Desheredados con esencia de Vinokourov

Del mismo modo que la conducta de un grupo es reflejo de su líder, en ciclismo cada equipo emana el carácter de su líder. En las dos carreras que se están desarrollando estos días, Tirreno-Adriático y París-Niza, hemos podido ver el trabajo ordenado del Movistar de Unzué, la clase sin coraje del Leopard de los Schleck, la diáfana eficiencia del Garmin de Vaughters, la agilidad del Lampre de Saronni, el descaro del Farnese Vini de Visconti…
Pero, si un equipo ha mostrado una personalidad colectiva identificable por encima del resto, ése ha sido Astaná. La escuadra, teóricamente dirigida por Giuseppe Martinelli, nace auspiciada por y para Alexandre Vinokourov. A resultas de ello, la huella de la estrella kazaja marca la táctica colectiva, e incluso a todos y cada uno de los componentes de la plantilla. Astaná es pura esencia de Vinokourov: ataque desaforado, valentía, arrojo: unas condiciones donde la fuerza prevalece sobre la clase.
Sirva este sábado cómo botón de muestra. En Tirreno-Adriático, Gorazd Stangelj ha estado fugado más de doscientos kilómetros y ha sido reemplazado después en cabeza de carrera por ataques poco efectivos pero apreciables del joven talento australiano Simon Clarke y el italiano Enrico Gasparotto. En París-Niza, el propio Vinokourov ha tomado el toro por los cuernos al inicio de la etapa para romper el pelotón. Posteriormente, Remy Di Grégorio ha realizado una cabalgada en la última decena de kilómetros, con Movistar tirando por detrás y una carretera en condiciones deplorables que casi le cuesta una caída como a su compañero Robert Kiserlovski, que terminó debajo de una furgoneta.
Astaná es, también, un equipo de deshereados. Como el ganador de hoy, Di Grégorio: joven promesa en FDJ, descartado y bajado del pedestal en medio de un run-run de desaprobación. Como Gasparotto: apartado de Liquigas hace unos años por tener la osadía de birlarle a Di Luca una ‘maglia rosa’ y, desde entonces, peregrinó por diversos equipos hasta encontrar acomodo en Astaná. Como Kreuziger: sus capacidades físicas crearon una gran expectación diluida entre el enorme potencial de Liquigas, de donde salió por la puerta de atrás buscando “aire nuevo”. Como Kessiakoff: genial debut en carretera con Footon, absolutamente anónimo en Garmin… Como Vinokourov: positivo, dos años de sanción, vuelta al primer nivel y abucheos y suspicacias por doquier.
La victoria de Remy Di Grégorio en la séptima etapa de París – Niza ha sido la primera de la temporada para Astaná. A buen seguro no será la última; a buen seguro, también, le seguirán pocas más. En general, en la plantilla kazaja abundan la garra y la fuerza pero existe cierta carencia de instinto ganador. Síntoma de ello es que su mejor ‘killer’, Allan Davis, sólo ha ganado en los últimos 25 meses una carrera, los Juegos de la Commonwealth. A la escuadra celeste probablemente le espere un año parco en victorias. Por algo son desheredados. Pero también será una temporada prolífica en ataques y demostraciones de coraje. Por algo llevan la esencia de Vinokourov.

Foto: steephill.tv
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Las flojas perspectivas del Saxo Bank de Contador

En la parte oriental de la isla de Fuerteventura se yergue Playitas Resort, un enorme complejo hotelero construido en 2006 en el pueblo pesquero de Las Playitas aprovechando la baja densidad urbanística existente alrededor y los más de 900 metros de playa propiciados por la bahía homónima. Ahí se ha ido el equipo Saxo Bank para hacer su tradicional concentración invernal, encabezado por su propietario Bjarne Riis y su líder Alberto Contador: a 1622 kilómetros de Madrid…

Tierra y mar de por medio. Alberto Contador necesitaba alejarse de habladurías, rumores, especulaciones y afrentas para reencontrarse, consigo mismo y con la tranquilidad que abandonó hace unos años su carrera deportiva. Allí, en Fuerteventura, el pinteño ha conocido a los integrantes de su nueva escuadra, a la que llegó atraído por el prestigio y la seguridad ofrecidos por Bjarne Riis y espoleado por el poco acogedor ambiente de su ya casi ex equipo Astaná. Desde el domingo 28 lleva envuelto en una serie de actividades deportivas y dinámicas grupales junto a sus compañeros de Saxo Bank, algo distantes de los primigenios campamentos de supervivencia organizados en bosques daneses por Riis junto a un antiguo boina verde, pero con idéntico fin: generar sinergias y complicidad entre los diversos miembros del bloque.
Bloque. De nuevo, un invierno más, la palabra clave de la especulación deportiva en torno a Alberto Contador. En el invierno de 2009 se habló mucho en torno a la posible fragilidad del Astaná que debía respaldar al superclase madrileño. Conforme iba avanzando la temporada, el runrún se fue avivando gracias a las actuaciones del conjunto y a las declaraciones del propio Contador admitiendo estar “protegiendo” de un desgaste prematuro al bloque debía salvaguardar sus opciones en el Tour. Finalmente, sin embargo, no se cumplieron los pronósticos; bien al contrario, Astaná fue la mejor formación en cuanto a rendimiento de los gregarios, con especial brillo de unos superlativos Navarro y Tiralongo.
A pesar de la contundencia con la cual se zanjó la discusión sobre Astaná en 2010, el escrutinio al Saxo Bank de 2011 está servido. La estructura dirigida por Bjarne Riis está lejos de mantener el potente conjunto de años pretéritos, cuando era favorito en cualquier competición donde estuviera presente. Once bajas han mermado su potencial de una manera significativa. Ocho corredores (incluyendo sus tres líderes, Frank y Andy Schleck, junto a varios gregarios clave) se han ido al flamante Luxembourg Pro Cycling Project, mientras por otra parte se ha retirado un tótem como Frank Hoj y han emigrado dos potenciales clasicómanos de renombre como Matti Breschel (a Rabobank) y Alex Rasmussen (a HTC-Columbia).
Las altas no han compensado, ni de lejos, las pérdidas supuestas por las bajas. Han llegado tres hombres poco curtidos y sin proyección significativa como Mads Christensen, Manuele Boaro y David Tanner; corredores venidos a menos como Gustov (ex Cervélo), Nuyens (ex Rabobank), Vandborg (ex Liquigas) y Tosatto (ex Quick Step). Y, formando parte del mismo paquete que Contador, tres gregarios solventes como Benjamín Noval, Jesús Hernández y Dani Navarro.
Mimbres, en definitiva, insuficientes por sí solos para sostener el nivel de una escuadra históricamente dominante como Saxo Bank; insuficientes, también, sumándoles aquellos ciclistas que continúan de la temporada pasada. Del ‘nueve’ presentado por Riis en el Tour 2010 sólo siguen en el equipo Chris Anker y Nicki Sörensen, el primero joven escalador en progresión y el segundo veterano gregario todoterreno. Aparte, como nombres significativos, quedan los velocistas argentinos Juan José y Lucas Haedo, el rodador australiano Baden Cooke (posible ‘capitano’ para las grandes vueltas la próxima campaña), el contrarrelojista Gustav Erik Larsson y el prometedor vueltómano Richie Porte, que ha pasado todo el invierno forzando su salida del equipo sin éxito.
Las proyecciones no son excesivamente buenas, ni para Contador de cara a contar con un bloque fuerte en el Tour ni para el equipo en general. En las clásicas de primavera, por ejemplo, Saxo Bank distará de poseer dos bazas ganadoras como eran Breschel y Cancellara y se jugará todo a la carta de Nick Nuyens, un teórico especialista en pavés que sólo ha acabado dos veces entre los diez primeros de Tour de Flandes o París-Roubaix en sus nueve campañas como profesional.
En grandes vueltas, eso sí, las perspectivas son algo más halagüeñas para la formación danesa. Porte demostró en el pasado Giro, donde fue séptimo, capacidad para liderar al equipo en aquella ronda de tres semanas que Contador decida no disputar. Larsson, los Sörensen y el trío de gregarios españoles, junto a algún rodador como Cooke, Vandborg o Tosatto, pueden conformar en condiciones normales un bloque decente para arropar a Contador durante su defensa del maillot amarillo conseguido en 2010. El problema puede venir en el momento en el cual la carrera se tense de verdad, con súper estructuras como Liquigas o Luxembourg Pro Cycling Project atacando como si no hubiera mañana para buscar la sorpresa, planteando batalla desde lejos o simplemente forzando el ritmo del pelotón. En cualquiera de esas circunstancias, la solvencia del bloque de Saxo Bank sí quedaría en entredicho…
… A priori. Nunca se sabe cuál será el desempeño del equipo hasta que no llegue la carrera a poner en su sitio a cada uno. Nunca se sabe el efecto que pueda tener en los coequipiers de Contador una preparación física adecuada o la moral aportada por saberse defensores de las opciones del mejor ciclista del mundo. Nunca se sabe, en realidad, cómo será la actitud de los adversarios ni su rendimiento. Es imposible prever con exactitud si el Saxo Bank de Alberto Contador funcionará de maravilla o de pena. Sin embargo, sí se pueden establecer perspectivas… y éstas son más flojas de lo deseable.
Foto: Tim De Waele – Saxo Bank

Meritocracia y amistad por encima de la leyenda

23 de Julio, Arueda.com

El Tourmalet sólo ha sido final de etapa dos veces en el Tour de Francia: el 16 de Julio de 1974 y ayer. Esa primera ocasión se subió por La Mongie y el vencedor fue Jean Pierre Danguillaume, ciclista de clase media-alta en su época en cuyo palmarés sólo hay triunfos conseguidos en suelo francés que pasó a la historia del ciclismo mundial por este único hito. Se hizo un hueco en la historia gracias a una cabalgada épica, con Eddy Merckx, Raymond Poulidor o Lucien Van Impe tratando de darle caza por las galerías que jalonan esa cara del coloso pirenaico.
Ayer, segunda llegada de la historia y segunda ocasión para que un corredor ligara su nombre a perpetuidad a la montaña más mítica del Tour de Francia, junto al Mont Ventoux y Alpe d’Huez. Circunstancias ideales: dos corredores destinados a marcar una época, Andy Schleck y Alberto Contador; exponentes de una portentosa nueva generación de esforzados de la ruta, llegaban igualados a las faldas del puerto que esta vez se iba a subir por el lado duro de Baréges, siendo última jornada montañosa de la carrera, obligatoriamente decisiva… Y, tras luchar diez kilómetros ambos superclases mano a mano, uno decide regalar la etapa a otra en un gesto que puede ser interpretado como un ‘fair-play’, o un reconocimiento a los méritos del rival, o una concesión a la amistad… pero que es, invariablemente, un empalago innecesario.
Carlos Sastre, ciclista de otro tiempo, atacaba al principio de la etapa de hoy. Buscaba contactar con la fuga del día con Boasson Hagen, Kolobnev y Flecha entre otros, que se había marchado sin ningún representante de su Cervélo. Para ello lanzó previamente a sus coequipiers Daniel Lloyd (cazado ipso facto por el pelotón) e Ignatas Konovalovas, destinados a hacer de puente y ayudarle en su propósito. La aceleración del abulense, sin embargo, fue respondida por un Alberto Contador que le hacía gestos para que parara. Samuel Sánchez había caído en la parte trasera del pelotón y había que esperarle. Sastre, con carácter, respondió al madrileño: ése no era su asunto. Si Contador quería ‘fair-play’ podía seguir con él hasta dónde quisiera, pero él había sufrido muchos contratiempos a lo largo de la temporada y nadie paró la carrera para que se repusiera de las consecuencias. Así que iba a seguir adelante. Contador torció el gesto (también lo hizo el sindicalista Cancellara, que circulaba unos metros más atrás) y el abulense se marchó del grupo. A la postre no conseguiría su objetivo de alcanzar la fuga, rodando en tierra de nadie un centenar de kilómetros y certificando que éste ha sido para él un Tour de poca gloria y mucha dignidad.

Mientras Sastre se machacaba por delante, víctima del mal tiempo y circunstancias contrarias, el pelotón circulaba tranquilo, resguardado tras la fila de corredores del Astaná de Contador, ocasionalmente apoyado por el Saxo Bank de Schleck, el Rabobank de Menchov y el Omega Pharma de Van der Broeck. Fue después de Soulor, ya pasado el Marie Blanque, cuando la carrera se puso seria de verdad. Saxo Bank y Astaná pensaron endurecer el ritmo para descubrir debilidades en el otro; Omega y Rabobank buscaron forzar a un Samuel Sánchez aparentemente maltrecho por su caída al inicio de la carrera. El resultado fue un paso asfixiante que a la hora de la verdad sólo afectó a Astaná, que dejó solo a Contador a poco de iniciada la subida final, cuando apenas sobrevivían en cabeza de carrera Kolobnev y el alemán de BMC Marcus Burghardt. En el pelotón, una veintena de ciclistas…
El trabajo de Saxo Bank fue ejemplar, como no lo había sido en toda la montaña de esta Grande Boucle, y cuando Jakob Fuglsang (último gregario) dio su última pedalada con fuerza el líder del equipo Andy Schleck remató la faena con un ataque progresivo a diez kilómetros de meta que eliminó uno por uno a todos los rivales salvo al que debía eliminar, un Alberto Contador que se pegó a la rueda del luxemburgués como una lapa. Uno contra uno, los dos amigos fueron subiendo al paso que marcaba un Schleck que jamás cesaba en su empuje y cada cierto tiempo daba un tirón para intentar poner en apuros al impasible madrileño.
La carretera, la marea humana y los dos mejores corredores del momento. El duelo estaba servido, podría haber sido épico, pero el ímpetu del luxemburgués encontró un muro infranqueable en la solidez del español, que a cinco kilómetros de meta incluso osó realizar un demarraje que fue contestado solventemente por Schleck. Empate técnico, los quince minutos que transcurrieron hasta meta fueron alternamente de conversación unidireccional (el de Saxo Bank hablaba, el de Astaná fingía no escuchar) y tirones tímidos de Andy, que evidenció haber perdido la fe por descolgar a Alberto.
Nadie amenazaba, de cualquier manera, la supremacía de los superclases. Detrás, a más un minuto, circulaba Joaquín Rodríguez. Tras él, los aspirantes al tercer cajón del podio desarrollaban una lucha que se saldaría con otros ocho segundos de ventaja para Samuel Sánchez sobre Menchov. Son 21” en total, la contrarreloj será un duelo de pronóstico reservado entre asturiano y ruso toda vez que Van der Broeck ya parece eliminado de la contienda.
El momento tenso, pues, llegó cuando los protagonistas principales, Alberto y Andy, Tú y Yo, se aproximaban a meta. El luxemburgués siempre en primera posición, el madrileño detrás. Se esperaba un estacazo de Contador, que hiciera pagar a Schleck las consecuencias de su menor fortaleza y su táctica a la postre equivocada de intentar obligarle a un esfuerzo largo que provocara su desfallecimiento. Hubiera sido justo, lógico, en el mundo de la competición. Pero hoy el ciclismo era otra cosa, algo menor. Importaba más el mérito de que Schleck hubiera llevado el peso de la carrera, o al menos eso entendió Contador dejándole entrar victorioso en meta. Una vez pasada la línea de llegada, ambos se palmeaban la espalda, se chocaban las manos, incluso se abrazaban.
Amigos y rivales, un concepto precioso que ellos habían llevado demasiado lejos. Ayer, en la llegada del Tourmalet, acabaron por ser compadres incluso dentro de la carrera donde deberían haberse machacado mutuamente hasta la extenuación para hacer honor a su condición de deportistas. No vale hablar de Indurain, habitual regalador de victorias de etapa cuando aprovechaba el trabajo de terceros para distanciar a segundos; aquí el receptor del presente era el segundo, el gran rival, aquel al cual no se le debería haber dado ni los buenos días tal y como se hizo en Bales. Pero aquel día Contador recibió del público francés un reconocimiento amargo que le descolocó: los silbidos, el abucheo. No quepa duda de que eso, el miedo a escuchar música de viento desde el podio, influyó mucho en el madrileño a la hora de dejar el triunfo en manos de Andy. Tanto o más que la amistad que les une, o que los méritos realizados por el contrincante…
Tras haber presenciado el pasteloso espectáculo, Carlos Sastre explotó en su nota de prensa: “estamos haciendo del ciclismo una patraña de niñatos”. Era la explosión del ciclismo antiguo, viejo cascarrabias apegado a la tradición y a la épica, contra su nieto moderno, hijo de aquel drogadicto ciclismo de los noventa que aún sigue tocando el timbre de vez en cuando para molestar. El nieto moderno, nacido tras la Operación Puerto y adolescente hoy día, es demasiado blando, demasiado sentimental, no conserva ni un ápice del temperamento salvaje que hacía pedalear hasta la extenuación a los adalides de ese ciclismo, el antiguo, que ahora sólo vive en los libros de historia aunque nos empeñemos en intentar resucitarlo cada vez que lo echamos de menos. Ahora, en el ciclismo moderno, la leyenda, lo mítico, importa poco. O mejor dicho, importa menos que valores humanos de esos para todos los públicos como la amistad o el mérito, el “se merece más la victoria que yo”. Valores muchas veces hipócritas que no caben en la alta competición.

Tú, Yo y los Demás

Definitivamente, este es el Tour de la digresión. El Tour de la ruptura, el Tour de lo extravagante. Este fin de semana, particularmente bizarro, ha mostrado una esquizofrenia notable que sin embargo no ha comportado cambios significativos en la general. Los cabezazos de Renshaw para facilitar la victoria de Cavendish el jueves, Vinokourov enfadado el viernes y satisfecho el sábado, la machada de Riblon hoy. Detalles que marcan el carácter de esta carrera.
Pero la imagen que quedará grabada en la memoria del ciclismo representando este Tour de Francia será, por encima de todas, la que se ha producido hoy en Ax 3 Domaines. Alberto Contador y Andy Schleck, el madrileño ligeramente adelantado respecto del luxemburgués, dejando ir al resto de corredores camino de la cima del antes llamado Plateau de Bonascre. Vigilándose hasta el ridículo. Responde esta imagen a la sensación, refrendada por la general, de que entre Alberto, Andy y los demás hay una distancia insalvable. “Tú, Yo y los Demás”, parecía decir la mirada del luxemburgués tras sus gafas, sosteniendo una expresión idéntica al madrileño. No importaba nada más, así lo había interiorizado Andy de las órdenes de Bjarne Riis.
Mientras tanto, en cabeza de carrera, Christophe Riblon finalizaba su tarea de dejarse los hígados en una fuga de salida con éxito, premiando al pundonor y el sacrificio denodado que tanto se echaban de menos en el ciclismo francés. Inmediantamente delante de Tú y Yo, la terna de aspirantes al puesto vacante en el podio de París se batía el cobre. Denis Menchov, Samuel Sánchez y Jurgen Van der Broeck saben que es cosa de ellos dirimir a quién pertenece ese lugar de honor. Los siguientes parecen descartados: Gesink está supeditado a Menchov, Leipheimer y Luis León Sánchez se muestran vulnerables en las subidas, Joaquín Rodríguez tiene su talón de Aquiles insalvable en las contrarrelojes.
Cosa de tres. Menchov parece el más sólido, como muestra su discreta pero segura actuación en todo este Tour, y tiene el colmillo del que carecen el resto de aspirantes, valioso hoy para comprender la carrera antes que el resto y hacer camino respecto de todos menos de Samuel Sánchez, también lector avezado de las situaciones tácticas. Samuel parece el más fuerte, suele ir a más en la tercera semana de las grandes rondas pero tiene el hándicap de ser algo inferior a Menchov en contrarreloj. Van der Broeck parece el rival más débil, acusa bisoñez e impetuosidad que le hacen gastar fuerzas antes de tiempo.
No tienen nada que hacer en un duelo directo con Alberto y Andy, y eso lo saben ambos contendientes por el maillot amarillo. Tú, Yo, los Demás… Los Demás parecen ser el único problema posible para pinteño y luxemburgués. Los demás que están de su lado, y los demás que juegan en su contra también.
En el seno del Saxo Bank la concentración es máxima, el enrarecimiento del entorno provocado por la incertidumbre respecto del futuro del equipo derivada de su escisión en el “bloque Schleck” y el “bloque Riis” se ha disipado pero sigue presente. Por lo demás, las fuerzas escasean; una semana defendiendo el amarillo de Andy carga en exceso las piernas de los corredores. O mejor dicho las descarga de energía.
Por otra parte, en Astaná reina desde el principio de la carrera un ambiente positivo y, sobre todo, de unión en pos del objetivo de que Contador vuelva a subir a lo más alto de podio de París. Alberto ha ejercido de jefe sabio, sin duda asesorado por un Martinelli que está realizando una buena labor de dirección en la sombra. No ha querido tomar el amarillo en ningún momento para liberar de presión y trabajo a sus coequipiers, que en su mayoría asumen su rol de gregarios con naturalidad. La única posibilidad de ruptura era el carácter de Alexandre Vinokourov, que desde su posición de ‘capitano’ en ruta estuvo a punto de acabar con la armonía en la etapa del viernes.
Vino se filtró en la fuga del día, acompañado de otros grandes corredores como Hesjedal, Klöden o Kyrienka, eximiendo así a sus coequipiers de tirar para neutralizar el movimiento y provocando además un quebradero de cabeza a Saxo Bank, que tuvo que asumir el desgaste de la persecución. Fue también el más fuerte entre los fugados, pero la victoria se le escapó por el empuje de un Alberto Contador que decidió devolver a Andy Schleck golpe psicológico de Morzine-Avoiraz con un ataque en la subida que hizo eterno a Laurent Jalabert. De paso, le quitó la victoria a Vino y se la regaló a Joaquín Rodríguez. La primera consecuencia de esto, según revela Carlos Arribas en El País, fue una larga conversación donde Vinokourov expuso a Contador sus frustraciones; la segunda, la victoria del kazajo al día siguiente en Revel. Allí se escapó a pocos kilómetros de meta, aprovechando un puerto de tercera y el desorden reinante en el pelotón ante la falta de un equipo de esprinters capaz de controlar la carrera. Frenó cualquier posibilidad de caza un autoritario Alberto Contador, que al llegar en meta se fundió un abrazo con Vinokourov para sellar la paz.
Yo y Tú, Alberto y Andy, tienen por tanto dos buenas escuadras a su servicio. Los Demás no pueden decir lo mismo; Menchov apenas tiene a Gesink, Gárate y Moerenhout para la montaña, Samuel a Verdugo, Egoi Martínez y Velasco, Van der Broeck a Dani Moreno, Lloyd y De Greef. Mimbres todos ellos insuficientes ‘per se’ para revolucionar la carrera. Mimbres que, juntos, sí podrían dar un vuelco a la competición. Mimbres que, unidos a ciertos intereses colaterales, sí que tendrían opciones notables de poner en dificultades a Tú, Yo y sus compañeros.
Caisse d’Épargne y RadioShack pueden ser los jueces de la carrera. Luchan por la clasificación por equipos, introducen corredores en cada fuga y arman auténticos zafarranchos con tal de tener la máxima representación posible en cabeza de carrera. Sus tácticas, bien aprovechadas por los Demás de la general, pueden cambiar el signo de esta Grande Boucle. Eusebio Unzué cuenta en sus filas con un nivel medio de lujo: Luis León Sánchez, noveno en la general; Rubén Plaza, vigésimo y dando un nivel relativamente sobresaliente en montaña; Moreau, Kyrienka, Iván Gutiérrez, siempre al salto. Johan Bruyneel, por su parte, tiene a Leipheimer bien colocado en la general (séptimo) y a una serie de ciclistas de calidad que parecen lejos de su mejor momento pero capaces de un chispazo desequilibrante: Brajkovic, Horner, Klöden. Y Armstrong, Lance Armstrong…
El americano anunció esta mañana en su Twitter “sorpresas para la última semana”. No parece probable que se quede de brazos cruzados en su último Tour; prepara un último zarpazo y para él lleva varias etapas reservándose. Por el camino puede hacer perder a Alberto y Andy (Tú y Yo, Yo y Tú) más de lo que él vaya a ganar. En su misma situación se encuentran el resto de a priori favoritos caídos en desgracia con el curso de la carrera; los Evans, Wiggins, Sastre. El abulense, precisamente, ha realizado hoy en Pailhéres el primer movimiento en ese sentido. Sabedor de que la decadencia es honrosa cuando se acompaña con ambición. Atacando desde la base del coloso pirenaico buscando la victoria e induciendo a cierto esfuerzo al Astaná, que controlaba en ese momento el grupo de favoritos.
Estos movimientos jamás son inocuos y pueden jugar un papel clave en el desarrollo de la última semana de este Tour de Francia de la digresión. Un Tour que, sin duda, está cumpliendo lo que prometía: ser una prueba épica, creadora de mitos e imágenes como la de Andy Schleck y Alberto Contador hoy en Ax 3 Domaines mostrando que la lucha por el amarillo se reduce a ellos con un marcaje mutuo que rayaba el insulto al resto de competidores. Reeditando aquella histórica situación de Anquetil y Poulidor marcándose en el Puy de Dôme, pero sin la extenuación que llevó aquel Julio de 1964 a ambos superclases franceses a apoyarse en el uno en el otro, derrengados. Pero eso sí, sin dejar de dar pedales.

Juventud, divino tesoro

Juventud, divino tesoro”, debió pensar Lance Armstrong mientras veía marcharse de su alcance al grupo de favoritos en el Col de la Ramaz. El tejano pedaleaba hoy oxidado, con una especie de cámara lenta protésica en él que siempre ha tendido a usar lo que Eddy Merckx, cuando no congeniaba con el americano, daba en llamar despectivamente el “molinillo”. Delante suya, siempre, un Janez Brajkovic sin el golpe de pedal de Dauphiné. Detrás suya, nunca los mismos compañeros; todos los que se integraban en el grupo de Armstrong acababan por querer ir más rápido y abandonarlo. Rebasarlo. Así de duro para todo un heptacampeón del Tour de Francia.
Juventud, divino tesoro”, habrá pensado una vez más el líder de RadioShack al cruzar la línea de meta a casi doce minutos del ganador y seguir pedaleando como un autómata. Hay un signo que indica al campeón que su reinado ha terminado y debe retirarse: que el cúmulo de circunstancias y factores ajenos e involuntarios que rodean a su desempeño comienzan a serle contrarios. En otras palabras, que la suerte le abandona. Hoy Lance Armstrong se ha visto envuelto en tres caídas: la primera en el pelotón al principio de la etapa, la segunda justo antes del Col de Ramaz (cayó solo en una rotonda; reintegrarse en el pelotón supuso un esfuerzo para él y sus compañeros que seguramente se pagó durante la ascensión), la tercera justo después, en el descenso. Esta última fue particularmente indicativa: Lance se vio enganchado entre dos Euskaltel (Iván Velasco y Egoi Martínez) que se trabaron mutuamente con la bolsa del avituallamiento. Lo que se dice un conflicto de nimiedades que redundó en la moral del tejano, hoy humillado en la gran ronda francesa por primera vez desde que se recuperara de su cáncer. Ha llegado el momento para él de hacerse a un lado, tal vez de trabajar para Levi Leipheimer (que aguantó con los mejores en Avoiraz) o tal vez de realizar movimientos lejanos que inquieten a los principales líderes. Lo que está claro es que su lugar ya no está en el pelotón, guardando fuerzas para acabar el decimoquinto de la general. Y tampoco debería tener perspectiva de retirarse de la competición; no sería una salida digna para un superclase como él.
Juventud, divino tesoro”, debió pensar Alberto Contador al ver rezagarse a Lance Armstrong, al darse cuenta de que él, por fortuna, tiene ese elixir que se consume con los años, ése del que al tejano no le queda ni una gota. Debió pensarlo sonriendo, observando como su equipo Astaná, denostado en la previa de la Grande Boucle, respondía a la perfección y llevaba el peso de la carrera para primero distanciar a Armstrong y, después, separar el grano de la paja entre los favoritos. Paolo Tiralongo, Alexandre Vinokourov y, sobre todo, Dani Navarro, se han mostrado como un bloque fuerte (quizá el más fuerte para montaña) y han dado al madrileño un motivo para enseñar sus dientes. Luego los ha tenido que esconder, cuando tras quedarse solo no ha sabido o podido controlar la carrera y ha sido incapaz de contestar a un tremendo ataque de Andy Schleck y Samuel Sánchez. Con ello nacen las dudas…
Juventud, divino tesoro”, debió pensar Andy Schleck con sorna cuando veía delante de sus ojos el dorsal 181 de Samuel Sánchez. Durante un kilómetro fue el Euskaltel quien tuvo 25 años y el Saxo Bank fue el curtido veterano de 32 primaveras. Y es que Samuel, en lugar de dejar la responsabilidad de distanciar al grupo de favoritos en manos de Andy, al fin y al cabo el más interesado del dúo por ampliar diferencias con el resto de contendientes por la general, asumió por sí solo el total de la carga. Sirvió así el triunfo en bandeja al luxemburgués, que sólo debió darle el llamado “último relevo” para llevarse la victoria, la ventaja y, en definitiva, toda la gloria para la cual no había necesitado trabajar. El asturiano, por su parte, entró en meta con cara de tonto observando como Schleck mostraba su alegría con un gesto de celebración, cuando menos, propio de un mono.
Juventud, divino tesoro” ha sido también lo que debieron pensar también Vincent Lavenu (AG2R) y Joxean Fernández ‘Matxin’ (Footon), directores de Nicolas Roche y Rafa Valls, respectivamente, al ver a sus pupilos rayar a tan buen nivel hasta el punto de postularse como posibles sorpresas o estrellas emergentes de este Tour de Francia. Ninguno llegó a entrar en el combo de los mejores, pero ambos arribaron a meta con unos honrosos dos minutos de retraso. Irlandés y alicantino ostentan sendas posiciones entre los veinte primeros con las que, seguramente, apenas soñaban al inicio de este Tour. En defenderlas con el mismo éxito que han tenido hoy estará su misión de aquí al domingo 25, cuando lleguen (quizá triunfantes) a los Campos Elíseos.

Chavanel se concede un bis

El pasado lunes, camino de Ans, Sylvain Chavanel consumaba una de las suertes más complicadas y honrosas del ciclismo en ruta: obtener una victoria gracias a una escapada lejana. En el Tour de Francia. Y, por si fuera poco, añadía a la proeza un elemento de valor al hacerse también con el liderato de la prueba, efímero a la postre pero gratificante durante las veinticuatro horas que duró en sus espaldas. Chavanel había conseguido lo que los franceses llaman un ‘coup double’, doble golpe, un triunfo parcial que lleva aparejado el liderato absoluto. Sin embargo, aquel día, la gesta del galo de Quick Step no tuvo la repercusión que merecía en las crónicas. Le hurtó el protagonismo el sindicalismo ciclista, ese movimiento encabezado por Fabian Cancellara que sintió a los corredores acometidos por la organización y decidió que ese día el tramo final de la etapa no se iba a disputar.
A Sylvain Chavanel no le gustó la decisión, y tampoco le gustó pensar que su magnífico ‘coup double’ pudiera haberse visto favorecido por el feo gesto del pelotón. Así lo expresó en meta aquel día, y así lo dijo ayer tras repetir gesta en la Station des Rousses: “es una revancha para mí. Cuando gané el lunes, el pelotón se había detenido…”. Contento. Chavanel saltó en el penúltimo puerto acompañado de otros corredores de nivel medio-alto como Thomas Voeckler, Dani Moreno, Juanma Gárate o Rafa Valls (que llegó segundo a meta a sus 23 años, mostrando un descaro que siempre debiera acompañar al talento y seguramente le hará llegar lejos); en las primeras estribaciones de la última ascensión les abandonó. Superó a su coequipier Jérôme Pineau, cabeza de carrera proveniente de la fuga, y el resto fue coser y cantar.
Chavanel es el hombre que el ciclismo francés estaba esperando. Todoterreno de calidad y altas prestaciones, combativo, con cierto olfato para la victoria pero (¡ay!, dice aquí el aficionado francés) con poca fascinación cuando se le habla del Tour de Francia. No considera que sea su destino, le llaman más las clásicas. Fue el hecho diferencial para que, en invierno de 2008, se decidiera por Quick Step en lugar de por la estructura de Johan Bruyneel. Unos hablaban de adoquines y otros de grandes rondas. Este año acaba contrato y está decidido a firmar por un país del hexágono, para volver a sentir el cariño del aficionado galo que poco a poco le había ido archivando en el cajón mental de los belgas; en el mejor caso, junto a los valones. Los puntos UCI que está cosechando, eso sí, le garantizarán un contrato generoso, por si no fueran suficiente motivo para rubricar el mismo sus excelentes cualidades.
La otra sensación del día, más leve, fue el intercambio de papeles entre el Astaná de Contador y el RadioShack de Lance Armstrong. Por un momento, parecía que fuera el madrileño quien tuviera un equipo de garantías a sus órdenes y el americano el que contara con una compañía de nivel poco concluyente. La escuadra kazaja se mostró sólida, incluso aumentó el ritmo en la ascensión final para seleccionar el grupo; Tiralongo y Navarro imperiales, Vinokourov pululando por las primeras plazas aun sin recibir un soplo de viento en la cara, Contador satisfecho. Mientras tanto, en la formación americana los básicos (Paulinho, Popovych, Murayev) se desfondaban demasiado pronto tirando del pelotón cuando no se debía, Klöden pegaba el petardazo y cedía cuatro minutos, Horner y Brajkovic sufrían a cola de grupo; sólo Leipheimer aguantaba el tirón de Astaná al lado de Armstrong. Ante este panorama, ni rastro de la táctica ofensiva anunciada.
Peor que Armstrong lo pasó, eso sí, Andy Schleck. El jovencísimo luxemburgués prácticamente se quedó sin coequipiers. Hoy sólo aguantó a su lado Chris Anker Sörensen, incluso el danés Jakob Fuglsang puso las luces rojas y perdió trece sintomáticos minutos en meta. El resto se había dejado ir antes. Parece que Andy, sin Frank a su lado cuando las cosas se pongan serias, estará expuesto a sentirse muy solo…

Dos o tres cañonazos

En 1885, España se debatía entre el bienestar y la más absoluta de la crisis. Recién perdidas gran parte de las riquezas coloniales y con ello los últimos recuerdos del pasado esplendor del Imperio, sólo el orden establecido por el turno dinástico de Cánovas del Castillo y Sagasta, sistema democrático sólo para el observador poco crítico, garantizaba el equilibrio de la nación. Eso y el mando de un rey, Alfonso XII, ilustrado y justo, que sabía qué le convenía a la nación y, sobre todo, qué le convenía a él mismo.
En esa coyuntura, con el Estado pendiente de un hilo, Alfonso XII contrajo una enfermedad venérea como resultado de su afición a levantar las faldas de las actrices del Madrid de la época. Murió a los pocos meses, dejando en el vientre de su esposa María Cristina de Austria un vástago que, se supone, heredaría la Corona y los derechos reales de su padre. Del sexo del retoño dependería que éste tomara la Corona tras unos años de regencia de su madre, o que España acabara en manos de un noble extranjero que se casara con su princesa. Esto último no iba a ser permitido por los poderes fácticos del Estado, siendo el ejército el más abiertamente opuesto a que una mujer fuera heredera de Alfonso XII. Se dice que los cuarteles de Madrid estuvieron velando armas días enteros en espera de oír los cañonazos que anunciarían el nacimiento del nuevo integrante de la Familia Real. Tres si fuera varón, dos si fuera mujer. Tres indicarían la paz; dos, la insurrección y el pronunciamiento militar…
El sábado inicia un Tour de Francia abierto, con un favorito definido cuya supremacía se ve amenazada por la debilidad de sus coequipiers, en contraste con los tremendos bloques presentados por sus rivales. Alberto Contador tiene una sola debilidad individual, que puede devenir inapreciable llegado el momento, en su poca destreza sobre el adoquinado que se recorrerá en la tercera etapa camino de Arenberg. Pero sí que adolece de un talón de Aquiles ostensible en su equipo, Astaná. Este ha sido el runrún general durante toda la campaña.
Pero, como siempre en el ciclismo, lo que se habla fuera de las carreteras hay que confirmarlo dentro. Pero en este caso no ha habido tal confirmación, sino una refutación. Astaná, titubeante en citas como París – Niza, se mostró sólido e incluso avasallador en la Dauphiné donde Contador fue segundo, sólo por detrás de un Janez Brajkovic supremo al que el madrileño no fue capaz de doblegar ni en contrarreloj ni en montaña para sorpresa de propios y extraños.
La lectura de estos hechos cambia de manera significativa si consideramos las circunstancias que los rodearon. Para empezar, la derrota de Contador no tiene su principal origen la falta de forma del pinteño, que se encontraba a casi un mes de su gran objetivo y, por tanto, lejos de su punto máximo de forma. Ni, por supuesto, en las flaquezas de su escuadra. Responde, según se apuntaba en el semanario Meta2Mil, a una guerra psicológica planteada por Johan Bruyneel. Y es que el director belga, presuntamente, prepara a uno de sus segundos espadas para que llegue al cien por cien a las carreras a las que participa Contador para que le plante cara o incluso le derrote. Una táctica que funcionó a la perfección con Brajkovic en Dauphiné, y no se culminó con Machado o el propio Brajkovic, que fueron derrotador por el de Astaná en Algarve y Castilla y León respectivamente.
Precisamente en el calendario de Contador reside la segunda clave del pasado Dauphiné. La fortaleza de su equipo proviene, además de a las obvias condiciones de sus compañeros, del calendario de competición llevado a cabo por estos: ninguno de los ciclistas que va a ser gregario de Contador a excepción hecha de los kazajos Alexandre Vinokourov y Maxim Ilginskyi han tenido permiso para preparar sus propios objetivos y han competido en las mismas pruebas de perfil bajo que el pinteño, con lo cual llegarán sin rastro de fatiga a la salida de Rotterdam. Se trata de una práctica que sólo se lleva a cabo, y en menor medida como se desprende del párrafo anterior, en otra estructura cuyas miras se posan únicamente en el Tour: RadioShack.
De cualquier manera, los ocho acompañantes de Alberto Contador no parecen los mejores para garantizar una defensa efectiva del amarillo. Paolo Tiralongo es el único garante de solvencia, tal y como ha demostrado toda su vida deportiva en las filas de Saeco y Lampre. Benjamín Noval, gregario de confianza y cabecera del madrileño, aporta mucho más como ‘capitano’ y protector del superclase de Pinto que con sus pedaladas. Jesús Hernández, Dani Navarro, Andrei Grivko y David De la Fuente, a pesar de haber ofrecido buenas prestaciones en las pruebas en que han tomado parte, afrontan por primera vez el Tour con mentalidad de gregarios de un líder absoluto y cuentan además con la presión añadida de que éste sea un hombre cuyas cualidades convierten el amarillo en un objetivo irrenunciable. Y en torno los kazajos Vinokourov e Ilginskyi hay dudas, razonables, por la patente de corso que les supone ser los apadrinados directos del patrocinador de la formación; si bien su valía será innegable de centrar sus esfuerzos en ayudar a Contador.
Todo esto lo saben el resto de aspirantes a la victoria en la general del Tour de Francia. Y, seguramente, actúen en consecuencia desde la salida de cada etapa, dispuestos a dar los dos primeros cañonazos por los que espera en armas todo el pelotón. Los hermanos Schleck, capaces de todo por sí solos, tienen de su lado en Saxo Bank a un futuro candidato a lo máximo como Jakob Fuglsang, que ya nos dijo que blablabla, junto a fuerzas de la naturaleza como Fabian Cancellara o Chris Anker Sörensen y gregarios del peso de Voigt u O’Grady; en suma, un bloque que bien orquestado podría derrotar a cualquiera.
Ivan Basso y Roman Kreuziger compartirán jefatura de filas en un Liquigas que, con Szmyd, Quinziato u Oss, será como siempre uno de los bloques más fuertes de la carrera. Rabobank tiene dos bazas peligrosas como Robert Gesink y Denis Menchov, que tendrán junto a ellos a una suma de talentos individuales como Freire, Boom o Gárate que, para su desgracia, rara vez se combinan en un colectivo. Lance Armstrong, por su parte, forma junto a Andreas Klöden y Levi Leipheimer un triunvirato temible, reforzado con sólidos coequipiers como Horner, Brajkovic, Paulinho o Popovych que pueden efectuar temibles tácticas de equipo desde lejos.
Este Tour, sin duda, se decidirá así. Desde lejos. A cañonazos. Terreno hay para ello: no es ya la norma general en el Tour dejar lo más difícil para el final, sino que se concentra cada vez más dureza en los puertos de paso, a mitad o incluso al inicio de la etapa. Responsabilidad de los equipos, de sus directores, será disparar esos dos primeros cañonazos lejanos que levantarán en armas a todo el pelotón. Y responsabilidad de Contador y su Astaná dar el tercero que, como en la España de hace más de cien años, apacigüe la insurrección del resto del pelotón y garantice su continuidad en el poder.

Astaná, Contador y la incertidumbre (y II)

Segunda parte de un mal artículo
Arueda.com

Finalmente, Astaná ha conseguido retener a Contador, pero sólo por un año. A su alrededor han montado el mejor equipo que un dinero volátil puede conseguir.

A los mandos de todo, aparte de Vinokourov y otros nombres oscuros, estuvo la UCI. Desde Aigle, sede de la citada Unión Ciclista Internacional, se impuso que la administración del equipo corriera a cargo de un hombre de confianza que ya había lidiado con las peores circunstancias del ciclismo en el Festina’99, el francés Yvon Sanquer. Y, como director deportivo, los gestores kazajos eligieron a otro individuo curtido en mil batallas como Giuseppe Martinelli, quien en su día dirigiera a Mercatone Uno ó Saeco y que quedó en la estacada esta temporada en el fallido proyecto Amica Chips – Knauf. Martinelli trajo bajo el brazo a todo el staff que había reunido para el citado Amica Chips, con Guido Bontempi como segundo de a bordo.

La reconstrucción de la plantilla, todo un reto

Si difícil fue retener a Contador, más aún lo ha sido reunir una plantilla de garantías en torno a él. Ha sido una misión imposible que, en efecto, no se puede definir como superada. El corredor madrileño recibió desde el principio un cheque en blanco, la posibilidad de incorporar a Astaná a cualquier corredor o técnico que él deseara. Pero, en sus cavilaciones y flirteos con otros equipos, no hizo uso de él. Por parte kazaja, la sensación de provisionalidad insuflada por la historia previa de Astaná, el oscurantismo del nuevo proyecto y los deseos de salir expresados por el supuesto baluarte del equipo hicieron un cóctel que propició un éxodo de quienes también tenían contrato (como sucedió con Zubeldia) y supuso un freno a la hora de cerrar cualquier nueva incorporación…

Y aún así, cuando se cerraban, las vacilaciones e improvisaciones aparecían de nuevo en escena, esta vez casi convertidas en ilegalidades. Óscar Pereiro las sufrió en un caso flagrante que llevó acertadamente a la prensa desde el principio. Después de todo un frustrante invierno de negociaciones para poder formar parte del equipo Xacobeo-Galicia, Pereiro tuvo que renunciar a su idea de correr los años postreros de su carrera a un nivel más modesto para aceptar alguna de las ofertas de equipos grandes de que disponía.

La mejor fue la de Astaná, tanto en el plano deportivo (sin presión, sólo debía trabajar para Contador y dejarse ver cuando la ocasión fuera propicia) como en el económico (a pesar de que rebajaba su caché en un 75%). Una vez rubricado el contrato, el mánager Yvon Sanquer se arrepintió: Pereiro iba a cobrar demasiado dinero por ser un gregario. Se intentó anular el contrato o cambiar las cifras, siempre aludiendo a «presiones»; finalmente, fue necesaria la intervención de la empresa de representación deportiva KEC Pro Sport para desatascar las negociaciones. Óscar Pereiro correrá la próxima temporada en Astaná; de hecho, está participando en la concentración inicial de Pisa. Pero es innegable que su periplo kazajo ha comenzado con mal pie.

«Un equipo más débil que otros años»

Sólo han estado dentro de la escuadra en todo momento los corredores kazajos, con el renacido Vinokourov a la cabeza. El que resultara ganador de la Vuelta en 2006 y podio del Tour en 2003 intentará dar lo máximo por el equipo del cual es factótum, aunque en principio no correrá el Tour de Francia para no perturbar a Alberto Contador. En cuanto al resto de kazajos, el sprinter Assan Bazayev y el luchador Maxim Ilgynskiy parecen dispuestos a tomar el liderato del equipo en las clásicas junto a dos refuerzos de buen nivel como el cántabro David De la Fuente (Fuji) y Enrico Gasparotto (Lampre).

Aparte, se han incorporado a corredores solventes como Fofonov ó Gourov (Carmiooro), que seguramente tomarán parte en la gran ronda francesa como «cuota étnica» para ayudar a Alberto Contador. Y, sobre todo, dentro del bloque kazajo se espera con avidez la explosión de promesas como Alexandre Dyachenko, séptimo en la Volta a Catalunya’09, ó de un Andrey Zeits que obtuvo en su año de neoprofesional una meritoria 35º plaza en el Giro. El completo Kiriyev ó el jovencísimo Nepomnyachsniy parecen también buenas bazas de futuro que continuarán evolucionando esta temporada.

Pocas garantías para dominar el Tour

Los corredores del equipo que en principio aportan más calidad y ofrecerán un mayor rendimiento son aquellos reclutados por Martinelli y Contador, los que seguramente formarán el ‘nueve’ de Astaná para la carrera más importante de su año. Los ya citados De la Fuente y Gasparotto liderarán al equipo en las clásicas y tendrán el ayudar a Contador a luchar por el maillot amarillo como un objetivo secundario; el resto parecen reclutados únicamente para la causa del madrileño. Empezando por el gallego Óscar Pereiro, y siguiendo por los tres hombres de confianza que el mejor vueltómano de la actualidad siempre quiere llevar de su mano: el gregario-aguador Benjamín Noval y los escaladores Dani Navarro y Jesús Hernández. Además se ha incorporado otro español más al equipo en las últimas fechas, el escalador catalán Josep Jufré (Fuji), que firmó por Astaná toda vez que la posibilidad de liderar un nuevo equipo profesional con base española se diluyó ante la falta de patrocinadores.

El fichaje más interesante ha sido seguramente el de una de las sensaciones de la última Vuelta a España, el veterano Paolo Tiralongo (Lampre). Tiralongo es un gregario especialista, escalador sobrio y decente rodador, que será de gran ayuda a Contador en el Tour y seguramente asuma el liderato del equipo en algunas citas puntuales tal y como venía haciendo en Lampre. También de Lampre llega el pundonoroso esloveno Gorazd Stangelj (Lampre). Y, de territorio italiano, el neoprofesional Mirko Selvaggi y un ucraniano que necesita aprovechar mejor sus cualidades, Andrei Grivko (ISD).

Algunos de estos nueve nombres, junto a Contador y un par de kazajos para contentar a los mecenas, formarán el bloque que deberá ayudar a Contador en su asalto al tercer maillot amarillo de su carrera. No parece suficiente, ni mucho menos, para bloquear la carrera; el madrileño deberá de correr con muchísima sangre fría, marcando bien los tiempos para no coger el liderato demasiado pronto y mostrándose muy fuerte una vez lo tenga a sus espaldas para asustar a sus rivales. Es el precio a pagar por un invierno de incertidumbre y vacilaciones.

Astaná, Contador y la incertidumbre (I)

13 de Diciembre, Arueda.com

Todo un invierno de dudas y vaivenes sólo puede tener consecuencias negativas. Alberto Contador es «consciente de tener un equipo más débil que otros años». Desde este mismo momento, concentrado en Pisa (Italia) con sus nuevos coequipiers, debe luchar por empezar a subsanar este defecto creado por muchos factores que empiezan en su propia indefinición.

La historia que ha envuelto al equipo Astaná este invierno es como una novela donde sólo se hubieran escrito la mitad de los párrafos: turbia, desconcertante y difícil de entender. Desde que se confirmara la salida de Armstrong, Bruyneel y su pléyade de la estructura, esta quedó completamente al pairo: sin dirección técnica ni potencial deportivo alguno, sólo se salvaba del naufragio por su estatus ProTour y por la figura de Alberto Contador, gran estrella del ciclismo mundial y por tanto una base sólida sobre la que iniciar un nuevo proyecto a largo plazo. Pero ni siquiera estos pilares fueron firmes… empezando por el corredor madrileño, que no quería ver su futuro ligado a un patrocinador tan inestable como históricamente ha sido Astaná.

Astaná, un patrocinador maldito

En cierto modo, Contador tenía [y tiene razón]. Desde su entrada en el mundo del ciclismo a finales de 2006 apoyando a la moribunda estructura de la ONCE de Manolo Sáiz, Astaná ha ido dejando un reguero de desilusiones a su paso. El marcado personalismo del patrocinio, sujeto siempre en la luz y en la sombra por la figura de Alexandre Vinokourov, propició la disolución de la citada estructura de Sáiz en el invierno de 2006 y el nacimiento y muerte de otra dirigida por el suizo Marc Biver al año siguiente debido a un affaire de dopaje que afectó directamente al propio Vinokourov.

En 2008, Astaná dio su dinero a la escuadra de Johan Bruyneel, al heredero del recordado US Postal (luego Discovery Channel) donde Lance Armstrong consiguió su legendaria racha de siete triunfos consecutivos en el Tour de Francia. Y, con ello, la sumergió en un año de travesía por el desierto: los organizadores del Tour de Francia no querían ver al dinero kazajo tomando parte de su carrera después del negativísimo espectáculo de Vinokourov un año antes, retirada del Astaná al completo incluida. Aunque ello supusiera renunciar a la presencia del vigente campeón de su carrera, al que era campeón también por su criterio, que apartó al que iba a ser ganador de la competición cuando esta se desarrollaba. Un sinsentido que dejó al equipo de Bruyneel sin participar en la prueba en la cual son especialistas, pero a la vez dio a Contador la oportunidad de erigirse en vencedor de las tres grandes vueltas con tan solo 26 años.

Todos los problemas estructurales se resolvieron aparentemente esta temporada con la llegada de Lance Armstrong y su poder fáctico a Astaná. Pero sólo aparentemente, puesto que la cruda realidad mostraba que el dinero kazajo rara vez llegaba a la caja a tiempo. Antes del Tour hubo dudas acerca de si el equipo seguiría en pie, incluso se rumoreó la posibilidad de que Trek y la fundación Livestrong se hicieran cargo del patrocinio de la escuadra para garantizar la supervivencia de ésta. Y, aunque no se llegó a tal extremo e incluso la temporada acabó sin mayor novedad y sólo algo de tensión en el plano económico, los problemas se reprodujeron en otro plano, el deportivo, con la manifiesta incompatibilidad de Armstrong y Contador en las carreteras. El rumor dice que fue un pacto entre el madrileño y el resto de corredores españoles que participaban en la carrera, seguramente tácito, el que hizo posible que Contador llegara victorioso a París.

La fallida búsqueda de equipo de Contador

Desde el mismo momento en que la legión capitaneada por Bruyneel y Armstrong anunció su salida hacia el nuevo RadioShack, las raíces aéreas que sostenían a Astaná desaparecieron. Contador quiso saltar por la borda de ese barco a la deriva al cual le unía un año más de contrato, y para ello estuvo meses luchando junto al piloto de Fórmula 1 Fernando Alonso y el mánager de éste, Luis García-Abad, por el nacimiento de una nueva estructura de capital español que pretendía incluir un equipo ProTour con lo más granado del pelotón nacional y otra continental con las mejores promesas. Sin embargo, todo quedó en agua de borrajas: había que cortar mucha tela para que ese barco saliera de puerto. Era necesario, al menos, un año para que hubiera garantías de que el proyecto saliera bien. En 2011, si todo marcha según lo deseado, sí estará en las carreteras. Una condición que marca parte de la historia posterior.

Aunque no pudiera ser para formar parte de la nueva estructura creada en torno a él con el apoyo de Alonso, Contador seguía queriendo dejar Astaná. Y para ello no dudo en desairar varias veces al equipo a través de comunicados de prensa donde mostraba abiertamente esas ambiciones. Alberto se ha mostrado abierto en todo momento a firmar por cualquier escuadra que apostase decididamente por él. Lo malo es que no hubo ninguna. Por si no hubiese suficiente inconveniente exponerse a unas duras negociaciones con los kazajos, que blandían el compromiso hasta enero de 2011 que el corredor madrileño había rubricado en su día, el propio Contador ponía la traba de que sólo estaría en el equipo de paso para, a la temporada siguiente, pasar a «su» escuadra. Además, el ‘pack’ Contador incluía a tres ciclistas de su confianza: Benjamín Noval, Jesús Hernández y Dani Navarro.

Había que supeditar la planificación de todo un año a los deseos de Contador y ceder a todas sus peticiones a cambio de sólo eso, un año. Un año de relevancia y gloria deportiva asegurada pero que, a la vez, dejaría desmantelado cualquier gran proyecto de futuro. Aún así, hubo algunos que se interesaron, como Caisse d’Épargne, Liquigas, Garmin y Quick Step; estos últimos incluso lanzaron a través de su director Patrick Lefévre un cortejo en toda regla usando las páginas de L’Equipe. Nada llegó, sin embargo, a cristalizar. La dificultad de la operación era excesiva. Favorecidos por las circunstancias, los kazajos trataron de atar a Contador con una gran oferta de un total de en torno a veinte millones de euros por cuatro temporadas de contrato que en los medios se infló por haberse filtrado cifras brutas y un cambio de divisas inapropiado. Pero el madrileño, de nuevo condicionado por su futura estructura, rechazó la propuesta.

Finalmente, Astaná ha conseguido retener a Contador, pero sólo por un año. Las mimbres del equipo para la próxima temporada las analizaremos en el próximo artículo…

Luis León revindica a los equipos españoles

Arueda.com

Al principio del Tour nos preguntábamos cuál iba a ser el papel de los equipos españoles. ¿Comparsas? Hoy nos han respondido Caisse d’Épargne y Euskaltel metiendo a tres de sus hombres entre los cinco primeros en una de las etapas más duras y espectaculares del Tour de Francia. El ciclismo español ha brillado con luz propia a pesar de la triste retirada de Óscar Pereiro y no ha sido con Sastre y Contador, sino con un Luis León Sánchez ganador en estado de gracia y un pundonoroso Astarloza.

Sin embargo, no todo ha sido hoy lucha por la etapa. Contra todo pronóstico, la batalla por la clasificación general se ha librado hoy también, en un perfil no demasiado propicio para ello. Hay muchos corredores con aspiraciones y ganas de revindicarse; unos porque ven que se acaban sus mejores años, como Evans, y otros porque están deseando que esos años maravillosos lleguen cuando antes y ponen ambiciosamente las tinajas antes que los olivos, como Andy Schleck. Eso, claro está, favorece el movimiento.

Los favoritos atacaron desde el inicio

Precisamente estos dos hombres han sido los dos grandes protagonistas del inicio de la etapa. Se subía el Port d’Envalira de salida, un coloso andorrano cuyas pronunciadas pendientes se suavizan con un asfalto excelente. Ahí se planteó una gran batalla, superlativa, con ataques y contraataques de muy diverso género en los cuales se mostró muy activo el equipo Euskaltel con elementos como Txurruka, Verdugo ó el ayer escapado Egoi Martínez.

La cosa tomó otra cariz cuando, transcurridos diez kilómetros de subida, el grupo de fugados empezó a engordar peligrosamente ante la incapacidad del AG2R del líder Nocentini para controlar la carrera. Casi cuarenta ciclistas por delante y, filtrados entre ellos, tres de los favoritos al podio e incluso a la victoria final: Andreas Klöden (Astaná), Andy Schleck (Saxo Bank) y Cadel Evans (Silence). La presencia de estos dos últimos puso nervioso al Astaná de Armstrong y Contador, que a pesar de haber filtrado al citado Klöden tomó el mando y acabó formando una escabechina en el pelotón para neutralizar a gran parte de los fugados…

La cabalgada de Cadel Evans

… Pero no a todos. El aussie Cadel Evans quedó por delante, acompañado de Egoi Martínez, Christophe Kern (Cofidis), David Zabriskie (Garmin), el compañero del líder Vladimir Efimkin y un Sandy Casar (Française des Jeux) que se mantuvo con unos metros de ventaja respecto del grupo durante la ascensión para asegurarse los puntos para la clasificación de la montaña. Estos fugados coronaron Envalira con alrededor de un minuto respecto del gran grupo tirado por Astaná y, durante el descenso, recibieron a otros cuatro integrantes: el hasta ayer maillot amarillo Fabian Cancellara (Saxo Bank), Thor Hushovd (Cervélo), Juan Antonio Flecha (Rabobank) y George Hincapie (Columbia).

Este nuevo grupo de diez hombres sí era muy peligroso, y Astaná lo comprendió de inmediato. Puso una marcha más e, instantes después de acabar la bajada, consiguió neutralizar a Egoi, Kern, Zabriskie y, sobre todo, Evans, que se dejaba ir en vista de que su presencia resultaba incómoda para los grandes favoritos y su batalla, sin más ayudas, estaba perdida de antemano.

La fuga ganadora se fraguó antes de Porte

Así las cosas, quedaba en cabeza de carrera un grupo de seis buenísimos ciclistas, poderosos rodadores capaces de hacer camino en el llano… pero algo limitados en la montaña. Para solventar esto último, desde atrás llegaron cuatro nuevos elementos para la fuga: Luis León Sánchez (Caisse d’Épargne), Mikel Astarloza (Euskaltel), Sebastian Rosseler (Quick Step) y Mikkhail Ignatiev (Katusha). Este último, muy nervioso, fue incluso un problema para el grupo de escapados: demarraba constantemente, rompiendo el ritmo, si bien hay que decir en su favor que era el primero a la hora de dar relevos duros.

Cuando se enfrentó a las rampas del Col de Porte, el grupo de diez se empezó a desmembrar. La respetable pendiente, los cambios de ritmo forzados por Ignatiev, los tirones buscando la selección de Luis León; todo en conjunto resultó en una situación demasiado dura para Hincapie y Cancellara, que cedieron a las primeras de cambio. Algo parecido sucedió en el siguiente puerto, el difícil Agnés, donde ya sólo quedaron Luis León, Astarloza y Efimkin en cabeza, con Sandy Casar coronando a unos pocos segundos que limaría en el descenso para reintegrarse al grupo.

Andy Schleck, batallador en el grupo

En el pelotón, mientras tanto, el paso lo marcaba AG2R. Cómodos, los hombres de Vincent Lavenu se metieron en el papel de gregarios para un Rinaldo Nocentini cuyo liderato se antoja efímero y rentable para el conjunto de la marca de seguros. Hasta alrededor de cuatro minutos de ventaja dejaron a la cabeza de carrera, mientras notaban como el pelotón se iba haciendo más y más grande hasta llegar casi al centenar de unidades. Parecía que la carrera ya había acabado para los favoritos, que habría que esperar hasta el paso de mañana por el Tourmalet para ver de nuevo a los grandes pelear por la general…

Pero no. Saxo Bank planteó de nuevo batalla. Arrebató la cabeza del grupo a AG2R e impuso un ritmo altísimo con Arvesen y Sörensen entre otros, para terminar con un ataque del campeón de Luxemburgo Andy Schleck. Ataque estéril. Rápidamente saltaron a su rueda cuatro Astaná para certificar el dominio incontestable que el equipo de Bruyneel ejerce sobre la carrera. Tras ellos, el resto de favoritos con mayor o menor dificultad. Sólo había sufrido de verdad con este ataque el líder Nocentini, que guiado por Goubert intentaba regular para volver con los mejores antes de acabar el puerto. Lo consiguió, toda vez que los de Riis cejaron en su intento de dinamitar la carrera. Quizá mañana, piensan, sea otro día.

La resolución de la etapa, vibrante

A las puertas de Saint-Girons llegó el grupo de cuatro escapados con una ventaja oscilante entre los dos minutos y el minuto y medio. Era lo de menos: ya sólo interesaba el triunfo. Ninguno de los cuatro tiene un interés real por la general. Sin embargo, lejos de especular, el grupo prosiguió su marcha hacia meta a un ritmo elevado. Rompió las hostilidades Mikel Astarloza con un ataque tartamudo que claudicó pronto y fue respondido por Vladimir Efimkin, más fresco que sus compañeros de escapada al estar exento de pasar a los relevos por estar su equipo tirando por detrás.

El ataque de Efimkin, a tres kilómetros de meta, estuvo cerca de ser el decisivo. El ruso mantuvo el paso y desafió a Casar, Luis León y Astarloza a atraparlo. Si podían. Parecía que no, Luis León incluso hacía gestos con la cabeza: “no, no, no”. Era demasiado, parecía demasiado. Efimkin iba raudo, tenía tres segundos de ventaja que parecían insalvables para los otros tres; hacía falta un tirón de verdad que los enjugaran. Lo tuvo que dar Luis León, que quizá sacrificaba con él sus últimas fuerzas. Parecía que sí.

A 300 metros de la meta, Luis León rebasaba a Efimkin con Casar a rueda y Astarloza algo más retrasado. El francés se apresuró a remacharle entonces, no cayó en que cometía un error al dar por muerto a Luisle, que cogió su rebufo y esperó cincuenta metros, lo justo, para lanzar el sprint y birlarle el triunfo de etapa, que a la postre pasó a ser el segundo del murciano en un Tour de Francia. Astarloza llegó tercero. El grupo entró en meta a 1’54”, encabezado por un Rojas que ganó el sprint y alzó los brazos para señalar al marcador electrónico que reflejaba la victoria de su compañero de equipo y paisano. La primera victoria de un español en este Tour, la primera de los equipos españoles que hoy han dejado bien a las claras que, aunque sin candidatos al maillot amarillo, no han venido a la gran ronda francesa a ser comparsas.