La progresiva regeneración de Lampre

Más que llegar, lo complicado es mantenerse. Lampre lleva años manteniéndose. La pasión de la familia Galbusera, acompañada por el copatrocinador de turno (Daikin, Caffita, Saeco, Fondital, Farnese Vini; ahora, los ucranianos de ISD) y guiada por Giuseppe Saronni, ha generado con el paso de los años un auténtico clásico del ciclismo mundial, estable a lo largo de una historia plagada de hitos y mitos.
Este mes de mayo, sin embargo, la escuadra se vio sacudida por el ‘caso Mantova’. Una parte significativa del plantel y el cuadro técnico se vio implicada en esta sonada ‘procura’, relacionada con doctores de polémico pasado, justo antes del Giro de Italia. Tan fea se pintó la situación que arreciaron los rumores sobre presiones a Lampre para que no llevara a la gran ronda italiana a sus dos líderes, Michele Scarponi y Alessandro Petacchi, e incluso prescindiera de su mánager y alma máter Giuseppe Saronni. Tras unos días de declaraciones interpretables, finalmente un artículo de la Gazzetta aclaró el futuro del equipo: su subsistencia estaba garantizada y pasaba por una regeneración que dejara fuera de juego a sus tótem relacionables con el dopaje para poner al mando a Roberto Damiani, hasta entonces director de Omega Pharma – Lotto, y otorgar galones a dos joyas llamadas Diego Ulissi y Adriano Malori.
Renovación desde la juventud
Finalmente la transición no está siendo tan brusca, lo cual no es óbice para su desarrollo. Saronni, Petacchi, Scarponi y el resto de citados en el ‘caso Mantova’ siguen en plantilla y como líderes; sin embargo, no es menos cierto que se ha apostado por afrontar un cambio desde la base. Se han marchado talentos como Francesco Gavazzi (a Astaná) o Simon Spilak (a Katusha), no fueron renovados otros cuyo rendimiento no estuvo a la altura. Dejan también la escuadra un grupo de corredores cuya contratación fue una imposición de distintos patrocinadores, como Aitor Pérez Arrieta (quien llegaba avalado por la empresa guipuzcoana Ampo) y los ucranianos Buts, Kondrut, Kostyuk y Krivtsov (exigidos por la metalúrgica ISD). La particularidad de estos últimos casos llega cuando se analiza los calendarios de todos estos ciclistas, usados como parches cuando no eran dejados directamente en el ostracismo. Sus circunstancias competitivas no fueron jamás los ideales y, en consecuencia, tampoco lo fue su rendimiento.
A cambio, llegó Damiani y, tras él, un grupo de jóvenes talentos sencillamente espectacular y que, junto a las promesas ya asentadas en la escuadra, está destinado a desbancar más pronto que tarde a Scarponi, Cunego y Petacchi como líderes del equipo. De entre los ya encuadrados con los blu-fucsia, Diego Ulissi ha demostrado grandes cualidades a sus 22 años con su victoria de etapa en el Giro, lo cual sumado a brillantes actuaciones en rondas menores (se llevó un parcial y la general en la Vuelta a Eslovenia) le confirma como candidato a luchar por la victoria en las grandes vueltas en apenas un par de años. Junto a él ha evolucionado esta campaña Adriano Malori, contrarrelojista puro como los que ya no se ven, que se ha confirmado como un buen lanzador para los esprints y tiene tiempo por delante para decidir cómo rentabilizar sus excelentes cualidades fuera de la lucha contra el crono.
En el plano de las incorporaciones destaca Davide Cimolai, componente hasta este invierno del talentosísimo bloque de velocistas de Liquigas, que se enfrentará esta campaña al doble reto de confirmar sus condiciones lejos de la escuadra gasera y, de paso, arrebatar galones a Alessandro Petacchi. Del campo sub23 llegan grandísimos talentos: el potente Massimo Graziato y el ligero colombiano Winner Anacona iniciarán 2012 vestidos de blu-fucsia, mientras que Mattia Cattaneo, ganador del GiroBio (Giro de Italia sub23), esperará hasta agosto para enfundarse el emblemático maillot de Lampre. Completan la nómina de fichajes tres escaladores curtidos como Simone Stortoni (ex Colnago), Morris Possoni (ex Sky) y Matthew Lloyd (ex Omega Pharma). Esta por ver, también, quiénes compondrán el ‘paquete’ de ucranianos aportado por ISD.
… Pero no olvidemos el presente
Todos estos nombres, sin embargo, son de momento posibilidades y no hechos. La actualidad, de momento, pone la capitanía de la escuadra en manos de Michele Scarponi, cuyo segundo puesto en el pasado Giro de Italia tras Contador supo a poco, sobre todo, por su consecución a través de una táctica conservadora. Alessandro Petacchi sigue siendo la mejor opción para las llegadas masivas, con un lanzador de lujo a su servicio como Danilo Hondo. Damiano Cunego, ya olvidadas para él las grandes vueltas, tiene un coto prolífico en las Árdenas y las vueltas de una semana del WorldTour. Y, tras estos nombres refulgentes, hay todo un bloque de garantías: el solvente escalador polaco Przemyslaw Niemiec, el audaz Daniele Pietropolli, el rocoso Grega Bole…
Retales de presente para un equipo cuyo pasado convierte en tradición y con un futuro que inspira esperanza.
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Antón, con el plácet de Contador

El Giro tiene un patrón claro e inviolable. Se llama Alberto Contador y está destinado a regir en lo que resta de carrera. El madrileño, cómodo en ese papel, no parece dispuesto a generar dudas y tampoco gestas. Practica el ciclismo control buscando atar en corto a quienes percibe como rivales y beneficiar a sus aliados. Nibali y Scarponi son de los primeros y han sufrido su marcaje en sus respectivos ataques, el verde en el Zoncolan y el blu-fucsia en el Grossglockner. Rujano y Antón son de los segundos y recibieron el plácet del pinteño para mandar en dichos colosos.
Los regalos, como los castigos, no son en vano. Llegan a cambio de pleitesía, favores ya concedidos o a conceder. Alberto Contador no tiene un equipo verdaderamente sólido en este Giro de Italia: llegan las subidas y se disuelve, quedando apenas en pie dos escaladores puros como Dani Navarro y Jesús Hernández. Los demás se pierden, llámense Matteo Tosatto y vengan ya de vuelta en esto de la bicicleta, o Richie Porte y sean jóvenes de talento con un séptimo puesto en la ‘corsa rosa’ figurando en el palmarés. Por ello vienen bien tácticas como las ejercidas por Euskaltel camino del Grossglockner o relevos como los de Rujano en los compases finales de dicha ascensión. Favores que se pagan a quien los merece.
No es menos cierto, sin embargo, que esas prebendas no llegan sin mérito del receptor. Ayer Rujano tuvo que aguantar toda la subida el ritmo infernal de Contador; hoy Antón tuvo que lanzarse en solitario desde mediado el Zoncolan. El vizcaíno realizó una auténtica demostración de condiciones y coraje, subiendo con agilidad y buen tiento las empinadas pendientes del coloso dolomítico. ‘Fuji’ logró no caer en el error de Joaquín Rodríguez y Michele Scarponi, quienes empezaron demasiado fuertes y acabaron cediendo, e hizo estériles los esfuerzos de un Nibali que anduvo a buen nivel en la parte final.
‘Lo Squalo’ fue otro nombre propio de la etapa. Hoy mostró por primera vez en este Giro su talante agresivo y esa rara cualidad de regular sus esfuerzos como nadie, como hizo el pasado año en la Bola del Mundo con Mosquera. Nibali, mente fría, subió de menos a más; parece que esa va a ser su tónica en este Giro, que inició romo y promete concluir a tope después de llegar con poca competición en las piernas. Pero, ‘peccato’, enfrente tendrá a un Contador poco dispuesto a ceder alegrías. Muestra de ello ha sido el kilómetro final de hoy, calculado por el pinteño para aplacar la fe del líder de Liquigas. Atacó, esperó a que el siciliano llegó de nuevo a su rueda y volvió a arrancar con objeto de remacharle en un gesto poco caballeroso. Preguntado por la RAI, Nibali habló de “falta de respeto”; Contador, directamente, se hizo el loco.
El patronazgo sólido de Contador parece destinado a marcar el Giro incluso más que el sainete que se está viviendo en el plano organizativo. La etapa de hoy ha perdido en apenas 24 horas un puerto importante (Crostis) y, luego, un tramo de veinte kilómetros en el cual los ‘tifosi’ iban a intentar causar estragos como protesta a la decisión de la UCI de suprimir la ascensión y su bajada. El motivo, más allá de lo público, son luchas de poder entre federación, carreras y equipos en las cuales todos tienen demasiado que perder… incluidos los propios ‘tifosi’, aficionados que son ninguneados a la hora de tomar decisiones.

Tres días de infierno tras el nombre del Crostis

En el Giro de este año se está respirando azufre. La gran ronda italiana ha vivido hasta ahora más polémica que deporte, rodeada de controversias surgidas de las lacras habituales, la circunstancia incontrolable del estallido del Etna y un nuevo foco de debate público, nacido a raíz de la trágica muerte de Weylandt, en torno al papel de las rutas planteadas por los organizadores con respecto de la seguridad de los corredores. La discusión en torno a la conveniencia de la presencia de ‘sterrato’ en la ruta fagocitó el corriente espectáculo ofrecido en aquella etapa por los ciclistas, verdaderos protagonistas de este deporte que deberían ser también la verdadera noticia.
La realidad, por desgracia, no suele respetar al deseo y tampoco corresponder con la lógica. Así, las horas previas al inicio del tríptico de terroríficas etapas montañosas que definirán el Giro no están generando discusión sobre las posibles tácticas, debilidades y fortalezas de los favoritos sino en torno a la peligrosidad del Monte Crostis, terrible puerto a ascender en la etapa del sábado como prolegómeno del Zoncolan, tras cuya cima se recorrerán varios kilómetros de ‘sterrato’ antes de afrontarse un descenso empinado, de carretera estrecha, y protegido con redes en sus tramos más complicados para evitar la posibilidad de que un miembro de la caravana del Giro trace mal y se despeñe. Un debate, en esencia, estéril: los ciclistas subirán y bajarán el Crostis por mera voluntad del organizador. Y sólo una vez los esforzados de la ruta hayan completado su bajada sabremos cuán peligrosa es. Quien monta habitualmente, en carretera y en montaña, sabe que hay rutas en apariencia impracticables y hostiles que se tornan asequibles y dóciles cuando se cabalga sobre la bicicleta… Así que hablemos de deporte.
La ración de montaña planteada por los hombres de RCS para este fin de semana es demencial. El mismo Contador tuiteó un elocuente “el viernes empieza el infierno” que resulta sumamente definitorio. Los focos se los lleva inevitablemente la etapa del sábado, contenedora del citado Crostis (14km con una pendiente siempre en progresión hasta acumular el 10 % de media) y el ya conocido Zoncolan (10km al 12% con puntas del 22%). La expetación inmediata la acapara el Grossglockner, plato fuerte de la etapa de mañana viernes. Carretera buena, turística, y empinada hasta a falta de siete kilómetros de meta, cuando acontecerá un descansillo y la subida volverá pero sin ser la misma. El coloso austríaco será duro, pero también es cierto que esta despuntado: para que su pico no arrebate el título de Cima Coppi al Giau superándolo en altitud se prescindirá de dos durísimos kilómetros finales, e incluso a un sugerente trayecto por adoquines sitos en la cima en la búsqueda del más difícil todavía.
A pesar de las crueldades dispuestas viernes y sábado, la verdadera etapa reina llegará el domingo. Serán 229 kilómetros de exigencia máxima, con el Piancavallo abriendo boca y hostilidades cuando apenas se lleve cubierta una décima parte de la etapa; luego vendrán algo más de cien incómodos kilómetros con la Forcella Cibiana colocada a medias para castigar aún más las piernas de los corredores antes del dantesco ‘rush’ final con el eterno Giau, la posterior subida sin apenas tregua tras el descenso a la mítica Marmolada (Passo di Fedaia). Después aún restará una última ascensión al Refugio Gardeccia, un golpe de gracia de seis kilómetros que incluyen dos tramos de algo más de medio kilómetro por encima del 12% al inicio y al final. Es la jornada más temida por los corredores, más incluso que el Zoncolan: piensan que la enorme acumulación de esfuerzos pasará factura.
Los corredores. Ellos deberán ser los protagonistas una vez se esfumen las controversias evanescentes que llevan días distrayéndonos de su labor. Tendrán terreno de sobra para dirimir sus diferencias y dejar claras cuáles son sus verdaderas opciones y ambiciones. Alberto Contador, ‘rosa’ a su pesar después de tres etapas donde para descargar de trabajo a sus coequipiers ha intentado perder el liderato sin éxito, parte como rival a batir. Su exhibición en el Etna dejó sin argumentos a detractores y críticos y puede haber dado lugar a una nueva carrera por el segundo puesto que en esta ocasión tiene más sentido que en otras ocasiones habida cuenta de que una sanción al pinteño en junio dejaría sin efecto sus resultados en mayo y, por ello, auparía a quien ocupe el segundo cajón del podio de Milán al estatus de ganador sin gloria.
Mezquindades aparte, Contador tendrá frente a sí rivales de muy diversos palos y capaces de darle su propia medicina. El principal, por combatividad y consistencia, es Michele Scarponi; junto a él, ‘lo Squalo’ Vincenzo Nibali, puro talento para los muchos descensos comprometidos que se afrontarán este fin de semana. Estarán también Kreuziger, con equipo de sobra y potencia aplicable en subidas que no superen el 7% (como el final del Grossglockner), y un Denis Menchov cuya fotaleza radica en aguantar cerca subiendo para rematar en la contrarreloj de Milán. También estará la terna de escaladores explosivos conformada por el discreto vasco Igor Antón,‘Purito’ Rodríguez y José Rujano, el hombre que mejor ha aguantado los demarrajes de Contador en este Giro y capaz de postularse como la auténtica bomba de esta edición de la carrera.
Nombres, hombres y terreno de sobra para enterrar las polémicas. Aunque nos distraigan las polémicas, fácilmente resumibles en el paradigma Crostis, hay en este Giro mucho más allá. Y en este fin de semana, si la realidad no decide quitar la lógica a las previsiones como casi siempre, la temperatura irá subiendo en el infierno dolomítico donde Contador, Scarponi, Nibali y compañía se jugarán su pasaporte al ‘rosa’.

Contador rompe la baraja del Giro

A seis kilómetros y medio de la cima del Monte Etna, meta de la novena etapa del Giro de Italia, Alberto Contador rompió esta 94ª edición de la ‘corsa rosa’. O, al menos, consolidó con un golpe de autoridad contundente su estatus de rival a batir en este Giro; ese del cual había sido apeado por sus propias declaraciones, ciertos signos de debilidad como los aparecidos en Montevergine y la positiva insolencia de rivales como Scarponi y Nibali. Pero el tres veces ganador del Tour de Francia es un hueso demasiado duro de roer. Tiene fuerza, calidad, coraje, mentalidad, instinto. Es un compendio de virtudes, un verdadero superclase cuyo patronazgo en cualquier carrera donde se presente es indiscutible hasta que se demuestre lo contrario.
Muestra de ello son las circunstancias previas al golpe de mano de hoy. El pinteño marchó toda la carrera escondido, con compañeros inseparables como Navarro y Hernández a su vera, sin inquietarse por la fuga de nueve corredores de calidad que marcó la etapa, entre los cuales se incluían Visconti, Lastras y un sólido Jan Bakelandts. Se escondió durante la primera subida al Etna, que apenas si sirvió para limpiar de esprinters el sótano del pelotón, y marchó tranquilo durante gran parte de la segunda, a la expectativa mientras el Geox de Menchov daba un tirón para acercar el pelotón a la escapada, y también mientras un excelso Niemiec marcaba incansable el ritmo del pelotón buscando el beneficio de su líder Scarponi.
La subida final al Etna transcurrió durante su primera mitad entre un cierto letargo, casi en trance. El citado ritmo de Niemiec, la pendiente liviana y el incómodo viento adomercieron las ganas de lucha de algunos favoritos. Tuvo que ser el siempre combativo Androni Giocattoli de Gianni Savio quien desatara las hostilidades a través de un recuperado José Rujano a diez kilómetros de meta; cuando Contador dio su hachazo, el venezolano supo cobijarse a su rueda para aguantar un ritmo que se reveló destructivo para Michele Scarponi, quien se vació en pos de alcanzar al ciclista de Saxo Bank y acabó por reventar como también lo había hecho el hasta hoy ‘maglia rosa’ Pieter Weening.
Una vez Scarponi hubo doblado la rodilla, Contador tuvo hecha gran parte de su trabajo y pudo concentrarse en mantener una velocidad crucero y acelerar un par de instantes para intentar descolgar al pegajoso Rujano. El resto de favoritos se reagruparon, no quisieron tomar la cabeza del grupo (era un suicidio, en realidad, tragar viento y llevar cómodos a los rivales desde tan lejos) y volvieron a ceder la responsabilidad a un Niemiec vacío. Gregario contra líder, sota contra as, se rompió la baraja. La brecha abierta, de en torno al minuto, no fue cerrada ni minimizada por falta de voluntad de los favoritos. Los escarceos postreros demostraron que había fuerza en las piernas de Kreuziger, Nibali o Arroyo, pero también temor a gastarlas en benificio ajeno. Otros aspirantes a la general como Denis Menchov o ‘Purito’ Rodríguez ni siquiera gozaron de esa fuerza.
Finalmente, uno de los ataques de Contador acabó por distanciar al notable Rujano y otorgar al madrileño una victoria meritoria que llega acompañada por una ‘maglia rosa’ quizá demasiado tempranera por el desgaste que supondrá para el equipo controlar las once difíciles etapas restantes hasta la crono de Milán. De cualquier manera, los impresionantes seis kilómetros finales de Contador hoy en el Etna olieron cuando menos a ruptura de baraja, si no a sentencia.

Giro Sin Tregua

Los aires utópicos de eterno crecimiento que se respiran en el mundo actual llegaron hace bastante tiempo al Giro de Italia. Con la retirada de Mario Cipollini, récord de victorias de etapa en la ‘corsa rosa’ bajo el brazo, llegó un nuevo patrón llamado Angelo Zomegnan dispuesto a buscar nuevos horizontes para una carrera cuyo prestigio había decaído en favor de su pariente ibérica, la Vuelta a España.
La manera de devolver al Giro a su históricamente merecido puesto de segunda carrera de tres semanas en importancia tras el Tour de Francia fue buscar trampas, alicientes y experimentos desconocidos o que hubieran caído en desuso. Un ejemplo de esto fueron las llegadas en circuito y multiplicar los pasos por meta, lo cual resultó en un éxito absoluto. Otro fueron los finales de etapa con emboscada, una auténtica tendencia iniciada en la ‘corsa rosa’ e imitada por organizadores de todo el globo. Y más. Se redujo la contarreloj hasta límites insospechados. También está el ‘sterrato’, pistas de tierra o “cemento ecológico” situadas en montaña o campo por donde se encamina a los corredores para construir imágenes de ciclismo épico como las del pasado año en Montalcino. Y por supuesto están esos empinados puertos cuyo asfalto forma una pared más que una carretera; los dolomíticos de inigualable pendiente y los alpinos de desesperante longitud…
Un recorrido terrorífico
Todas estas variantes rompedoras, introducidas y conservadas año a año, estarán presentes en el trazado de esta edición, conmemorativa de los 150 años de Reunificación de Italia. Habrá una etapa de ‘sterrato’ (la quinta), alguna jornada con varios pasos por meta (la cuarta), finales trampa (el tercer y el sexto día entre otros), poca contrarreloj… y puertos, muchos puertos. 39 en total, 14 de ellos de primera y ocho albergando un final de etapa. Iniciará este impresionante ‘rush’ Montevergine el próximo viernes (7º parcial) y terminará Sestriere el sábado 28, penúltimo día de carrera, con el Colle delle Finestre (ocho kilómetros sin asfaltar) como preámbulo. Entre medias, mucho y bueno. Dos pasos por el tembile Monte Etna el domingo 15; el coloso austríaco Grossglockner, despuntado para dejar el título de Cima Coppi al Passo Giau, el viernes 20; el terrorífico Zoncolan con la sobrecogedora subida (y la sobrecogedora bajada) del Crostis precediéndole el sábado 21; el citado Giau, la mítica Marmolada y Val di Fassa al día siguiente; una cronoescalada a Navegal tras el segundo día de descanso; Macugnaga (19ª etapa) para dirimir las diferencias que aún resten…
Una enumeración de miedo que nos deja como pronóstico lógico un Giro sin tregua, más conociendo el espectacular precedente del año pasado. En teoría, la inmensa pléyade de favoritos a la victoria final tendrá terreno de sobra para hundirse y emerger, para batallar sin cuartel… Lo malo es que las previsiones a veces no se cumplen. Quizá tanta dureza retraiga a los favoritos y estos se limiten a esperar el hundimiento de sus rivales, pensando que las manzanas caerán del árbol por madurez y no por las sacudidas.
El favorito Contador… y quienes pretenderán desbancarle
Sin embargo, no sería una postura muy inteligente por parte de los contendientes; al menos, por parte de quienes aspiran a la victoria final. La mera e intimidatoria presencia de Alberto Contador en la línea de salida da a la ‘corsa rosa’ un favorito de mucho peso: un hombre que, en circunstancias normales, sería ganador seguro del Giro. El madrileño es prácticamente insuperable en un mano a mano cuando la carretera mira hacia el cielo y brillante en la lucha contra el crono. Para vestirse de rosa habrá que derrotar al actual corredor de Saxo Bank, y esa es una empresa harto complicada por mucho que éste afirme no llegar en su mejor momento a la crono por equipos que servirá de pistoletazo de salida hoy en Turín.
Los contendientes no podrán esperar una flaqueza de Contador: tendrán que exhibir unas cualidades superiores a las del español…Y ninguno de ellos las tiene, así que deberán tirar de valentía para compensar. Quizá alguno de los favoritos sea algo más conservador; pero difícilmente lo serán todos y más habiendo en este Giro tantos aspirantes con cuentas por saldar.
Vincenzo Nibali, por ejemplo, llega con la misión de dar continuidad a su excelente Vuelta a España del año pasado y la presión de liderar a un equipazo como Liquigas que ya campeonó en este escenario en 2010 con Basso. Del propio Liquigas salió con ambición de luchar por las mejores carreras con la máxima responsabilidad el checo Roman Kreuziger (Astaná), quien parece balanceándose en esa fina línea que distingue el primer nivel y el segundo. Denis Menchov será el paladín de Geox; conoce lo que es subir a lo más alto del podio en esta carrera y encara una de sus últimas oportunidades de triunfar en una gran vuelta de nuevo. Estos tres corredores tienen la fortuna de ser fuertes en contrarreloj y parten con una pequeña ventaja respecto de…
… Los escaladores, aquellos que deberán jugarse la piel en las subidas para llegar de rosa al Duomo de Milán. El italiano Michele Scarponi, única baza de enjundia transalpina junto a Nibali (algo remarcable en una prueba tendente a la endogamia hasta hace bien poco), liderará el convulso Lampre con su estilo impulsivo y espectacular. ‘Purito’ Rodríguez, catalán de Katusha, acude sin miedo al Giro: anuncia su intención de intentar ganar este año una ‘Grande’, bien esta o bien la Vuelta, y no parece propicio a tener reparos en arriesgar sus opciones en tácticas ofensivas. Otros escaladores a tener en cuenta en esta edición tan propicia para este género de ciclistas serán el talaverano David Arroyo (Movistar, segundo en la general del pasado Giro gracias a la fuga bidón de L’Aquila), el vasco Igor Antón (Euskaltel, en principio con intención de disputar únicamente triunfos parciales), el italiano Domenico Pozzovivo (Colnago), los corajudos Fabio Duarte y Carlos Sastre (Geox) o la temible escuadra de Androni, que puede ofrecer mucha batalla y desnivelar la carrera con las bazas de Serpa, Sella y el impredecible José Rujano.
Los individuos, clave por encima de los colectivos
Como bien exponen los casos de Androni y Geox, no sólo habrá grandes ciclistas en la salida del Giro: también habrá grandes equipos. Son remarcables las alineaciones de Liquigas (Nibali, Szmyd, Agnoli, Capecchi), Astaná (Kreuziger, Kiserlovski, Masciarelli, Tiralongo), Katusha (‘Purito’, Di Luca, Moreno, Caruso) o incluso Saxo Bank (Contador, Porte, Navarro, Hernández). Sin embargo, esta no va a ser en principio una ‘corsa rosa’ donde la fuerza del equipo vaya a decidir la carrera. La tremenda dureza repartida por todo el recorrido seguramente separe de forma clara el grano de la paja, una tendencia que se acentuará con el paso de los días. Así, las escuadras serán de ayuda sólo en parciales menos duros que permitan movimientos tácticos… y en los días malos de los líderes, cuando los favoritos se desfonden y deban agarrarse a las ruedas de sus gregarios para terminar con dignidad y minimizando las posibles pérdidas de tiempo, que se pagarán caras habiendo tantos hombres (y tan parejos) buscando un puesto de honor.
El Giro de Italia que inicia hoy y termina el próximo domingo 29 de mayo será, pues, una carrera individual y terriblemente selectiva. Zomegnan, patrón de la ‘corsa rosa’, ha decidido celebrar por todo lo alto los 150 años de la Reunificación de Italia con un recorrido leonino. Esto propiciará probablemente que este Giro sea recordado no tanto por la efeméride sino por la dureza desaforada. El punto es que, si los corredores no lo marran, será un Giro que pasará a los anales de la historia. El Giro sin tregua.

Goss triunfa en una San Remo de las largas

Milán – San Remo siempre está rodeada de un halo especial. Es el primer plato ciclista de la temporada: lo anterior, enero, febrero, medio marzo, son meros entremeses a la espera del suculento Poggio, una subida que junto a su bajada culminada en el Lungomare Italo Calvino configura cada año quince minutos a guardar en la videoteca del buen aficionado al ciclismo.
Los quince minutos en los cuales suelen decidirse las ocho horas de Milán – San Remo fueron, por una vez, insuficientes para resumir todos los momentos para la historia que nos brindó esta 102ª edición de Milán – San Remo, probablemente la mejor de lo que llevamos de siglo. Se ha dejado sentir que el ciclismo actual no es tan unidireccional como en la pasada década; está lleno de alternativas por cuanto la máxima de “los mejores equipos en las mejores carreras” ya no es lo excepcional sino lo habitual. Buena muestra de ello es esta San Remo donde cada uno de los ocho corredores que se jugaron el triunfo pertencen a una escuadra distinta.
Contrariamente a lo acostumbrado en la Classiccisma, la carrera de verdad inició a casi cien kilómetros de meta; la fuga lejana no murió al pie de la Cipressa, sino recién terminado el descenso de Le Manié, la segunda subida de mayor entidad de la carrera tras el Turchino. Y no fue tanto por la dureza intrínseca del repecho, sino por las circunstancias que lo rodearon: una montonera en su inicio detuvo a medio pelotón, incluyendo al favorito Thor Hushovd, y un asfalto húmedo en el descenso eliminó a Freire y el equipo Rabobank al completo, que como ya conté en la previa está pagando ciertos problemas con las cubiertas de sus ruedas.
La carrera estaba ya servida: esta Milán – San Remo iba a ser de las largas. La cincuentena de hombres que había quedado por delante distanció al resto propulsada por el colmillo Leopard Trek de Cancellara y Bennati. Tomaron el relevo Omega Pharma (Gilbert, Greipel), Katusha (Pozzatto) y BMC (Ballan) para desesperación del conglomerado de escuadras que buscaba la fusión del pelotón.
La distancia entre ambos grupos se mantuvo entre uno y dos minutos hasta el pie de la Cipressa, momento en el cual el pelotón trasero fue dinamitado por un Scarponi superlativo, probablemente el hombre más fuerte del día. Impresionó el momento en el cual el corredor de Lampre encendía la mecha y sacaba de punto progresivamente a quienes viajaban a su rueda, impotentes ante una ‘grinta’ que llevaba al blu-fucsia a trazar las curvas de la subida como si de un descenso se tratara. Finalmente, Scarponi culminó su exhibición el llano previo al Poggio, reintegrándose en un grupo delantero cuyos componentes saludaron su machada con admiración.
El segundo ataque para el recuerdo del día llegó en pleno Poggio. Cuatro corredores se habían marchado por delante y tomado medio minuto de ventaja ante el pasmo general de unos favoritos indecisos: Van Avermaet (BMC), O’Grady (Leopard), Chainel y Offredo (FDJ). Vincenzo Nibali decidió tomar cartas en el asunto, en principio buscando ayudar a su coequipier Peter Sagan; dio un primer tirón y cesó al no encontrar a su rueda al eslovaco. Después vino un segundo demarraje; éste no se interrumpió hasta coronada la subida. Nibali, en una demostración de clase, rebasó a todos los fugados excepto a un Van Avermaet crecido que encaró la bajada hacia San Remo con quince segundos sobre ‘lo Squalo’ y un grupo de favoritos en el cual Cancellara, encendido, tomó la responsabilidad.
En apenas un par de kilómetros, el belga vio finalizada su aventura. Apenas restaban tres mil metros, de inclinación favorable, y ocho superclases cuyas escuadras habían trabajado todo el día en espera de este momento histórico. Ballan, Cancellara, Gilbert, Goss, Nibali, el valiente Offredo, Pozzatto y el inconmensurable Scarponi. Los estacazos se sucedieron: cada ataque fue neutralizado y respondido en tres minutos de ciclismo ofensivo, sin horizonte más allá del Lungomare.
A 300 metros de meta Scarponi probó buscando la sorpresa, pero halló rápidamente la respuesta de un Gilbert cuya táctica era similar, Goss y Cancellara. En un esprint de pura fuerza, con todos abiertos cara al aire a falta de casi 150 metros, el australiano de HTC se llevó el gato al agua. Esta mañana había tuiteado su desayuno: “Pasta, cereales y un poco de café… ¡Espero que me lleven a la meta!”. En realidad, lo han llevado directamente a la historia y le han asegurado un puesto como líder del futuro GreenEdge. Es la justa recompensa por ganar una San Remo de las largas, que va a durar lo que duran las leyendas.

Cunego no puede ser Damocles

Reza la leyenda que en Sicilia, en el siglo IV antes de Cristo, gobernaba un tirano llamado Dionisio II. En cierta ocasión llegaron a sus oídos las palabras de uno de sus cortesanos que, adulador, relataba las riquezas de que disponía Dionisio II, hablaba de su suerte. Le elogiaba y a la vez le ponía en el disparadero del resto de habitantes de la corte, que pasaban de mirar al gobernante con admiración a escrutarle con envidia.
Resuelto a cesar la habladuría del cortesano, Dionisio le invitó a pasar un día rodeado de sus lujos y riquezas. El cortesano disfrutó un día entero, habló con comerciantes, comió manjares rodeado de doncellas. Todo iba acorde a lo que él aventuraba, hasta que en un momento miró hacia arriba y vio pendiendo sobre sí, sujeta únicamente con una crin de caballo, una espada. Damocles, que así se llamaba el cortesano, miró a su izquierda y solicitó al tirano cambiar lugares…

Es muy fácil ser príncipe, pero no lo es tanto ser rey. Damiano Cunego (1981, Verona) lleva unos años en el ciclismo profesional y conoce perfectamente ambos puestos jerárquicos. Le llamaban el Príncipe cuando estaba en la categoría ‘dilettante’; arrastró el mote hasta el 2004 en el que la adultez y la supremacía le llegaron de sopetón. Antes, Cunego había llegado al ciclismo profesional con el padrinazgo del director deportivo Claudio Corti y el preparador físico Aldo Sassi. Con apenas 20 años firmó con el equipo Saeco; ya en su primera temporada en la élite consiguió dos victorias, costumbre ganadora que mantuvo en todas sus campañas profesionales hasta esta 2010, la primera de su vida donde su palmarés de victorias se han quedado en blanco.
El gran punto de inflexión le llegó en su tercera campaña como profesional. Ganó la general y cuatro etapas del Giro de Italia de aquel año, protagonizando la exhibición de un Saeco imperial. En aquella ‘corsa rosa’, sólo Serhiy Honchar (y por tres segundos) impidió que los cafeteros hicieran doblete en la general con el propio Cunego y un Gilberto Simoni que, en el cénit de su carrera, no supo admitir que un joven de apenas 23 años le arrebatara el título de patrón de la estructura de Saeco. El pulso se saldó aquel invierno con la salida de Simoni hacia Lampre, una estructura que la siguiente temporada se fusionaría con la propia Saeco propiciando una nueva huida de Gibo hacia otros territorios, en este caso al Saunier Duval de Matxin y Gianetti. No quería coincidir con el Príncipe que le había destronado y ahora era Rey por gracia de sus cualidades y de su apellido, Cunego, proveniente del alemán König, ‘rey’.
Lo cierto es que, desde entonces, desde aquel Giro, la carrera de Damiano Cunego no ha seguido una curva ascendente como cabía esperar. No es que el veronés decayera; simplemente, se estancó. Y, si bien en su primer y único entorchado ‘rosa’ sus rivales no le conocían y preferían marcar a Simoni pensando que aquel bisoño escalador acabaría por ceder, ahora él era el único Rey. La rueda a seguir. El rival a batir.
Damiano no digirió del todo bien esta nueva responsabilidad y, a pesar de sentirse respaldado por sus directores deportivos (con Saronni a la cabeza) y sus patrocinadores (con la familia Galbsuera, propietaria de Lampre, como máximo exponente), vio resentida su condición de ganador nato. Apenas se reencontró con la gloria en las grandes vueltas, en las que sólo volvió a saborear las mieles del triunfo con dos etapas en la Vuelta 2009. En clásicas, en cambio, cantaba otro gallo: ganó tres veces el Giro de Lombardía y se convirtió en un fijo de las Árdenas, donde llegó incluso a imponerse en la Amstel Gold Race.
Resultados mediocres, sin embargo, para un Rey. Sus actuaciones nunca eran del todo malas, pero daba la sensación de que rara vez se dejaba todo en la carretera. En una palabra, parecía acomodado. Frustrado por no ser capaz de pisar el podio de las grandes rondas, decidió centrarse en un objetivo más asequible y agradecido como conseguir victorias de etapas; por otra parte preparaba las clásicas de las Árdenas con mimo, pero una vez en carrera se excusaba en la carestía de gregarios de nivel en su equipo para pasar las pruebas enteras a rueda de otros favoritos mejor arropados, ensayando ataques sólo en contadas ocasiones.
A pesar de estos signos de conformismo nadie le discutía el liderato en Lampre, lo cual alimentaba a su vez ese conformismo… Un círculo vicioso de estancamiento que acabó por hartar a Cunego una vez le faltaron esas victorias que recompensaban su lucha, muchas veces en solitario, sus fugas en las grandes rondas y su aguante en las pruebas de un día. Este verano, parecía resuelto a marcharse a otra escuadra para buscar nuevos horizontes y retos, siendo Sky la mejor colocada para hacerse con los servicios del antiguo Príncipe.
Pero finalmente no fue así, Cunego decidió quedarse en su Lampre de toda la vida. A cambio, pidió a los rectores de la escuadra blu-fucsia poder centrarse en las clásicas en 2011 y, para ello, tres incorporaciones. Primera, un vueltómano de campanillas que disputara el Giro y le ahorrara ese quebradero de cabeza: Michele Scarponi. Segunda, un director deportivo de buena fama: Roberto Damiani, ex Omega Pharma. Tercera, un señor íntimamente relacionado con Damiani y también con Cunego: Aldo Sassi, fisiólogo y preparador físico de reconocido prestigio que ya había trabajado con el veronés en su época ‘dilettante’.
Las tres incorporaciones se llevaron a cabo, siendo la de Sassi la más complicada de abordar por cuanto no podían comprometerse, ni él ni su centro de entrenamiento Mapei Center, a llevar en exclusiva la preparación de Cunego y Lampre en general. El acuerdo final fue una colaboración a nivel de asesoría externa: Sassi controlará y vigilará al total de los componentes de la escuadra de Saronni, pero sólo tendrá un plan individualizado a Cunego. Ya han hecho la primera toma de contacto y Sassi es optimista respecto de las condiciones de su nuevo pupilo, a quien ve capaz de volver a ganar una gran vuelta con la preparación adecuada…
2011 será un año de reválida para Damiano Cunego, el antiguo Príncipe y desde hace unos años Rey. Deberá contar con al buena suerte que no tuvo esta campaña y dejar atrás las medias tintas, el conformismo, para intentar ser un Rey de los que pasan a la historia. Si vuelve a fracasar quizá la espada que pende sobre su cabeza se precipite, quizá acabe siendo recordado como un intruso en el trono al estilo de Damocles… Lo cual seguramente no haría justicia a su inmensa calidad deportiva.

El imbatible Gilbert otoñal dominó en Lombardía

Las últimas pedaladas del Giro de Lombardía, por ser también las últimas de la temporada ciclista europea, tienen un sabor especial. La conocida como “clásica de las hojas muertas” (sobrenombre que en ocasiones se adjudica erróneamente a París-Tours), el último Monumento de la temporada, constituye la pasarela postrera para que los mejores ciclistas hagan desfilar sus cualidades delante de los aficionados que les tienen por ídolos. Su recorrido, quebrado en la parte final con subidas que se encuentran justo en la frontera donde los clasicómanos flaquean y los escaladores puros aún no son superiores, es una garantía de movimiento; su prestigio forjado a lo largo de un centenar de años la convierten en un suculento postre para aquellos corredores que no ha saciado su hambre de victoria en el resto de la temporada.
Las condiciones ideales para Philippe Gilbert. El valón adquirió hace años la buena costumbre de reservar parte de sus naves para el final de temporada, con objeto de preparar los Mundiales y causar estragos en las clásicas y semiclásicas otoñales, sacando rentabilidad a su fondo físico y a sus cualidades de rodador potente y explosivo escalador de repechos de menos de tres kilómetros. Los réditos obtenidos de esta costumbre no podrían ser mejores: dos París – Tours y dos Giros de Lombardía en tres temporadas, amén de varias pruebas de un día de segundo nivel.

Más allá del palmarés, la gran herencia que han dejado estas campañas otoñales a Gilbert es la sensación de imbatibilidad. En octubre es el máximo favorito allá donde va, lo cual añade un plus de dificultad a su habitual empresa de vencer las mejores carreras con las mejores actuaciones. Porque lo que distingue al corredor de Omega Pharma de la mayoría de ciclistas contemporáneos es que, como los modernistas de la literatura, le importa más el cómo que el qué. Le gusta parecerse al flamenco Eddy Merckx, o quizá sólo sabe actuar como lo hacía el Caníbal. Eso depara días frustrantes como los Campeonatos del Mundo de hace un par de semanas, donde su espectacular derroche físico no alcanzó premio alguno; pero también jornadas gloriosas como la recordadísima Het Volk que ganó en 2008 rodando en solitario sesenta kilómetros, ganando el pulso a galgos como Hushovd, Nuyens o Cancellara.
Esta mañana, en la salida de Milán, todos los corredores miraban de reojo a Gilbert. Sabían que la suya era la rueda a seguir, que iría a por su segunda victoria en la clásica de las hojas muertas y que intentaría que ésta fuera más legendaria que la primera, conseguida en un agónico esprint con un Samuel Sánchez que por cierto estuvo presente pero anónimo en la cita de hoy. Los únicos puntos débiles del ciclista francoparlante podían ser su equipo, un Omega Pharma que siempre está bastante por debajo de la calidad de sus líderes, y sus nervios, tendentes a desquiciarse cuando recibe un marcaje como el que le hizo Filippo Pozzato en la París-Tours del pasado fin de semana.
Sin embargo, ni una ni otra flaqueza salieron a relucir: las circunstancias jugaron a favor del belga. La fuga del día estaba formada por ciclistas débiles y fue echada abajo fácilmente por sus coequipiers, que desaparecieron antes de Madonna del Ghisallo (primera de las tres subidas decisivas del Giro de Lombardía) como estaba previsto. Los primeros movimientos en la citada cota los dejó hacer Gilbert con sangre fría: Gusev, Visconti, dos jovencísimos reflejos de grandes nombres del ciclismo reciente como el cántabro Madrazo (sucesor de Valverde) y el holandés Bauke Mollema (sucesor de Boogerd)… no eran problema para el belga.
Fueron los otros favoritos quienes se pusieron algo más nerviosos y le hicieron la carrera a Gilbert. Saxo Bank no hizo valer su gran bloque: un Fuglsang algo atenazado no supo decidir cuál era el momento para romper pero sí hizo trabajar a su equipo. Nibali y Scarponi, solos sin estar para nada acostumbrados a ello, se movieron en la Colla di Sormano que seguía al Ghisallo y permitieron al resto de favoritos que no les fuera el caballo sin hacer mayores esfuerzos. Fue un sorprendente Pablo Lastras quien hizo la selección definitiva, en la cual se filtró junto a los citados Gilbert, Nibali y Scarponi, dignificando a Caisse d’Épargne en su última carrera como espónsor de la estructura de Eusebio Unzué.
En el complicado descenso de Sormano tuvo lugar un suceso que marcó el devenir de la prueba. Nibali, el mejor bajador del grupo, cayó por efecto de la lluvia; su infortunio cortó definitivamente a Lastras, un poquito menos a Scarponi, y dejó a Gilbert en solitario como cabeza de carrera. Quedaban unos veinte kilómetros de llano hasta la siguiente subida, la definitiva al repecho de San Fermo della Bataglia, y la carrera se planteó como un pulso entre el crack belga, Scarponi y un grupo de diez ciclistas que viajaba a un minuto de distancia.
Llegó entonces el otro momento decisivo de la carrera, cuando el director deportivo de Omega Pharma Hendrik Redant se puso en paralelo a Gilbert y le sugirió detenerse para formar un dúo en cabeza con Scarponi y tener más garantía de éxito en la lucha con la decena de corredores que venía, justita de fuerzas, por detrás. El valón mandó al cuerno a su director con un gesto explícito, pero aún así le hizo caso; renunció al cómo por unos kilómetros en pos del qué.
No se puede decir que le saliera mal la táctica. Scarponi tiró sin guardar nada, quizá ingenuamente por llevar en carroza a Gilbert, quizá inteligimente por cuanto se garantizaba un segundo puesto cuyos puntos permitían a su equipo Diquigiovanni-Androni desbancar a AG2R de la decimoséptima plaza del Ránking Mundial y asegurarse así el derecho a participar en 2011 en las tres grandes vueltas… siempre que la caótica situación normativa del ciclismo mundial no cambie de aquí a la próxima campaña.
Tras pasar más de tres cuartos de la subida a San Fermo en paralelo a Scarponi, sin realizar apenas esfuerzo, Gilbert aceleró progresivamente y doblegó al italiano, que cedió importunado por un badén que rompió su ritmo. En el descenso ya se vio ganador; el triunfo no se le escapaba, así que además pudo celebrarlo a lo grande, tomándose el tiempo que quiso en alzar los brazos al cielo. En meta entró segundo Scarponi y tercero un inspirado Lastras que tuvo piernas y, de no haberse cortado en el descenso de Sormano, quizá pudiera haber andado cerca del ciclista de Diquigiovanni… pero nunca de un Gilbert colosal, dominador en Lombardía como en todo el otoño ciclista.

Foto: CyclingNews