Malo conocido, bueno por conocer

Artículo publicado originalmente en Arueda.com

Desde hace varios meses se está desarrollando en las cloacas del ciclismo una batalla por ocupar su planta noble.

Con la política deportiva sucede como con la política común. Deberían primar las ideas, la dialéctica, la capacidad de gestión y la ética; pero no. En lugar de esos campan a sus anchas rencor, desidia, populismo, ansia de poder… Y todo, todo, se reduce en última instancia al dinero, el poderoso caballero que altera, doblega y compra voluntades. El ciclismo no es una excepción de todo esto, y las elecciones a la presidencia de la Unión Ciclista Internacional (UCI) han sido un buen ejemplo de ello.

Partimos con dos candidatos: Pat McQuaid y Brian Cookson. El primero es el presidente saliente, aspirante a una tercera reelección que supondría de consumarse un mandato de 12 años al frente del máximo organismo, en el cargo al que llegó en 2005 impulsado por su predecesor (y presunto ventrílocuo) Hein Verbruggen. El segundo es el teórico responsable del milagro del ciclismo británico en tanto que presidente de la federación del país, British Cycling.

En el bando de McQuaid están sus estómagos agradecidos, subordinados y adláteres europeos, más buena parte de los países periféricos al tradicional corazón del ciclismo. Su labor en pro de la globalización del deporte de la bicicleta ha sido notable. En el debe, todo lo demás: la administración de McQuaid ha demostrado ser corrupta a la hora de distraer fondos económicos y encubrir positivos, dictatorial hasta el punto de haberse enfrentado con todos los estamentos del ciclismo e incluso el antidopaje. Incluso ha desarrollado un clientelismo y un nepotismo lamentables y difíciles de erradicar: los hijos de McQuaid son agentes de corredores, dueños de equipos, organizadores de carreras e incluso Mundiales…

Frente al irlandés está el bando de Cookson en el cual se agrupan, básicamente, los renegados de su gobierno. Todo comenzó cuando Igor Makarov, exespía y oligarca ruso, multimillonario y dueño del conjunto Katusha, dejó de ser compañero de negocios de McQuaid y pasó a litigar con él. La punta del iceberg de este conflicto interno fue la exclusión de Katusha del WorldTour. A partir de entonces se empezó a fraguar la candidatura de Cookson, que fue espoleado y apoyado en todos los sentidos por Makarov y Jamie Fuller, dueño de la empresa de ropa deportiva Skins. Posteriormente se unieron todo el lobby anglosajón, con Jonathan Vaughters y colegas del defenestrado Lance Armstrong como Steve Johnson o Mike Plant; también llegó ASO, organizadora del Tour de Francia, que ha prestado elementos a la campaña del británico, expresiones públicas de adhesión como la de Bernard Hinault e incluso un delfín, el actual presidente de la Unión Europea de Ciclismo (UEC) y la Federación Francesa de Ciclismo (FFC), David Lappartient, para suceder a Cookson al término de su aún no iniciado mandato.

Profesionalización contra globalización

¿Qué ofrece Cookson? En esencia, la conversión de la estructura de la UCI en otra más “profesional” y similar a la de una empresa. Frente al tradicional modelo de presidente omnipotente y omnipresente, con hombres de confianza y comisiones alrededor, el bando británico propugna dejar a presidente y allegados con una función directiva y representativa y crear un órgano con poderes ejecutivos, con su CEO, que se encargaría del día a día. Esto generaría un plus de eficiencia, pero también podría ser el puente para la puesta en práctica en el ciclismo profesional masculino del modelo de ‘breakaway league’ propuesto por Vaughters en su día, si bien Cookson se desmarcó de este recientemente en una entrevista con VeloNation. Parece más probable, pues, que sus modificaciones en este ámbito vayan más en la línea de las propuestas por la UEC. También ha anunciado otras medidas relacionadas con la transparencia de las cuentas, y sobre el ciclismo femenino ha apuntado a un incremento de su difusión mediante el regalo de resúmenes de las principales carreras a cadenas como Eurosport.

Por su parte, McQuaid es continuista. Quiere seguir espoleando la globalización, y también la lucha contra el dopaje y el cambio cultural en el seno del pelotón que según él ha conseguido. No se muestra entusiasta con una Comisión de Verdad y Reconciliación como sí lo hace su oponente con referencias explícitas a Armstrong. En cuanto al ciclismo profesional masculino, sus propuestas de limitación de los días de competición por ciclista, reducción del número de corredores por equipo y exigencia de titulación específica para el staff de los equipos de primera división casan en parte con las recomendaciones expresadas por el Consejo de Ciclismo Profesional esta misma semana.

Hasta aquí la parte “bonita” de la campaña electoral. Ahora viene la fea.

Las malas praxis

Ambos bandos han recurrido a tácticas cuestionables en esta campaña electoral. Para empezar: aún está en duda la legitimidad de la candidatura de McQuaid. Según el artículo 51.1 de la Constitución de la UCI, un candidato a la presidencia debe ser nominado “por la federación del candidato”. Tradicionalmente, esto significaba la de su país natal, pero McQuaid se encontró con que, a partir de una campaña tuitera, la federación irlandesa le negó su apoyo. Buscó el de Suiza y tampoco lo consiguió después de que la federación helvética se viera amenazada legalmente por miembros del equipo de Cookson. Intentó apañarse una vía alternativa para ser candidato y, finalmente, ha acabado por hacer gala de nominaciones por parte de las federaciones de Marruecos y Tailandia. La gente de Cookson solicitó que la interpretación del 51.1 fuera sometida a juicio por el TAS, pero la UCI se negó y lo deja todo en manos de su Asamblea, que la legitimará o no el día de las elecciones y además votará varias propuestas de carácter retroactivo presentadas por federaciones periféricas para blindar la candidatura de McQuaid.

Cookson, por su parte, fue nominado sin problemas por British Cycling. Sus sombras vienen de parte de toda la gente que le apoya y su músculo económico. Han invertido mucho dinero en desacreditar a McQuaid, siendo su acción más famosa la confección de un dossier que expone toda su corrupción. Dicho dossier, sin embargo, no será en teoría publicado ni sujeto a análisis por parte de la Comisión Ética de la UCI porque Plant y Makarov, quienes lo encargaron, no han querido. Eso sí: parte de sus conclusiones han sido filtradas convenientemente a la prensa para dañar a McQuaid. En las últimas horas, Cookson se ha visto en otro revuelo: el presidente de la pequeñísima federación de Santa Lucía ha denunciado intentos de intimidación por parte de una miembro de su equipo de campaña.

La resolución

La lucha ha sido, está siendo, encarnizada. Esto ha sido sólo un resumen para ponernos en situación antes de que mañana por la mañana, en el Palazzo Vecchio de Florencia, se decida el resultado de estas elecciones. Las cábalas son complicadas de realizar, por cuanto no existe una lista oficial de delegados votantes. Sí se sabe que, en principio, los 14 europeos y los 3 oceánicos votarán por Cookson, mientras que los 9 asiáticos y los 7 africanos lo harán por McQuaid; menos predecibles son los 9 votos americanos, en los cuales residirá probablemente la llave de estas elecciones. Hay más información sobre el proceso de voto, los delegados votantes y sus inclinaciones aquí; mañana tendremos la información y el análisis de lo que den de sí estas elecciones de lucha entre lo malo conocido (McQuaid) y lo bueno por conocer (Cookson) y sus consecuencias para el futuro del ciclismo.

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