Después de cuatro meses de competición que han dejado un fantástico sabor de boca, gracias en especial a la enorme campaña de clásicas donde hemos presenciado gestas históricas como el doblete de Cancellara en Flandes y Roubaix, la temporada ciclista llega a un nuevo clímax con el mes de mayo y el Giro d’Italia, la primera gran vuelta del año.
Un mayo más, un Giro más. Contrariamente a lo que sucede en la cultura popular, donde mayo es un mes de revolución, en el inmovilista deporte ciclista mayo es un mes de tradición, donde la lucha por la ‘maglia rosa’ se escenifica en un recorrido que siempre responde al mismo esquema: un festival inicial espectacular, una primera y segunda semanas llanas aunque plagadas de finales trampa y con algún final en alto, y en la tercera llega el turno de la montaña, con varias etapas de dureza máxima encadenadas.
El Giro de 2010, no podía ser de otra manera, responde a esta tradición fielmente. La concentración de gran parte de la dureza en la última semana hace de la gran ronda italiana una carrera ideal para fondistas, dejando además terreno para el lucimiento de los ‘passistas’ (escaladores con buena punta de velocidad) y los velocistas puros, tipos de corredores muy apreciados en el país con forma de bota, en los primeros [tibios] días de competición.
Rompe el esquema de esta edición de la ronda italiana el inicio, la nota novedosa con que ya sazonara su trazado la Vuelta a España 2009: la salida desde la ciudad de Rotterdam, en los Países Bajos. Los neerlandeses son grandes aficionados al ciclismo y la ausencia de una prueba por etapas de nivel en su país hace que trasladar el ‘circo’ por unos días a esas tierras sea un auténtico caramelo para los organizadores de las grandes vueltas. RCS, entidad que pone en marcha el Giro, aprovechará la tesitura para realizar un espectacular prólogo por las calles de Rotterdam y un par de etapas llanas que servirán para calentar las piernas de los corredores antes de la disputa de la contrarreloj por equipos de Cuneo.
Este será, precisamente, el primer punto decisivo del Giro d’Italia. Serán 33 kilómetros en terreno ligeramente ascendente por carreteras anchas. Esta última circunstancia es decisiva: querrá decir que un equipo bien compenetrado y con buenos rodadores en su formación podrá marcar diferencias. Apenas habrá dificultades, curvas ratoneras o emboscadas; sólo habrá que desplegar potencia. Esto posiblemente deje muy malparados a aquellos favoritos cuya escuadra no sea especialmente fuerte, cuya táctica quedará condicionada por el tiempo perdido en esta etapa.
Sin embargo, habrá terreno de sobra para que esos hombres de la general que cedan tiempo en la CRE desequilibren la contienda a su favor. El trazado incluye una gran profusión de emboscadas en esta ‘corsa rosa’, siendo especialmente interesantes los tramos de ‘sterrato’ que se recorrerán en la séptima jornada en la provincia de Siena o la peligrosa subida al Monte Grappa (casi veinte kilómetros de puerto) del decimocuarto parcial. Y, por supuesto, el tradicional final en alto de los primeros compases de la carrera, que siempre sirve para eliminar contendientes de la general y en esta ocasión estará sito en el temible Terminillo.
Entre medias habrá una gran profusión de jornadas de transición, con al menos seis finales de etapa claramente orientados al esprint. Terreno de sobra para que diriman su duelo los grandes velocistas presentes en este Giro d’Itaila, con Tyler Farrar, Alessandro Petacchi y André Greipel como cabezas de cartel. Será interesante ver el desempeño de un Greipel que contará con todo un equipo volcado por su causa de demostrar a Mark Cavendish que, en realidad, no está tan lejos de él. Farrar y, sobre todo, Petacchi, no contarán con grandes escuadras tras ellos, pero sí con lo necesario para plantear batalla. Otros candidatos en las llegadas masivas serán Greg Henderson (Sky) o un Robbie McEwen (Katusha) con el que ya nadie parece contar.
Todos estos nombres desaparecerán de la circulación el domingo 23 de mayo. Ese día se disputará una de las etapas reinas del Giro 2010, la decimoquinta con final en el Monte Zoncolan. El gigante de la provincia de Friuli se subirá por la vertiente de Ovaro, la más dura posible: en apenas diez kilómetros se ascenderán más de 1150 metros respecto del nivel del mar. Un desnivel pavoroso, habitualmente comparado con el asturiano Alto de l’Angliru, que vio triunfar en 2007 a un Gilberto Simoni que estará presente en la salida de Rotterdam formando parte de Lampre, pero ya lejos del nivel que le valiera saludar desde lo más alto del podio de Milán en 2001 y 2003.
Tras el día de descanso, llegará la cronoescalada de Plan de Corones, repitiendo la etapa de hace dos años donde Alberto Contador dio un golpe de mano en su camino a la victoria final. Seguido, un parcial sin un metro llano que concluirá en Peio Terme, o lo que es lo mismo, las primeras estribaciones del Stelvio. Y dos jornadas después, en lo que será la antepenúltima etapa, se tira de tradición para plantear un terrible trazado con final en el durísimo terreno rompepiernas de Aprica… previo paso por el Mortirolo, puerto mítico donde los haya, donde los principales favoritos tendrán una buena oportunidad de marcar diferencias.
Sin embargo, es de preveer que no aprovecharán del todo esta ocasión. Se reservarán de cara al día siguiente, de cara al monstruoso penúltimo parcial. El trazado, demencial, recorre 178 km que abarcan cinco puertos. El primero, Forcola de Livigno, compondrá cuarenta kilómetros de subida constante, con la única interrupción de apenas una decena de kilómetros de falso llano. Eira y Foscagno, de menor entidad, servirán para no dejar terreno de recuperación y llegar cuanto antes al mítico Gavia, Cima Coppi con sus 2618 metros de altura y que suele dejar espectaculares estampas en la retina del aficionado. Como colofón se subirá al Passo del Tonale, relativamente flojo para ser un primera, que supondrá un último envite para los favoritos, quien sabe si el golpe de gracia para más de uno. El último parcial de la carrera será una contrarreloj de quince kilómetros quebrados en los alrededores de Verona, que dará los últimos cincelazos a una general que seguramente ya llegará definida… o deparará unos kilómetros para el infarto.