El imbatible Gilbert otoñal dominó en Lombardía

Las últimas pedaladas del Giro de Lombardía, por ser también las últimas de la temporada ciclista europea, tienen un sabor especial. La conocida como “clásica de las hojas muertas” (sobrenombre que en ocasiones se adjudica erróneamente a París-Tours), el último Monumento de la temporada, constituye la pasarela postrera para que los mejores ciclistas hagan desfilar sus cualidades delante de los aficionados que les tienen por ídolos. Su recorrido, quebrado en la parte final con subidas que se encuentran justo en la frontera donde los clasicómanos flaquean y los escaladores puros aún no son superiores, es una garantía de movimiento; su prestigio forjado a lo largo de un centenar de años la convierten en un suculento postre para aquellos corredores que no ha saciado su hambre de victoria en el resto de la temporada.
Las condiciones ideales para Philippe Gilbert. El valón adquirió hace años la buena costumbre de reservar parte de sus naves para el final de temporada, con objeto de preparar los Mundiales y causar estragos en las clásicas y semiclásicas otoñales, sacando rentabilidad a su fondo físico y a sus cualidades de rodador potente y explosivo escalador de repechos de menos de tres kilómetros. Los réditos obtenidos de esta costumbre no podrían ser mejores: dos París – Tours y dos Giros de Lombardía en tres temporadas, amén de varias pruebas de un día de segundo nivel.

Más allá del palmarés, la gran herencia que han dejado estas campañas otoñales a Gilbert es la sensación de imbatibilidad. En octubre es el máximo favorito allá donde va, lo cual añade un plus de dificultad a su habitual empresa de vencer las mejores carreras con las mejores actuaciones. Porque lo que distingue al corredor de Omega Pharma de la mayoría de ciclistas contemporáneos es que, como los modernistas de la literatura, le importa más el cómo que el qué. Le gusta parecerse al flamenco Eddy Merckx, o quizá sólo sabe actuar como lo hacía el Caníbal. Eso depara días frustrantes como los Campeonatos del Mundo de hace un par de semanas, donde su espectacular derroche físico no alcanzó premio alguno; pero también jornadas gloriosas como la recordadísima Het Volk que ganó en 2008 rodando en solitario sesenta kilómetros, ganando el pulso a galgos como Hushovd, Nuyens o Cancellara.
Esta mañana, en la salida de Milán, todos los corredores miraban de reojo a Gilbert. Sabían que la suya era la rueda a seguir, que iría a por su segunda victoria en la clásica de las hojas muertas y que intentaría que ésta fuera más legendaria que la primera, conseguida en un agónico esprint con un Samuel Sánchez que por cierto estuvo presente pero anónimo en la cita de hoy. Los únicos puntos débiles del ciclista francoparlante podían ser su equipo, un Omega Pharma que siempre está bastante por debajo de la calidad de sus líderes, y sus nervios, tendentes a desquiciarse cuando recibe un marcaje como el que le hizo Filippo Pozzato en la París-Tours del pasado fin de semana.
Sin embargo, ni una ni otra flaqueza salieron a relucir: las circunstancias jugaron a favor del belga. La fuga del día estaba formada por ciclistas débiles y fue echada abajo fácilmente por sus coequipiers, que desaparecieron antes de Madonna del Ghisallo (primera de las tres subidas decisivas del Giro de Lombardía) como estaba previsto. Los primeros movimientos en la citada cota los dejó hacer Gilbert con sangre fría: Gusev, Visconti, dos jovencísimos reflejos de grandes nombres del ciclismo reciente como el cántabro Madrazo (sucesor de Valverde) y el holandés Bauke Mollema (sucesor de Boogerd)… no eran problema para el belga.
Fueron los otros favoritos quienes se pusieron algo más nerviosos y le hicieron la carrera a Gilbert. Saxo Bank no hizo valer su gran bloque: un Fuglsang algo atenazado no supo decidir cuál era el momento para romper pero sí hizo trabajar a su equipo. Nibali y Scarponi, solos sin estar para nada acostumbrados a ello, se movieron en la Colla di Sormano que seguía al Ghisallo y permitieron al resto de favoritos que no les fuera el caballo sin hacer mayores esfuerzos. Fue un sorprendente Pablo Lastras quien hizo la selección definitiva, en la cual se filtró junto a los citados Gilbert, Nibali y Scarponi, dignificando a Caisse d’Épargne en su última carrera como espónsor de la estructura de Eusebio Unzué.
En el complicado descenso de Sormano tuvo lugar un suceso que marcó el devenir de la prueba. Nibali, el mejor bajador del grupo, cayó por efecto de la lluvia; su infortunio cortó definitivamente a Lastras, un poquito menos a Scarponi, y dejó a Gilbert en solitario como cabeza de carrera. Quedaban unos veinte kilómetros de llano hasta la siguiente subida, la definitiva al repecho de San Fermo della Bataglia, y la carrera se planteó como un pulso entre el crack belga, Scarponi y un grupo de diez ciclistas que viajaba a un minuto de distancia.
Llegó entonces el otro momento decisivo de la carrera, cuando el director deportivo de Omega Pharma Hendrik Redant se puso en paralelo a Gilbert y le sugirió detenerse para formar un dúo en cabeza con Scarponi y tener más garantía de éxito en la lucha con la decena de corredores que venía, justita de fuerzas, por detrás. El valón mandó al cuerno a su director con un gesto explícito, pero aún así le hizo caso; renunció al cómo por unos kilómetros en pos del qué.
No se puede decir que le saliera mal la táctica. Scarponi tiró sin guardar nada, quizá ingenuamente por llevar en carroza a Gilbert, quizá inteligimente por cuanto se garantizaba un segundo puesto cuyos puntos permitían a su equipo Diquigiovanni-Androni desbancar a AG2R de la decimoséptima plaza del Ránking Mundial y asegurarse así el derecho a participar en 2011 en las tres grandes vueltas… siempre que la caótica situación normativa del ciclismo mundial no cambie de aquí a la próxima campaña.
Tras pasar más de tres cuartos de la subida a San Fermo en paralelo a Scarponi, sin realizar apenas esfuerzo, Gilbert aceleró progresivamente y doblegó al italiano, que cedió importunado por un badén que rompió su ritmo. En el descenso ya se vio ganador; el triunfo no se le escapaba, así que además pudo celebrarlo a lo grande, tomándose el tiempo que quiso en alzar los brazos al cielo. En meta entró segundo Scarponi y tercero un inspirado Lastras que tuvo piernas y, de no haberse cortado en el descenso de Sormano, quizá pudiera haber andado cerca del ciclista de Diquigiovanni… pero nunca de un Gilbert colosal, dominador en Lombardía como en todo el otoño ciclista.

Foto: CyclingNews
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