Publicado originalmente en SUR
El francés de Saur sorprende a Valverde y el resto de favoritos · El Puerto de Las Palomas realizó la primera selección seria de la carrera
Cada pueblecito de España tiene su cuesta, ese sitio donde los chavales del pueblo van a probarse con su bicicleta y se pican los días verano, con la fresca, después de ver una etapa de montaña del Tour. Y, si la ciclistas pasan por allí, el pueblo entero se echará a las calles a aplaudir a los ciclistas, a verlos retorcerse como ellos lo han hecho.
Este mantra fue aplicado hace unos años por los organizadores de la Vuelta a España para diseñar sus recorridos; los responsables del resto de carreras nacionales han seguido sus pasos, y la Vuelta a Andalucía no ha sido una excepción. Hoy se llega a un repechito en Montilla, previo paso por un puertecito a la orilla de la ciudad. Ayer le tocó en suerte a Prado del Rey ver la carrera, con todos los chavales de los colegios de la recta empinada que atraviesa el pueblo echados a la calle, aplaudiendo a ciclistas, coches y motos por igual. Y también a Ubrique, final de enjundia y solera para la jornada de ayer, una de las decisivas para la general de la ronda andaluza.
En la salida de San Fernando, David Belda (Burgos BH, hijo de Vicente, exdirector de Kelme y actualmente juzgado en la Operación Puerto) lo tenía claro: «Hay que superar el Puerto de Las Palomas con los favoritos y jugársela después, en el descenso y los repechos posteriores antes de la bajada seria», que precedía a la cuesta final.
La subida a Las Palomas, probablemente la ascensión más dura de toda la Vuelta a Andalucía, cumplió las expectativas. 11 kilómetros al 6% son un escollo muy serio; a principios de año, cuando las piernas aún tienen carbonilla de descansar frente a las chimeneas invernales, mucho más.
Movistar lo sabía y jugó a romper con el escarabajo Nairo Quintana, tan callado como ambicioso, que tiró y dejó el pelotón en veinte corredores. Cuando Dani Navarro (Cofidis) intentó romper su disciplina, el colombiano lo solventó saltando a su rueda y derrotándole, a él y a un impetuoso Maté, al paso por la pancarta de la montaña.
En el descenso se sucedieron las escaramuzas. Belda cumplió su palabra, pero sólo le sirvió para circular medio kilómetro por delante del grupo.
En la cuesta final de Ubrique, Mari estaba apostada con su hijo, expectante porque venía «la vuelta». Confirmaba el pensamiento de los organizadores: «Mi niño ha venido esta mañana a subirse la cuesta con la bici». Y el susodicho, un chaval de 1º de ESO, con una sonrisa ilusionada de oreja a oreja, exclama: «¡Quiero que gane Valverde!»
Su deseo no se cumplió. Dentro del último kilómetro, en la última curva antes del repecho, Maté, que circulaba en la segunda posición del grupo cabecero, se fue al suelo. Jonathan Hivert (Sojasun), que marchaba primero, miró hacia atrás, vio el hueco que había fruto de la caída del ‘Lince Andaluz’ y la confusión posterior y apretó. Valverde, cauto en terreno desconocido para él, dejó hacer al resto de favoritos. Para cuando Rebelllin tomó el toro por los cuernos y el murciano hizo su último cambio de ritmo, Hivert había acumulado suficiente ventaja para celebrar holgadamente su victoria.
Pese a la sorpresa general, el director de Hivert, Nicolas Guille, estaba tan tranquilo como feliz. «Para mí no es algo inesperado. Sabemos de la calidad de Jonathan: ha ganado carreras WorldTour, viene de imponerse en la Estrella de Bèsseges… Y aún es relativamente joven para la élite. Puede llegar alto, sobre todo en las clásicas».
Viendo la foto de su triunfo, de cuánta ventaja había sacado a destacados superclases, Hivert se sonreía: «Ha estado muy bien». Alejandro Valverde, por su parte, subió un tanto decepcionado al podio, insaciable en su sed de victorias, pero recibió como consolación el maillot rojo de líder de la Vuelta a Andalucía, que hoy vive su tercer capítulo entre Trebujena y Montilla.
«Me he quedado con cara de tonto»
El marbellí Luis Ángel Maté fue uno de los protagonistas de la jornada de ayer. Ha llegado a la ronda andaluza en muy buena forma y quiere revindicarla. Ayer, contrario a su costumbre de escapadas largas, jugó a aguantar con el pelotón. Probó suerte al final de Las Palomas, pero chocó con un Quintana imperial. Guardó fuerzas y llegó a los prolegómenos del repecho postrero en disposición de conseguir la victoria, pero un patinazo de la rueda delantera en la última curva acabó con sus huesos en el suelo y sus ilusiones del día rotas. «Hoy tenía unas piernas magníficas. Me sentía capaz de todo. Esa caída… Me ha dejado con cara de tanto», musitaba con tristeza. Por suerte para él, quedan dos días adecuados para sus características. Sólo queda que sus piernas sean hoy y mañana como las de ayer.