La Vuelta a Andalucía se decidirá en la Axarquía

Crónica publicada originalmente en SUR

Empieza hoy en San Fernando la Ruta del Sol, con un día menos y la pretensión de inaugurar una nueva era en el ciclismo · Alejandro Valverde, dispuesto a repetir victoria

A las cinco de la tarde llegaba al Hotel Vincci de Sancti Petri, cuartel general de la Vuelta a Andalucía – Ruta del Sol durante sus dos primeras jornadas, el gaditano Juanjo Lobato, con su ropa de paseo del conjunto Euskaltel. A sus 24 años, gran parte de las esperanzas del ciclismo andaluz recaen sobre sus espaldas. Tiene talento y se prevé que va a convertirse en un buen velocista, lo que le abrió las puertas del conjunto vasco por excelencia.
Sigue leyendo

Anuncio publicitario

Era tan fuerte el deseo… – El retorno de Valverde

Era tan fuerte el deseo que la realidad sólo podía adaptarse a él. Parecía incluso una predestinación. “Mis dos últimos compañeros de habitación en el Tour Down Under, Luis León Sánchez y Fran Ventoso, ganaron en Willunga Hill”, tuiteaba José Joaquín Rojas. “Imaginad quién es mi compañero de habitación”, escribía cómplice. Quién iba a ser. Alejandro Valverde.

La historia del murciano, de los últimos años de su vida, es dramatismo. Más allá de justicia o injusticia, de espadas de Damocles o de marcas de Caín, el hecho es que Valverde convivió cuatro años con la sombra de la sospecha primero y la persecución después; la presión, infame, acabó por estallar y devenir sanción retroactiva en junio de 2010. A partir de entonces siguieron dieciocho meses de pura voluntad, apoyo encubierto desde la estructura que siempre le sostuvo (Caisse d’Épargne, Movistar: el equipo de Eusebio Unzué) mientras el murciano cumplía su parte del trato a base de abdominales, entrenamientos e incluso concentraciones.
Concentrado estaba en Sierra Nevada cuando murió Xavi Tondo en aquella estremecedora mañana de mayo. Hoy, en la entrevista televisiva de meta, Valverde tuvo un recuerdo para él. Sollozando, envió un agradecimiento “a quienes me han apoyado siempre”; a pesar de su sanción y la saña de la UCI, a Alejandro jamás le faltaron cariño o atención. También reconoció la labor de su equipo: “ha estado genial”.
Y no era para menos. Movistar deseaba la victoria de Valverde en Willunga Hill tanto o más que el principal interesado. No aportará puntos para el ránking de mérito de la UCI, ese artefacto siniestro que determina quién está en primera division y quién no, por obra y gracia de un “malu” o penalización de dudoso calado; pero importaba poco. Los telefónicos querían recibir al que ha sido su líder en la sombra con el honor merecido, y pusieron toda la carne en el asador.
Imanol Erviti controló en el llano; David López marcó un paso demoledor en la primera subida a Willunga Hill; Iván Gutiérrez y José Joaquín Rojas colaboraron con RadioShack en mantener un ritmo vertiginoso en el llano previo a la segunda y definitiva ascensión a la cota australiana; Ángel Madrazo marcó distancias con uno de sus habituales y desaforados demarrajes; Javi Moreno fue sorprendentemente el último eslabón que enganchó a los favoritos con los fugados Tiago Machado y Rohan Dennis para colocar a Valverde en la mejor disposición posible con apenas 500 metros hasta meta…
… Y final feliz. Al murciano casi le marra el triunfo verse obligado a tomar la curva final por el exterior. Pero eran tan grandes las ganas de campeonar, de poder decir con la cabeza bien alta que había vuelto, estaba limpio y seguía ganando… que superar al astuto Gerrans en el último golpe de riñón supuso una dulce tarea. Ahora tiene frente a sí un reto: imponerse al australiano en la general del Tour Down Under, misión harto complicada de cumplir toda vez que el potencial de su GreenEdge en el llano es enorme y obviamente superior al de Movistar. Pero el mayor de los desafíos ya está satisfecho. Valverde ha resistido su sanción y conseguido a las primeras de cambio una victoria en la élite para confirmar su retorno, su condición de superclase, su fuerte deseo de emocionar y emocionarse sobre la bicicleta.

Foto: Movistar Team

Zaugg ni empieza ni termina

Dicen que la historia no empieza ni termina, sino que continúa. Que cualquier intento de ponerle coto, principio y final, es vano. También dicen que cualquier conclusión es, en el fondo, el inicio de algo. Todo esto lo ha refrendado hoy el suizo Oliver Zaugg con una preciosa victoria en el Giro de Lombardía, último Monumento de la temporada y colofón de la campaña ciclista de alto nivel, con la cual abrió su palmarés a la par que cerraba la breve pero rutilante historia de Leopard Trek.
Siempre dio la sensación de que Oliver Zaugg (1981, Lachen – Suiza) podía hacer algo más, llegar a brillar en lo más alto. Era un escalador prometedor, y con esa aureola pasó por Saunier Duval y Gerolsteiner, escuadras donde demostró dos tendencias: la primera, realizar actuaciones de mérito sin una réplica posterior, lo cual le granjeaba fama de irregular a pesar de recurrir habitualmente a una táctica de solidez y frialdad; la segunda, ir a más con el transcurso de la temporada y dar sus mejores prestaciones a finales del verano en la Vuelta y las semiclásicas italianas, sus escenarios favoritos junto a las montañas suizas.
Incapaz de generar victorias (su palmarés estaba desierto hasta hoy), pasó dos años en Liquigas como gregario de Nibali, Basso y compañía y este invierno fichó por Leopard Trek, en el cual ha gozado de los galones suficientes para ser líder en las carreras en las cuales no estuvieron presentes los plenipotenciarios hermanos Schleck, con quienes curiosamente sólo ha coincidido en Mallorca. Estaba llamado a liderar a la escuadra luxemburguesa en el Giro de Italia, pero la trágica muerte de Wouter Weylandt cercenó dolorosamente sus aspiraciones.
En el día de hoy Zaugg aprovechó todas las circunstancias y culminó con un acelerón sorprendentemente inapelable para la totalidad de favoritos en la subida postrera de Villa Vegano una carrera por demás espectacular. La fuga lejana, poco numerosa pero compuesta de excelentes ciclistas como Johan Van Summeren o un Mikel Astarloza a quien no pesan sus dos años de inactividad, no tuvo demasiada vida ante el empuje de un ofensivo Luca Paolini, quien descendió a buenísima velocidad la Colma di Sormano llevando a su rueda a grandes candidatos como Fuglsang, Lastras, Nibali o el campeón saliente y mejor ciclista del año Philippe Gilbert.
Curiosamente el belga, si bien fue clave para que el movimiento prosperara, no fue quien mejor lo aprovechó. Se desgastó en exceso en el llano y, llegada la Madonna del Ghisallo, se encontró con Nibali, quien le ganó la partida obligándole a hincar la rodilla. Inició entonces la exhibición de lo Squalo, desatado, repleto de clase y espíritu, deseoso de desquitarse de una temporada más gris de lo esperado. Coronó la cima de la patrona de los ciclistas con más de un minuto y medio de ventaja sobre un pelotón excesivamente dubitativo hasta que Sky tomó el toro por los cuernos y asumió la caza del italiano, quien petó definitivamente a quince de meta y vio su ventaja devastada y la portentosa cabalgada jibarizada.
Llegó una treinta de ciclistas con opciones al pie de la última subida del día, Villa Vegano, y allí Zaugg, entero tras un día entero oculto en el gran grupo, no tuvo dudas ni dificultad. Ni Gilbert, resentido de los esfuerzos de todo el día y todo el año, ni el grupo de cinco perseguidores (por orden de llegada a meta: Dan Martin, ‘Purito’ Rodríguez, Basso, Niemiec, Pozzovivo) que se configuró tras él en el descenso hacia Lecco, pudieron doblegarle. El suizo estrenó su palmarés en el acto conclusivo de 2011, dando un nuevo paso para continuar una carrera deportiva cuya significación promete ser mucho más relevante de hoy en adelante.

Cavendish se impone el arcoiris en el velódromo danés

Mark Cavendish se proclamó campeón del mundo en una prueba marcada absolutamente por su recorrido, que favoreció la determinación de una Gran Bretaña que leyó acertadamente la carrera, trabajó a destajo y propició la inmaculada victoria de su líder.

Inició la prueba, se formó la habitual fuga quijotesca y el combinado británico se situó en cabeza del pelotón. A tirar para controlar una escapada donde se habían filtrado siete corredores de cierto nivel, entre otros un español de carné (Pablo Lastras), uno de adopción (Oleg Chuzda, ucraniano de Canet) y un francés (Anthony Roux). La Alemania de Greipel echaba una mano, pero el peso de la carrera recayó sobre una Gran Bretaña que no rehuía la responsabilidad; al contrario, parecía deseosa de tomarla. De hecho no la soltó hasta que, a menos de cuatro kilómetros de meta, se quedó sin elementos. En esos instantes de debilidad surgió para compensar sus carencias Australia, una aliada perfecta. Los oceánicos recibieron justo premio a su desempeño con la plata de un Matthew Goss cuyo aparente mal estado de forma había apartado de los pronósticos.
El recorrido fue el factor clave del Mundial. El trazado, sinuoso y estrecho en alguna de sus partes, hizo presagiar una gymkana; ciertamente, eliminó a Hushovd en una de esas caídas que perjudican principalmente a quien comete el demérito de circular demasiado mal colocado. Por otra parte el perfil, exagerado por la perspectiva, mostraba un total de tres subidas; ninguna tenía entidad.
Más que un circuito mundialista, la ruta danesa era un velódromo donde los profesionales podían desarrollar sin apenas pestañear velocidades medias superiores a los 45 kilómetros por hora. Ése es un terreno donde los británicos se sienten como peces en el agua. No en vano, el grueso de su cuerpo técnico se formó en el velódromo y seis de sus ocho ciclistas tienen experiencia internacional en disciplinas de pista. Incluso Cavendish vestía un mono y portaba un casco híbrido, materiales a medio camino entre el ciclismo techado y el de aire libre.
Había poco que hacer ante la arrolladora superioridad británica en este terreno; sólo esperar y encomendarse en un acto de fe a que apareciera un velocista capaz de derrotar a ‘Manx Express’. Aun así, hubo quien tuvo arrestos para resistirse a asentir. Como quien ve un oasis en mitad del desierto, hubo quien percibió en la recta de meta una cota donde romper la carrera, aunque lo cierto es que no era más que un repecho, una cuestecita urbana. Allí dejó Italia las fuerzas de los Gavazzi, Visconti o Paolini, quienes aumentaban el ritmo en cada paso buscando fisuras en los británicos. También se la jugaron desde lejos Francia (Voeckler, el citado Roux) y Bélgica (Van Summeren, Kaisen); apenas consiguieron crear una ligera emoción y ganarse cierta honra. El resto, cabezas de cartel como Cancellara o Gilbert incluidos, decidieron guardarse hasta la recta de meta.
El único momento en el cual cesó el dominio británico sobrevino a unos cuatro kilómetros de meta. Un Bradley Wiggins magnífico en el día de hoy se apartó, dejando a sus coequipiers Ian Stannard y Geraint Thomas con la misión de cubrir a Cavendish la distancia restante hasta meta. Era imposible realizar ese trayecto en cabeza y, con buen juicio, se apartaron para obligar a cualquier otro combinado a hacer la labor. Australia tomó el testigo, mientras la inercia de los gregarios colocando a sus velocistas en posición ventajosa contribuía al vértigo general.
Fue en ese momento cuando España realizó el que sería su único movimiento de valor en los kilómetros finales, convertido en error por las circunstancias. A dos kilómetros de meta, Juan Antonio Flecha avanzó hasta cabeza del grupo con Óscar Freire a su rueda para colocarlo en la práctica ‘pole position’. Cuando cesó en su esfuerzo, a falta de algo más de 700 metros para el inicio del repecho final, Freire quedó totalmente expuesto. Faltó en ese momento un hombre de apoyo para el cántabro, pero Rojas tiene una impericia posicional preocupante y Reynés se había caído unas vueltas antes, junto a Hushovd, viéndose forzado a abandonar. Freire se quedó solo, con decenas de poderosos esprinters que aguardaban agazapados a su rueda a que él tragara viento en la segunda posición del pelotón, apenas cubierto circunstancialmente por un Chris Sutton que bregaba en favor de Matthew Goss. Una vez éste se apartó, el tres veces campeón del mundo quedó cara al aire y se escoró hacia el lado izquierdo de la calzada despidiéndose de su cuarto arcoiris.
A su derecha se desató la ‘volata’. Heinrich Haussler inició el lanzamiento con el jovencísimo eslovaco Peter Sagan y su líder Goss a rueda. Circulaban pegados a la barrera, dejando apenas un pequeño hueco que tapaba Daniel Oss, sacrificado infructuosamente en pos de Daniele Bennati. Cuando el rubio italiano abrió la puerta, Cavendish cruzó el umbral. Goss tuvo la oportunidad, apenas dos o tres segundos, de cerrársela; no se decidió, prefirió esperar que ‘Manx Express’ le rebasara para coger su rebufo, y erró.
Finalmente, Cavendish hizo valer el meticuloso trabajo de su selección para imponerse al australiano, quien acabó lanzado pero no lo suficiente. Ocupó el tercer cajón un André Greipel portentoso, que inició la ‘volata’ pésimamente colocado y fue el más rápido en los 100 metros finales, birlando por apenas medio tubular el bronce a un Fabian Cancellara que, bruto como acostumbra, esprintó sentado. Se consumó así un podio formado por ciclistas cuya explosión deportiva sobrevino en el próximamente difunto HTC – HighRoad, auténtico dominador de la suerte suprema del esprint en los últimos años. Su testigo viajará, junto con Cavendish y el maillot arcoiris, al galáctico Team Sky.

Foto: Cyclingnews

Antón, con el plácet de Contador

El Giro tiene un patrón claro e inviolable. Se llama Alberto Contador y está destinado a regir en lo que resta de carrera. El madrileño, cómodo en ese papel, no parece dispuesto a generar dudas y tampoco gestas. Practica el ciclismo control buscando atar en corto a quienes percibe como rivales y beneficiar a sus aliados. Nibali y Scarponi son de los primeros y han sufrido su marcaje en sus respectivos ataques, el verde en el Zoncolan y el blu-fucsia en el Grossglockner. Rujano y Antón son de los segundos y recibieron el plácet del pinteño para mandar en dichos colosos.
Los regalos, como los castigos, no son en vano. Llegan a cambio de pleitesía, favores ya concedidos o a conceder. Alberto Contador no tiene un equipo verdaderamente sólido en este Giro de Italia: llegan las subidas y se disuelve, quedando apenas en pie dos escaladores puros como Dani Navarro y Jesús Hernández. Los demás se pierden, llámense Matteo Tosatto y vengan ya de vuelta en esto de la bicicleta, o Richie Porte y sean jóvenes de talento con un séptimo puesto en la ‘corsa rosa’ figurando en el palmarés. Por ello vienen bien tácticas como las ejercidas por Euskaltel camino del Grossglockner o relevos como los de Rujano en los compases finales de dicha ascensión. Favores que se pagan a quien los merece.
No es menos cierto, sin embargo, que esas prebendas no llegan sin mérito del receptor. Ayer Rujano tuvo que aguantar toda la subida el ritmo infernal de Contador; hoy Antón tuvo que lanzarse en solitario desde mediado el Zoncolan. El vizcaíno realizó una auténtica demostración de condiciones y coraje, subiendo con agilidad y buen tiento las empinadas pendientes del coloso dolomítico. ‘Fuji’ logró no caer en el error de Joaquín Rodríguez y Michele Scarponi, quienes empezaron demasiado fuertes y acabaron cediendo, e hizo estériles los esfuerzos de un Nibali que anduvo a buen nivel en la parte final.
‘Lo Squalo’ fue otro nombre propio de la etapa. Hoy mostró por primera vez en este Giro su talante agresivo y esa rara cualidad de regular sus esfuerzos como nadie, como hizo el pasado año en la Bola del Mundo con Mosquera. Nibali, mente fría, subió de menos a más; parece que esa va a ser su tónica en este Giro, que inició romo y promete concluir a tope después de llegar con poca competición en las piernas. Pero, ‘peccato’, enfrente tendrá a un Contador poco dispuesto a ceder alegrías. Muestra de ello ha sido el kilómetro final de hoy, calculado por el pinteño para aplacar la fe del líder de Liquigas. Atacó, esperó a que el siciliano llegó de nuevo a su rueda y volvió a arrancar con objeto de remacharle en un gesto poco caballeroso. Preguntado por la RAI, Nibali habló de “falta de respeto”; Contador, directamente, se hizo el loco.
El patronazgo sólido de Contador parece destinado a marcar el Giro incluso más que el sainete que se está viviendo en el plano organizativo. La etapa de hoy ha perdido en apenas 24 horas un puerto importante (Crostis) y, luego, un tramo de veinte kilómetros en el cual los ‘tifosi’ iban a intentar causar estragos como protesta a la decisión de la UCI de suprimir la ascensión y su bajada. El motivo, más allá de lo público, son luchas de poder entre federación, carreras y equipos en las cuales todos tienen demasiado que perder… incluidos los propios ‘tifosi’, aficionados que son ninguneados a la hora de tomar decisiones.

Contador rompe la baraja del Giro

A seis kilómetros y medio de la cima del Monte Etna, meta de la novena etapa del Giro de Italia, Alberto Contador rompió esta 94ª edición de la ‘corsa rosa’. O, al menos, consolidó con un golpe de autoridad contundente su estatus de rival a batir en este Giro; ese del cual había sido apeado por sus propias declaraciones, ciertos signos de debilidad como los aparecidos en Montevergine y la positiva insolencia de rivales como Scarponi y Nibali. Pero el tres veces ganador del Tour de Francia es un hueso demasiado duro de roer. Tiene fuerza, calidad, coraje, mentalidad, instinto. Es un compendio de virtudes, un verdadero superclase cuyo patronazgo en cualquier carrera donde se presente es indiscutible hasta que se demuestre lo contrario.
Muestra de ello son las circunstancias previas al golpe de mano de hoy. El pinteño marchó toda la carrera escondido, con compañeros inseparables como Navarro y Hernández a su vera, sin inquietarse por la fuga de nueve corredores de calidad que marcó la etapa, entre los cuales se incluían Visconti, Lastras y un sólido Jan Bakelandts. Se escondió durante la primera subida al Etna, que apenas si sirvió para limpiar de esprinters el sótano del pelotón, y marchó tranquilo durante gran parte de la segunda, a la expectativa mientras el Geox de Menchov daba un tirón para acercar el pelotón a la escapada, y también mientras un excelso Niemiec marcaba incansable el ritmo del pelotón buscando el beneficio de su líder Scarponi.
La subida final al Etna transcurrió durante su primera mitad entre un cierto letargo, casi en trance. El citado ritmo de Niemiec, la pendiente liviana y el incómodo viento adomercieron las ganas de lucha de algunos favoritos. Tuvo que ser el siempre combativo Androni Giocattoli de Gianni Savio quien desatara las hostilidades a través de un recuperado José Rujano a diez kilómetros de meta; cuando Contador dio su hachazo, el venezolano supo cobijarse a su rueda para aguantar un ritmo que se reveló destructivo para Michele Scarponi, quien se vació en pos de alcanzar al ciclista de Saxo Bank y acabó por reventar como también lo había hecho el hasta hoy ‘maglia rosa’ Pieter Weening.
Una vez Scarponi hubo doblado la rodilla, Contador tuvo hecha gran parte de su trabajo y pudo concentrarse en mantener una velocidad crucero y acelerar un par de instantes para intentar descolgar al pegajoso Rujano. El resto de favoritos se reagruparon, no quisieron tomar la cabeza del grupo (era un suicidio, en realidad, tragar viento y llevar cómodos a los rivales desde tan lejos) y volvieron a ceder la responsabilidad a un Niemiec vacío. Gregario contra líder, sota contra as, se rompió la baraja. La brecha abierta, de en torno al minuto, no fue cerrada ni minimizada por falta de voluntad de los favoritos. Los escarceos postreros demostraron que había fuerza en las piernas de Kreuziger, Nibali o Arroyo, pero también temor a gastarlas en benificio ajeno. Otros aspirantes a la general como Denis Menchov o ‘Purito’ Rodríguez ni siquiera gozaron de esa fuerza.
Finalmente, uno de los ataques de Contador acabó por distanciar al notable Rujano y otorgar al madrileño una victoria meritoria que llega acompañada por una ‘maglia rosa’ quizá demasiado tempranera por el desgaste que supondrá para el equipo controlar las once difíciles etapas restantes hasta la crono de Milán. De cualquier manera, los impresionantes seis kilómetros finales de Contador hoy en el Etna olieron cuando menos a ruptura de baraja, si no a sentencia.

Gilbert triunfa en Lieja ante unos Schleck domésticos

La imagen de Philippe Gilbert entrando en meta primero, triunfante y arrollador, no ha sido extraña para los aficionados al ciclismo esta primavera. En apenas diez días se ha producido cuatro veces. En Flecha Brabançona ganó un esprint mano a mano a su vecino Bjorn Leukemans. En Amstel Gold Race jugó con acierto su As. En Flecha su arrancada lejana en Huy fue, sencillamente, inapelable. Hoy, en Lieja, no ha tenido rivales desde que en la cota de la Roche aux Faucons dejó atrás al resto de los favoritos y se marchó con los inofensivos hermanos Schleck.

En días como hoy resulta sencillo ironizar con el parentesco de Andy y Frank Schleck. Son hermanos; a veces se les identifica como gemelos o siameses por mantenerse uno junto al otro en casi todas las situaciones de la carrera; hoy parecieron auténticos primos. Los luxemburgueses se vieron obligados a quemar a todos sus coequipiers de Leopard Trek para seguir en carrera, como hizo Gilbert con los suyos de Omega, y lanzaron su apuesta en la citada Roche aux Faucons, llevándose al superclase belga a su rueda y abriendo rápidamente un hueco que se sabía decisivo. A partir de ahí no quedaba sino proseguir con los relevos hasta llegar a la subida de Saint-Nicolas, presumible escenario de la primera sucesión de demarrajes contra el impresionante valón de Omega Pharma.
Ésta no acaeció. Los Schleck, inermes, fueron humillados por un ataque colosal de Gilbert: Andy no pudo resistirle, y Frank lo hizo a muy duras penas. El valón consintió el reagrupamiento en el descenso y el llano posteriores y, lejos de hallar contestación a su espectacular derroche de talento, se encontró con docilidad y relevos. Leopardos domésticos, llevaron a Gilbert en volandas en la cota final de Ans hasta que el belga decidió que era momento de esprintar por la victoria y superó a los hermanos luxemburgueses, claramente inferiores en fuerzas y poco avezados en su táctica.
Con este triunfo, Gilbert entra por la puerta grande al olimpo ciclista. Suma un segundo Monumento a su palmarés (tras Lombardía) y, sobre todo, consuma una gesta con un único precedente en toda la historia: ganar las tres Clásicas de las Árdenas en el mismo año, hito sólo alcanzado por Davide Rebellin en 2004. En este tríptico, Gilbert fue el más listo y también más fuerte, y contó además con un equipo solvente aunque no avasallador, un Omega Pharma cuyos elementos (De Greef, Van der Broeck, Vanendert) fueron suficientes para arropar al valón y facilitarle una serie de triunfos que justifica la temporada no sólo del crack, sino de la escuadra completa.

Foto: The Telegraph

Gilbert tenía el As de la Amstel

Amstel Gold Race, más que una carrera, es una especie de entelequia ininteligible para quien no conoce sus interioridades. El perfil quebrado, con una treintena de cotas y el Cauberg (subida no especialmente dura pero sí bien situada en el casco urbano de Valkenburg) como insignia y postre, hace presagiar la prevalencia de la fuerza y la resistencia sobre otros factores. Sin embargo, la realidad es distinta. La cualidad básica para llegar vivo hasta el final es una técnica depurada; la diferencial para imponerse, la explosividad.
Amstel suele ser, además, una carrera desarrollada de menos a más, poco dada a exhibiciones individuales o desde lejos y sí de un grupo que se va seleccionando progresivamente en cada cota hasta quedarse en aproximadamente una docena de corredores que se juegan el todo por el todo para subir a lo más alto del podio. Amstel podría asemejarse, pues, con una especie de partida de póker: cada uno tiene sus cartas, las apuestas van subiendo y el corredor las va viendo si se considera capaz de ello. Finalmente, en el Cauberg, all-in y a enseñar las cartas.
La carrera de hoy respondió al guión típico. Los favoritos se guardaron hasta veinte kilómetros de meta, momento en el cual sendos tirones de Alexander Kolobnev y Joaquín Rodríguez (ambos de Katusha) dejaron el grupo cabecero en apenas trece ciclistas. De entre ellos saltó un Andy Schleck inquieto, sabedor de sus pocas opciones en un final explosivo, que se jugó todo y a la hora de la verdad no tenía cartas para nada, más aún contando con el único respaldo de un calculador Fuglsang estando los otros dos líderes de Leopard, su hermano Frank y Cancellara, eliminados por visicitudes mecánicas.
Mientras Andy se fatigaba por delante, los mejores se desconcertaban entre sí. La tostada se la comía un Omega Pharma cuyo líder Gilbert parecía insultantemente fuerte y cargaba la responsabilidad de la caza a su ejemplar gregario Jelle Vanendert. Gerrans, podio final, afilaba el cuchillo; Leukemans usaba a su coequipier Hoogerland, quien ayudó a los intereses de Gilbert más que a los de su líder de Vacansoleil. Rabobank fue un caso aparte. Con ocho corredores excepcionales en la línea de salida, se dedicó a hacer guerrillas durante los compases iniciales de la carrera y llegó con tres a los finales: Paul Mertens, Robert Gesink y Óscar Freire. Había piernas, pero por desgracia en Rabobank la táctica del colectivo no suele hacer justicia a las cualidades de los individuos.
Los ‘naranjas’ no jugaron ninguna de sus cartas y pagaron esa inacción al llegar a las estribaciones del Cauberg. Para entonces ya se sabía que sus manos no eran buenas y que Gilbert llevaba una jugada tan interesante que se podía permitir incluso dar relevos a su gregario para cazar a un Andy Schleck que por una vez se mostró voluntarioso. ‘Purito’ Rodríguez rompió la baraja y mostró por qué ahora es el Rey en la jerarquía de Katusha; a su rueda se soldó un Gilbert inconmensurable que le superó cuando quiso. Es el verdadero As del ciclismo belga e hizo valer esa condición para ganar el póker de la Amstel.

El día más feliz de la vida de Johan Van Summeren

Ninguno de los titanes de las piedras llegó a la París-Roubaix con las cuentas saldadas. El único en terminar satisfecho el pasado Tour de Flandes fue el ganador Nick Nuyens, quien se borró de Roubaix con el pretexto de preparar la disputar de la Amstel Gold Race de la semana que viene y se clasificó hoy tercero en la Klasika Primavera de Amorebieta. El resto, desde Boonen hasta Cancellara, desde Ballan hasta Flecha, tenían retos por completar y malos humores que enjugar.
Garmin – Cervélo no era una excepción de todo esto. La escuadra dirigida por Jonathan Vaughters, de hecho, era la gran decepción de la temporada de piedras. Su teórico equipazo, formado por una clase media envidiable, unos ‘outsiders’ reseñables y todo un campeón del mundo como Thor Hushovd ejerciendo de puntal, no había refrendado en la carretera las prestaciones prometidas sobre el papel. Los pinganillos abiertos en televisión, además, habían hecho un flaco favor a la dirección técnica del equipo mostrando como instaban a sus ciclistas a correr de forma conservadora.

En definitiva, la estructura estadounidense llegaba a la línea de salida de Compiègne con mucho por demostrar. Y las circunstancias se alinearon para que lo hiciera, eliminando a varios de los principales favoritos (Boonen, Chavanel, Pozzato) y con ello a sus escuadras. También generando una fuga compuesta de muchos secundarios donde supieron encontrar su hueco Gabriel Rasch y Johan Van Summeren. E incluso dando fuerza a ciclistas como Vanmarcke y Hushovd cuyas cualidades fueron importantísimas a la hora de controlar la prueba y permitir la victoria del citado Van Summeren.
Fue una Roubaix tensa, emocionante y emotiva; pero lo cierto es que no fue una buena carrera. Garmin, en efecto, tuvo buena culpa de ello. Sin embargo, no es menos cierto que la mayoría de equipos acusaron una falta de ambición manifiesta, corriendo a expensas de un Cancellara tan superior como abandonado por sus coequipiers. Leopard Trek no es una escuadra de clásicas, ya se vio en Flandes y ha vuelto a notarse hoy en el Infierno del Norte: desde el tramo de Mons-en-Pévele, situado a medio centenar de kilómetros de meta, ‘Espartaco’ estuvo solo.
Tuvo que sacar el cuchillo y ponérselo entre los dientes desde ese mismo instante para no ver escaparse a la victoria que llevaba en sus piernas. Primero dio un tirón para reavivar la marcha del grupo de favoritos; después se fue junto a Ballan y Hushovd y los remolcó hasta encontrarse a prácticamente doscientos metros de los fugados. Pidió el relevo a italiano y noruego y ninguno se lo concedió, pensando que los coequipiers que marchaban delante les eximían de cualquier responsabilidad. El suizo se hartó, se sentó, habló directamente con los directores de sus compañeros de fuga lanzando un órdago: “no pienso hacer la caza entera yo solo”. No la hagas, le dijeron. Y ‘Espartaco’ perdió todo el trabajo realizado.
En esa sucesión de acontecimientos residió la clave de la carrera, que pasó a decidirse delante. Restando apenas una veintena de kilómetros para el final la fuga se seleccionó, quedando Tjalingii (Rabobank), Bak (HTC), Rast (RadioShack) y Van Summeren por delante. Para dar una idea del calibre de la escapada basta observar que sólo Van Summeren había cruzado alguna vez entre los diez primeros la línea de meta del velódromo de Roubaix, mientras ni Bak ni Tjalingii se habían clasificado jamás por encima del vigésimo puesto.

Yasmin, la futura esposa de Van Summeren

La lógica indicada por el palmarés se cumplió en el Carrefour de l’Arbre. El corredor de Garmin rompió la baraja y nadie discutió su triunfo, ni aun viéndose obligado el belga a recorrer los cinco kilómetros finales pinchado. En el mismo tramo donde decidió Van Summeren intentó Cancellara realizar una aceleración; fue frustrado por la inoportuna moto de la televisión y el obstáculo representado por un Roelandts desfondado. Luego realizó ‘Espartaco’ un último ataque de pura rabia que le sirvió para clasificarse en segunda posición. Mientras el suizo conseguía su premio estéril, Van Summeren sacaba un momento de lucidez entre la emoción de la victoria y pedía matrimonio a su novia Yasmin, paciente espectadora en la línea de meta. Ella dijo sí y completó el que sin duda alguna es el día más feliz de la vida del modesto corredor belga.

Imágenes: Cyclingnews y @wielerman

Nuyens fue el más listo de un Tour de Flandes memorable

Los días previos al Tour de Flandes son una liturgia de creación de expectativas que, normalmente, no son satisfechas por una realidad tozuda en quitar la razón a la ilusión de los aficionados. Sin embargo, en ocasiones, el ciclismo trasciende y se convierte en mágico por obra y gracia de unos hombres, los esforzados de la ruta, que con sus virtudes y miserias, sus aciertos y errores, sus golpes de suerte y sus infortunios… Convierten una carrera en inolvidable.
La prueba de hoy ha sido un gran ejemplo de esto. Los corredores se han desempeñado con orgullo y coraje, fajándose unos contra los otros y, a su vez, contra una ruta dantesca con más de 250 kilómetros de calzada estrecha jalonada de cotas, pavé y muros.
La batalla ha iniciado muy pronto, con una fuga táctica en la cual Garmin y Sky introdujeron sendos elementos (Hammond y Hunt) para evitar responsabilidades. Siguió con una escaramuza, poco después, donde multitud de segundos espadas de diversos equipos se introdujeron forzando al Leopard Trek del gran favorito, Fabian Cancellara, a asumir el peso de la carrera y quemarse en pos de la neutralización.
Quick Step repitió la táctica de cada Flandes. Dejó a Boonen a rueda de Cancellara y mandó al segundo de a bordo, en este caso Sylvain Chavanel, por delante desde muy lejos. El francés encontró la compañía de un sorprendente Simon Clarke (Astaná) y otros sucesivos acompañantes. El fallo vino cuando Tommeke, ansioso y restando aún cuarenta kilómetros para meta, decidió romper la baraja para eliminar a todos aquellos rivales expectantes de los designios de Cancellara, incluyendo un Gilbert perjudicado por un inoportuno pinchazo.
La aceleración de Boonen fue el interruptor que encendió el motor de Cancellara. El suizo cogió su fusil y machacó al grueso del pelotón primero, a Pozzato después y a un Boonen que ejerció de cazador cazado y renunció a seguir la rueda de ‘Espartaco’, optando por buscar el amparo de un grupo mayor a expensas de la presencia de Chavanel en cabeza de carrera.
Cuando el superclase de Leopard Trek cazó al francés, éste se alojó a su rueda y le negó los relevos. Por detrás, el BMC de Ballan, el Katusha de Pozzato y el Vacansoleil de Leukemans (con un trágico Devolder) tomaron la iniciativa de la caza mientras los hombres de Garmin se escondían, cobardes, pensando en el tercer puesto; otros esperaban y lanzaban pequeñas escaramuzas de dudosa efectividad.
En las inmediacionse del mítico Kappelmuur, uno de los momentos culminantes de la temporada ciclista, la ventaja de Cancellara y Chavanel sobre el grupo de favoritos estaba por encima del medio minuto. Cuando se llegó a la subida adoquinada el suizo, desinflado, fue cazado por un grupo donde aquellos favoritos que veían la carrera perdida se encontraron con una segunda oportunidad e intentaron aprovecharla.
Un Gilbert impulsivo tomó la delantera durante unos kilómetros que le jibarizaron las piernas y fue atrapado definitivamente por Leukemans, Ballan, Hincapie, Flecha, Thomas, el sorprendente Scherinlinckx, Langeveld, Nuyens, Boonen y los quemados Cancellara y Chavanel. Las sensaciones eran desiguales: Ballan parecía fuerte, Flecha se antojaba decidido, Nuyens se escondía, Langeveld se la jugaba sabedor de su pobre ‘rush’.
Finalmente fue un poderoso demarraje de un Cancellara renovado el que decidió la carrera llevándose a Nuyens y un valiosísimo Chavanel, corajudo y siempre atento. Por detrás los equipos, aún llevando como en el caso de BMC y Sky dos corredores en el grupo, vacilaban; por delante había entendimiento, con Cancellara trabajando la parte del león, Chavanel la del ratón y Nuyens ejerciendo de rémora. Flecha y Boonen, los más fuertes del grupo trasero, acabaron por demarrar con impaciencia pero la suerte estaba echada y el triunfo estaba en cabeza.
Cancellara jugó su baza acelerando desde lejos. A casi 350 metros de meta encendió el suizo la mecha, y a punto estuvo a punto de sacar de punto a un Nuyens aparentemente débil y portador de un Chavanel tranquilo. A sólo 150 metros del final el belga de Saxo Bank remachó a Cancellara y, entonces, Chavanel cometió su error buscando la rueda suiza en lugar de la belga. Fracasó y, cuando intentó remontar, se quedó sin tiempo y sin espacio.
Nuyens consiguió, de esta manera, un triunfo inesperado que viene a refrendar que la arriesgada apuesta de Bjarne Riis fichándole como líder de Saxo Bank para las clásicas tras varias temporadas oscuras no era tan descabellada. El belga se llevó se ha llevado ya una A Través de Flandes agónica y, con esta victoria en De Ronde, confirma sus excelentes sensaciones.
Sin embargo, más allá del cajón más alto del podio, el segundo y el tercero de la carrera han sido los verdaderos protagonistas del día. Cancellara con su ataque, aun desaforado y desafortunado; Chavanel con su atención y sus infinitas fuerzas, aun marradas en la parte final… Han dignificado el ciclismo y elevado el espectáculo a un nivel insospechado y existentes únicamente en la imaginación de los aficionados más optimistas para configurar un Tour de Flandes histórico donde Nuyens fue el más listo.