Basso y Liquigas ordenan las fuerzas del Giro

El único hecho que parecía consumado de antemano en la salida de este Giro de Italia era que Liquigas iba a ser el equipo más fuerte de la carrera. Parecía una verdad incontestable y el devenir de los acontecimientos en esta ‘corsa rosa’ no hace sino dar la razón a esa sensación inicial. La escuadra verde ejerce una tiranía incontestable, se saben dueños y señores del transcurso de la prueba. Eso, un lujo, se convierte a veces en un hándicap tal y como sucediera camino de L’Aquila, cuando el resto de formaciones (incluyendo el Astaná del entonces líder Vinokourov) les cedieron la tostada para cazar a la inmensa fuga de sesenta corredores que casi cambia la carrera. Fue un día de perros para los hombres de Roberto Amadio, que terminaron por claudicar y tomar el mando del pelotón con cierto oprobio. Tuvieron que renunciar a su táctica porque la actitud del resto de equipos hacía que ellos mismo fueran los máximos perjudicados por ella.
A pesar del tropezón del día de L’Aquila, Liquigas siguió siendo el líder de facto de la carrera. No sólo le ha sido adjudicado el papel, sino que prácticamente lo ha reclamado en cada ocasión, en cada metro de recorrido. Parecía disgustarles ver a Caisse d’Épargne llevando el control, a pesar de que esa suerte fuera la natural para los pupilos de Neil Stephens toda vez que uno de sus hombres, David Arroyo, portaba la ‘maglia rosa’. En la etapa de hoy, apenas han llegado las primeras pendientes de la jornada, los Liquigas han arrebatado el testigo a los bancarios. Les liberaban de responsabilidad sin sacar ninguna contraprestación, toda vez que el ritmo del pelotón apenas ha aumentado en los primeros compases de dominio ‘verde’. Los efectos del trabajo del conjunto italiano se han visto en el Passo Duron, segundo puerto de la jornada, cuyas estrechas rampas han generado la primera selección de la carrera gracias al arreón de Agnoli, Vanotti y Kiserlovski, hoy gregarios magistrales incluso por encima de Sylvester Szmyd.
Si bien la superioridad de Liquigas era un hecho, la fortaleza de sus líderes ofrecía algo más de dudas. La preparación de Vincenzo Nibali no ofrecía demasiadas garantías de que fuera un candidato sólido a aguantar las tres semanas en punta; la opacidad de Ivan Basso hacía que tampoco fuera un caballo ganador de inicio. Es por ello que las decisiones tácticas de Roberto Amadio parecían cuestionables. Llevar controlada la carrera hasta sus últimos compases y una vez ahí dejar a sus jefes de filas batirse el cobre en igualdad de condiciones con el resto de favoritos en lugar de aprovechar la indudable fortaleza individual de sus elementos para levantar el zafarrancho de inicio era, por así decirlo, despreciar una ventaja muy significativa. En este punto hay que remitirse de nuevo a L’Aquila, donde filtraron en la escapada a su tercera baza, Robert Kiserlovski. El croata no mostró buenos detalles; al contrario, cedió algo de tiempo respecto a los mejores de la escapada. ¿Dónde estaba la fiabilidad en apostar por el movimiento de ciclistas de segunda fila en detrimento de Basso y Nibali?
El tiempo ha dado la razón a Amadio. O, mejor dicho, se la ha dado el Zoncolan. La subida alpina, rebosante de público para la ocasión, ejerció de navaja de Occam y desmenuzó las fortalezas y debilidades de todos y cada uno de los participantes de este Giro. Para muestra, un dato: el primer grupo de más de dos componentes en llegar a meta lo hizo a nueve minutos y medio del ganador, compuesto del destronado Stefano Garzelli, su gregario Vladimir Miholjevic y el antes nombrado Kiserlovski. Los 34 corredores que entraron por delante de ellos fueron de uno en uno, o como máximo en dueto.
Así las cosas, gracias a la catarsis organizada a partes iguales por Ivan Basso, su equipo Liquigas y un recorrido durísimo, la clasificación de hoy establece prácticamente el orden de fuerzas de este Giro. A saber: Basso, Evans, Scarponi, Cunego, Vinokourov, Sastre, Nibali; tres sorpresas como Pinotti, Martin y Gadret; y, undécimo, David Arroyo. Desaparecen de la zona noble algunos afortunados de L’Aquila como el desconcertante Wiggins o el fulgurante Xavi Tondo, a la par que ceden paulatinamente otros como Gerdemann o el omnipresente Kiserlovski. El austrliano Richie Porte y el líder David Arroyo aguantan dignamente, sabedores de que no subirán a lo más alto del podio de Verona pero sí pueden mantener una reconfortante posición entre los cinco primeros.
Y, como caso aparte, Carlos Sastre. El abulense fue la gran decepción del inicio de la gran ronda italiana, una decepción anunciada por su pésima preparación. Ocho días no son suficientes para aspirar a llegar bien a ninguna parte. El infortunio además le maltrató, colocando múltiples trampas en su camino a base de pinchazos y caídas. Y, en L’Aquila, la fortuna le sonrió colocándole en una fuga que le permitió limar todo el tiempo perdido. Ese equilibrio de designios universales le ha permitido situarse donde debería haber estado con una preparación adecuada: en la pomada, a menos de un minuto del líder fáctico Basso y por delante del resto de candidatos a la victoria final. El momento de Carlos llega ahora: en la tercera semana, después de haberse puesto a punto durante catorce etapas y con terreno de sobra para marcar diferencias.
Para llegar a su deseado ‘rosa’, el abulense deberá burlar la superioridad de Liquigas apoyado por Cervélo, un conjunto que no es ningún escándalo. En las mismas circunstancias, o peores, se encuentran el resto de favoritos, llámense Evans, Vinokourov, Scarponi o incluso Cunego. Da la sensación de que la posibilidad de que un ciclista que no sea de Liquigas gane esta edición del Giro depende en gran medida del grado de anarquía táctica que sean capaces de generar los 148 corredores que toman parte en la gran ronda italiana y no visten de verde.

Foto: CyclingNews
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El arte de la fuga bidón

El miércoles, el Giro d’Italia quizá vivió su etapa más decisiva de su edición 2010. El recorrido quebrado y maratoniano que unía las ciudades de Lucera y L’Aquila en el undécimo parcial de la carrera parecía destinado únicamente a mermar a los corredores, que a priori debían pasar unas ocho horas sobre su máquina y estar atentos únicamente en la emboscada tendida en los últimos kilómetros con una ‘tachuela’ y un final en cuesta. Pero el guión de una prueba ciclista no lo pone la carretera, sino los corredores…
La fuga bidón es uno de esos antiguos artes del ciclismo que ya no se estilan, como los ataques por parejas o las escapadas en solitario. Antes no había gran ronda que no viera, al menos por un día, que un grupo grande de corredores inofensivos para la general se distanciara de un permisivo pelotón para jugarse la victoria de etapa y el liderato. Estos corredores, con el paso de las jornadas, iban cediendo tiempo paulatinamente respecto de los grandes favoritos para acabar situados de nuevo en las catacumbas de la general. A veces, pocas, los componentes de esta fuga bidón conseguían lo impensable, aguantaban su ventaja y se llevaban el gato al agua. Tal fue el caso del francés de origen polaco Roger Walkowiak, a quien dos escapadas de este género y un innegable talento le valieron llevarse el Tour de Francia de 1956; caramelo envenenado, este triunfo acabó por demoler su carrera deportiva… Pero esa es otra historia.
En el ciclismo moderno, el de los grandes equipos capaces de bloquear la carrera, las fugas bidón quedaron fuera de lugar. La fortaleza de las escuadras de los favoritos hacía posible que no hubiera grupo de valientes capaz de alejarse del pelotón para hacerse con el jersey de líder. La permisividad llegaba en la tercera semana, cuando se dejaban ir las llamadas escapadas consentidas, una suerte que llegó a tener incluso sus especialistas, los cazaetapas.
Así, las fugas bidón se convirtieron en ‘rara avis’. Hasta que llegaron los Tours de Lance Armstrong, y con ellos el dominio de su equipo US Postal. Johan Bruyneel, director del conjunto norteamericano, se encontró con un problema: la irresistible superioridad del tejano y sus coequipiers hacía que éste cogiera el maillot amarillo demasiado pronto, obligando a los suyos a desgastarse durante demasiados días en cabeza del pelotón, controlando la carrera tal y como corresponde a la escuadra del líder. Para resolver el inconveniente, el belga recurrió a la fuga bidón: regalar el liderato a un anónimo del pelotón, para así encomendar a él y su equipo el deber de controlar la carrera.
La fuga bidón por excelencia de la época Armstrong fue, sin duda, la que tuvo lugar en 2001 camino de Pontarlier. Fue una jornada larguísima y marcada por el mal tiempo… y la fuga de catorce corredores que contaron con el beneplácito del pelotón para adelantarse y coger el mando de la carrera. Los grandes fueron permisivos hasta la exageración: casi 36 minutos de ventaja colocaron en los primeros lugares de la general a Stuart O’Grady, François Simon y el kazajo Andrei Kivilev. Y, si bien el australiano claudicó a las primeras de cambio, el francés tomó el liderato y lo aguantó cuatro jornadas más para finalizar sexto en la general final, mientras el kazajo quedó cuarto a escasos cincuenta segundos del podio, cuyo último integrante fue el lazkaotarra Joseba Beloki.
Aunque, si hablamos de fugas bidón trascendentes para la general, sin duda el caso paradigmático en esta década es el de la fuga de Montelimar que encumbró a Óscar Pereiro como líder del Tour de Francia 2006. No era, en realidad, una fuga bidón de manual. Lejos de las decenas de ciclistas que suelen involucrarse en este tipo de escapadas, la del gallego sólo contaba con cinco implicados: Andrei Grivko, Sylvain Chavanel, Manuel Quinziato, Jens Voigt y el propio Pereiro. En esta ocasión fue Phonak, que contaba en sus filas con el líder de la carrera en la persona de Floyd Landis, quien permitió que la escapada cogiera la ventaja suficiente para que Óscar Pereiro se colocara en primera posición de la general. Más adelante, Landis recuperaría el liderato de manos del gallego gracias a una prodigiosa exhibición camino de Morzine. Tenía truco. Y Pereiro, segundo en París, pasará a la historia como ganador de aquella edición del Tour. Todo gracias no sólo a la bajeza de Landis, sino a su audacia para realizar su movimiento camino de Montelimar.
El pasado miércoles, el Giro de Italia 2010 quizá viviera su particular Pontarlier, o Montelimar. Fue camino de L’Aquila cuando un grupo con la friolera de 56 corredores se adelantó respecto del pelotón de los favoritos para aventajarles en más de doce minutos en la meta y, con ello, volver la carrera del revés. La debilidad del Astaná del líder Vinokourov y el BMC de Evans permitió esta circunstancia. Y la inactividad del Liquigas de Basso y Nibali, equipo más potente de la ‘corsa rosa’, pensando en que no había peligro real en los integrantes de la escapada, la alentaron. Ahora, cabe especular hasta dónde llegarán las consecuencias de este desastre táctico para los citados…
En principio, el actual líder Richie Porte (Saxo Bank) debería desaparecer pronto de las primeras posiciones de la general. Porte, ex triatleta, afronta su primera vuelta grande y posiblemente acuse el paso de los días cuando la carrera se encuentre inmersa en la durísima tercera semana. Tras él se encuentra un dúo de ciclistas correosos: tanto David Arroyo (Caisse d’Épargne) como Robert Kiserlovski (Liquigas) muestran una considerable fortaleza y aptitud para las grandes rondas, siendo el croata si cabe más brillante que el talaverano. Valerio Agnoli (Liquigas) y Linus Gerdemann (Milram) tendrán que enfrentarse con sus limitaciones y dar el salto de calidad si quieren agarrarse a un puesto en el top 5. Y luego están Wiggins y los Cervélo…
Bradley Wiggins (Sky) llegó a la salida de Amsterdam siendo una auténtica incógnita, que pareció despejarse primero con su excelsa victoria en el prólogo y, luego, con su mal rendimiento en el movido periplo holandés. Después de emplearse de manera digna el resto de parciales, su presencia en la fuga le colocó en la zona noble de la general, paliando la desventaja que acumuló en los primeros días de carrera y colocándose en disposición de pelear por la victoria final como ya hiciera en el pasado Tour de Francia. Aunque, refieriéndonos a paliar desventajas, sin duda el gran exponente y principal beneficiado de la fuga bidón es un Carlos Sastre (Cervélo) que ya tiene «ganas de que llegue la montaña» para demostrar que su infame primera semana de carrera fue únicamente producto de la mala suerte. Los doce minutos recuperados en la meta de L’Aquila vienen como anillo al dedo al abulense, que ha dado un gran golpe moral y afronta los días finales de la gran ronda italiana, su especialidad, muy alto de moral y cercano a un buen estado de forma.
Su gran rival de entre todos los presentes en la fuga bidón posiblemente sea su compañero de equipo Xavi Tondo. El catalán, que ha llegado al ProTour este año tras desempeñarse durante años a gran nivel en el segundo plano del ciclismo, ha sorprendido a propios y extraños durante toda la temporada. Este Giro no ha hecho sino seguir la tónica: sacrificado en pos de Sastre, en la primera jornada de montaña fue liberado de sus obligaciones y se coronó como mejor escalador del grupo de favoritos, adelantando a los grandes de la carrera en veinte signficativos segundos. Con la fuga de L’Aquila no sólo enjugó su desventaja, sino que consiguió seis minutos de ventaja respecto de Vinokourov, primero de los principales aspirantes a la ‘maglia rosa’.
Ahora, tanto Vinokourov como el resto de peces gordos, llámense Evans, Basso, Nibali o Scarponi, tienen la pelota en su tejado. Deberán trabajar para recortar toda la diferencia que concedieron camino de L’Aquila a todos estos buenos corredores. Para conseguirlo deberán echar mano obligatoriamente de tácticas agresivas. Y eso, por fortuna para el aficionado, es sinónimo de espectáculo.

El ‘rosa’ de Quique

Hace dos meses, José Enrique Gutiérrez, el ‘Búfalo’, anunciaba su retirada. Se iba, «satisfecho» y «con la conciencia tranquila», uno de los mejores y más significativos ciclistas españoles de la década. Uno de esos hombres con la rara cualidad de estar siempre por encima de las expectativas.
Quique Gutiérrez (1974, Vinalesa – Valencia) llegó a la salida de la edición del Giro de Italia del año 2000 vestido de Kelme y precedido por un mote: el ‘Búfalo’. Acababa de estrenar su palmarés profesional en el GP Mitshubishi de Portugal, donde se llevó una etapa merced a un pacto con los hombres de LA – Pecol que éstos casi se saltan a la torera, viendo la fortaleza de los relevos del valenciano como una muestra de chulería. Daba igual. Antes, su estreno en la élite había sido muy afortunado; apenas acusó ser un neoprofesional en su primer Giro, el de 1998, donde abandonó figurando aún entre los treinta primeros y sorprendiendo…
Tampoco importaba. La señal de Caín de Quique Gutiérrez era su sobrenombre, ese ‘Búfalo’ que expresaba en una palabra lo que muchos deducían observando unos instantes su planta sobre la bicicleta. Era pura fuerza bruta. Antiestético, de los que parecen a punto de romper el cuadro en cada pedalada, porque la siguiente es más fuerte que el anterior. Poco ortodoxo. Y, por si le faltara algo, resoplaba. Cuando se esforzaba, se le subían los colores y bufaba por la nariz. Aunque a sus padres no les gustara, ese sería el sambenito que le acompañaría el resto de su carrera: ‘Búfalo’.
El ‘Bùfalo’ llegó al prólogo del Vaticano que inauguró el Giro’00 sin ninguna presión en absoluto, con el mismo objetivo que casi todos sus coequipiers de Kelme: dejarse ver lo máximo posible. A su lado, un grupo de guerrilleros de lujo con ‘Chechu’ Rubiera de cabeza de cartel; también estaban los colombianos Castelblanco y Cárdenas, el esprinter Vicioso, veteranos gregarios como ‘Pipe’ Gómez y Juan José de los Ángeles, y jóvenes promesas como Óscar Sevilla y Ricardo Otxoa, el vasco a quien un accidente de circulación junto a su hermano Javier le sesgó la vida.
En los 4’6 km por los dominios papales que hicieron las veces de recorrido de la primera cronometrada, el ‘Búfalo’ marcó el sexto mejor tiempo. Sorprendiendo, relativamente. Colocándose en una posición de ventaja que no convirtió en liderato en la segunda etapa en línea porque le birlaron las bonificaciones Cristian Moreni y Matteo Tosatto. Ya era tercero de la general; unas jornadas después sólo 14″ le separaban de la ‘maglia rosa’ portada por Tosatto. La preciosa prenda que identificaba al líder era un anhelo que estaba al alcance de su mano…
Y llegó la montaña. Era la octava etapa, 21 de Mayo, desde Corinaldo hasta Prato. Maratoniana, transcurría por un terreno quebrado que incluía el Passo della Consuma a 50 kilómetros de la meta como dificultad más reseñable. Vicente Belda, director de Kelme, sabía que era la gran oportunidad del ‘Búfalo’ para hacerse con el liderato. Tenía la posición ideal en la general, tercero por detrás de dos hombres como Moreni y Tosatto cuyo punto fuerte no era la montaña. Las rampas de los puertos del día eran tendidas tal y como convenía a su pupilo. Y, sobre todo, estaba el bloque: en él había nueve buenos escaladores que podían montar una escabechina en cualquier momento actuando en conjunto y bajo las valientes órdenes de alguien tan batallador como el técnico de Concentaina.
Lo hicieron. Tras pasar casi doscientos kilómetros saltando a todos los cortes que se formaban, Kelme consiguió llegar a la Consuma con el pelotón agrupado y, una vez ahí, armó el zafarrancho. Fueron los dos jóvenes, Otxoa y Sevilla, quienes marcaron un ritmo infernal para seleccionar el grupo y dejar a Tosatto sin los coequipiers de Fassa Bortolo que requería una defensa efectiva del liderato.
A un kilómetro para coronar la Consuma, atacó Axel Merckx. El belga era, por aquel entonces, un mocetón de físico impresionante que cargaba su ilustre apellido como una losa gigantesca. El nombre aún le venía grande porque era aquel año, encuadrado en el histórico Mapei de Squinzi, cuando se estaba descubriendo a sí mismo. A su rueda saltó Quique Gutiérrez, sabedor de que era su momento. Tras ellos, el desorden; decenas de ciclistas se animaron a perseguir al dúo de escapados. A rueda de cada uno de ellos se adosó un Kelme.
En el tránsito hasta el último puerto de la jornada, el Monte Acuto, se formó el corte definitivo. En él había tres Kelme: Quique, Castelblanco y un ‘Pipe’ Gómez que se descolgó tras vaciarse tirando en el llano y durante parte de la subida. Junto a ellos, dos Mapei de postín como Paolo Lanfranchi y el citado Merckx, la entonces brillantísima promesa Danilo Di Luca (Cantina Tollo), Filippo Casagrande (Vini Caldirola), Max Sciandri del efímero Linda McCartney, e Iván Parra, del histórico Vitalicio Seguros dirigido por Javier Mínguez. El corte abría hueco ante la debilidad del Fassa de Tosatto y el Liquigas de Moreni, primero y segundo de la general; un minuto, minuto y medio… Todo estaba hecho. De llegar el grupo de fugados compacto a meta, el liderato estaba asegurado para Quique. No había bonificaciones que valieran para arrebatarle la ‘maglia rosa’ como sucediera unos días antes.
Pero, en una curva del descenso del Monte Acuto, Axel Merckx trazó mal. Cayó. Y con él Quique, que según reconocería a posteriori llevaba kilómetros notando que los frenos y cambios de su máquina no funcionaban bien. El ‘rosa’ peligraba, y fue entonces cuando José Joaquín Castelblanco efectuó su mayor servicio para el equipo Kelme. Se empleó a fondo en un terreno que no era el suyo para reintegrar a valenciano y belga al grupo de fugados, que no había ralentizado su marcha para esperarles. En meta, Axel Merckx conseguía que su apellido figurara en el palmarés del Giro como vencedor de etapa 26 años después. Y Quique Gutiérrez se convertía en el undécimo español de la historia en portar la ‘maglia rosa’.
El sueño de Quique no duraría mucho más. El propio ‘Búfalo’ lo admitía en meta; al día siguiente la etapa alpina era infernal, con final en Abetone y sobre todo paso por un coloso como San Pellegrino. «Va a ser difícil conservar el liderato». Los pronósticos se hicieron buenos. El valenciano (y Kelme en general) naufragó, y la preciada camiseta de líder recaía sobre los hombros de Francesco Casagrande. Pero por todo lo vivido el día anterior, por el sueño y la euforia que llevaron al ‘Búfalo’ a tintarse el pelo de rosa, el esfuerzo había merecido la pena. Más adelante, el de Vinalesa ni siquiera llegaría a terminar la prueba, retirándose en la 18ª etapa camino de Prato Nevoso…
Años después, Quique Gutiérrez volvió al Giro de Italia. Fue en 2006, vestido de Phonak. Fue aún más protagonista si cabe, acabando en segunda posición de la general final, sólo por detrás de un estratosférico Ivan Basso. Todo quedó, sin embargo, empañado por la terrible sombra del dopaje, de la Operación Puerto que sumada al ‘caso Landis’ le impidió volver a competir aquella temporada. La Operación Puerto que le impidió también retornar al máximo nivel, obligándole a peregrinar por equipos de mediano calado hasta que decidió retirarse a principios de este año, sin contrato profesional por omisión de Rock & Racing y pensando en trabajar por el ciclismo de base. Afirmando que no tiene una mala palabra en contra de un deporte, el de las dos ruedas, que posiblemente le deba mucho. Por las injusticias y por días tan vibrantes como aquel 21 de Mayo de 2000 en que levantó a todos los aficionados españoles del sillón.

La "ruleta holandesa" del Giro de Italia

Rara vez los tres primeros días de una gran vuelta marcan tantas diferencias. La incursión del Giro de Italia en carreteras holandesas va a ser recordada durante muchos años, como sucediera con la Vuelta a España de la pasada temporada, por dos factores. El primero, la ingente cantidad de un público, el neerlandés, ávido de ver a los mejores ciclistas del mundo compitiendo en su país algunos días más aparte de los de la Amstel Gold Race y el ENECO Tour. El segundo, las constantes caídas provocadas por lo ratonero de las carreteras elegidas por la organización. Este último hecho ha sumido al pelotón entre el caos y la indignación. No cesan de levantarse voces críticas en su seno, como las de Pablo Lastras («Estas carreteras holandesas no son las adecuadas para disputar carreras») o Bradley Wiggins («Hay demasiadas señales e isletas en la calzada»).
Pero en el tema de las caídas hay, además, un segundo punto al cual quizá no se da el relieve pertinente; es una cuestión de orden interno, casi imperceptible para el aficionado. La señala Lastras: «con la globalización del ciclismo, han llegado muchos ciclistas al pelotón sin el oficio ni el respeto necesario». El abulense viene a poner de manifiesto cómo la mundialización ha traído consigo a corredores que no llegan a foguearse adecuadamente en el calendario europeo, el de las emboscadas y las rutas traicioneras, antes de enfrentarse a las carreras de alto nivel, aquellas donde a la dificultad del trazado se le suman una gran cantidad de rivales para ganar la posición en el pelotón y una velocidad endiablada.
No es cuestión de eurocentrismo, de «racismo» ciclista. También se queja de ello un ‘aussie’ como Cadel Evans, perjudicado por las caídas hasta el punto de perder el liderato en la segunda etapa: «cuando ves a ciclistas que se estrellan en carreteras completamente rectas, te preguntas si es que no saben montar en bicicleta, si no saben concentrarse o qué». O el americano Cristian Vandevelde, que se fracturó la clavícula en el mismo parcial y comenta con resignación: «un tipo frenó delante de mí y me encontré con su rueda delantera». Espectáculos como las decenas de caídas que tuvieron lugar en la segunda etapa [aquí enlace: http://www.youtube.com/watch?v=SM2VmLZKuaY ] podrían reducirse de contar los recién llegados al calendario europeo con algo más de experiencia en las, por lo general, complicadas rutas de las carreras del Viejo Continente.
En el terreno eminentemente deportivo, estos tres días de competición del Giro de Italia en los Países Bajos han venido a confirmar la mayoría de pronósticos y generar algunas sorpresas. En la contrarreloj inaugural, la victoria de Bradley Wiggins (Sky) hizo pensar que tal vez el británico decidiera tomarse en serio la lucha por la ‘maglia rosa’, sensación disipada de inmediato con los 37 segundos y 4 minutos cedidos en las dos siguientes jornadas.
Por otra parte, Brent Bookwalter (BMC) sorprendía a propios y extraños con un segundo puesto en el prólogo que ponía en duda el pronóstico general de que Cadel Evans apenas contaría con ayuda de su equipo en esta ‘corsa rosa’. De nuevo, la realidad vino a desmentir la sensación: en la segunda etapa en línea, el australiano se vio solo durante los kilómetros decisivos, cediendo casi un minuto debido a una caída y la ausencia total de sus coequipiers. A tenor de la gran condición física exhibida por Evans en el prólogo y en su lucha contra el viento y el pelotón de esos agónicos últimos metros camino de Middelburg, quizá sea el más fuerte de los aspirantes a la victoria final… pero también el más desprotegido.
No está tan fuerte Carlos Sastre. El hombre de Cervélo no tiene golpe de pedal, apenas lleva (¡contando el Giro!) una decena de días de competición y eso se nota. El Giro es largo, sí; pero el tiempo perdido en estos primeros compases de la prueba se echará de menos (o de más) conforme avance la carrera. Ya ha cedido en total 1’40» respecto del líder Alexandre Vinokourov, una barbaridad para quien busca una buena actuación en la general.
Los más sólidos entre los candidatos a la ‘maglia rosa’ son el actual portador Alexandre Vinokourov y los Liquigas Ivan Basso y Vincenzo Nibali. Respecto del primero, se le percibe atento, siempre en cabeza del pelotón y bien acompañado por los Tiralongo, Jufré o Grivko. En su contra juega su prematuro pico de forma, alcanzado en la Lieja – Bastogne – Lieja y que previsiblemente se disipará antes de la decisiva tercera semana del Giro. En cuanto a los segundos, Basso y Nibali, las vibraciones transmitidas por ambos son inmejorables. El varesino, sólido, sólo se ha dejado los 18 segundos del prólogo. Lo ‘Squalo’, por su parte, está situado en la general a apenas 5″ del liderato, lo que habida cuenta de la fortaleza de Liquigas podría vestirlo de rosa tras la CRE de mañana miércoles. Y a partir de ahí, quién sabe. Ya ganó Contador el Giro de 2008 viniendo de la playa…
Por último, cabe reseñar las pocas conclusiones que se pueden extraer de las ‘volatas’ que han resuelto los dos parciales en línea de este Giro que no ha hecho sino empezar. Tyler Farrar se mostró imperial en la primera etapa, mientras Wouter Weylandt supo nadar y guardar la ropa de la mejor manera posible en la segunda, ejerciendo adecuadamente su condición de punta de lanza del por lo demás flojo ‘nueve’ de Quick Step para esta edición de la gran ronda italiana. La decepción ha sido, sin duda, André Greipel. ‘Hulk’ tiene sobre sus espaldas la presión de demostrar a Mark Cavendish que es igual o mejor que él, después de los desaires lanzados públicamente por el velocista británico. Ha contado con dos ocasiones en las cuales su equipo, HTC – Columbia, ha trabajado impecablemente a su favor. En ambas su lanzador Matthew Goss ha sido más fuerte que él, quedando Greipel lejos de la victoria y transmitiendo una debilidad, cuanto menos, sorprendente.

Un clásico Giro para fondistas (y II)

7 de Mayo, Arueda.com

La nómina de aspirantes al triunfo en este Giro d’Italia tiene, en general, un poco menos de caché que en años pretéritos. Esta temporada, la mayor parte de líderes del pelotón mundial han apostado por preparar a conciencia un Tour de Francia que se presiente espectacular y con una veintena de candidatos a un puesto entre los cinco primeros. En el Giro el plantel no será tan extenso, pero seguramente deparará una competencia fenomenal toda vez que la mayoría de candidatos están cortados por el mismo patrón: son escaladores y fondistas que han enfocado su planificación sobre un Giro en el cual esperan salir victoriosos de la lucha en las cimas alpinas.
De entre todos los favoritos en la lucha por la ‘maglia rosa’, el número uno es Cadel Evans. El australiano, actual campeón del mundo, deberá actuar con audacia para imponerse en un Giro en el cual seguramente será el hombre más fuerte. No sólo tendrá que superar a sus rivales en los mano a mano, sino que lidiará con el hándicap que supone la debilidad de su equipo, un BMC que seguramente quedará retratado en la CRE. A estos contras se suma la escasez de kilómetros contrarreloj; no se antoja que una crono quebrada, una cronoescalada y un prólogo sean suficientes para conseguir una ventaja que permita a Evans ceder tiempo en montaña. El australiano también deberá rendir cuando la carretera pique hacia arriba. Y, sobre todo, estar atento a las ofensivas lejanas que le plantearan los bloques más fuertes en caso de que tome la ‘maglia rosa’ que ya vistiera en su única participación en el Giro, en 2002.
Precisamente a uno de los bloques más fuertes pertenece el segundo máximo contendiente de esta edición de la ‘corsa rosa’, el redimido Ivan Basso. El varesino encabeza a un Liquigas que en este Giro intentará no repetir la tónica de su presencia en carreras grandes esta temporada, presentando la alineación de mayor nivel medio para bloquear la carrera… y no siendo capaz de rematar con un hombre de calidad diferencial. Para ello contará con Basso, que contará con gregarios de lujo como Szmyd ó un Nibali que entra en el ‘nueve’ a última hora por la baja de Franco Pellizotti, relacionado con el dopaje por el polémico pasaporte biológico de la UCI. Ojo también entre los ‘verdes’ con Robert Kiserlovski, potente escalador que llega en buen momento tras imponerse en el Giro dell’Apenino y es, según una frase lapidaria de su ex director Giuseppe Martinelli, el «futuro ganador del Giro 2011».
La gran opción española la constituye uno de los ciclistas más sólidos del pelotón mundial, Carlos Sastre. El abulense de Cervélo llega a la ‘corsa rosa’ con el aval de veinte grandes vueltas completadas a lo largo de su carrera, el triunfo en el Tour de Francia 2008… y sólo ocho días de competición en su haber, un descanso necesario tras su cargado 2009 que sin embargo le hace llegar «con dudas sobre mi estado físico» a la salida de Rotterdam. Son, sin embargo, muchos años sobre la bicicleta y mucha calidad como para descartar de inicio al abulense de Cervélo, que de inicio se conformaría con una «plaza de podio». Quizá un objetivo por debajo de sus posibilidades, toda vez que el recorrido le viene como anillo al dedo.
Mucho más polémicos que Sastre son los dos hombres que cierran el repóker de grandes aspirantes a la ‘maglia rosa’. Alexandre Vinokourov, de cuyas cavilaciones hablamos la semana pasada [aquí enlace al artículo: http://www.arueda.com/competicion/reportajes/vinokourov-contra-la-memoria-del-ciclismo.html ], llega en un gran estado de forma al Giro tras imponerse en la Lieja – Bastogne – Lieja y cuenta con un equipo decente para la ocasión, con dos buenos gregarios como Josep Jufré y Paolo Tiralongo dispuestos a dejarse la piel por su causa. Las dudas vienen suscitadas por cómo afrontará tres semanas consecutivas de competición después de casi tres años parado. Por otro lado está Bradley Wiggins, controvertido fichaje de Sky este verano, que en este Giro puede certificar que su llegada al Olimpo ciclista en el pasado Tour de Francia no fue fruto de la casualidad. La incógnita es si viene a la ‘corsa rosa’ para disputar el triunfo o sólo para sumar kilómetros de preparación de cara a la gran ronda francesa.
El recuento de contendientes por la general del Giro no se acaba aquí. Y es que, al lado de estos colosos, habrá otros hombres de proporciones más comunes pero igualmente prestos para dar batalla. Michele Scarponi lidera al siempre combativo bloque de Androni-Diquigiovanni, con un ojo puesto en el top10 y otro en aprovechar sus condiciones de ‘passista’ para echar al zurrón victorias de etapa. Otro tanto hará Stefano Garzelli defendiendo los colores de Acqua e Sapone, en su caso buscando repetir entorchado con la ‘maglia verde’ que distingue al mejor escalador. En su equipo está uno de los máximos aspirantes a dar la campanada en la general, el jovencísmo Francesco Masciarelli, que llega algo corto de forma a pesar de su victoria en febrero en el emblemático Mont Faron del Tour del Mediterráneo. Otro joven ‘outsider’ es Domenico Pozzovivo, que llega en una condición inmejorable tras ganar en otra cima emblemática como Alpe di Pampeago en el Giro del Trentino. Pozzovivo lidera a Colnago-CSF, tercera escuadra italiana invitada por RCS y coja tras la baja por problemas con la cocaína de su esprinter Mattia Gavazzi.
Punto y aparte es el equipo Lampre. Giuseppe Saroni suele acudir siempre a la ‘corsa rosa’ con un líder de garantías que le permita aspirar a las primeras posiciones de la general. En esta ocasión no será así. Su baza más sólida son las ‘volatas’ de Allesandro Petacchi, que a buen seguro conseguirá más de una victoria en llegadas masivas; sus escaladores, Damiano Cunego y Gilberto Simoni, no parecen capaces de asaltar el podio final, sito esta vez en Verona. Mientras Cunego, ganador del Giro 2004, renuncia de plano a esta posibilidad porque cree aprovechar mejor sus posibilidades luchando por triunfos parciales, ‘Gibo’ está ya bastante lejos de sus mejores días e incluso vacilaba en su determinación de correr esta edición del Giro, la última de su carrera, por considerar su estado físico insuficiente. Demasiadas dudas para asegurar que los ‘blu-fucsia’ puedan hacer algo bueno…
En cuanto a la participación española, hay más opciones para los primeros puestos en la general aparte del ya mencionado Sastre. Liderando a Omega Pharma – Lotto estará el madrileño Dani Moreno, que afronta por primera vez desde sus tiempos en Relax una gran vuelta como jefe de filas. A pesar de ser un gran corredor y decente fondista, caben dudas de si asimilará bien los largos puertos de montaña italianos. Por otra parte, el talaverano David Arroyo ya ha figurado alguna vez en el top10 de la ‘corsa rosa’ y llega a Rotterdam dispuesto a repetir. Juega en su contra el potente ‘nueve’ de su equipo, Caisse d’Épargne, con una baza casi infalible en Marzio Brusheghin (3º del Giro 2008) y una posible sorpresa positiva en el colombiano Rigoberto Urán. Si uno de estos hombres consigue rendir a gran nivel, posiblemente Arroyo se vea obligado a aparcar el liderazgo y ejercer de gregario. También tomará parte en el Giro el equipo de Matxin, Footon-Servetto, con Eros Capecchi como mejor opción de lucimiento.
Llega un año más el Giro d’Italia, que se plantea igual de espectacular e intenso como siempre, con el habitual espíritu combativo de sus participantes italianos y la presencia de grandes estrellas del pelotón mundial. El espectáculo, clásico espectáculo, está servido.

Las dudas de Carlos

Mañana empieza en Rotterdam una nueva edición del Giro d’Italia, la 101, que ha apostado por un recorrido clásico y repetir fórmulas ya experimentadas. Los corredores se preparan con mimo: la ‘maglia rosa’ es un trofeo codiciado, distingue no tanto al mejor vueltómano en general como al mejor fondista, al hombre capaz de aguantar catorce días de competición repletos de emboscadas y llegar fresco a la temible última semana, con decenas de puertos de montaña salpicados por su trazado. La nómina de máximos aspirantes, de aquellos con derecho a soñarse en lo más alto del podio de Verona, la forman Cadel Evans, Alexandre Vinokourov, Ivan Basso y el español Carlos Sastre.
Todos llegan con mayores o menores dudas a Rotterdam. Basso admitió recientemente haberse encontrado demasiado corto de forma en el Giro del Trentino. Evans sabe a su equipo, BMC, muy inferior al de sus contrincantes. Vinokourov, por su parte, contempla decepcionado cómo el público no se alegra por sus victorias sino todo lo contrario; además, entiende complicado que aguante en el estado de forma óptimo el mes y medio necesario para imponerse en Lieja como hizo hace dos semanas y en el Giro, como debería hacer dentro de tres. Y Sastre…
Este invierno ha sido muy largo para Carlos Sastre. Casi ocho meses de parón competitivo. El abulense necesitaba vivir a cámara lenta por un tiempo, «estaba agotado física y mentalmente». Construirse una escuadra para sí mismo, con el apoyo de Cervélo y de otro gran corredor como Thor Hushovd pero básicamente cargándolo a sus espaldas en solitario, fue demasiado. «Es como aquello de que los hombres no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo», explica divertido. «Yo intenté a la vez ser ciclista y mánager, entrenar e ir a reuniones…»
Eso fue demasiado para él. La receta contra este agotamiento fue sencilla, hacer cosas distintas. «Disfruté de mi familia, fui a ver a Fernando Alonso al Gran Premio de Valencia, a un rally con el finlandés Mikko Hirvonen…». Desconectar. Sastre, Carlos, es al fin y al cabo una persona; se agobia y tiene un punto en el cual no puede más. La tensión le desborda. Como a todo hijo de vecino.
Le sucedió en el Tour de Francia del año pasado. Hundido por una mala actuación y desquiciado por el enfoque que muchos periodistas daban a la gran ronda francesa, centrándose en el duelo Contador vs Armstrong y despreciando el hecho de que era él, Carlos, el portador del dorsal número uno, se descolgó con unas declaraciones en contra de los medios. A Carlos no le quedó más remedio que rectificar, y aprovechó de paso para pedir perdón a sus compañeros en una nota de prensa que sorprendió a propios y extraños. Venía a decir que no se había dejado ayudar en todo el Tour, dejaba ver que el ambiente en el seno de Cervélo no había sido el mejor durante la ronda francesa y se culpaba de ello. El enorme papel de Heinrich Haussler y Thor Hushovd no debía ocultar el hecho de que él, Carlos, había estado muy por debajo de su nivel, agobiado y terminando en un decepcionante 17º puesto.
El Tour fue su colapso. Pero antes Carlos había realizado una temporada que sí colmaba las expectativas. Especialmente satisfactorio había sido su papel en el Giro, donde se erigió como mejor escalador de la carrera al derrotar en dos finales en alto a sus rivales: en el Monte Petrano los derrotó atacando desde abajo y rompiendo la banca con un ritmo infernal, mientras que en el Vesuvio demarró de nuevo de lejos, con menos chispa pero idéntico resultado. Llegó a Roma en cuarta posición de la general; los papeles reflejan una tercera debido al positivo de Danilo Di Luca.
El reto para este Giro es doble. Por un lado, recuperar sensaciones. Por otro, que esa presencia en el podio no sea sólo un número sino también una fotografía, sita esta vez en Verona. Si lo hiciera, sería el cuarto español de la historia en subir al cajón en las tres grandes vueltas; antes sólo lo han hecho José Manuel ‘Tarangu’ Fuente, el extraterrestre Miguel Indurain y el superclase Alberto Contador. La ocasión es buena; las sensaciones, mejorables. Sastre señala sus vacilaciones: «apenas he hecho ocho días de competición, por lo que tengo dudas de mi condición física».
Ciertamente, su calendario ha sido corto. Sólo ha corrido la Volta a Catalunya y la Lieja – Bastogne – Lieja, ambas carreras de altísimo nivel y ambas saldadas con actuaciones completamente anónimas. No puede decirse, por contra, que esto sea realmente un hándicap a la hora de enfrentar una carrera como el Giro donde lo decisivo se concentra en los últimos días de competición. Tal vez sea un buen plan. Lo que no es tan aceptable es que, siendo la ‘corsa rosa’ el gran objetivo del abulense, no haya tenido éste arrestos para ir a reconocer las etapas más importantes de la carrera. «Para eso están los directores», afirma despreocupado. Quizá piense Carlos que ya se preocupó lo suficiente el año pasado. De cualquier manera, será el tiempo quien dará y quitará razones, definiendo la realidad de las dudas de Carlos.

Un clásico Giro para fondistas (I)

Después de cuatro meses de competición que han dejado un fantástico sabor de boca, gracias en especial a la enorme campaña de clásicas donde hemos presenciado gestas históricas como el doblete de Cancellara en Flandes y Roubaix, la temporada ciclista llega a un nuevo clímax con el mes de mayo y el Giro d’Italia, la primera gran vuelta del año.
Un mayo más, un Giro más. Contrariamente a lo que sucede en la cultura popular, donde mayo es un mes de revolución, en el inmovilista deporte ciclista mayo es un mes de tradición, donde la lucha por la ‘maglia rosa’ se escenifica en un recorrido que siempre responde al mismo esquema: un festival inicial espectacular, una primera y segunda semanas llanas aunque plagadas de finales trampa y con algún final en alto, y en la tercera llega el turno de la montaña, con varias etapas de dureza máxima encadenadas.
El Giro de 2010, no podía ser de otra manera, responde a esta tradición fielmente. La concentración de gran parte de la dureza en la última semana hace de la gran ronda italiana una carrera ideal para fondistas, dejando además terreno para el lucimiento de los ‘passistas’ (escaladores con buena punta de velocidad) y los velocistas puros, tipos de corredores muy apreciados en el país con forma de bota, en los primeros [tibios] días de competición.
Rompe el esquema de esta edición de la ronda italiana el inicio, la nota novedosa con que ya sazonara su trazado la Vuelta a España 2009: la salida desde la ciudad de Rotterdam, en los Países Bajos. Los neerlandeses son grandes aficionados al ciclismo y la ausencia de una prueba por etapas de nivel en su país hace que trasladar el ‘circo’ por unos días a esas tierras sea un auténtico caramelo para los organizadores de las grandes vueltas. RCS, entidad que pone en marcha el Giro, aprovechará la tesitura para realizar un espectacular prólogo por las calles de Rotterdam y un par de etapas llanas que servirán para calentar las piernas de los corredores antes de la disputa de la contrarreloj por equipos de Cuneo.
Este será, precisamente, el primer punto decisivo del Giro d’Italia. Serán 33 kilómetros en terreno ligeramente ascendente por carreteras anchas. Esta última circunstancia es decisiva: querrá decir que un equipo bien compenetrado y con buenos rodadores en su formación podrá marcar diferencias. Apenas habrá dificultades, curvas ratoneras o emboscadas; sólo habrá que desplegar potencia. Esto posiblemente deje muy malparados a aquellos favoritos cuya escuadra no sea especialmente fuerte, cuya táctica quedará condicionada por el tiempo perdido en esta etapa.
Sin embargo, habrá terreno de sobra para que esos hombres de la general que cedan tiempo en la CRE desequilibren la contienda a su favor. El trazado incluye una gran profusión de emboscadas en esta ‘corsa rosa’, siendo especialmente interesantes los tramos de ‘sterrato’ que se recorrerán en la séptima jornada en la provincia de Siena o la peligrosa subida al Monte Grappa (casi veinte kilómetros de puerto) del decimocuarto parcial. Y, por supuesto, el tradicional final en alto de los primeros compases de la carrera, que siempre sirve para eliminar contendientes de la general y en esta ocasión estará sito en el temible Terminillo.
Entre medias habrá una gran profusión de jornadas de transición, con al menos seis finales de etapa claramente orientados al esprint. Terreno de sobra para que diriman su duelo los grandes velocistas presentes en este Giro d’Itaila, con Tyler Farrar, Alessandro Petacchi y André Greipel como cabezas de cartel. Será interesante ver el desempeño de un Greipel que contará con todo un equipo volcado por su causa de demostrar a Mark Cavendish que, en realidad, no está tan lejos de él. Farrar y, sobre todo, Petacchi, no contarán con grandes escuadras tras ellos, pero sí con lo necesario para plantear batalla. Otros candidatos en las llegadas masivas serán Greg Henderson (Sky) o un Robbie McEwen (Katusha) con el que ya nadie parece contar.
Todos estos nombres desaparecerán de la circulación el domingo 23 de mayo. Ese día se disputará una de las etapas reinas del Giro 2010, la decimoquinta con final en el Monte Zoncolan. El gigante de la provincia de Friuli se subirá por la vertiente de Ovaro, la más dura posible: en apenas diez kilómetros se ascenderán más de 1150 metros respecto del nivel del mar. Un desnivel pavoroso, habitualmente comparado con el asturiano Alto de l’Angliru, que vio triunfar en 2007 a un Gilberto Simoni que estará presente en la salida de Rotterdam formando parte de Lampre, pero ya lejos del nivel que le valiera saludar desde lo más alto del podio de Milán en 2001 y 2003.
Tras el día de descanso, llegará la cronoescalada de Plan de Corones, repitiendo la etapa de hace dos años donde Alberto Contador dio un golpe de mano en su camino a la victoria final. Seguido, un parcial sin un metro llano que concluirá en Peio Terme, o lo que es lo mismo, las primeras estribaciones del Stelvio. Y dos jornadas después, en lo que será la antepenúltima etapa, se tira de tradición para plantear un terrible trazado con final en el durísimo terreno rompepiernas de Aprica… previo paso por el Mortirolo, puerto mítico donde los haya, donde los principales favoritos tendrán una buena oportunidad de marcar diferencias.
Sin embargo, es de preveer que no aprovecharán del todo esta ocasión. Se reservarán de cara al día siguiente, de cara al monstruoso penúltimo parcial. El trazado, demencial, recorre 178 km que abarcan cinco puertos. El primero, Forcola de Livigno, compondrá cuarenta kilómetros de subida constante, con la única interrupción de apenas una decena de kilómetros de falso llano. Eira y Foscagno, de menor entidad, servirán para no dejar terreno de recuperación y llegar cuanto antes al mítico Gavia, Cima Coppi con sus 2618 metros de altura y que suele dejar espectaculares estampas en la retina del aficionado. Como colofón se subirá al Passo del Tonale, relativamente flojo para ser un primera, que supondrá un último envite para los favoritos, quien sabe si el golpe de gracia para más de uno. El último parcial de la carrera será una contrarreloj de quince kilómetros quebrados en los alrededores de Verona, que dará los últimos cincelazos a una general que seguramente ya llegará definida… o deparará unos kilómetros para el infarto.

Aires de superación en Andalucía-Cajasur

«No es un sueño de locos ir al Giro». Con estas declaraciones en ‘El Día de Córdoba’ ha destapado Antonio Cabello el tarro de las esencias. El eco ha sido una noticia de Biciciclismo que anunciaba la ampliación de la plantilla del equipo andaluz. De inmediato, Andalucía se ha convertido en el centro de la especulación y la rumorología. Un plantel de veinte corredores y un calendario que podría incluir el Giro invitan a ello.


Especialmente interesante resulta esta última parte. ¿Cómo puede llegar Andalucía a correr el Giro d’Italia? Si bien es cierto que su estructura es modélica, con todas las categorías del ciclismo englobadas y una dirección ejemplar, el nivel de la plantilla profesional no parece suficiente para enfrentarse a la gran ronda italiana y a la española en un mismo año. El conjunto es ahora mismo limitado, y además se tendrá que enfrentar a la pérdida de su punta de lanza Xavi Tondo, cuyo futuro parece ligado a alguna estructura Pro Tour como Astaná, Katusha ó Caisse d’Épargne. No parece que las incorporaciones que se hagan, que deben incluir al menos tres corredores del filial para seguir la política deportiva del equipo, puedan garantizar un rendimiento mínimo.

Peligroso a la hora de evaluar esto es el precedente de Xacobeo este año. El equipo gallego acudió al Giro d’Italia de este año reclamado por el organizador, ayudado por las circunstancias que le señalaban como el mejor equipo puramente español dispuesto a acudir a la ‘corsa rosa’. La mala suerte se cebó con el equipo, que perdió de inicio a Ezequiel Mosquera por una caída y a las pocas etapas vio cómo tenía que abandonar un David García Dapena que marchaba líder de la montaña. Así, el papel de la escuadra gallega quedó limitada a los fogonazos de jóvenes como Rabuñal, Marcos García ó el ruso Isaichev, que sumados al temperamento del infatigable Eduard Vorganov dieron como resultado una actuación decente… pero al fin y al cabo mediocre. Mejorable por cualquier profesional italiano como Ceramica Flaminia, que acudiría motivado además por ser el Giro su gran objetivo de la temporada.

Después de esto, ¿estarían los organizadores del Giro dispuestos a repetir la invitación de Xacobeo en detrimento de otro equipo cuyos esfuerzos se centraran exclusivamente en su carrera? Posiblemente no. El nivel dado por Xacobeo, que no olvidemos es el mejor equipo profesional español en la actualidad casi sin discusión, no anima a ello. Y menos aún anima Andalucía-Cajasur, que por ejemplo sólo ha conseguido cinco victorias este año; dos de Tondo, una de Ortega, una de Piedra y otra del asturiano Ángel Vicioso. La invitación suena poco probable y, lo que es peor, poco merecida.

El espíritu de superación que emana de la entrevista a Cabello es encomiable. Y el desarrollo del proyecto de Andalucía, modélico. Paso a paso, año a año, ha ido creciendo. Este año ya se han aventurado a correr carreras por Europa. Quizá llegue el momento de dar el gran salto. Pero es difícil hacerlo con una plantilla basada en andaluces, que no muestran precisamente un nivel muy bollante. Quizá en un futuro, con incorporaciones no andaluzas, la evolución de promesas de la estructura como Antonio Piedra ó Pablo Lechuga y la adhesión al equipo de corredores de la región que evolucionan fuera de él como Luis Ángel Maté ó Manuel Vázquez… Quizá entonces se pueda pensar en dar ese salto con garantías.

Por lo pronto, realmente, no se puede aspirar a ello. Además, un detalle algo inquietante es la «recomendación de la UCI», que suena a confusión con la ‘Label Wild Card’ que efectivamente recibieron del máximo organismo el año pasado… ó incluso a endiosamiento ante la prensa local. Ésta siempre ew fácil de engatusar en terrenos especializados tal y como demuestran muchos corredores en entrevistas antes de acudir a grandes carreras, donde casi siempre se muestran como aspirantes a la victoria.

Verdaderamente, es complicado entrar como invitado al Giro. Para Andalucía-Cajasur, por su condición de equipo modesto y español, mucho más. Aunque siempre es de aplaudir el optimismo y el afán por mejorar de este equipo, ejemplar en su gestión y capaz de mantenerse ajeno a todos los escándalos.

Cinco nombres-bielas mientras el Giro gira

Nos empeñamos en decepcionarnos con algo que es, tristemente, el pan de cada día. El ciclista no corre por sensaciones, no corre por espectáculo, no corre por gloria; corre por números. Es lo malo y lo bueno de un ciclismo tecnificado que nunca llegará a ser como la Fórmula 1 (¡Dios nos libre!), pero por otra parte sí va tendiendo a la linealidad. Cosas también de una generación casi perdida, de líderes de paja que pierden la perspectiva del potencial que puedan llevar en sus piernas por el mero hecho de que jamás han experimentado hasta dónde llega realmente. Lo he dicho un par de veces. Creo que es uno de los principales male de los males del ciclismo actual

Sin embargo, mientras todo esto sucede en el Giro, alrededor se suceden competiciones de menor calado. Algunas porque nunca han tenido esa relevancia (Lorena, Japón). Otras porque, triste realité, han caído en un saco de relativa mediocridad gracias a que su alrededor (y no hablo de políticos) no le prestan la menor atención y la ningunean sistemáticamente. El banquete del F.C. Barcelona está suponiendo el hambre de todos los que cohabitan con el club del crit valent, pregúntenle a los deportes de motor por citar un ejemplo. La Volta a Catalunya sufre este problema, epidémico, pero lo peor es que no es capaz de poner antivirales, de venderle a algún periódico la posibilidad de ser ‘diario oficial’. Tampoco son capaces de tener una web moderna. Ni de garantizarse retransmisiones. Como con la crisis, una circunstancia global está excusando la incapacidad de unos poderes locales.


Alejandro Valverde Ha sido el gran protagonista de la Volta a Catalunya. La figura mediática que a cualquier carrera le gustaría tener. El murciano es, tras Alberto Contador, el corredor español más popular del momento. Es un ‘killer’ que gusta, espectacular por su manera de ganar cuando se encuentra en forma y los últimos metros pican hacia arriba. En Catalunya ha mostrado (según las crónicas, que de las etapas prácticamente no hay ni fotos) un estado de forma excepcional: ganó al sprint en la Pobla de Lillet, podría haberse impuesto también en Pal si no hubiese tardado tanto en atacar. De cualquier manera, ha sumado una etapa y una general valiosas para engordar su palmarés y revindicarse ante las cazas de brujas que tanto le hostigan últimamente.

Sergio Pardilla El de Ciudad Real, seguramente, debería estar luchando en el Giro con los grandes y no donde ha estado. En la Vuelta a Japón, defendiendo sus colores de Carmiooro – A Style y haciéndose con la victoria con una superioridad incontestable a pesar de lo movidísima que ha sido la carrera. Hablamos de un ciclismo sin evolucionar que se encuentra ahora mismo en la época pre Merckx: etapas leoninas, diferencias de calidad y preparación abismales entre los mejores y los peores que se traducen en distancias salvajes del primero al último. Allí han ido A-Style y Knauf. Y se han encontrado con el australiano AIS, que se ha llevado cinco de los siete parciales con Leigh Howard y Jack Bobridge, y con los ciclistas orientales dispuestos a reventar la carrera en cada instante. Un verdadero espectáculo, un río revuelto donde ha pescado Sergio Pardilla otro triunfo que debería hacer reflexionar a todos los equipos profesionales españoles que le han dejado escapar.

Rubén Plaza Saltamos a Francia. Allí ha competido el valenciano de Liberty, que se llevó una etapa, la tercera, por delante del a la postre vencedor absoluto Matteo Carrara. Como Pardilla, cada triunfo suyo es un golpe en la frente, pong, para todos aquellos directores españoles que le han dejado escapar y obligado a batirse el cobre vestido del Liberty portugués en el calendario de los países vecinos. Es uno de los tres mejores rodadores del pelotón español, potente y decidido a la hora de demarrar. Se defiende aceptablemente en montaña. Dos victorias este año. Todo eso pesa menos que el estigma de la Operación Puerto, motivo suficiente para dejarle en la estacada. Como a Manuel Lloret. ¡País!

Romain Sicard Cambiamos de nacionalidad del corredor, aunque no del escenario. El vasco-francés de Orbea es la gran sorpresa de la temporada dentro del pelotón nacional. Sus resultados, a los 21 años, son propios de un gran ciclista; la manera de conseguirlos son propios de un superclase. La Subida al Naranco fue asombrosa, llevábamos años sin ver a un corredor ganar escapado desde el primer kilómetro en un grupo pequeño para rematar luego en solitario [Esta semana podemos leer en las crónicas que Julián Sánchez Pimienta (Conténtpolis) hizo algo parecido en la Volta a Catalunya]. Este sábado, en la Ronde de l’Isard, el triunfo llegó con un ataque desde la base en un puerto-Tour como Plateau de Beille. Sencillamente asombroso. Que tenga cuidado Euskaltel, porque quizá se lo quiera llevar algún equipo francés…

Jonathan Castroviejo …Pero aún les quedaría este. Vizcaíno, más rodador que Sicard pero menos escalador; el paso al Pro Tour asegurado para el año que viene. O quién sabe si a mitad de este año. Tiene proyección de auténtico referente desde juveniles, promete grandes cosas para el futuro. En el último mes está luciendo más que nunca, siempre en .2 francesas. En el Tour de Haut Anjou triunfó en una etapa y casi hace lo propio en la contrarreloj. En la Ronde de l’Isard se hizo con el prólogo y rayó a gran nivel en Plateau de Beille mientras su compañero Sicard se exhibía, lo cual le valió el segundo puesto de la general. Pinta para relevo de ‘Bing Gordon‘ Samuel Sánchez («cuando ganas los Juegos Olímpicos, no te dejan olvidarlo») como buque insignia de Euskaltel. Sin embargo, aún le quedan años de camino por andar y años de camino para que le pongan presión encima. Dejémoslo evolucionar tranquilo…

Los cortes de la Navaja de Occam

Arueda.com

La navaja de Occam es un instrumento empírico que sirve como base a cualquier razonamiento lógico. Lejos de ser un instrumento físico, es una máxima cuyo nombre radica en que corta de raíz cualquier divagación e hipótesis demasiado complicada. Establece la preponderancia de lo simple con el siguiente postulado: “La interpretación más sencilla es probablemente la correcta”.

En ciclismo no hay carrera más sencilla que la contrarreloj: un recorrido que cada participante completa individualmente con el objetivo de hacerlo en el menor tiempo posible. Determina la fortaleza física del corredor mucho mejor que la montaña, donde hay cierto componente mental; mucho mejor que el sprint, donde hay una parte importantísima de trabajo de equipo; mucho mejor que el terreno de las clásicas, donde la táctica juega un papel decisivo. Aquí todo es muy sencillo, es la lucha en igualdad total de condiciones, la navaja de Occam corta muy bien.

La crono de hoy parecía sacada de otro tiempo. Acumulaba una longitud de sesenta kilómetros, propia de cualquier carrera del género en cualquier gran vuelta, pero la sazonaba con dos puertos de montaña que proporcionaban una dureza descomunal. Para muestra, los 17 minutos y 50 segundos de retraso que ha acumulado en meta el último clasificado, Óscar Gatto (ISD), con respecto del ganador Denis Menchov.

El ruso de Rabobank ha sido, sin duda, el gran beneficiado de hoy. Inició el día a 1’20” de la ‘maglia rosa’ que llevaba Danilo Di Luca y lo acabó con ella puesta y 34” de renta. Menchov es un corredor fortísimo, dominador en las contrarrelojes y capaz de lo mejor (Alpe de Siusi) y lo peor en la montaña, a causa de una debilidad mental que le hace hundirse cuando ve alguien superior a él en la carretera. Eso le hizo no ganar el Tour del año pasado, donde también acusó un poco de mala suerte, si bien no le ha impedido ganar una Vuelta a España, la de 2007, en la que avasalló desde otra crono (Zaragoza) hasta el final.

Sin embargo, ahora Menchov se enfrentará a otro problema que no es de mentalidad a la hora de defender el liderato. Se trata del equipo. Rabobank ha traído una alineación más bien débil, sobre todo a la hora de subir, que tiene además el hándicap de haber perdido a su ‘capitano’ en ruta, Pedro Horrillo, debido a una caída. Sólo Laurens Ten Dam (19º en la general), Mauricio Ardila (48º) y Dimitri Kozontchuk (79º) si se encuentra en sus mejores días parecen capaces de resistir hasta el último puerto con el ruso. Los acontecimientos pueden sobrevenir, sobre todo, con un ataque lejano en una de las numerosas etapas de media y alta montaña que restan hasta la llegada en Roma.

Otro equipo donde la navaja de Occam ha metido su filo ha sido Liquigas. Su bicefalia corre el peligro de convertirse en dicotomía; desventajas de salir con dos líderes en el mismo ‘nueve’. Ivan Basso y Franco Pellizotti han convivido hasta ahora perjudicándose, no han dado pedaladas a favor del otro y sí en contra; por ejemplo, el corte de la décima etapa que costó veinte segundos de desventaja a Basso lo provocó el propio Pellizotti.

En la contrarreloj, Pellizotti ha demostrado estar un punto por encima de Basso. El hombre del cabello rizado lleva un minuto de ventaja respecto del varesino, quien sólo se mostró mejor que él en Alpe de Siusi y tiene además dos hándicap: impericia para atacar y poca costumbre de alta competición. En estas circunstancias, recortar tres minutos (su diferencia respecto del líder Menchov) se antoja muy complicado si se espera a combatir de tú a tú. Pellizotti, por tanto, parece en mejor disposición para aspirar a la maglia rosa. La solución para evitar un conflicto tal vez sea buscar ataques lejanos con Basso, hacer trabajar a Menchov y dejar el terreno abonado para que Pellizotti remate. Que ambos den pedaladas para sí mismos, pero que al menos no se perjudiquen…

Por otro lado, la decepción de la contrarreloj posiblemente haya sido Michael Rogers. El australiano, antiguo campeón del mundo contrarreloj, se ha visto superado por los rivales y el recorrido y ha perdido casi tres minutos en meta con Menchov. El corredor de Columbia muestra una falta de solidez casi alarmante y, aunque algunas apuestas le daban como candidato a la sorpresa, aún le falta ese punto de regularidad para situarse entre los mejores. Tampoco su compañero Thomas Lövkist (a cinco minutos) ha dejado mejores sensaciones; la navaja de Occam dice esta vez que la guerra de Columbia seguramente no sean las clasificaciones generales.

Todo lo contrario le sucede a Carlos Sastre. Y a Levi Leipheimer. Ninguno de los dos se ha mostrado exultante, ni muy entonado; se mantienen a la expectativa, pero aún así son quinto y segundo en la general, respectivamente. El abulense de Cervélo espera amparado en su condición de corredor de fondo, lo que propicia que sus etapas para marcar diferencias sean más las finales que las iniciales. El americano, por su parte, esperaba no tener rival en la contrarreloj, poder sacar tiempo a todos; ahora tiene un problema llamado Menchov. Y también una solución llamada Astaná, un equipo potentísimo con capacidad de sobra para armar verdaderos zafarranchos.

El último corte de la navaja de Occam, el primero cronológicamente de todos los reseñados, lo ha dado en Lance Armstrong. Después de dos semanas introducido en el fragor de la competición, el americano ya había tomado ritmo de competición y se encontraba ante la prueba de fuego de la disciplina que tantos éxitos le dio otrora. El resultado, 13º a 2’26”, no invita al optimismo de pensar en la recuperación del Armstrong de antes de la retirada; hay doce ciclistas por encima suya, antes no había ninguno. Sin embargo, sí deja bien a las claras que el tejano sigue teniendo un nivel más que decente. Y puede ser, por qué no, que le veamos dinamitar el Giro con su trabajo a favor de Levi Leipheimer…