Artículo publicado originalmente en Rock n’Vuelta – Arueda.com
Chris Horner confirmó su victoria en la Vuelta a España, flanqueado en el podio por Nibali y Valverde, en el trámite de Cibeles en el que se impuso Michael Matthews.
Ha pasado más de una hora desde que ha terminado la Vuelta a España, casi una hora desde que sonó el himno americano con la bandera yanki en todo lo alto en la Plaza de Cibeles. En torno al autobús de RadioShack se congrega una multitud que empieza a gritar: “Horner, Horner, Horner”. Como en Hazallanas.
No puede evitarlo. Chris Horner cae bien al público español. Será porque gana, por cuarentón, por haber vivido en una caravana, porque le gustan las hamburguesas y no lo esconde, por su pedaleo alegre, porque su gesto de esfuerzo parece una sonrisa, por su espontaneidad, por la sensación de felicidad que transmite en cada instante de exposición mediática… Pero cala en el aficionado, gusta y agrada.
También entre los periodistas hay simpatía por Horner. En las ruedas de prensa, a ‘Chiquito’ (su sobrenombre castizo, proveniente de la época de Saunier Duval) se le pide que responda en español. Su acento es gracioso, su mezcla de léxico peculiar e incluso característica con inglés, italiano, francés… Todo junto, un batiburrillo. A veces parece un niño pequeño balbuceando. Quizá sea porque transmite la misma ilusión, el mismo aire de relajación y descubrimiento a cada paso que da.
El análisis frío-cínico de la realidad es un poco menos halagüeño. En muchas instancias cuesta creerse a un ganador así. Sucede como con Cobo o Froome: da la sensación de que viene de ninguna parte, de ser un sputnik, un talento tan excesivo que debe ser inyectado. Sin embargo, como con Cobo y Froome, tan fácil es llegar a esta conclusión a partir de un análisis sencillo como a otra realizando uno más pausado.
Horner tiene casi 42 años y hasta ahora no había hecho prácticamente nada en una gran vuelta. Esos dos datos son innegables. Sin embargo, había marcado grandes actuaciones en otros escenarios; algunas consumadas con resultados, como las Vueltas a California y País Vasco, y otras no debido a las caídas que han marcado su carrera deportiva. La impericia, ese intangible, puede haber costado un palmarés más nutrido a Horner, que sin embargo ha demostrado en repetidas ocasiones talento y fuerza.
El otro gran argumento en favor de la credibilidad de Chris Horner es su frescura. Si se pedalea más con la cabeza que con las piernas, Horner tiene una ventaja abismal sobre sus rivales con esa actitud entusiasta. Otro concepto de frescura: el americano ha llegado con muy pocos días de competición a la Vuelta a España, ni una cuarta parte del castigo que llevaban en su cuerpo sus compañeros de podio Nibali y Valverde. Eso, en una carrera tan dura como ha sido esta Vuelta, y más a final de temporada, marca una gran diferencia.
Se dice que le podría fichar para la próxima temporada el equipo de Fernando Alonso. Él hoy no ha dado pistas, y cuando le han preguntado por su futuro ha respondido lacónico: “Si tuviera 20 años, tendría cincuenta ofertas. Pero tengo 40”. Tiene claro que le ficharán por los puntos y por lo que pueda aportar a una o dos temporadas vista, aunque él se sienta juvenil. La felicidad, eso sí, no se la va a quitar. Esta ronda, de tres semanas, va a la salud de Horner.