“Estamos en el final de un bloque de competición muy duro, con dos etapas seguidas bastante exigentes, y sinceramente creo que todos los ciclistas que tenían energía la han gastado ya” (Chris Froome)
Me ha decepcionado la actitud de los favoritos en Haza Llanas. Esperaba unas tácticas muy agresivas ya desde Güejar Sierra y en lugar de eso hubo aparente tranquilidad y, a excepción de Stetina, todos los demarrajes pensaban en la etapa. Creo que merecía la pena intentar aislar a Froome, someterle a una situación de estrés que le indujera a fallar como en Formigal o Antequera. La imagen de medio centenar de corredores coronando juntos fue demoledora para mis expectativas.
Puedo comprender por qué sucedió desde el punto de vista táctico: el descenso desde la cima hasta Monachil era demasiado sencillo y proclive para un reagrupamiento. Puedo comprender por qué sucedió desde el punto de vista humano: las declaraciones de Froome retratan a las claras lo exigente que ha sido la segunda semana de Vuelta, con tres finales en alto de entidad, dos jornadas de mal tiempo y sólo Tomares para respirar. Sin embargo, como espectador a veces carezco de empatía y me pienso que el ciclismo real es un videojuego. A estas alturas debería esforzarme por leer las carreras también desde el punto de vista de los ciclistas…
Vuelta a España. Etapa 15. Alcalá La Real – La Hoya de la Mora. Anoche llegué temprano a casa y me sentí incapaz de escribir la ñús. Es curioso cómo desconectan el cuerpo y el cerebro cuando duermo en casa durante una carrera; el trabajo dejan de ser una prioridad y sólo quiero disfrutar de que mi vida existe. Esta mañana he madrugado para currar. He mirado la ventana y he visto esta persiana a medio bajar, esta luz de siete de la mañana que tan bien conozco reflejada en la pared blanca del edificio que hay frente a mi piso… Y he deseado que pudiera disfrutar todo eso despertándome lento, como me gusta hacer los lunes, escribiendo en mi diario, leyendo ‘Platero y yo’ o el hilo semanal de Dori Toribio sobre Donald Trump. Pero no. Me he levantado para sentarme en el Mac, de nuevo. El día 27 todo esto habrá terminado y yo estaré de nuevo en casa, para bien o para mal.
Como de costumbre, Alberto Contador lanzó fuegos artificiales. Esta vez lo hizo en El Purche, el momento más propicio para ello una vez fumado Haza Llanas. Lo repito por última vez: cuantísima vida insufla El Pistolero a las carreras en las que participa. Se llevó consigo al mejor compañero de aventura posible, Miguel Ángel López, uno que está escalando puestos en la general con la aquiescencia de Sky y ya es un candidato real al podio. Mucho ojo a su actuación en Logroño: es mejor contrarrelojista de lo que parece. Después de todo, tiene mucho motor y se le dan muy bien los esfuerzos largos y sostenidos, mucho mejor que los explosivos. Si no fuera por Kelderman, podría salir tercero de la crono.
En la meta hablé con Ilnur Zakarin. El ruso realizó la táctica óptima para los que no tienen permiso de Froome: aguantar a su rueda y explotar en el último kilómetro para raspar unos segunditos. Mi entrevista con él fue, como todas las anteriores, surrealista. El líder de Katusha-Alpecin es un buen angloparlante, pero prefiero atender a los medios en ruso y hacerse traducir por algún compañero que, sospecho, en ocasiones habla peor inglés que él. Lo más interesante que me contó fue que se notaba mucho viento de cara en la subida final. Es el problema de la carretera general de Sierra Nevada: está demasiado expuesta. Y además es estéticamente horrorosa.