La reina clemente

Artículo publicado originalmente en Rock n’Vuelta – Arueda.com

Los temidos 225 kilómetros entre Andorra y Peryagudes dejaron sensación desigual. Alexandre Géniez se impuso desde la fuga mientras Vincenzo Nibali conservó el liderato sin llegar a inquietarse.

Lo importante no es el resultado, sino el camino, y este viene determinado por la actitud. Ciertamente, la actitud de los corredores en la etapa reina de la Vuelta a España, denominada paradójica y servilmente como homenaje al Tour, fue muy buena. No falló la norma y, gracias al puerto de salida, se generó una escapada grande y pletórica de calidad, sin morralla ni comparsas. Al no introducirse en ella ningún top10 de la general, Astana no sintió la necesidad de atarla en corto y permitió que los escapados pudieran jugarse la victoria.

El premio gordo le tocó a Alexandre Géniez (FDJ), uno de los ciclistas más talentosos del pelotón galo. Demostró sus dos grandes cualidades: su constancia, necesaria para aguantar todos esos kilómetros por delante, y su inteligencia, necesaria para introducirse en los cortes buenos y deshacerse de su último compañero de fuga, el actual Caja Rural y presunto futuro Garmin André Cardoso, aprovechando la pájara que le sobrevino subiendo el Port de Bales.

Esta victoria es una reivindicación importante para el ciclista de FDJ. No sólo porque vuelve a situarle en el mapa, en ese particular ‘star system’ francés donde tan fácil es brillar con luz propia como quedar opacado por un par de destellos ajenos, sino porque le resarce. Géniez pasó a profesionales con Skil-Shimano, actual Argos, porque fueron los únicos que le ofrecieron un contrato trienal respetando su deseo de concluir sus estudios de Gestión Deportiva. Las dos primeras campañas marcharon de lujo, pero a la tercera vino la disensión: una operación de rodilla trastocó su pretemporada, no le diseñaron un calendario de carreras fijo, no le llevaron al Tour… y decidió marcharse a FDJ. Ahí, tutelado por el preparador Julien Pinot, está sacando partido a sus 1,83 metros de altura.

El hermano de Julien, Thibaut, fue uno de los corredores más combativos de la jornada desde el pelotón. El escalador se ha reencontrado con el estado de ánimo positivo en esta Vuelta y se atreve incluso a atacar en los descensos que tanto le asustan por la velocidad. Hoy intentó romper la baraja una y otra vez, pero se encontró siempre con el mismo problema: los favoritos, los cinco primeros de la general, son superiores a él y están muy parejos. Lo saben y no quieren cometer errores. Por eso no se dejan marchar entre sí. Se anulan y terminan por anular la carrera. No es una conducta reprochable, faltaría más. Es competición.

Sin embargo, es más espectacular el estilo de Pinot, o el de Nicolas Roche. El irlandés puso a todo su Saxo-Tinkoff en pie de guerra. Tensó el pelotón con Chris Anker Sörensen, atacó, recibió ayuda desde la fuga primero por parte de Oliver Zaugg y después de Rafal Majka. Finalmente, sus 40 kilómetros de ofensiva sólo merecieron un premio exiguo de 13 segundos más 4 de bonificación. “No me arrepiento”, dijo. Probablemente 13”+4” es más de los que hubiera conseguido quedándose quieto y a rueda. Y es igualmente posible que hubiera logrado algo más de rédito de no mediar el trabajo, sensacional, de Robert Kiserlovski para Chris Horner.

La etapa reina fue, en definitiva, clemente y concesiva: obsequió con un triunfo a Géniez y permitió un resultado de tablas entre Nibali, Horner, Valverde, Purito y Pozzovivo. Apenas hubo dos atisbos de violencia: diez abandonos, entre ellos Tony Martin y Philippe Gilbert, y un contraataque de Nibali respondiendo a una aceleración de Valverde que sirvió a ‘lo Squalo’ para dejar patente su superioridad sobre el resto. Hoy, en Aramón Formigal, tiene otra ocasión para ello, aunque vista la igualdad probablemente las diferencias entre los grandes oscilen en el rango de los veinte segundos. Después vendrán Peña Cabarga, el Naranco y el Angliru: esas tres citas sí serán para que Nibali remate, pero también pueden servir a Horner para cambiar el destino del ‘rojo’.

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