Es difícil aseverar cuál fue el detalle que provocó que Igor Antón se fuera al suelo a unos diez kilómetros de meta hoy camino de Peña Cabarga tras toparse en su trayectoria con su compañero Egoi Martínez, que le conducía por el interior del pelotón y acababa de caer al suelo. Xavi Tondo, ciclista de Cervélo que hoy llevaba una senyera en el sillín para conmemorar la Diada, contaba en meta que había “dos troncos” en el tramo de carretera donde cayó el vizcaíno. Puede ser el motivo, un bandazo de Egoi provocado directa o indirectamente por los troncos. Esa fue la chispa que prendió la mecha que acabó con Antón en el suelo, esa persona que colocó los troncos en el suelo, esa organización que no los advirtió en la calzada o que, aún peor, los advirtió y no los retiró.

Igor Antón se levantó del asfalto ensangrentado, con el cullote de su equipo y el maillot rojo diseñado por Custo destrozados. Rasguños por toda su piel, dolor en todo el cuerpo, el codo directamente roto y la mente embotada. El ciclista de Galdákano estaba totalmente ausente, con esa cara de pasmo propia de quien acaba de sufrir la mayor de las desgracias sin saber ni cómo. Ese rostro de sorpresa delataba a una cabeza que movía el resto del cuerpo sin reparar en que éste apenas se tenía en pie, que respondía a las apelaciones de quienes se movían a su alrededor con frases cortas, serio. Poco elocuente porque cualquier parlamento de más de diez segundos que hubiera hecho en ese momento habría acabado en llanto.
Durante unos kilómetros, la marcha de la Vuelta se convirtió en una elegía. Gran parte del pelotón se había enterado de la caída de Igor (el ganador de la etapa, Joaquín Rodríguez, confesó en meta que él no) y se quedó en stand-by hasta que Liquigas, escuadra del nuevo líder Nibali, metió ritmo pensando en distanciarle, por si se levantaba y volvía a la bicicleta. El resto, la mayoría, pensaban en cómo de desgraciado era Igor.
En la Vuelta de 2008 ya le sucedió algo parecido. Se cayó camino del Angliru, en un día al que llegaba con una sensaciones inmejorables y mientras su Euskaltel tiraba a toda máquina del pelotón. Hoy era líder y su escuadra llevaba toda la etapa en cabeza. Entre medias, un año negro en lo personal, cáncer de su ama incluido. Esta campaña había vuelto a sacar la cabeza, del hoyo particular y del anonimato deportivo, empezando por un día superlativo en el Morredero y siguiendo con buenas actuaciones en el calendario, mayormente de segundo nivel, que afrontó. Y como colofón esta Vuelta donde se mostró en todo momento en punta, entre los mejores en todas las jornadas incluyendo dos victorias de etapa impresionantes en Valdepeñas y Pal. Igor Antón se había metido en el gusto de la afición, que le coreaba y comenzaba a identificarle como un escalador de primerísimo nivel. Parecía destinado al triunfo en la general final…
La edición 2010 de la Vuelta a España está siendo muy buena. Prolija en detalles, genera debate, tiene un abanico de favoritos relativamente amplio y de cierto prestigio. Por encima de todo, es espectacular gracias a unos recorridos acertados (especialmente durante la primera semana) y a la actitud de unos ciclistas que, esta vez sí, parecen dispuestos a revindicarse y hacerse grandes en esta Vuelta. Sólo le faltaba el puntito de leyenda para pasar a la historia del ciclismo, y ese se lo ha dado un Igor Antón que, con su gran desempeño previo y su tremenda desgracia, se ha convertido en el absoluto protagonista y ganador moral de la carrera. Ahora da la sensación de que se le debe una Vuelta. Veremos si el Ciclismo, a veces tan mal pagador, salda la deuda.
Edición Según comenta Egoi Martínez en su blog, fue Igor quien se cayó delante de él y no al revés