Las apoteosis

Cada cuatro años, los Juegos Olímpicos encumbran, defenestran y emocionan a los deportistas que durante la Olimpiada han demostrado ser los mejores de su disciplina. No es una cuestión de gloria, ni de todo o nada, sino algo más: son una cuestión divina. Haciendo honor a su naturaleza griega y clásica, los Juegos Olímpicos son apoteósicos; conceden la apoteosis, la gracia que se adjudicaba a los héroes para que devinieran dioses.

La apoteosis kazaja

El ciclismo kazajo tiene un punto bizarro delicioso. Enmarcado en un país totalitario, el deporte se encuentra sumergido en cruentas luchas de poder instigadas por los intereses políticos y económicos que se desarrollan a su alrededor e incluso en su interior. A resultas de ello hemos podido presenciar, sólo en el último año, maniobras de propaganda soviética, cruces de navajas en carrera con final relativamente feliz, una misteriosa cena en un restaurante de Milán para integrar al italiano Vincenzo Nibali en el proyecto nacional… Incluso la vaporización orwelliana de Roman Kireyev, una persona que quizá no os suene pero hace un año estaba vivito y pedaleando hasta que, puñalada trapera de Kashechkin y Makhmetov mediante, hizo falta un hueco en plantilla para el líder Vinokourov.

Alexandre Vinokourov. El héroe, siempre en el centro. Alfa del ciclismo kazajo actual gracias a su papel de pionero, al menos en los grandes escenarios; quizá omega en un futuro si, como todo parece indicar, se queda como patrón mandamás de Astana y a la par va ascendiendo en el escalafón político de ese oscuro país de opulencia química.

El sábado marcó un gran hito con un oro olímpico tremendo, el undécimo de la joven nación asiática, replicado por dos halteras en días posteriores. Lo hizo con la clase de los pillos, atacando por la espalda a su relativamente bisoño compañero de fatigas Rigoberto Urán, cuya sangre aún le gotea de ese colmillo largo y retorcido por los años, saciando una sed que duraba desde Sidney 2000.

Cumpliendo la promesa emitida tiempo atrás, Vinokourov se retira tras la contrarreloj de hoy; es hora de que se haga a un lado y pase a liderar la generación de su relevo, hasta ahora vacante pese a los intentos de usurpación y cultivo acaecidos. Queda claro, por otra parte, que los regresos tras el positivo de 2007 y la terrible caída del Tour 2011 han valido la pena. También de que su carrera política, ahora que gracias a este oro no sólo es héroe sino dios, se orienta hacia lo más alto.

La apoteosis británica

No hay originalidad posible con Bradley Wiggins. Es inútil intentarlo: ha sido objeto de halagogías de todos los gustos, sabores y colores. En Revolutio.es tenemos unas cuantas, glosando sus mayores gestas: Tour de Romandía, Critérium du Dauphiné, Tour de Francia, también en los prolegómenos de estos Juegos. Nos falta París-Niza para completar su ‘rush’; pero, por aquel entonces, esta página era sólo un proyecto…

Aunque, si de proyectos hablamos, no queda sino agachar la cabeza ante el británico. Años de meticulosa maquinación culminan en estos seis meses de frenesí ganador de Wiggins, capaz de anotarse siete de once contrarrelojes que ha disputado, dejando de ganar sólo cuatro prólogos de los cuales fue 2º en tres; cuatro de seis rondas por etapas, con sólo dos «borrones» en su debut de Algarve (3º, podio pese a todo) y la renuncia de Catalunya.

Esta crono olímpica no sólo supone la deificación de Wiggins, que como Vinokourov podría retirarse tranquilo tras ella; también es la consagración de un nuevo modelo, la famosa anglosajonización del ciclismo pregonada por técnicos y entendidos. El oro fue para su máximo exponente, y el bronce para su correligionario Chris Froome; entre medias quedó Tony Martin, con cierto aroma estajanovista en su preparación pero licenciado en el college HighRoad.

Resta un lunar, un halo para la esperanza de la escuela tradicional: en la línea triunfó el modelo clásico, basado en el olfato y no en los números. El control férreo y milimétrico en pos de Cavendish, mermado por la fragilidad de las selecciones de cinco corredores pese a las alianzas discutibles, fracasó ante las tácticas ofensivas e insurrectas de la técnica dispuestas por el resto de selecciones.

Digamos que la apoteosis no llegó a ser completa para ninguno de los bandos… Pero sí para el deporte, para un ciclismo que afronta un ciclo olímpico de plenitud, pugna de métodos y héroes para regocijo de los aficionados.

Fotos: Facebook de Alexandre Vinokourov y Team Sky

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Jericó sin trompetas

Cuando los israelíes huían de Egipto en pos de la conquista de la Tierra Prometida de Canaán (la cual, pese al derecho divino, sigue sin ser suya del todo), hallaron frente a sí el escollo de una ciudad maravillosa y fortificada, Jericó. Según el relato bíblico, los israelíes comandados por Josué procedieron a rodear en procesión bélico-religiosa los muros de la ciudad durante una semana, para al séptimo día hacer sonar una trompeta que derribó sus defensas y les permitió entrar en el asentamiento, matar a todos los pobladores con excepción de una prostituta y su familia y prenderle fuego por divino anatema. La realidad de este mito, inexacto como siempre en los libros sagrados (metáforas sin necesidad de quicio), es que en el tiempo histórico en cual lo sitúa la Biblia Jericó ya era una ciudad derruida

Hemos vivido un Tour de Francia bloqueado, obligado por Sky a discurrir sobre una línea marcada en un puro ejercicio de laboratorio por un entrenador de natación como se ha reiterado hasta la saciedad. Las murallas de Jericó estaban bien construidas, incluso resistieron la tensión de las esposas y el tempranero abandono de Kanstantin Siutsou cimentadas sobre las anchísimas espaldas de Eisel, Boasson Hagen y Knees, alicatadas con la solvencia de Michael Rogers y Richie Porte, rematadas con la sumisa rebeldía de Chris Froome y Mark Cavendish. Las alabanzas a Sky, una escuadra magnífica hasta el abuso de llevar siempre la carrera a mil para malestar de sus rivales, están justificadas. Las odas a Bradley Wiggins son obligatorias; para muestra, este reportaje del ‘leopardo’ Navarro Cueva y el ya clásico-legendario post biográfico de Cronoramia.

Se ha construido la historia mítica de Jericó, sí, pero subyace un rastro de insatisfacción por la ausencia de las trompetas. Nos quedamos con las ganas de saber cómo de honda podría haber sido la puñalada trapera de Robin a Batman; también sentimos la tristeza de cerciorarnos de que a Nibali, compañero en el podio del dúo británico, le falta un caballo en el motor (¡el que le sobra a Sagan!) para ser un superclase ganador. Incluso nos desconsuela el hundimiento de Evans, Leipheimer y Menchov, signo del fin de ciclo post Armstrong, y la mala suerte que ha acompañado a los corredores españoles.

Pese a todo, no podemos decir que haya sido un Tour malo, ni aburrido. Técnicamente ha sido excelso; tácticamente, rico; emocionalmente, sabroso. Ya que los israelíes no la han carbonizado, disfrutemos de Jericó: en el próximo Tour, con los judíos Contador y Andy Schleck presentes, habrá lugar para incendios.

Foto: ASO

La tensión de las esposas

Decíamos hace un mes que la séptima etapa del Critérium du Dauphiné se convertiría en una etapa de culto por su profusión de detalles, su intensidad, el escenario, el asombro y la relativa novedad de casi todo lo acontecido. La undécima etapa del Tour de Francia, final en la Toussuire previo paso por Madeleine, Croix de Fer (la Cruz de Hierro, quizá el puerto de nombres más impresionante y poético) y Mollard, no va a la zaga.

Ha sido prolífica y espectacular: algo menos de 150 kilómetros, los 15 primeros llanos, y 5000 metros de desnivel que franquear; alrededor de cinco horas de batalla, emoción y alteraciones en un guión cuyas líneas preestablecidas sólo han sido respetadas por un bloque, Sky, y no durante toda la etapa. ASO parece haber dado con la tecla con ésta etapa y la del pasado domingo en Porrentruy: las jornadas con más puertos no deben ser largas para propiciar que se disputen con intensidad y no como un juego de mera eliminación y desgaste.

Existe un enemigo común llamado Sky, la armada del rey nadador, fría y efectiva en su determinación predeterminada. No se pusieron nerviosos cuando treinta corredores de gran nivel se marcharon Madeleine arriba, ni cuando Sagan y Oss esbozaron una aventura táctica, ni… No temblaron. Llevaron a cabo su trabajo con precisión y abnegación, correspondiendo la labor más brillante a un Michael Rogers soberbio, capaz de domesticar al pelotón en Croix de Fer y Mollard para que Batman y Robin sólo tuvieran que batirse en la Touissure.

Catherine Wiggins, esposa del líder Bradley Wiggins, ensalzó en su Twitter la labor de Rogers y Porte y levantó las suspicacias de Michele Cound, fotógrafa de ciclismo y novia de Chris Froome. Robin había cometido el error de demostrarse más fuerte que su Batman, de obligarle a ir con el ‘batgancho‘ en la innecesariamente ardua persecución de Nibali, que había cogido medio minuto y tenía (tiene) 2:30 perdidos; fue un momento de máxima tensión, solventado con un grito en el pinganillo. Hubo algún otro dime y direte, con Cathy aprobando un tuit que acusaba a Froome de provocar los titubeos del equipo y Michelle insinuando que Batman había fingido debilidad para dejar en evidencia a Robin. Sea como fuere, el mismo Fränk Schleck atestigua que Wiggins pidió a Froome que aminorara el ritmo; incluso el británico quitó hierro al asunto en rueda de prensa, achacando el asunto a un error de comunicación.

El keniano de nacimiento no fue el único que descosió las costuras de su líder. También lo hizo Tejay Van Garderen, quien rompió a Cadel Evans cuando éste probó fortuna en la Croix de Fer; un fallo de gregario joven y falto de mesura. El australiano cedió en meta algo menos de minuto y medio, una derrota más psicológica que cuantitativa. En trance similar se vio Vincenzo Nibali, cuyos ataques fueron explícitos pero no lo suficientemente convincentes como para rendir a Sky. Peor parado salieron Denis Menchov o Rein Täaramae, eliminados por completo.

La suerte que tenemos los aficionados al ciclismo es que Nibali, Evans y otros buenos corredores sin nada que perder como Van den Broeck o Pinot no claudicarán ante la fortaleza de Sky. Menos aún cuando se han visto fisuras, vulnerabilidad y desacuerdo. Quizá Froome y Wiggins estén reviviendo sus sensaciones de la pasada Vuelta, que perdieron por no intercambiar roles a tiempo. Quizá la tensión de las esposas también exista en el equipo, o se contagie.

Foto: Team Sky

«Un poco como Batman y Robin, ¿no?»

Pregunta un reportero a Bradley Wiggins. «Brad, Chris [Froome] y tú sois un poco como Batman y Robin, ¿no?«. Es fácil imaginar la chispa en los ojos del ‘mod’ y la sonrisa sarcástica antes de espetar una respuesta socarrona: «Sí. Yo soy Batman«.

La conversación, tuiteada por Julien Pretot (Reuters), refleja de manera irónica y aguda la situación que se vive en el seno de Sky. Wiggins y Froome son una buena pareja en cuanto a paridad de prestaciones; también en cuanto a la complementariedad de sus cualidades, siendo el nacido en Gante un contrarrelojista de naturaleza ‘pistard’ y el keniano un escalador ligero y espigado. Sin embargo, sus bazas no se van a jugar como si valieran lo mismo. La carta privilegiada será Wiggins.

Como ha indicado Shane Sutton en conferencia de prensa, el objetivo es ganar el Tour y da igual si es necesario sacrificar un puesto de podio. Brailsford se ha expresado en el mismo sentido, remarcando la necesidad de «sujetarse al plan«. Incluso el propio Froome, tras su victoria en la guerra de los treinta minutos, reconoció que aunque se viera capaz de ganar el Tour se supeditaría a Wiggins. La apuesta lógica, por situación en la general, galones devengados y probada solidez, es el ‘mod’; y con él se jugará aun a riesgo de que suceda lo de la pasada Vuelta a España, asumiendo el papel de Cobo corredores de superior enjundia como Cadel Evans o Vincenzo Nibali.

Análisis de los parciales de la CRI de Besançon

Análisis de los parciales de la CRI de Besançon

Ambos, italiano y australiano, parecen rivales respetables. Con capacidades a la altura de sus rivales británicos y con una actitud combativa, agresiva, fuera de toda duda. Incluso sus características, siendo su terreno ‘débil’ la crono y el predilecto alta montaña y descensos vertiginosos, son amenazadoras. Los Sky, por lo pronto, temen más a Evans: «Sé de lo que es capaz. Vi cómo ganó el año pasado y espero lucha en cada metro que recorramos hasta París«, dice Wiggins, nada confiado pese a que el ‘aussie’ cedió algo más de lo esperado en la CRI de Besançon, casi todo en el primer tercio como se puede ver en la tabla adjunta. Nibali, por su parte, insinúa veladamente que «Sky tendrá que trabajar mucho para conservar el amarillo» y dice no estar dispuesto a conformarse con un puesto de podio, a pesar de que éste sea su objetivo inicial. La cantidad de montaña restante hasta París, empezando por la etapa de hoy con paso por el coloso de la Grand Colombière, promete emociones fuertes.

Disfruta mientras puedas. Foto: extraída de Tumblr, quizá propiedad de Getty Images

Disfruta mientras puedas. Foto: extraída de Tumblr, quizá propiedad de Getty Images

El compromiso del resto de favoritos

«En realidad aún no hemos visto alta montaña«, dice Van den Broeck con lógica aplastante, y crecen las esperanzas de espectáculo. «Habrá una gran batalla«, afirma, y las expectativas se alzan. Más allá de Evans y Nibali, hay un grupo de corredores como el belga (necesitado de un resultado de calidad para convencerse de sus perspectivas) o Denis Menchov (en su última oportunidad de ganar el Tour, lo único que le interesa en 2012, y obligar a Holczer a ir de rodillas hasta Moscú) cuyas opciones de podio o brillo pasan por movimientos lejanos o, cuando menos, avezados. Hay también un factor nada despreciable: si Sky tiene dos hombres en el top10 (Wiggins, 1º; Froome, 3º), también BMC (Evans, 2º; Van Garderen, 8º) y RSNT (Zubeldia, 6º; Monfort, 7º) pueden decir lo mismo… Ergo las tácticas de equipo pueden jugar un rol importante a la hora de derrotar a Sky.

Zubeldia en mitad de RSNT

Hablando de bloques, toca referir a una presunta banda como RadioShack-Nissan-Trek donde, una vez descartado por lesión Samuel Sánchez y por maldición gitana Alejandro Valverde, se encuadra la principal baza española para la general: Haimar Zubeldia. El usurbildarra está, según se dice, en la forma física de su vida; lleva semanas de entrenamientos y preparación específica para construirla. También una buena hoja de resultados (ha terminado entre los diez primeros las tres rondas por etapas que ha disputado este año, incluyendo el exigente Critérium du Dauphiné) y un excelente compendio de sensaciones. En Besançon fue quizá el peor de los grandes favoritos, pero es como mínimo sintomático que fuera su mejor resultado en una CRI desde 2010. Tendríamos que remontarnos a Cap Découverte 2003 (el día que Armstrong fue doblegado por Ullrich) para encontrarle una clasificación más brillante en una prueba del género de más de 30 kilómetros. La única duda es cómo casará su excelente estado de forma con el ambiente caótico de un RSNT que también tiene en posición de privilegio a Monfort (7º), Gallopin (13º), Klöden (15º), Fränk Schleck (17º) y Chris Horner (23º). ¿Se plantearán jugar la baza del guipozcano?

Foto Principal: Team Sky / Scott Mitchell @modcyclingphoto

Crueldad y supervivencia

«Nada, que los de Mavic no entienden castellano… No sabían lo que pedía… Y claro, a 180 pulsaciones, me he alterado…«, y puntos suspensivos, y balbuceos, y pequeñas disculpas. Era Samuel Sánchez, al micrófono de Quique Iglesias de Cadena Cope, explicando lo sucedido cuando, a una decena de kilómetros de meta, había voceado al coche neutro urgiéndole a repararle el cambio de su Orbea.

La primera semana del Tour de Francia es muy cruel. «Marca la diferencia. La manera con la que se corre hace que vayas gastando y gastando, y te va matando. Es como ponerle la puya al toro para desangrarlo y que vaya perdiendo la energía» decia Iván Gutiérrez en una entrevista con Borja Cuadrado.

Hoy, el cántabro se mostraba en cabeza del pelotón, apretando los dientes para avivar el ritmo de un pelotón tendente a aletargarse tras sufrir múltiples caídas, enganchones y cortes. Porque, cuando se juega para ganar, conviene el pavor antes que la mansedumbre; y hay que forzarlo aunque cueste una bronca de Sylvester Szmyd, cabreado porque tiene a su líder Peter Sagan (a la postre ganador) descolgado.

Hoy en el pelotón deben haberse oído tantos frenazos como gritos, aunque en realidad los ciclistas viajan en una burbuja de algarabía, rodeados de ruidos mecánicos y humanos, del pinganillo, de las motos y los coches rebasándoles a lado y lado por una calzada de cinco metros de ancho, del público gritándoles alborozados mientras fija un fotograma vital que jamás olvidará. ¡Es el Tour de Francia!

«Yo sobreviví a la tercera etapa del Tour«, tuiteaba Luis Ángel Maté nada más terminar la carrera. El ‘Lince Andaluz’ supo aguantar en el grupo de favoritos, buen hito para sus primeros pasos en una ‘Grande Boucle’. Y ha sido más bien una cuestión de supervivencia, por cuanto pocos pueden decirse, como él, indemnes hoy. Hasta Wiggins, el imbatible e inmortal, cedió tiempo en meta (anulado por los jueces) debido a una caída de Boeckmans forzada por Freire y provocada por un ‘seto’ de GreenEdge. También perdió un gregario, el valioso y polivalente Konstantin Siutsou, pieza clave en los milimetrados planes de Sky, con fractura de tibia.

Más cruel si cabe fue la jornada para Movistar, que marró la ocasión de ganar la etapa con Valverde al salir el murciano recto en la curva postrera y, para más inri, sufrió la baja de José Joaquín Rojas, que no pudo sobrevivir con la clavícula rota por tres sitios y se perderá sus deseados Juegos Olímpicos en favor de su coequipier Fran Ventoso.

Foto: Facebook Movistar Team

Una etapa de culto

No ha sido la más espectacular, por cuanto hemos visto carreras mucho más duras, repletas de pajarones, perladas de ataques épicos… Tampoco la más significativa, por cuanto ésta no es una prueba que marque la temporada, si bien es cierto que suele sellar antes y después en las carreras deportivas de quienes triunfan o fracasan en ella. Pero la jornada de hoy del Critérium du Dauphiné, con inicio en Saint-Alban-Leysse y final en Morzine tras 167,5 kilómetros en los cuales se superaban seis puertos, incluyendo los míticos Colombiére (1ª) y Joux Plane (HC), ha estado llena de detalles y actuaciones que acentúan sensaciones

1. Sky calentando en el rodillo

Antes de la salida, en previsión de la batalla que se desataría de inicio con la subida al Col de Plainpalais (1ª). No se equivocaron los británicos: la lucha en ese primer puerto fue importante, y generó una fuga potente y cortes en el pelotón.

2. El abandono de Andy Schleck

El luxemburgués se bajó a los 67 kilómetros tras circular descolgado desde el principio, rebasando la línea del patetismo. No es una cuestión de sufrimiento por su arrogancia ignorante, o ignorancia arrogante; va algo más lejos. Sufre las consecuencias de meses de mala planificación, falta de tensión y escasa mentalidad competitiva. En este Dauphiné ha demostrado no estar bien a ningún nivel: su estado de forma es poco esperanzador, parece frágil mentalmente. Y, por si fuera poco, sufre problemas de salud, con una rodilla renqueante por un percance en Sierra Nevada y el costado derecho dolorido tras su caída en la ‘crono’ del pasado jueves. Demasiadas malas vibraciones juntas.

3. La exhibición de Sky

Controló la etapa y echó abajo la potente fuga de Feillu, Machado y compañía, ayudado al final de dicha labor por un ambicioso Lotto. Luego, su dominio tiránico en el Joux Plane recordó al US Postal de Lance Armstrong, con Edvald Boasson Hagen ejerciendo de rodador-triturador en sus compases iniciales al estilo de Pavel Padrnos o George Hincapie y cuatro ‘galácticos’ en el grupo de nueve favoritos que llegó a coronar unido el mítico puerto. Un Michael Rogers desconocido, ofreciendo las mejores prestaciones de su vida en montaña; Richie Porte, abstracción eficaz; Chris Froome, tan fácil… Tal fue la sugestión, el revival, que incluso Haimar Zubeldia estuvo a cola  de ese grupo de privilegiados, recordando al de Euskaltel.

4. El ímpetu de Cadel Evans

El vigente campeón del Tour de Francia no se resignó ante la aplastante superioridad de Sky en el Joux Plane. Atacó en el inicio del descenso y no logró hacer hueco, perjudicado por la bondadosa pendiente inicial de éste; probó de nuevo en su parte final, y ahí sí que logró hacer hueco. Se jugó el físico en cada curva de la peligrosa travesía hacia Morzine; Sky debió ralentizar para no arriesgar el suyo. A la postre, Evans apenas sacó unos segundos de renta, migajas; pero consiguió algo más relevante, enseñando los dientes y las ganas de ser un campeón que prometen que no será un elemento pasivo en julio.

5. El desgaste de Evans y Sky

Vástago indeseable de sus respectivas actuaciones. Decía Manolo Sáiz en Twitter que este Tour huele al del 96, y explicaba que «la exigente lucha Indurain vs ONCE nos sometió a un desgaste excesivo«. Aquella campaña, la batalla en el entonces llamado Dauphiné Liberé mermó tanto a los contendientes que sólo tres de los 10 primeros clasificados del Tour de Francia habían pasado por él. 1º y 2º, Riis y Ullrich, venían de la Vuelta a Suiza. En 2012, los beneficiarios de este factor, el desgaste del individuo Evans y el colectivo de Wiggins, pueden ser Robert Gesink, Alejandro Valverde o Levi Leipheimer.

6. La presentación en sociedad de Nairo Quintana

El colombiano de Movistar Team está llamado a ser uno de los mejores vueltómanos del mundo de aquí a unos pocos años; lleva demostrándolo desde su victoria en el Tour del Porvenir de 2010 o la Volta a Catalunya del año pasado, donde brilló con el maillot de Colombia. Movistar le reclutó este invierno y en Murcia se explicó por qué, pero para meterle en el saco de los jóvenes superclases donde sólo caben tres o cuatro elegidos le faltaba una actuación de relumbrón… Y ha sido aquí, en Morzine, donde ha revindicado su cuerpo de insultante juventud (22 años) a pesar de su apariencia curtida y esas maneras de cafetero humilde y prudente. Salvo sorpresa no estará en el Tour, está fuera de la preselección, pero después de su exhibición podemos empezar a pensar en sus posibilidades de cara a la Vuelta y las grandes rondas de un futuro próximo.

En definitiva…

A la vista de todos estos detalles apuntados hoy, parece seguro que ésta es la etapa a la cual nos referiremos una y otra vez en un futuro para explicar por qué los ciclistas hacen rodillo antes de cada carrera de inicio intenso, cuál es la razón de que Andy Schleck no trascendiera a la historia del ciclismo, por qué recordamos a Cadel Evans, qué fue aquel revolucionario equipo Sky, cuál fue la clave del Tour 2012, dónde iniciaron las páginas doradas de la leyenda de Nairo Quintana. Esta séptima etapa del Critérium du Dauphiné ha sido una etapa de culto. Una de esas jornadas que explican ‘per se’ por qué el ciclismo mola tanto.

Fotos: Movistar Team, Team Sky

Wiggins, el sólido

Aunque Nibali, Sagan o Samuel Sánchez aparezcan por delante suya en el Ránking World Tour, no es exagerado decir que Bradley Wiggins es, junto a Tom Boonen, el mejor ciclista de 2012 por resultados y sensaciones. Las temporadas posteriores su metamorfosis con Garmin hicieron patentes las capacidades potenciales del británico; ésta las confirma como efectivas sobre los cimientos de la solidez, que parecía tan difícil de hallar en su físico esquijarado y sin embargo ha sido notoria en París-Niza y el recién finalizado Tour de Romandía.

La ronda suiza ha sido una exhibición de calma y saber hacer por parte de Wiggins y su Sky. Dominaron de principio a fin, con la victoria de Thomas en el prólogo, el fascinante esprint del ‘Mod’ en la primera etapa en línea, el control de todas las escaramuzas y el remate en la contrarreloj final. Los números hablan por sí solos: tres de los cinco primeros clasificados de la general final pertenecían al conjunto regido por Dave Brailsford.

Extrapolando estas prestaciones, la conclusión es clara: Sky da miedo de cara al Tour. No en vano, el bloque de Romandía (Wiggins, Porte, Rogers, Froome, Siutsou, Thomas, Pate, Cavendish) debe ser, con la adición de Eisel, Flecha, Lövkist o Urán y la sustracción de Thomas, centrado en las Olimpiadas, el presente en la Grande Boucle para respaldar las opciones de Wiggins.

Lo que Sky no ha logrado en este Tour de Romandía ha sido resolver la duda de la compatibilidad de las bazas e intenciones de Cavendish y Wiggins. Era la primera vez que ambas estrellas británicas coincidían en carrera, la última antes del Tour, y no ha llegado a existir conflicto de intereses por cuanto ‘Manx Express’ no ha logrado superar ninguno de los puertos decisivos; se la ha podido ver, además, ejerciendo como gregario en los compases iniciales de las etapas. En la misma línea ha estado Chris Froome, que en su reencuentro con el WorldTour rayó a buen nivel en el trabajo colectivo y terminó undécimo por la cola de la general.

La sorpresa [relativa] de Andrew Talansky

Segundo en la general, a escasos segundos de Wiggins, concluyó otro angloparlante: Andrew Talansky. El estadounidense de Garmin, que apenas lleva cinco años montando en bicicleta con seriedad, presentó hoy en sociedad las cualidades que le llevaron a ser segundo del Tour del Porvenir en 2010 o a clasificarse entre los diez primeros de tres cronos WorldTour la pasada temporada. Arriesgó. En el prólogo inicial saliendo una hora y media antes que el resto de favoritos para encontrar la pista seca; en la contrarreloj final, eligiendo la ‘cabra’ en lugar de una bici estándar con ‘cuernos’ a pesar de la subida a Aminona. Ambas decisiones le rentaron, hasta tal punto que sólo 12 segundos le separaron de la victoria absoluta. No sería justo obviar la prestación de Rui Costa (Movistar), quien completó el podio gracias a un magnífico desempeño contra el crono y rozó la victoria en la segunda etapa, donde sólo le superó un Hivert superlativo.

Luis León, a un paso de la primera línea

A la hora de valorar a Luis León Sánchez, siempre queda un regusto amargo porque su pedaleo, afanoso, suele expresar más fuerzas de las que quizá tiene. Su realidad queda jibarizada por la posibilidad que se le supone. Es por ello que el brillo de su tercer puesto el día de la exhibición de Hivert y sus dos portentosas victorias al esprint se ve en parte opcado por su mala crono final, que le costó el entorchado de líder obtenido a base de punta de velocidad en los días previos y le relegó al 10º lugar en la general. Partía de la ‘pole’, y tenía una gran oportunidad para consagrarse ganando su primera ronda World Tour desde la París-Niza de 2009. El muleño fue uno de los artífices del naufragio postrero de Rabobank, que contaba con cuatro hombres entre los siete primeros de la general antes de la crono final y terminó con todos, excepto Luisle, fuera del top10 que otorga puntos para el ránking WorldTour.

La contrarreloj condicionó el resultado, pero no el desarrollo

A juzgar por las clasificaciones, podría concluirse que el Tour de Romandia se decidió en las cronos y el resto de la carrera no tuvo intríngulis. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: la ruta de la ronda suiza estuvo, como siempre, plagada de alternativas y puertos de diversa entidad donde se pudieron ver movimientos e intuir que ciertos corredores, como Roman Kreuziger (6º), Mikel Landa (35º) ó los AG2R tenían más piernas de lo que sus cifras muestran. El motivo de que las cuatro etapas en línea no fueran determinantes residió en los kilómetros de llano existentes desde el último metro de subida hasta meta y la fortaleza de equipos, como Sky o Rabobank, interesados en forzar que el grupo se compactara. No fue, por tanto, un problema de falta de dureza; tampoco de que la presencia de una crono el último día cercenara la ambición de los contendientes. Se echó de menos, quizá, un final en alto para proporcionar posibilidades a los escaladores puros.

Fotos: Team Sky