Siendo un ciclista rápido, ¿por qué no has probado nunca a disputar esprints masivos? «Porque, para ser esprinter, no basta con ser rápido«, me respondió Giovanni Visconti. «También es necesario tener la cabeza de un esprinter. En esencia, estar un poco loco«.
Decíamos ayer que los esprints de las primeras etapas de toda gran vuelta son un ejercicio colosal de fuerza, estrategia y técnica. Para desarrollarlo, los corredores tiran de adrenalina, instinto, reflejos y cólera. Pedalean más rápido que el miedo que cualquiera en su sano juicio sentiría en mitad de ese quilombo, prácticamente incontrolable cuando hay 200 bicicletas rodando delante, detrás, a izquierda y derecha, con el mismo objetivo de cruzar en primera posición la línea de meta…
La segunda etapa en línea del Giro de Italia ha visto hoy un incidente desagradable. Roberto Ferrari cruzó por detrás de los tres gigantes que se disputaban la victoria, Goss (vencedor final), Yei Yei Haedo y el despuntado Farrar, y su movimiento provocó la colisión y caída de Mark Cavendish. El vigente campeón del mundo venía lanzado, jugándose el todo por el todo en solitario después de perder la rueda de sus gregarios Kennaugh y Thomas a dos kilómetros de meta por ceder la posición ante su antiguo hombre de confianza Mark Renshaw. Aprovechaba Cavendish dos condiciones imperceptibles por televisión pero muy influyentes: la recta de meta picaba hacia abajo, lo cual aumentaba la velocidad; y había un gran viento de cara, por lo que cobijarse tras tres muros como Goss, Haedo y Farrar le aportaba un plus de rapidez que le impidió prever o evitar el movimiento del velocista de Androni. Suerte hubo de los reflejos de Démare, que anduvo cerca de rodar sobre su cabeza; de la habilidad de Guardini, que saltó con la bici sobre su cuerpo; y del altruismo de De Negri, que prefirió brindarse un costalazo a comerse el cuerpo del pequeño gran esprinter británico.
Unos hechos tan truculentos, con un protagonista tan notable y un culpable tan claro, eran el caldo de cultivo ideal para la polémica. La afección de Taylor Phinney pudo haber aplicado un extra de pimienta a los hechos pero, por fortuna, la implicación en la caída del vigente ‘maglia rosa’ se saldó con un profundo corte en el tobillo que no compromete su participación en la crono por equipos del miércoles aunque le obligará a no tocar la bicicleta en el día de descanso de mañana.
Preguntado por los hechos, Ferrari reaccionó con indolencia: «Hice mi esprint, no puedo preocuparme de quien venga detrás«. Su director Gianni Savio, más dechado en la relación pública, fue más conciliador y pidió disculpas de inmediato a Cavendish. El británico, en cambio, fue vehemente y pidió que Androni retirara a Ferrari de la carrera. Antes había solicitado lo mismo su gregario Geraint Thomas; después le secundó su antiguo coequipier y casi enemigo André Greipel. Otros corredores como Greg Henderson o Russel Downing (ambos antiguos miembros de Sky) se sumaron a la denostación; David Millar, directamente, le llamó «idiota«.
La espiral de mensajes en Twitter hostiles hacia Roberto Ferrari ha sido casi un fenómeno de conformidad social. Nadie ha defendido la acción del italiano, quizá por ser ésta difícilmente defendible más allá de proclamar su involuntariedad. Contraría un poco, quizá, que el principal instigador de esta cadena de recriminaciones y declaraciones afeando la conducta del velocista italiano sea un hombre contra el cual se plantaron en su día los coequipiers de tres ciclistas que quedaron fuera de juego por una maniobra similar cuyas consecuencias fueron incluso peores. Pero no es menos cierto que los argumentos ‘ad hominem’ son paupérrimos en cualquier ejercicio de dialéctica.
El incidente de Cavendish y Ferrari no ha sido el único de este inicio de Giro; de hecho, a juzgar por las multas por «conducta inapropiada» deben haber acaecido muchos más. Sin embargo, sí ha sido el único registrado en televisión. Otro de estas eventualidades aparecidas en la luz pública sucedió entre Enrico Gasparotto y Sébastien Rosseler. La destapó el reciente ganador de Amstel Gold Race en dos tuits (I y II) dirigidos a Robert Hunter, coequipier del belga: «Dile a Rosseler que embistió mi bicicleta por detrás y yo soy delgado y pequeño, pero la próxima vez es mejor quedarse callado que decir estupideces después de caerse. Yo estaba lúcido, pero quizá él no. Paso todo el día asumiendo riesgos y no me gusta estrellarme por estúpidos. ¡Gracias!«. Cosas de la adrenalina, y la cólera.
Foto: Team Sky