Una familia de posguerra contra el crono

El ciclismo español es una familia. Española, claro; y de posguerra, para más señas. Cada junio vive su particular Navidad en forma de Campeonatos Nacionales, y se reúne [casi] completa para decirse qué tal, contar sus logros y expresar su evolución midiéndose en carreras en las que cada cual sale y entra con sus propios medios.

En la prueba contrarreloj Elite y Profesional de hoy las diferencias se palpaban fácilmente. Los hermanos ricos de Movistar acudían con cuatro corredores, una decena de miembros del staff, un autobús y cuatro coches. Los hermanos menos ricos, de alguna manera, renqueaban: sólo dos de los cuatro corredores anunciados por Andalucía terminaban la prueba, Euskaltel comparecía de forma testimonial con Adrián Sáez de Arregi (14º) y Caja Rural directamente no se presentaba («la mayoría llevan un mes o más sin competir y ninguno tenía interés por venir; no los íbamos a obligar»). Los exiliados pobres como Víctor de la Parte o Dani Domínguez tenían que recurrir a coches sin serigrafías ni perro que les ladrara, a pedir material prestado (la rueda lenticular de Óscar Pujol -16º- era un préstamo de Burgos BH) y a la compañía de colegas, padres, novias, hermanos…

En Béjar un hermano, el de Luis León, llamaba la atención por encima de los demás, aunque sabedor de su condición fue discreto y apenas generó barullo. Pedro León Sánchez Gil estuvo en la crono junto a otros familiares del campeón muleño, con una gorra Adidas bien calada y gafas de sol; a día de hoy, ser futbolista del Real Madrid puede convertir un día de vacaciones, familiar, en un agobio si no se hacen esfuerzos por pasar inadvertido. Como su hermano, Luis León tampoco hizo mucho ruido: le pidió al mecánico de Euskaltel que montara su bicicleta, instaló el rodillo en una de las entradas al parque desde el cual partía la prueba y empezó a calentar mientras su familia y un masajista de Rabobank le asistían.

El charco de Jesús Herrada

El charco de Jesús Herrada

Tanta tranquilidad y un recorrido duro, terreno de especialistas pero largo y plagado de subidas y bajadas para eliminar al más técnico si carecía de fuerzas; condiciones normales donde imponer sus superiores cualidades y su buen estado de forma. Luis León cumplió, solvente; Jonathan Castroviejo, otro buen contrarrelojista, con buena puesta a punto tras pasarse semanas concentrado en Sierra Nevada junto al bloque de Movistar para el Tour de Francia, hizo también buenos los pronósticos y fue segundo. Sorprendió que el tercer cajón no estuviera ocupado por otro ‘azul’, pero Iván Gutiérrez (5º, terminó con mucha fuerza), Jesús Herrada (6º, vació medio bidón antes de salir para «pesar» 250 gramos menos) y Juanjo Cobo (10º) fueron superados por Álex Marque (Carmim), primo pobre y exiliado, que con esta medalla y su etapa en Asturias tiene méritos de sobra en su haber para ser repatriado al pelotón español.

José Belda, casco rojigualda, se cruza con una señora indiferente

José Belda, casco rojigualda, se cruza con una señora indiferente

Una de las grandes atracciones de esta cronometrada en la cual competían a la vez profesionales y Elite (no profesionales de la ruta de más de 23 años) era medir el potencial de José Belda, el terror de los sub23 nacionales, a quienes derrota en toda prueba que no termine en bajada con una fuerza descomunal. Seguido por una moto de Televisión Española, su prestación fue buena, a la altura de las previsiones más racionales, y le sirvió para ser 11º global (sólo le superaron ocho profesionales) pero sólo para el bronce en su categoría, por cuanto quedó jibarizada por los pistards David Muntaner (plata, terminó el durísimo repecho final acoplado) y Eloy Teruel (oro, fue el 3º global y se creía merecedor del bronce de la categoría profesional, ajeno a que la naturaleza de la competición era de dos carreras en una).

Ambos representarán a la familia ciclista española en el velódoromo de los Juegos Olímpicos de Londres, Muntaner en Persecución y Teruel en Ómnium, con opciones francas de medalla. Justo después de que recibieran sus metales, mientras los profesionales triunfadores subían a por la suya, uno de los primos pobres (también uno de los más ilusionados) se llevaba de un tenderete de la RFEC unas 20 latas de Aquarius ante la complicidad general.

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