Cadel Evans, el hombre gancho (I)

Antítesis del ciclismo de ataque, esta es la historia de Cadel Evans, un sufridor nato y reciente ganador del Pro Tour 2008.
La etapa 16 del Giro de Italia 2002 fue un auténtico infierno para los ciclistas, y también el escenario del nacimiento de uno de los ídolos más importantes del momento. La etapa aglutinaba los terribles “Passos” de Staulanza, Pordoi y Fedaia en apenas 160 kilómetros, además de varios puertos de tercera, uno de ellos a menos de diez kilómetros de meta. Ahí, un ex biker australiano de 25 años y cara blanca aderezada con el colorido maillot de Mapei, comenzó a escribir su particular historia.

Antes de esto, Cadel (1977, Arthurs Creek-Australia) era el modelo aventajado del típico biker pasado a carretera: bueno escalando, correcto poniendo ritmos altos durante un largo período de tiempo y con una mínima capacidad de demarraje que le privaba de obtener triunfos de relumbrón. Aunque siempre tuvo un puntito más que sus semejantes.
Fue Saeco quien le dio la oportunidad en 1999 de probar el ciclismo en ruta europeo tras obtener buenos resultados en carreras australianas como la Redlands Cycling Classic o el Tour Down Under. Tras un periplo corto donde tuvo la cabeza siempre puesta en la disciplina de ruedas gordas, Cadel volvió a lo suyo con resultados menos satisfactorios: si bien en el invierno de 1999 reeditó su triunfo en la Copa del Mundo MTB (ya en 1998 se proclamó campeón por primera vez), en 2000 los resultados no fueron tan halagüeños: apenas dos carreras menores. Sin embargo, él ya tenía en la mente su gran objetivo para ese año: la temporada de carretera.
Volvió con Saeco en 2001. Y esta vez los resultados le acompañaron: etapa y general de la Vuelta a Austria, A través de Lausana (en la última edición de esta carrera disputada en dos sectores, ambos en cronoescalada) y la general del prestigioso Brixia Tour, normalmente vedado para clasicómanos. Además de un segundo puesto en la Japan Cup.
Este año, prometedor para un hombre de 24 años, le valió el salto de categoría: más sueldo, más galones y un fichaje por el mejor equipo del mundo por aquel entonces: el Mapei. Se dejó ver a principios de temporada: etapa en el Tour Down Under, y tercero en las dos carreras de aproximación al Giro: Semana Internacional y Tour de Romandía.

Así, llegó al Giro de 2002 en plenitud de forma; muy regular, mantuvo sus esfuerzos, sufrió a rueda de quien hizo falta, para ponerse segundo de la general en la contrarreloj de Numana, sólo por detrás de un gregario histórico como Jens Heppner (Telekom). Al día siguiente, día de esprint, venció Cipollini. Cadel esperó agazapado su momento. Este llegó en la infernal etapa 16, con final en Corvara in Badia. La victoria se la llevó Pérez Cuapio, inmerso en el Giro de su explosión (en parte favorecido por las expulsiones de Francesco Casagrande y Gilberto Simoni de carrera, lo cual dejaba campo libre a sus cualidades de grimpeur); pero el verdadero triunfador fue Cadel Evans, que al llegar penúltimo del grupo de favoritos, se vestía con la maglia rosa al aventajar a Heppner en seis minutos.
Al día siguiente, nuevo etapón: de salida, Gardena (allá donde “Chechu” Rubiera le birló una etapa a Simoni en el año 2000) y Sella; 150 km salpicados de repechos, falsos llanos y descensos; y, como traca final, Santa Bárbara y Folgaria. Este perfil, esa coyuntura, ese marco de un Giro polémico por las expulsiones y reentrés de ciclistas enterrados en equipos de segunda, como Dario Frigo o Paolo Savoldelli, deparó una de las mejores etapas de nuestro recién estrenado siglo. La carrera se rompió en Santa Bárbara (si bien el terreno anterior ya dio para más de un ataque), y en Folgaria todos cayeron definitivamente como moscas. Una etapa donde entre el primero y el duodécimo (Marcelino García) hubo casi siete minutos de distancia; donde los ciclistas llegaron de uno en uno a meta; donde hay que remontarse al puesto cuarenta de la clasificación de la etapa para ver el primer grupo de más de dos hombres.
En ese grupo, llegado a diecisiete minutos, iban tres Mapei: Andrea Noe, Dario David Cioni… y Cadel Evans. El australiano se vació totalmente en la etapa anterior, y sufrió un día de esos que curten para siempre al ciclista, un día que jamás podrá olvidar, en el que pasó de ser el primero, el número uno, a ser el anónimo decimoséptimo lugar de la general. Un día que también le sirvió para conocer al que sería su gregario “de cabecera” a partir de entonces: Cioni. A Milán llegó finalmente en decimocuarto lugar.
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