos tienen avales de sobra y se centrarán en proteger a Freire y controlar una carrera que se prevé movida, muy influenciada por el viento. Para ello tendrán la compañía o la animadversión de otras selecciones potentes como Italia (Pozzato, Visconti), Australia (Goss, Evans) o Bélgica (Gilbert), que cuentan también con líderes definidos y quizá opten por dinamitar la prueba para eliminar a esprinters puros como el americano Farrar, el alemán Greipel o el británico Cavendish.
Los puntales de la selección, Gárate, Samuel y Freire, tienen ya sus funciones bien definidas. El hecho de que no habrá pinganillos en la prueba en ruta dota a Juanma Gárate de una importancia especial en los esquemas de la selección: al ser el más veterano del grupo, tomará galones y ejercerá de ‘capitano’; o, lo que es lo mismo, de director fáctico. Él tomará las decisiones y mandará tirar o parar a sus compañeros en función de las necesidades de Freire. Samuel Sánchez, por su parte, podrá jugar sus bazas y no estará atado a las necesidades del cántabro…
El cántabró. Óscar Freire. La mejor baza de todas, el mejor esprinter que ha tenido España en años, con un talento especial para los Mundiales. Ya lleva tres: desde Verona 2004 está empatado con Rik Van Steenbergen, Alfredo Binda y Eddy Merckx en esa plusmarca sólo al alcance de los dioses de este deporte. Su objetivo, de aquí a su retirada, será romperla y colocarse como líder en solitario de ese ránking de ensueño con cuatro impresionantes entorchados. Este año tiene una ocasión de oro con un recorrido que le viene como anillo al dedo y una selección volcada en jugar su baza. El domingo, alrededor de las nueve de la mañana, tras una madrugada donde los aficionados españoles lucharemos a brazo partido con Morfeo, sabremos si Freire consigue traerse ese anhelado Mundial a España.

El brillo convertido en mate

Cuanto más altas son las expectativas más posible es que todo acabe en decepción. Es una norma universal y en el ciclismo se cumple a rajatabla; para algo este deporte es parte del universo. Podríamos citar casos y más casos de corredores que no satisfacen las grandes esperanzas depositadas en ellos. Algunos acaban como juguetes rotos, retirados a los pocos años de debutar en profesionales. Otros duran más campañas en la élite, pero lo hacen con más pena que gloria; hipotecan su temporada entera por días puntuales de gloria que los sitúan efímeramente en una suerte de purgatorio del cual podrían subir al cielo… pero finalmente caen de nuevo al abismo de la mediocridad. Luego están los que se reciclan. Son esos ciclistas cuyo futuro parece tan brillante… que cuando su carrera profesional no es la de una estrella sino la de un esforzado de la ruta, aún siendo tan respetables como el que más… resultan un poco decepcionantes. Sobre todo cuando se piensa en aquellos días pretéritos, cuando parecía que su progresión no tenía techo y se les comparaba con los más grandes…

A José Iván Gutiérrez Palacios (1978, Hinojedo – Cantabria) se le equiparaba en su día con Miguel Indurain. Alimentó la analogía su primer director en profesionales, el polémico Manolo Sáiz, cuando le llevó al Tour de Francia de 2000 con apenas 21 años. Era lo mismo que hicieron en su día Eusebio Unzué y José Miguel Echavarrí con el extraterrestre navarro, cuyas primeras participaciones en la gran ronda francesa duraron en 1985 y 1986 cuatro y ocho etapas, respectivamente.
La presencia de Gutiérrez en el ‘nueve’ de la potente ONCE – Deutsche Bank era justificada por Sáiz con otro argumento, aparte de la experiencia que supondría para el corredor cántabro. Iván (no le pongamos el José delante; ese nombre no le pertenece, simplemente se lo adosó en el Registro Civil la manía del cura de su pueblo) iba a ese Tour para ayudar al equipo en la contrarreloj por equipos del cuarto día en Saint-Nazaire. «Y cuando le veamos cansado, cuando se vea que no recupera de un día para otro, pues a casa«. Ese momento llegaría en la 11ª etapa, camino de Revel.
Antes tuvieron lugar aquellos setenta kilómetros de lucha por escuadras. En ellos el conjunto amarillo arrasó, distanciando en casi medio minuto a US Postal y en más de uno a Telekom. Parte de culpa en este triunfo sobre los dos bloques más potentes de aquel Tour la tuvo, sin duda, Iván. El corredor de Hinojedo llevaba ya un tiempo apuntando alto, muy alto; concretamente, desde la contrarreloj sub23 de los Mundiales de Treviso de 1999, donde acudió sin apenas presión y volvió con un oro colgado del cuello. En su primera campaña con los profesionales, poco antes de tomar parte en el Tour, se proclamó por primera vez campeón de España contra el crono en Murcia imponiéndose a ciclistas consagrados como David Plaza o el actual director deportivo de Euskaltel Álvaro González de Galdeano. La confianza depositada en él por Sáiz estaba, sin duda, completamente justificada.
Iván permaneció un año más junto al preparador cántabro, consiguiendo varios triunfos individuales, completando por primera vez el Tour de Francia y proclamándose campeón de España en ruta. El globo del corredor de Hinojedo se había hinchado; acababa su contrato y fue la auténtica golosina en el mercado para todos los equipos de primer nivel. Se lo llevaron Echavarrí y Unzué a Banesto, viendo en él un reflejo de aquel Indurain que condujera al equipo navarro a su época dorada, o de aquel Olano que les había reportado su última gran ronda por etapas con la Vuelta a España de 1998. A día de hoy, Iván no ha abandonado aún la mítica estructura bancaria.
Echavarrí y Unzué decidieron en los primeros años que era pronto para exponerlo a la presión de las grandes citas y le configuraron un calendario de carreras de segundo nivel que resultó fructífero desde el punto de vista de los resultados. Consiguió muchos puestos de honor, pero pocas victorias que en su mayoría fueron de escaso calado. Un éxito en el Giro dell’Emilia frente a grandes como Bettini, Bartoli, Rebellin ó Casagrande destapó en él cualidades de clasicómano ocultas hasta ese momento. También tuvo el honor de que su triunfo en la Escalada de Montjuic de 2003 fuera el último conseguido por Banesto como espónsor principal.
La esperada progresión de Iván hacia el estatus de superclase de nivel mundial, sin embargo, se ha ido retrasando y ya parece imposible que aparezca. Aunque ha ganado y realizado actuaciones de mérito, el cántabro no ha llegado a explotar. Sus cualidades de contrarrelojista no se han desarrollado hasta el esplendor esperado. Su segundo puesto en los Mundiales CRI de Madrid 2005 y los cuatro entorchados como campeón de España de la disciplina ostentados durante durante su carrera no deben ocultar otra realidad: sólo ha ganado ocho contrarrelojes desde que es profesional. Escaso bagaje para alguien que apuntaba ser el mejor contrarrelojista nacional de la década y que, de hecho, seguramente lo sea. Pero en este título tiene mucho que ver la escasa cantidad y calidad de croners alumbrada en España este principio de siglo.
A cambio de este desempeño algo romo en la que se supone sería su especialidad, Iván Gutiérrez ha tenido un buen rendimiento en otros aspectos. Sus cualidades de clasicómano se han hecho notar en más de una ocasión. También una cierta punta de velocidad que le ha reportado varios triunfos en ‘volatas’ de grupos pequeños. Ha hecho incursiones con éxito incluso en terrenos a priori poco propicios para él como la montaña, tal y como sucedió en el Tour del Mediterráneo de 2006, donde se impuso en el Mont Faron. Ha conseguido triunfos en generales de vueltas por etapas como el Eneco Tour de Benelux (dos veces) ó el citado Tour del Mediterráneo. Pocas para quien se suponía sucesor de Indurain, pero bastantes para cualquier otro ciclista sin tanta aureola previa. Y, en las últimas campañas, su labor como gregario en favor de los líderes de Caisse d’Épargne ha sido notable.
La vida ciclista de Iván Gutiérrez no se puede juzgar en ningún caso como vulgar. A pesar de que el corredor cántabro nunca haya llegado (ni llegue) a colmar las expectativas creadas en torno a él en los albores de su vida ciclista, será un error afirmar que su carrera profesional ha sido mediocre. La imagen que la resuma no podrá revelarse jamás en blanco y negro, aunque no poseerá el brillo que parecía destinada a tener en un principio. Será una fotografía sencilla. Con acabado mate.

> Perfil de Iván Gutiérrez en CQ Ránking

El ciclismo español y el sueño olímpico

Pelotón olímpico
Como cada cuatro años por estas fechas, llega el gran acontecimiento del deporte universal. La gran cita, los Juegos Olímpicos. Millares de deportistas se reúnen para participar en la mayor competición del mundo, viviendo durante unos días hermanados en la Villa Olímpica… pero siempre con un ojo puesto en el oro, en poder hacer suya la frase latina “citius, altius, fortius” (“más rápido, más alto, más fuerte”). La gloria del espíritu olímpico.

Aunque la prueba reina de las Olimpiadas es, sin duda, el atletismo, también hay muchas otras disciplinas donde el ganador se puede considerar el rey de su deporte. Esto no sucede en el fútbol (donde los límites de edad y demás triquiñuelas para que los Juegos no sean competencia para el Mundial convierten el torneo en una charlotada), y tampoco sucedía hasta hace poco en el ciclismo. El motivo era bien sencillo: aún quedaba virgen una parte del olimpismo. Concretamente, la parte que obligaba a que los deportistas participantes no fueran profesionales.

Sin embargo, el camino de prostitución del espíritu olímpico que inició Juan Antonio Samaranch con la aparición de publicidad explícita en los estadios se extendió hasta la profesionalización de los participantes, pasando a considerarse los Juegos como el acontecimiento de alto nivel que son hoy. Atlanta 1996 fueron los primeros Juegos Olímpicos con presencia de profesionales en el ciclismo, después de aquella generación de jóvenes torturados por el preparador ruso Guronov en pos de un éxito (que no llegó) en Barcelona’92.

España llegó a la salida de la ciudad americana con un equipo de campanillas: en la ruta el rodador Marino Alonso y el sacrificado Manuel Fernández Ginés escoltaban a tres grandes vueltómanos como eran Melchor Mauri, Abraham Olano y Miguel Indurain, siendo estos dos últimos los representantes para la contrarreloj, que hasta entonces se había disputado por equipos y ahora pasaba a ser individual.

La prueba en ruta fue, gracias a la total ausencia de control al tener sólo cinco ciclistas cada equipo, un auténtico zafarrancho. Cientos de ataques que se resumieron en uno que dejó por delante al suizo Pascal Richard, el danés Rölf Sörensen y el británico de origen italiano Max Sciandri; y por detrás a un quinteto donde viajaba, entre otros, Melchor Mauri. Finalmente, Richard se llevó el gato al agua birlándole el oro al sprint a Sörensen, plata, y a un Sciandri, bronce, que no llegó a disputar la victoria. Por parte española, Mauri fue sexto llegando en el segundo grupo, mientras el resto llegaba en el seno del pelotón.

Agrio sabor de boca que duró hasta la contrarreloj. Y es que en la otra parte del ciclismo de carretera España apabulló. Indurain y Olano, oro y plata, lograron el primer doblete olímpico español de la historia ante los Boardman (bronce), Riis, Berzin, Armstrong… y en un circuito, urbano, que no se adaptaba a sus características de rodadores fuertes que desarrollan una gran potencia en largas rectas.

Cuatro años después llegó Sidney 2000. España acudió con un cinco que giraba en torno a Freire, dado que el recorrido parecía propenso para una llegada al sprint; a su alrededor, un hombre rápido como Miguel Ángel Martín Perdiguero y tres buenos rodadores como eran Juan Carlos Domínguez, Santos González y Abraham Olano. Estos dos último compitieron también en la crono, donde fueron cuarto y octavo respectivamente, doblando la rodilla ante Viatcheslav Ekimov, oro, y los dos grandes ciclistas de la época: Jan Ullrich (plata) y Lance Armstrong (bronce). Sinsabor por la medalla de chocolate de Olano, que no hacía sino acrecentar el desencanto tras la prueba en ruta…

… Que se disputó tres días antes y fue, sencillamente, mala. De infausto recuerdo. Confeccionar la convocatoria había sido una auténtica aventura: España no era un país con demasiados rodadores para un circuito que sólo presentaba un repecho, rácano, de poco más de un kilómetro al seis por ciento. La cosa se agravaba más cuando se advertía que, tras una temporada cargada y muy movida, los pocos ciclistas aptos para el llano iban a llegar muy castigados a la cita olímpica. El balance de la carrera no pudo ser más desolador: Santos González, retirado por problemas en la rodilla a las primeras de cambio; Abraham Olano, en un estado de forma bajo tras correr Tour y Vuelta, se fundió y quedó en una discreta 60ª posición; y Juan Carlos Domínguez, trabajador aunque más limitado que los otros dos, no pudo siquiera terminar la carrera tras echar abajo una peligrosísima fuga prácticamente en solitario.

A las dos opciones de medalla no les fue mejor. Perdiguero, exento de trabajo durante la carrera en pos de ser el “tapado” de la selección para los momentos decisivos, acabó por los suelos gracias a una inoportuna caída. Y Freire… pobre Freire. Sin compañeros, algo básico para un sprinter, tuvo que quedarse a rueda de otros velocistas que sí llevaban un vestigio de equipo para controlar. Tuvo la oportunidad de marcharse fugado, pero renunció a ello porque la meta estaba demasiado lejos. Cuando oyó sonar la campana que anunciaba que ése era la última vuelta que habían de dar al circuito, se le cayó el mundo encima: su cuentakilómetros estaba roto, él se creía diez kilómetros más lejos de meta. Mala suerte y despiste, los dos grandes enemigos de Freire…

…Que le atacarían en la siguiente Olimpiada, Atenas 2004. En un circuito duro, con un repecho de dificultad media y otro muy duro de nombre Likavitos. Sin embargo, la circunstancia que definiría la carrera no sería el recorrido, sino la canícula reinante; para los españoles también fue determinante la estrechez y las complicaciones técnicas del circuito. Corrieron en aquella ocasión los tres mejores clasicómanos españoles, los tres medallistas en los últimos Mundiales: el vasco Igor Astarloa, el cántabro Óscar Freire y el murciano Alejandro Valverde. Junto a ellos, dos contrarrelojistas polivalentes destinados al trabajo de equipo, Igor González de Galdeano y José Iván Gutiérrez.

Apenas en el tercer kilómetro llegó la caída que marcaría el sino de los españoles en aquellos Juegos: Igor Astarloa se tuvo que retirar, José Iván Gutiérrez continuó mermado y se retiró unas vueltas después. Varias vueltas después, cae también Freire, que sigue sobre la bici y abandona al poco tiempo. Sólo quedaban sobre la bici un Alejandro Valverde descompuesto por la presión de ser el único líder en pie del combinado nacional e Igor González de Galdeano, dedicado por completo a trabajar para el murciano. Finalmente, Bettini se exhibió y se bañó en el oro olímpico por delante de un sorprendente Paulinho, plata, y de un Axel Merckx que atacó con coraje en pos del bronce en los hectómetros de pavé que se encontraban cerca de meta. Valverde terminaba 47º, hundido en el pelotón; Galdeano no acababa, pensando en la contrarreloj…

… Que tampoco fue mejor. Galdeano, cansado, sólo pudo ser noveno; Gutiérrez, seriamente mermado por la caída en la prueba de fondo, acabó decimosexto. Las medallas fueron para Hamilton, Ekimov y Julich; por otro lado, el gran favorito Ullrich sólo era sexto y asomaba un jovencísimo Fabian Cancellara, que con apenas 23 años acabó en un meritorio décimo puesto.

¿Y este año? Este año parece que sí. Este año España puede ser campeona olímpica de fondo en carretera. El recorrido es duro, con tres repechos dignos de consideración y un final picando hacia arriba que beneficia a nuestros ciclistas. Los escaladores Alberto Contador y Carlos Sastre, el bajador Samuel Sánchez, el mejor sprinter y clasicómano español de la época moderna Óscar Freire y el… superclase… Alejandro Valverde conforman el combinado nacional que se enfrentará en Pekín a las circunstancias y a los rivales. Paolo Bettini, Davide Rebellin, Stefan Schumacher, los hermanos Schleck, Kim Kirchen…

Pero, sobre todo, hay que luchar contra las circunstancias. Los cinco hombres por país que hacen casi impensable una táctica de control, la cacareada contaminación de la capital china (difícil que afecte, el paraje donde se disputa la prueba es prácticamente verde según se vio en la Good Luck Beijing, carrera de ensayo disputada el año pasado en el circuito olímpico)… y la suerte. La misma que trucó el cuentakilómetros de Freire o tiró al suelo a Igor Astarloa cuando no había recorrido más que tres kilómetros… Puede que, en esta ocasión, nos sonría y bañe en oro una temporada de 24 kilates para el ciclismo español.

Seis candidatos para la crono de hoy…

…de los cuales nadie habla
Hoy tendrá lugar la primera cita decisiva para la general final del Tour de Francia, la primera contrarreloj de la ‘Grande Boucle’ 2008. Una contrarreloj de distancia media disputada en el entorno de Cholet. Se trata de 29 kilómetros que, según la organización, supondrán alrededor de 34 minutos de esfuerzo para los corredores. El perfil no presenta demasiadas dificultades, aunque sí parece que no habrá espacio para el descanso de los ciclistas: repechos, tramos picando hacia arriba… O, lo que es lo mismo, no se podrán usar grandes desarrollos durante la crono.

Esto, que no descarta a ciclistas potentes como Fabian Cancellara o Thor Hushvod, sí que merma sus posibilidades de éxito en favor de corredores cuyas cualidades están más diversificadas. Cadel Evans o Alejandro Valverde podrían aspirar a dar una exhibición; Andy Schleck, a presentar su candidatura a la victoria. Juanjo Cobo y Denis Menchov deben responder con orgullo y rabia al infortunio sufrido ayer, cuando un corte en el llano les separó de los favoritos. Carlos Sastre y Damiano Cunego deben intentar no perder tiempo. Aparte estará la contienda por el maillot amarillo, donde Romain Feillu y Paolo Lungo Borghini se dejarán hasta el último gramo de sus fuerzas. Y, para la lucha por la etapa… seis nombres que podrían dar la sorpresa.


Thomas Lövkvist (Columbia) El sueco, curtido en mil batallas a sus 24 años gracias a la confianza despositada en él por su antiguo director en Française des Jeux Marc Madiot, es un contrarrelojista más que decente. Esto se une a sus cualidades escaladoras para catalogarle como ciclista para grandes vueltas. Además, llega en un momento de forma muy bueno, tras acabar quinto en la Vuelta a Suiza y tercero en el Campeonatos Nacionales CRI y Línea de su país. El perfil quebrado de la crono, un punto más a su favor.

Iván Gutiérrez (Caisse d’Épargne) Aunque es de esperar que el trabajo en favor de Alejandro Valverde le haya desgastado un poco, el cántabro ha demostrado de sobra tener un fondo físico razonable y clase para dar un gran rendimiento cuando aparece una X en el calendario. Los tramos que pican hacia arriba le favorecen, ya que es un ciclista acostumbrado a unos desarrollos menores a los llevados por ‘galgos’ más potentes.

Joost Posthuma (Rabobank) Ha llegado al Tour sin hacer mucho ruido, a pesar de haberse adjudicado la Vuelta a Luxemburgo y los Tres Días de la Panne gracias a sendas cronos cuyo recorrido presentaba ciertas dificultades. Estos primeros compases del Tour los ha pasado tranquilo, en el seno del pelotón y dejándose ir en la parte final; sin embargo, es de esperar que el calentón de ayer para reintegrar a su líder Menchov al pelotón principal pueda jugar en su contra.

Mikel Astarloza (Euskaltel) Es un hecho su mejora contra el reloj, que casi coloca esta especialidad como su punto fuerte; también su capacidad de sacrificio y sus habilidades para los repechos, que le cualifican para el terreno denominado ‘pestoso’ en el argot ciclista. Su aproximación del Tour ha sido tan sumamente positiva que se puede considerar su condición física como óptima; además, ha pasado estas primeras etapa con nota.

Staf Clement (Bouygues Telecom) Como Posthuma, no ha sufrido demasiado en estos primeros días de Tour: todos los días llegó descolgado, sin forzar para llegar lo más fresco posible a esta crono. El kilometraje le viene bien, su estado de forma roza el excelente y su motivación es máxima: no tiene nada que perder, mientras que si gana podríamos asistir a su salto a la primera plana mundial.

Óscar Pereiro (Caisse d’Épargne) La brillantez de su compañero Alejandro Valverde ha opacado sus prestaciones en este principio de Tour; sin embargo, sería injusto obviarle toda vez que se encuentra en la pomada tras entrar en el corte final de la etapa de Brest y llegar en el pelotón, bien colocado, los otros dos días. No sería la primera vez que gana una contrarreloj individual, aunque realmente da lo mejor de sí en los prólogos. Juegan a su favor la tranquilidad que le da tener el paraguas de Valverde, el reducido kilometraje y un terreno que le viene como anillo al dedo.