Chihuahua

“Yo avanzaba por el lado izquierdo de la carretera, sobre un carril de loseta, para evitar los adoquines. De repente se ha acabado, así que me he cambiado inmediatamente al lado derecho para buscar otro carril de loseta… Y es entonces que me ha tirado la moto. No pasa nada: son incidentes de carrera y un poco de mala suerte. Los conductores de las motos son humanos, como nosotros” (Rafael Reis)

Me ha gustado mucho la reacción de Rafael Reis, ciclista de Caja Rural – Seguros RGA, ante mis preguntas sobre su incidente con la moto subiendo al Alto del Castillo de Cuenca. Es cierto que las ha realizado casi un cuarto de hora después de terminar, ya duchado y aliviado del calor de competición; también que, para ponerse frente a mi micrófono, ha saltado una valla con una agilidad impropia de un tío que venía de cinco horas de pedaleo sostenido, confirmando que había resultado ileso del suceso. En todo caso, me han parecido unas declaraciones empáticas y ecuánimes que, además, esquivan la polémica.

Aunque el ciclismo tenga un serio problema con los vehículos que circulan en carrera, no se solucionará creando bandos enfrentados: primero deben entenderse las partes; después tocará sentarse en una mesa con los organismos competentes para encontrar una solución. Mi compañero de The Cycling Podcast, Richard Moore, se hizo eco en el programa de ayer de la idea de eliminar los coches de equipo y dejar sólo vehículos neutros. No me parece una medida ideal ni práctica, pero puede ser un camino que explorar. Lo esencial, a mi juicio, es reducir el número de motos que acompañan al pelotón. Pero es sólo una opinión.

Vuelta a España. Etapa 7. Lliria – Cuenca. Estos días me ha escrito un amigo para involucrarme en un tema absolutamente personal y me ha recordado que existe una vida más allá del circo ciclista. En estos nueve días que llevo dentro de la burbuja de la Vuelta a España no he cesado por un mero instante de pensar en bicicletas y movidas anejas. Ahora tengo ganas de volver a las ajenas. Es mi problema con este mundillo, que me cansa rápido por ser una fábrica itinerante de obsesos, de divorciados, de disociados… y de historias extraordinarias.

Por lo demás, esta etapa no ha tenido demasiada chicha. Aunque larga, se ha antojado sencilla para todos después de seis jornadas sin respiro en las que el viento, la montaña, los ataques inesperados y las movidas diversas han puesto muchísimo picante. Aprovechemos, pues, para saldar cuentas pendientes…

Número uno. Me pregunta un lector qué ocurre con Steven Kruijswijk y George Bennett, cabezas de cartel de LottoNL-Jumbo en esta Vuelta. Con ‘La Percha’ hablé en la mañana de la sexta etapa: me contó que no se encontraba bien, que tenía un pequeño resfriado que no remitía, y que no estaban siendo sus mejores días pero confiaba en que la carrera es larga y ofrece terreno para escalar posiciones en la general. Respecto a Bennett: según leí en Cyclingnews, subió a Andorra para prepararse con vistas a la Vuelta y se puso enfermo, lo cual le obligó a pasar varios días encamando. En total sólo pudo realizar tres buenos entrenamientos… Así que una de dos: o se pone en forma durante la carrera o pasará sin pena ni gloria.

Otra petición pendiente: #LoDeJetseBol. ¿Cómo ha acabado en Manzana Postobón? “Mi representante [la agencia Velofutur] es español y me puso en contacto con este equipo, que buscaba ciclistas europeos con experiencia internacional que supieran hablar español”. ¿Y cómo sabes hablar español? “Mi esposa es mexicana. La conocí en una Vuelta a Chihuahua en la que ella también competía. Nos enamoramos de inmediato”.

La trayectoria de Jetse Bol es curiosa. Criado en la estructura Rabobank, saltó al World Tour de su mano en 2011; tras cuatro temporadas en la élite, rebotó a Continental con De Rijke. ¿Por qué? “No llegué a darlo todo, probablemente porque no sabía cómo. Uno se vuelve sabio con los años y yo necesitaba un poco de tiempo para encontrarme”. Esta campaña con Postobón ha realizado una evolución importantísima: de rodador relativamente pesado a todoterreno ligero. Le ficharon para lanzar al joven Juan Sebastián Molano y ha terminado siendo su baza para la montaña de un conjunto eminentemente escalador; sin ir más lejos, fue 10º en la pasada Vuelta a Burgos. “No es lo que esperaban de mí, pero están contentos de todas maneras”.

En la meta de Cuenca, la gente de Manzana Postobón hervía en nervios. Bol estaba a 8’55” del liderato de Froome y, por segunda vez en esta Vuelta, había llegado a ser líder virtual de la misma. Un maillot rojo sería un auténtico pelotazo para una estructura tan modesta. Cuando vieron que el grupo de favoritos se tomaba con calma la subida y bajada del Castillo, prendieron en ellos esperanzas encarnadas. Masajistas, invitados e incluso dueños comentaban bulliciosos; Bol sólo miraba al marcador, ojiplático, boca ligeramente abierta sin apenas emitir sonidos en respuesta a las preguntas del periodista de RNE. Cuando el pelotón llegó antes de lo deseado, cerró los labios, saltó sobre la bicicleta y se marchó. Los presentes trataron de bromear para animarle; él respondió sucinto y serio. A juzgar por lo visto en esta primera semana de competición, no será la última vez que le veamos en acción.

Para leer el ‘bonus track’, que en esta entrega versa sobre Dimension Data, no os queda más remedio que suscribiros a la newsletter. No sólo tiene ese «valor añadido»: también se envía a las 7:30, mientras que el blog se publica a las 14:00; el diseño es un poco más bonito; tiene su propia lista de Spotify; y en algún momento acogerá sorteos y/o bicocas similares. Pincha en este párrafo para realizar #LaSuscripsió.

Algo que leer… Cada llegada a Xorret de Catí me hace recordar uno de los días que me enganchó al ciclismo: la cuarta etapa de la Vuelta a España del año 2000. Fabio Roscioli, encuadrado en el Jazztel-Costa de Almería, realizó una escapada en solitario de auténtica locura y cierto éxito que le llevó a comenzar la pared alicantina con más de seis minutos sobre el pelotón. Sin embargo, a resultas de una caída previa tuvo que cambiar su bicicleta original por otra que cuyo piñón más grande era de 23 dientes… Así que tuvo que escalar esas rampas de doble dígito dando bandazos hasta dilapidar su renta. Lo relaté con detalle hace unos años en mi querida Arueda.com. Cuando veo el vídeo vuelvo a sentirme como si tuviera nueve años.

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