El caché de Pozzato

Una de las columnas más satíricamente celebradas de José Antonio González Linares en AS fue la aparecida el día después de la Milán – San Remo de 2006. En ella calificaba al ganador de aquella ‘Clasiccisima’, Filippo Pozzato, como “ciclista sin mucho caché”. Un craso error, toda vez que el rubio italiano llevaba años siendo señalado como la gran esperanza del ciclismo transalpino, como un superclase en potencia cuya victoria en aquella San Remo no era sino un aval más del brillante futuro que se le auguraba, luchando a brazo partido con sus coetáneos Tom Boonen y Fabian Cancellara en las clásicas más prestigiosas del calendario internacional.
Años después, una vez llegada su madurez deportiva con la treintena, Boonen y Cancellara han confirmado lo que apuntaban y son dos titanes poseedores de un duopolio práctico en las clásicas del norte. Pozzato no lo es. En su vitrina de trofeos no han entrado más que algún triunfo parcial en grandes vueltas, un campeonato de Italia, victorias en citas menores y algunos podios de mérito. Aquella San Remo de 2006 y la Tirreno-Adriático de 2003 brillan, envejecidas, en un palmarés repleto de puestos y huérfano de honores.
Lejos de convertirse en un clasicómano legendario y protagonista, Pippo deviene paulatinamente un mero secundario en el concierto internacional por su táctica en carrera. Consciente de su punta de velocidad y su excepcional fondo físico, el italiano corre como si fuera el rival a batir: jamás toma la iniciativa y suele limitarse a seguir la rueda del máximo favorito, al cual anula durante toda la carrera. Esta estrategia restringe su lucimiento y el partido que saca de unas condiciones físicas excepcionales… Y, además, le granjea enemigos en el pelotón como el belga Philippe Gilbert, que no dudó en sacar la lengua a pasear el pasado sábado para acusar al actual ciclista de Katusha tras no permitir éste que su ataque prosperara. Ya en la pasada París – Tours hizo el belga unas declaraciones parecidas, advirtiendo que “la especialidad de Pozzato es hacer perder a otro ciclista” con sus marcajes.
No parece una actitud digna ni productiva para un hombre con capacidad para ser un superclase de época y, sin embargo, corre el peligro de pasar a los anales del ciclismo como el “ciclista sin mucho caché” que relató González Linares. De su cambio de actitud, tirando algo más de agresividad y menos de sangre fría, depende la percepción que tengamos de él cuando acabe su carrera deportiva.
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Goss triunfa en una San Remo de las largas

Milán – San Remo siempre está rodeada de un halo especial. Es el primer plato ciclista de la temporada: lo anterior, enero, febrero, medio marzo, son meros entremeses a la espera del suculento Poggio, una subida que junto a su bajada culminada en el Lungomare Italo Calvino configura cada año quince minutos a guardar en la videoteca del buen aficionado al ciclismo.
Los quince minutos en los cuales suelen decidirse las ocho horas de Milán – San Remo fueron, por una vez, insuficientes para resumir todos los momentos para la historia que nos brindó esta 102ª edición de Milán – San Remo, probablemente la mejor de lo que llevamos de siglo. Se ha dejado sentir que el ciclismo actual no es tan unidireccional como en la pasada década; está lleno de alternativas por cuanto la máxima de “los mejores equipos en las mejores carreras” ya no es lo excepcional sino lo habitual. Buena muestra de ello es esta San Remo donde cada uno de los ocho corredores que se jugaron el triunfo pertencen a una escuadra distinta.
Contrariamente a lo acostumbrado en la Classiccisma, la carrera de verdad inició a casi cien kilómetros de meta; la fuga lejana no murió al pie de la Cipressa, sino recién terminado el descenso de Le Manié, la segunda subida de mayor entidad de la carrera tras el Turchino. Y no fue tanto por la dureza intrínseca del repecho, sino por las circunstancias que lo rodearon: una montonera en su inicio detuvo a medio pelotón, incluyendo al favorito Thor Hushovd, y un asfalto húmedo en el descenso eliminó a Freire y el equipo Rabobank al completo, que como ya conté en la previa está pagando ciertos problemas con las cubiertas de sus ruedas.
La carrera estaba ya servida: esta Milán – San Remo iba a ser de las largas. La cincuentena de hombres que había quedado por delante distanció al resto propulsada por el colmillo Leopard Trek de Cancellara y Bennati. Tomaron el relevo Omega Pharma (Gilbert, Greipel), Katusha (Pozzatto) y BMC (Ballan) para desesperación del conglomerado de escuadras que buscaba la fusión del pelotón.
La distancia entre ambos grupos se mantuvo entre uno y dos minutos hasta el pie de la Cipressa, momento en el cual el pelotón trasero fue dinamitado por un Scarponi superlativo, probablemente el hombre más fuerte del día. Impresionó el momento en el cual el corredor de Lampre encendía la mecha y sacaba de punto progresivamente a quienes viajaban a su rueda, impotentes ante una ‘grinta’ que llevaba al blu-fucsia a trazar las curvas de la subida como si de un descenso se tratara. Finalmente, Scarponi culminó su exhibición el llano previo al Poggio, reintegrándose en un grupo delantero cuyos componentes saludaron su machada con admiración.
El segundo ataque para el recuerdo del día llegó en pleno Poggio. Cuatro corredores se habían marchado por delante y tomado medio minuto de ventaja ante el pasmo general de unos favoritos indecisos: Van Avermaet (BMC), O’Grady (Leopard), Chainel y Offredo (FDJ). Vincenzo Nibali decidió tomar cartas en el asunto, en principio buscando ayudar a su coequipier Peter Sagan; dio un primer tirón y cesó al no encontrar a su rueda al eslovaco. Después vino un segundo demarraje; éste no se interrumpió hasta coronada la subida. Nibali, en una demostración de clase, rebasó a todos los fugados excepto a un Van Avermaet crecido que encaró la bajada hacia San Remo con quince segundos sobre ‘lo Squalo’ y un grupo de favoritos en el cual Cancellara, encendido, tomó la responsabilidad.
En apenas un par de kilómetros, el belga vio finalizada su aventura. Apenas restaban tres mil metros, de inclinación favorable, y ocho superclases cuyas escuadras habían trabajado todo el día en espera de este momento histórico. Ballan, Cancellara, Gilbert, Goss, Nibali, el valiente Offredo, Pozzatto y el inconmensurable Scarponi. Los estacazos se sucedieron: cada ataque fue neutralizado y respondido en tres minutos de ciclismo ofensivo, sin horizonte más allá del Lungomare.
A 300 metros de meta Scarponi probó buscando la sorpresa, pero halló rápidamente la respuesta de un Gilbert cuya táctica era similar, Goss y Cancellara. En un esprint de pura fuerza, con todos abiertos cara al aire a falta de casi 150 metros, el australiano de HTC se llevó el gato al agua. Esta mañana había tuiteado su desayuno: “Pasta, cereales y un poco de café… ¡Espero que me lleven a la meta!”. En realidad, lo han llevado directamente a la historia y le han asegurado un puesto como líder del futuro GreenEdge. Es la justa recompensa por ganar una San Remo de las largas, que va a durar lo que duran las leyendas.

Ocho horas en quince minutos

Milán – San Remo es una carrera extraordinariamente normal. Su perfil es, sobre el papel, absolutamente anodino: casi trescientos kilómetros llanos con unas cuantas subidas, apenas repechos, dispersos a lo largo de la carrera. Los últimos compases de la prueba, como los de muchas otras desde que el Giro pusiera de moda los finales nerviosos para dificultar los esprints excesivamente controlados, tienen dos subidas reseñables. Para los escarceos de valientes con afán de protagonismo y el sufrimiento de los velocistas puros está la Cipressa, coronada a 22 de meta. Para los verdaderos favoritos sin fe en su esprint está el Poggio, cuatro kilómetros de repecho suave tras cuya cima quedan apenas seis mil metros, vertiginosos, de terreno favorable hasta la meta del Lungomare Italo Calvino donde, de no prosperar los demarrajes, se jugarán la victoria los esprinters.
El recorrido de Milán – San Remo no es, pues, excepcional. De hecho, el desarrollo no tiene más secretos que los expuestos. No hay encerronas, ni posibilidad de ataques lejanos. La carrera dura ocho horas, pero se resuelve en los quince minutos que se tarda en subir y bajar el Poggio… Quince minutos, eso sí, especiales, vibrantes por la leyenda que llevan asociados tras 102 ediciones de la que no en vano es llamada la Classiccisima. Carreteras estrechas y una pléyade de corredores con lo más granado del pelotón mundial, peleando a codazos por situarse lo mejor posible y lanzarse hachazos en una prueba cuya dureza viene dada por los ciclistas y su conciencia de que quien gana en San Remo pasa a la historia del ciclismo, llámese Eddy Merckx (siete veces vencedor de la prueba) o Marc Gómez (el primer cántabro en ganarla).

La gran incógnita de este año, la de siempre desde que en los cincuenta se añadieran repechos al tradicionalmente llano trazado de la carrera, es si triunfará una escapada fraguada en el Poggio o si se decidirá todo al esprint. Los precedentes apuntan a lo segundo: de las diez últimas ediciones de la Classiccisima, siete se han resuelto en una llegada masiva, tres de ellas a favor de Óscar Freire.
En una edición de pronóstico abiertísimo, el cántabro es seguramente el máximo favorito tras imponerse en dos etapas de la Vuelta a Andalucía y esconder un buen golpe de pedal en Tierreno-Adriático. En su contra jugarán la debilidad de sus coequipiers (sólo un hombre de progresión sorprendente, Sebastian Langeveld, parece con el fondo suficiente para estar junto a él) y quizá la lluvia, toda vez que su equipo Rabobank está teniendo problemas con sus ruedas en determinadas circunstancias meteorológicas como sintieron en la pasada París-Niza. En su favor, aparte de sus condiciones físicas, están su perfecto conocimiento del terreno al cual se enfrenta y el interés de otros equipos por forzar el esprint masivo: el Lampre de Petacchi (ojo a su coequipier Gavazzi), el Quick Step de Boonen, el HTC-Columbia de Cavendish (y Goss)… Y Garmin-Cervélo.

En la actitud que tomen los chicos de Vaughters residirá una de las claves de la carrera del sábado. La escuadra americana cuenta con tres candidatos a la victoria: el velocista Tyler Farrar, el campeón del mundo Thor Hushovd y el ambicioso Heinrich Haussler, que ya ha dejado constancia en su blog de Cyclingnews de que no va a San Remo “a hacer segundo o tercero”. La decisión que tome Garmin de jugar la baza del esprint o alentar los ataques y participar de ellos marcará en gran medida la prueba, habida cuenta de que es el único equipo con talento suficiente en sus filas para bloquear la Milán – San Remo.
Frente a todos los velocistas estarán los clasicómanos puros, todos aquellos hombres cuyas piernas han sido afinadas en Tirreno-Adriático y París-Niza con la mente puesta en el pavé o las Árdenas, cuyas opciones pasan por salir victoriosos en la batalla del Poggio. En esta categoría destacan tres corredores que han transmitido sensaciones excepcionales: el recuperado Allessandro Ballan de BMC, el impresionante Philippe Gilbert, con André Greipel como coequipier en Omega Pharma, y Fabian Cancellara, dispuesto a dar la primera victoria de prestigio a su Leopard Trek con Bennati en la recámara. A ellos podemos sumar la terna de Katusha (Di Luca, Pozzatto, Kolobnev), el ‘tricolore’ Visconti y las opciones de sorpresa de españoles como Flecha (Sky), Rojas o Ventoso (Movistar), quienes arriban a la prueba italiana con mucha competición en las piernas, para completar el paisaje de opciones y favoritos.
De los jóvenes aspirantes a saltar a la élite es mejor hablar poco. El ciclista de CSF Sacha Modolo tendrá complicado repetir su cuarto puesto del año pasado, mientras otras promesas como Sagan, Matthews, Boasson Hagen… probablemente sufrirán la longitud de una Milán – San Remo poco apta para los jóvenes. El primer Monumento de la temporada suele premiar con un pase a la historia a corredores contrastados, capaces de mantener el tipo durante ocho horas y actuar sabiamente en los quince minutos decisivos.

Fotos: Arueda.com y flickr de Garmin-Cervélo

Bicefalia, arrogancia, "hand in glove"

El frenesí de la temporada ciclista no cesa; estamos en Abril, mes de plena efervescencia en el mundo de las dos ruedas y con la actualidad dividida en varios focos. Mientras en el Circuito de la Sarthe Luis León Sánchez se llevaba una nueva victoria evitando el esprint con un potente demarraje en el último kilómetro, en la Vuelta al País Vasco se volvía a reproducir la controversia de ayer con Valverde realizando maniobras susceptibles de malinterpretación en su duelo con Óscar Freire. El cántabro zanjó el debate con unas contundentes declaraciones recogidas por el periodista de Eurosport Adrián G. Roca en su Twitter: «Ha sido la misma táctica, el mismo esprint que ayer, solo que en diferentes posiciones. A ver si [el juez] es igual de estricto». No lo fue.
La gran polémica del día se ha situado lejos de las carreteras. La ha desatado desde las páginas del diario inglés The Guardian el incomensurable velocista Mark Cavendish, indiscutible número uno del mundo en lo que a ‘volatas’ se refiere y una de las lenguas más largas del pelotón. «Él no es un problema para mí: yo soy mejor corredor». Las declaraciones, que dirigidas a un rival acérrimo constituirían una falta de respeto y una muestra de arrogancia extrema, adquieren un cariz aún peor cuando se conoce que van dirigidas a su propio compañero de equipo en HTC – Columbia, André Greipel. «Aun en mala forma, soy mejor que él».
«Me molestaron mucho sus comentarios tras Milán – San Remo. Si se veía mejor que yo podría haberlo dicho antes, y no con la hoja de resultados en la mano». Ya comentamos en su día la controversia surgida en torno a cómo Greipel perdió una buena oportunidad de luchar por la victoria en la ‘Classiccisima’ por ceder su puesto a Cavendish, corredor de mayor estatus que sin embargo se arrastraba por las carreteras en los días previos a la disputa del primer Monumento de la temporada. El resultado de esta decisión, ilógica en lo deportivo, fue un pobre 89º puesto para el velocista británico. Y, más adelante, unas explosivas declaraciones por su parte que amenazan con desestabilizar la armonía dentro de la escuadra capitaneada por Bob Stapleton.
Cavendish no se limita a criticar a su compañero (¿enemigo?), sino que impone condiciones públicamente: «No hay ninguna opción de que venga a una carrera donde yo participe». Desprecia con esto las opciones del esprinter alemán de participar en los más selecto del calendario mundial, reservado para el mayor caché de ‘Manx Express’. Y, al final de la entrevista, lanza unos últimos dardos sobre Greipel: «Si sólo quisiera conseguir victorias de mierda, correría carreritas de mierda (sic)». Sería justo y necesario recordarle al antiguo pistard de la Isla de Man que el único motivo por el cual Greipel tiene que correr «carreritas de mierda» es porque se ve obligado a cederle el mejor calendario. No se debe ser tan lenguaraz y hostil, y menos contra un coequipier.
Sólo parece existir una solución para este problema, y de hecho parece ser la buscada por Cavendish: la salida de uno de los dos hombres del equipo Columbia en dirección a otra nueva escuadra a la cual aportar la decena de triunfos que cualquiera de ellos (Mark ó André) garantizan cada temporada. Para el corredor germano ya se baraja un posible destino: Omega Pharma – Lotto, estructura históricamente acostumbrada a contar con un esprinter dominante en sus filas y huérfana de ello este año. Sin embargo, no parece probable que el culebrón acabe así. Resulta mucho más factible que sea Cavendish quien abandone Columbia con rumbo hacia el Sky de su mentor Dave Brailsford, que ya intentó en vano incorporarle este invierno y a buen seguro volverá a la carga con gusto el próximo. Teniendo en cuenta este dato, las declaraciones de Cavendish se pueden interpretar como un desaire, no ya a su compañero Greipel, sino al cuadro técnico de su equipo. Un gesto, un brindis contra ellos, un aviso de que está dispuesto a abandonar su plantilla apenas sea posible.
La bicefalia de Columbia ya no se sostiene; a Stapleton le ha llegado la hora de escoger con cuál de las cabezas quedarse. La punta de velocidad de Cavendish no tienen parangón en el ciclismo mundial, siendo Greipel algo más lento pero mucho más potente y consistente, tanto a la hora de lanzar esprints largos como para superar esas dificultades montañosas que son el talón de Aquiles del británico. Un factor diferencial llega cuando ambos se bajan de la bici: el carisma de ‘Manx Express’ contrasta con la timidez de ‘Hulk’, incapaz de atraer los focos hacia sí de otra manera que no sea sobre la bicicleta. Por otra parte, retener a Cavendish y dejar marchar a Greipel supondría perder una magnífica baza para los esprints y albergar en el seno del equipo una bomba de relojería, capaz de estallar en el momento menos adecuado por sus deseos de marchar a un equipo Sky para cuya concepción (británica) y talante (arrogante) es, como se dice en inglés, «hand in glove» (uña y carne).
Foto: Francis Ruiz

Las polémicas de Milán – San Remo

Una táctica sobria y un esprint fulgurante le dieron a Óscar Freire (Rabobank) su tercera Milán – San Remo el pasado sábado. El cántabro se adjudicó una edición, la 101, que estuvo como siempre rodeada por unos días previos llenos de expectación… y unos posteriores marcados por la alabanza al ganador y la polémica.
El triunfo de Óscar Freire resultó, en una palabra, imperial. El cántabro realizó una aproximación ideal a la clásica italiana: en principio centrado en conseguir victorias que le dieran confianza (un trofeo de la Challenge de Mallorca, dos etapas de la Vuelta a Andalucía), encontró un obstáculo en forma de gripe en la Tirreno-Adriático, antesala de San Remo. Esto provocó que en la Carrera de los Dos Mares apenas se le viera en cabeza, lo cual bajó su cotización como favorito a la victoria.
Un triunfo imperial
Eso a él no le molestó. Lo reconocía sin tapujos en una entrevista a Deia, donde también dejaba un premonitorio «mi condición física es como para ganar». Confiaba en sus posibilidades, y éstas no le defraudaron. Y es que el guión del primer Monumento de la temporada no tiene secreto alguno para el cántabro. Con la del sábado son tres las ocasiones en que se ha impuesto en la recta de meta, antes Via Roma y ahora Lungomare Italo Calvino; tres ocasiones similares en las cuales ha esprintado más que el teórico favorito para hacerse con la victoria. En 2004 batió sobre la misma línea de meta a un Zabel que ya celebraba su quinto triunfo en esta carrera; en 2007 derrotó con claridad a un Petacchi que acababa de rebasar su apogeo. Y en 2010…
En 2010 Freire consiguió un triunfo de mérito que le sitúa como el quinto con más ediciones de Milán – San Remo en su haber (el primero es Merckx con siete; Freire empata con Coppi y De Vlaemnick) gracias a tres factores clave. El primero, claro está, sus propias condiciones, tanto físicas como mentales, aderezadas con una experiencia extensa. El segundo su compañero Paul Mertens, prometedor esprinter alemán que se filtró junto a él en el grupo de cabeza y arropó a Óscar en los últimos kilómetros, evitando que los grandes favoritos cogieran su rueda con comodidad. Y la tercera fue una de las controversias del día: la táctica de Liquigas.
¿Por qué jugó Liquigas la baza de Bennati?
«Un equipo como Liquigas podía hacer cualquier cosa, desde atacar hasta esperar al esprint. Han optado por el esprint y todos nos beneficiamos de ello». Con estas palabras reconocía el propio Óscar Freire cuán beneficiosa para sus intereses fue la táctica del equipo italiano, uno de los más fuertes del mundo (si no el más), en la Milán – San Remo. Roberto Amadio contaba con un arsenal envidiable a su disposición: escaladores de relumbrón como Nibali, Kreuziger, Pellizotti y, en menor medida, el joven Valerio Agnoli; tres rodadores potentísimos como Daniel Oss, Sabatini y Quinziato; y, como joya de la corona, el esprinter Daniele Bennati, muy rápido pero algo limitado en las clásicas.
En lugar de destrozar la carrera en los ‘capos’ con sus múltiples bazas y guardar en la recámara la bala de Bennati, Amadio prefirió jugárselo todo a la carta del velocista de Arezzo. La acumulación de talento existente en su ‘ocho’, sin embargo, acabó provocando ciertas vicisitudes y malos humores en el equipo: el siciliano Vincenzo Nibali pasó al ataque en la parte final de la carrera y ello provocó el enfado de Bennati, que afirmaba en TuttoSport que «Nibali debería haber estado también en nuestro ‘tren'». El malestar crece cuando se comprueba que su demarraje provocó el salto de ‘Pippo’ Pozzatto y, con ello, el posterior gasto de energías de un Daniel Oss inconmensurable que tuvo que vaciarse para controlar el grupo en soledad durante más de dos kilómetros.
¿Por qué tiraba Garzelli?
Hablando de tácticas conservadoras, es inevitable referirse a la labor llevada a cabo por Garzelli en el Poggio, última cota de la Milán – San Remo. En él, el ganador del Giro d’Italia 2000 se puso en cabeza del grupo y controló su paso hasta que un ataque de Gilbert rompió su ritmo y le eliminó. La pregunta es por qué el corredor de Acqua e Sapone no intentó usar la fuerza que atesoraba el sábado para atacar en lugar de para frenar los demarrajes del resto de corredores. En principio, trabajaba para su coequipier Luca Paolini (décimo en el esprint); sin embargo, el asunto no parece tan claro. No en vano, el prestigioso periodista de CyclingWeekly Lionel Birnie insinuó en su Twitter la posibilidad de que su trabajo estuviera pagado por otra escuadra.
¿Por qué Columbia optó por Cavendish en lugar de Greipel?
Siguiendo con derrotados del primer Monumento de la temporada, no cabe duda que el gran fiasco de la carrera antes de empezar se localizaba en el seno del equipo Columbia. El conjunto americano, que a la postre sólo introdujo al voluntarioso australiano Michael Rogers (25º) en el grupo de los elegidos que llegó en cabeza al Lungomare Italo Calvino, tomó la salida con la certeza de que no iban a salir bien parados de la clásica italiana.
En las filas de Columbia estaba el campeón saliente, Mark Cavendish; pero su estado de forma era alarmantemente deficiente. El bagaje con que contaba el británico este 2010 era, cuando menos, pírrico: no incluía victoria alguna y sí la deshonra de haber llegado descolgado en todas las etapas de Tirreno – Adriático, en la última a consecuencia de una caída cuando iba bien colocado para disputar el sprint. De cualquier manera, los presagios eran malos y se cumplieron: Cavendish se cortó en el descenso del Turchino y, tras reintegrarse en el pelotón gracias al trabajo de sus compañeros, cedió de nuevo en la Cipressa, penúltima cota de la carrera, para acabar en una anónima 89ª posición.
Sin embargo, lo más sangrante del caso no es el mal renidimiento de Cavendish, sino cómo Columbia apostó por él en detrimento del alemán André Greipel, velocista de campanillas como el británico. La diferencia entre ambos radica únicamente en la mayor celebridad de Cavendish: el alemán consigue un número similar de victorias (23 a 20 en 2009, 17 a 14 en 2008), pero el caché del británico le impulsa por encima suya en la jerarquía del equipo Columbia. Ello provoca que Greipel, que no esconde su frustración, se vea relegado a la hora de tomar parte en las mejores carreras del mundo. Incluso aunque Cavendish demuestre no estar en forma para participar con éxito en ellas…
Sorpresas y espectáculo
En Milán – San Remo también hubo lugar para la aparición de ciclistas con los cuales no se contaba, que sólo en algunos casos dieron así una alegría a su equipo. Y es que, por increíble que parezca, hubo un joven sorprendente que no acabó de agradar a su escuadra (ni a sí mismo) con su buena actuación. Yohann Offredo, rodador de 24 años de la Française des Jeux, rodó dieciséis kilómetros escapado en la parte final de la carrera, entre la Cipressa y el Poggio, una gesta encomiable teniendo en cuenta las alta velocidad y la dureza que se acumulan a esas alturas de la prueba. Sin embargo, su conducta y la de su director en la línea de meta dan a entender que su desempeño no fue del todo valorado, ya que ambos entendían que debería haber esperado para lanzar su último ataque.
Aunque si hay que hablar de sorpresas, la más destacada fue el esprinter de Colnago-CSF Sacha Modolo. Nadie contaba con este joven italiano de 22 años, que con apenas una veintena de días de competición como profesional realizó la machada de colarse cuarto en la ‘volata’ final. Modolo, ganador el año pasado del GP Liberazione (prueba reina del calendario ‘dilettante’ italiano), supo colocarse adecuadamente y pasar con los mejores el Poggio, postulándose también como un clasicómano prometedor. Un escalón por debajo en el grado de sorpresa estuvo Francesco Ginanni (Androni Giocattoli), cuyas inmensas condiciones necesitan refrendarse cuanto antes en un calendario de mayor nivel que el italiano.
Para terminar esta contracrónica de la Milán – San Remo, que mejor que un vídeo curioso e impresionante: la grabación del descenso de la Cipressa hecha por el catalán Juan Antonio Flecha con una cámara en su casco, obviamente fuera de carrera. Ha sido publicada hoy en el blog de Michael Barry, director del equipo Sky… y quita el hipo.

PD Un agradecimiento para Cyclismag, web altamente recomendable que me ha sido de gran ayuda para recopilar gran parte de la información del texto

Cavendish gana una San Remo de oficina

21 de Marzo, Arueda.com

Faltaron ataques en la Milán – San Remo 2009. Se notó en exceso la ausencia de algunos teóricos favoritos, en su mayoría clasicómanos, que no llevaron a buen término su preparación por diversos motivos. Fabian Cancellara renunció por un precario estado de forma, pensando quizá en el Giro. Frank Schleck y Óscar Freire sufrieron sendas lesiones; el campeón del mundo Alessandro Ballan está enfermo. Mirco Lorenzetto, quinto el año pasado y potencial sorpresa, amaneció febril y no pudo tomar la salida.

Sin embargo, la plana mayor de esprinters puros sí se presentó al completo. Tom Boonen, Mark Cavendish, Alessandro Petacchi, Thor Hushovd, Daniele Bennati, Robbie Mc Ewen, también los españoles Koldo Fernández de Larrea y José Joaquín Rojas. Velocistas, acompañados de potentes equipos en la mayoría de los casos, con buenos corredores supeditados a sus objetivos.

Así las cosas, las esperanzas de movimiento eran pocas. El equipo Acqua e Sapone, con Stefano Garzelli y Luca Paolini en plena forma, podía ser buen animador. El libérrimo Pozzato podría haber dado una exhibición de cualidades. Por supuesto, estaba Lance Armstrong, a priori dispuesto para ejercer de ‘sheriff’. Sin embargo, la alternativas más sólidas eran dos: la terna de Diquigiovanni, formada por Gilberto Simoni, Michele Scarponi y Davide Rebellin, reventando el grupo a base de ataques; ó el potentísimo Luis León Sánchez haciéndose de un pequeño hueco subiendo el Poggio para consolidarlo bajando y ganar en solitario.

Ninguna se cumplió. Faltó decisión, sobraron escuadras para controlar, convencidas de las posibilidades de victoria de sus velocistas. De inicio se formó una fuga de once corredores de medianías, donde destacaban únicamente el austríaco de Columbia Bernhard Eisel y el ruso de Katusha Mikhail Ignatiev. Controlaban la distancia LPR (Petacchi), Cervélo (Hushvod) y Quick Step (Boonen), la fuga se fue desgranando y cuando fue abortada definitivamente al pie de la Cipressa sólo quedaban en cabeza el citado Ignatiev, Sebastian Turgot (Bouygues), Christophe Le Mevel (Française des Jeux) y el local Giampaolo Cheula (Barloworld).

En la Cipressa, la penúltima cota del recorrido, el soso desarrollo de la carrera parecía romperse. Michele Scarponi tomó la primera posición del pelotón y empezó a seleccionarlo. Los ciclistas más débiles cedieron pronto, se formaron numerosas catervas por detrás que incluían nombres ilustres como Robbie Mc Ewen, Koldo Fernández de Larrea o el celebérrimo Lance Armstrong. En la pomada sólo quedaron dos grupos: por delante uno de veinte ciclistas donde tiraba Liquigas al ser Benatti el único esprinter integrado en él, por detrás otro de treinta donde LPR trabajaba a marchas forzadas para llevar a Petacchi delante, aunque trajera consigo a varios rivales. Lo consiguió.

Quedaba así un grupo demasiado grande y repleto de hombres rápidos al llegar al pie del Poggio. Un Caisse d’Épargne envalentonado se tomó la cabeza de grupo en pos de las opciones de José Joaquín Rojas, sacrificándose infructuosamente. Française des Jeux hizo después lo propio en un movimiento algo necio, dado que no tenía ningún hombre capaz de entrar ni siquiera entre los cinco primeros en una hipotética volata en San Remo. Se empezó a subir y…

… No ocurrió nada. Prácticamente nada. El Poggio es una subida más o menos corta y suave; la dureza la deben poner los ciclistas, y eso no sucedió. Sylvain Chavanel se puso en cabeza para marcar un paso lento que salvaguardara las opciones de su jefe Boonen, y se mantuvo ahí durante kilómetros; primero solo, luego acompañado de otros coequipiers de Quick Step. Cuando quedaban apenas mil metros para coronar, Rebellin lo intentó a la desesperada sin resultado; Pozzato le secundó y repitió la acción, adquiriendo una pequeñísima ventaja que luego desperdició en la bajada. En todos esos movimientos anduvo metido Egoi Martínez (Euskaltel), el primero de los tres españoles que apareció en los compases finales de la carrera. El siguiente en hacerlo fue Luis León Sánchez, quien una vez acabado el descenso quemó sus naves con un derroche de potencia que ni siquiera inquietó a un grupo donde ya se mascaba el esprint.

Y el esprint al final llegó. Los equipos se disputaron el dominio del mismo,saliendo ganador de la contienda un Columbia que gracias a Hincapie consiguió colocar inmejorablemente a Cavendish. Todo, sin embargo, saltó por los aires cuando el corredor de Cervélo Heinrich Haussler demarró y sorprendió. El alemán ha explotado este año, ha mostrado una gran fortaleza y una regularidad que hasta ahora ni se le sospechaba. Sabedor de que su explosividad no es suficiente para volatas cortas y su sprint de media distancia era inferior al de ocho o diez de sus contrincantes, decidió jugárselo todo a una arrancada larga.

Casi le sale bien, de no ser por un Mark Cavendish superlativo que saltó desde atrás, cogió su rebufo y pudo superarle en un último golpe de riñón excepcional. Ambos, alemán y británico, picaron dos segundos respecto del resto de contendientes, que no supieron ni pudieron seguir la rueda de Cavendish hacia la línea de meta. Tercero en la misma fue Thor Hushvod, coequipier de Haussler al que quizá perjudicó la arrancada de su compañero; séptimo fue Aitor Galdós, de Euskaltel, que sorprendió al colarse entre los grandes y compensó de alguna a manera a su equipo la posible fractura de clavícula sufrida por Iñigo Landaluze en una caída bajando la Cipressa.

Los últimos tres kilómetros de Milán – San Remo fueron emocionantes y tuvieron algunos ingredientes de sorpresa. El resto de la carrera, para qué engañarnos, no mereció la pena y no quedará en la memoria de ningún aficionado. No todas las competiciones pueden ser cantos al ciclismo, como la París – Niza que vivimos recientemente. Aunque siempre es un sinsabor ver como monumentos como Milán – San Remo pueden ver a su espectáculo darse de bruces contra el ferreo control táctico del ciclismo moderno. A veces, ciclismo de oficina.

Repaso a los favoritos de Milán – San Remo (II)

II – Los outsiders
Este año, la inclusión de la Pomepeiana les da mayor margen. Amplía sus opciones de victoria. Los clásicos Cipressa y Poggio, donde tan importante es la subida como la bajada, constituyen junto al citado Pompeiana el momento en que se jugarán sus bazas, atacando desde lejos; su gran momento, en definitiva. Son aquellos cuyas cualidades están fuera de toda duda, cuya condición física les coloca un punto por encima del resto de ciclistas no-sprinters. Son aquellos que sueñan con imponerse en San Remo, en solitario y por delante del pelotón.

Fabian Cancellara [CSC]
A un nivel diferente, es el próximo Lance Armstrong. El hombre de los siete Tours avasallaba a sus rivales en julio y, como mucho, junio; no sabía [ni quería saber] hacer otra cosa que ganar en los Campos Elíseos. Cancellara, el suizo de CSC que en su día formara parte del memorable GS III de Mapei, es capaz de avasallar a sus rivales en cualquier terreno que no sea alta montaña. Sus cualidades para el llano, el pavé, la lucha en solitario, el plato grande… estaban de sobra acreditadas. Ahora, se unen a la facilidad insultante que ha demostrado para subir muros y colinas de cierta entidad, aunque sea menester para ello sufrir sobre la bicicleta de manera impropia para un ciclista de su clase.
Cuatro victorias jalonan su palmarés este año: prólogo de la Vuelta a California, la novedosa Monte Paschi Eroica, contrarreloj y general de Tirreno – Adriático. Esto constituye una carta de presentación temible para un ciclista capaz de hacer saltar la banca atacando al bravo pelotón en el último kilómetro, como ya hiciera en el Tour 2007 (concretamente, en Compiegne). Así, la reedición de una victoria como la de Tchmil en 1999, con un tremendo demarraje a 500 metros de meta, parece al alcance de su mano.

Alessandro Ballan [Lampre]
Se ha dejado ver con más corazón que cabeza en este principio de temporada, con ataques de pura potencia que dejaban boquiabiertos a sus rivales; estos se limitaban a reorganizarse para cazarle en el llano. Ante él, no había opción a contestar en solitario.
Como puesto de mérito para un ciclista de clase mundial como él solo destaca el segundo lugar de la Monte Paschi Eroica que se adjudicó Cancellara. Sus opciones pasan por el ataque lejano… o incluso el sprint, disciplina donde ha demostrado de sobra desenvolverse perfectamente.

Davide Rebellin [Gerolsteiner]
El veterano clasicómano italiano parece encontrarse ante una de sus últimas oportunidades de triunfar en una carrera que históricamente se le ha resistido; cuarto en 1995 es su mejor resultado. El momento de forma parece propicio, tras adjudicarse el Tour de Haut Var y París – Niza este último mes; el recorrido, con más dureza acumulada, también.

Filippo Pozzato [Liquigas]
Al ‘Príncipe’, con 27 años, le ha llegado la hora de ser Rey. Una reedición de su triunfo en 2006, sorprendiendo a propios y extraños, sería una buena manera de encaramarse al trono. Cuenta con la misma baza de Ballan: poderío suficiente para jugársela al sprint o a la escapada. El Giro de Grosseto y una esperanzadora actuación en Tirreno – Adriático le postulan como un buen candidato a la victoria.

Paolo Bettini [Quick Step]
No inspira la sensación de poder, de respeto, de hace bien poco. Ha demostrado ser humano tras acabar el último la Monte Paschi Eroica, tan solo por la ambición de terminarla; además, su momento de forma parece un tanto precario. Solamente su actitud y su clase innata (que no es poco) le avalan como aspirante al triunfo.

Danilo Di Luca [LPR]
Su exilio en LPR, perjudicado por ese absurdo llamado Pro Tour, hace que Danilo se plantee esta Milán – San Remo con un aire diferente. Sin la presión que implica ser el líder de un gran equipo, podrá llevar a cabo tácticas más “descabelladas”, como el ataque lejano; o esperar a que la carrera se lance para jugársela con más lógica en el desenlace final del Poggio. Los resultados obtenidos no representan su estado de forma, que tiene poco o nada que envidiar al de muchos otros favoritos.

Philippe Gilbert [Française des Jeux]
El belga parece haber perdido ese punto extra, casi mágico, que acompaña al ciclista que además de en forma se encuentra en estado de gracia. Tras sus triunfos en la Challenge de Mallorca, Samyn y Het Volk, un discreto papel en París – Niza hace que sus opciones de victoria en Milán – San Remo bajen enteros.

La segunda fila de outsiders la componen escaladores y clasicómanos cuyo momento de forma no es el ideal; casos como el de Riccardo Ricco’ (Saunier Duval), cuya presencia es dudosa por el momento; o Rinaldo Nocentini (AG2R), cuyo rendimiento en París – Niza fue menor de lo que indica su segundo puesto. También aparecen algunos corredores a los que quizá les falte un punto de nivel para plantear una alternativa real al triunfo, como Sylvain Chavanel (Cofidis), líder un día en París Niza; Joaquín Rodríguez (Caisse d’Épargne), vencedor de etapa en Tirreno – Adriático; o Carlos Barredo (Quick Step), que hizo lo propio en París – Niza.

Fotos: BBC / Cyclignews

Repaso a los favoritos de Milán – San Remo (I)

I – Los sprinters
Son los hombres destinados a disputarse la victoria en la lucha de la volata, buscando con nerviosismo referencias, ruedas buenas; evitando codazos, bandazos y entorpecimientos tácticos realizados por los lanzadores de sus homólogos en otros equipos. Kamikazes sobre ruedas, dispuestos a obtener el momento de mayor gloria del año (quién sabe si de su carrera) a costa de su salud y a más de 60 kilómetros por hora.


Óscar Freire [Rabobank]
Sin duda, el aspirante número uno a la victoria; incluso las casas de apuestas online, como Bwin ó Miapuesta, le dan ganador.
Y, en este caso, resulta difícil no darles la razón a los apostantes. El gran momento de forma que ha exhibido en Tirreno – Adriático, con dos victorias de etapa y una insultante sensación de superioridad en casi cualquier situación gracias a su inteligencia táctica, unido a su condición de vigente campeón de la carrera, le coloca como el rival a batir.

Alessandro Petacchi [Milram]
Ha disputado siete sprints esta temporada; concretamente, en el GP Costa de los Etruscos, en tres etapas de la Vuelta a Andalucía, en otra de la Vuelta a Valencia y en dos parciales de Tirreno – Adriático. De estas siete volatas, en seis se ha hecho con la victoria; solamente le ha superado Óscar Freire en uno de sus dos duelos en la “Carrera de los dos mares”.
Esta buena estadística conlleva que se le considere como aspirante al triunfo en la nueva llegada de Italo Calvino, que sustituye a la Via Roma donde el de La Spezia ya se impusiera en 2005, en este caso con los colores de Fassa Bortolo

Thor Hushovd [Credit Agricole]
Tras un año relativamente aciago, el noruego parece haber vuelto por sus fueros esta primavera, o incluso mejor. En París – Niza deslumbró con una combatividad que hasta ahora no se le había visto, provocando cortes aun siendo portador del liderato que obtuvo tras birlarle la victoria en el prólogo al vasco Markel Irízar.
Así, en esta Milán – San Remo parece destinado a mejorar su tercer puesto de 2005; ya sea con su poderoso sprint… o con un ataque en el Poggio, la Cipressa o la nueva Pomepiana

Tom Boonen [Quick Step]
No corren buenos tiempos para el otrora prodigio belga. Parece ser que la maldición del arco iris de Madrid 2005 se manifiesta ahora, en este momento. Tras adjudicarse cuatro etapas y la general en la Vuelta a Qatar, además de otro parcial de la Vuelta a California. Tras esto, su papel en las carreras donde ha competido ha sido más bien triste: cuarto en Kuurne, un paupérrimo 85º lugar en Het Volk, y totalmente desapercibido en Tirreno – Adriático.
Milán – San Remo se plantea para él como una oportunidad de reivindicación, de demostrar que lo suyo no es ni será flor de un día, que este año puede andar como lo hiciera en 2005 y 2006.

Además, en una segunda fila de velocistas se encuentran Enrico Gasparotto (Barloworld), que luchó codo con codo con el apabullante Fabian Cancellara por la general de Tirreno – Adriático; Danilo Napolitano (Lampre), ganador de etapa en Qatar y Grosseto; Robbie Mc Ewen (Predictor), que afronta la cuesta abajo de su carrera con cierta dignidad aunque sin la chispa de antaño; el triplete de High Road, formado por Gerald Ciolek, Bernhard Bisel y Vicente Reynés; y, finalmente, otros dos españoles como son José Joaquín Rojas (Caisse d’Épargne), bastante recuperado de su caída en Mallorca; y Koldo Fernández de Larrea, cuya participación con Euskaltel estaba en duda pero que sin duda se encuentra en buena forma tras su victoria de etapa en la Vuelta a Murcia.