39 segundos

El domingo acabó en París el Tour de Francia de 2010, ése que iba para histórico y se quedó únicamente en digno de recordar.
Era, sobre el papel, la edición más caliente e incierta en años. Alberto Contador, el gran favorito, el indiscutiblemente mejor, tenía a priori un equipo pobre que le pondría a merced de la decena larga de corredores que aspiraban como él al maillot amarillo, casi todos ellos con potentes escuadras a sus órdenes. El terreno parecía implacable, capaz de llevar a los corredores al límite. Se comenzaba con etapas nerviosas donde los hombres de la general habrían de luchar por no perder opciones de victoria; después,unos Alpes flojos se veían compensados por unos Pirineos largos y extenuantes; el remate llegaba con una contarreloj larga, la única de la carrera, que acabaría de romper una carrera y haría buenas o malas todas las ofensivas llevadas a cabo por los ciclistas en los días previos…
Al final todo se definió por 39 exiguos segundos y una amistad que resultó tóxica para la carrera, generadora de una serie de cobardías y picarescas tácticas inescrutables para el telespectador envueltas de ‘fair-play’. Todo quedó, pues, en prácticamente nada.
Alberto Contador no llegó a este Tour como debía, aunque ello no haya sido óbice para que estuviera muy por encima de la mayor parte de sus rivales y consiguiera la victoria final en la Grande Boucle. Se supo corto de forma en la Dauphiné donde no fue capaz de derrotar claramente a Janez Brajkovic, un esloveno de la clase media-alta del pelotón que preparó específicamente la pequeña ronda francesa y fue capaz de imponerse a él en la general. Para subsanar este error incluso renunció al Campeonato de España contrarreloj, alegando una presunta enfermedad que sin embargo no le impedía publicar en Twitter fotos entrenando con su guardia pretoriana de Astaná por la sierra madrileña.
No fue, sin embargo, suficiente. Alberto, por alguna razón, no se preparó este año de manera adecuada para el gran reto de su temporada (parece que el único, toda vez que descarta participar en la Vuelta). Lo reconoció, en un gesto de grandeza, desde lo más alto del podio de París. Micrófono en mano frente a un público hostil. Tras abrazarse con el amigo que ha sido su gran rival estas tres semanas, Andy Schleck, el luxemburgués que ha perdido un Tour que estaba a su alcance entre artimañas tácticas surgidas de esa peligrosa amistad y del ‘fair-play’ que él mismo inauguró como arma arrojadiza.
Contador era muy consciente de que su estado físico no sería suficiente para derrotar a Andy en una competición deportiva; por ello, la convirtió en psicológica. Días como Morzine, donde escondió su flaqueza tras la magnificencia de Dani Navarro, o Ax 3 Domaines, donde forzó a su rival a un juego de gato y ratón del que salían beneficiadas las piernas del pinteño por recibir un menor castigo. El “póker” al que el pequeño de los Schleck se refería en la última semana de carrera lo llevaba jugando el de Astaná toda la carrera… Finalmente, Contador se llevó el gato al agua ante la impotencia de su rival, que no definió cuando pudo y se desempeñó con arrojo en el Tourmalet apenas vio la carrera definitivamente perdida tras comprender que su procrastinación, su expectación en pos de que se viera claramente la debilidad que intuía en el madrileño, había ido demasiado lejos.
Andy Schleck, pues, perdió la carrera en detalles, esperas, ratos observando a su enemigo y compadre. La amistad fue tóxica para el luxemburgués, nubló su visión táctica, y con ello perjudicó al espectáculo en la carrera. Sólo dio verdaderos zarpazos en el pavés de Arenberg, donde distanció a Contador en 1’13” gracias a un Cancellara inconmensurable, y en Avoiraz con 10” de ventaja que pudieron ser más si hubiera advertido antes la flaqueza del pinteño. En cambio, Contador fue mejor en la crono inaugural de Rotterdam por 42”; en Mende, por 10” en el día en que casi rompe la armonía en el seno de Astaná por cazar a Vinokourov con su demarraje; en la contrarreloj final de Pauillac por 31”…
Esto es, empate. Sumadas, esas ventajas del uno respecto del otro se equiparan en 1’23”. La clave de la carrera, pues, fue la jornada en que Contador consiguió esos 39 segundos, exiguos, a los que nos referíamos al principio del artículo. Y ese Día D no fue otro que la famosa etapa del Port de Balés, aquella donde Andy Schleck manejó con torpeza en cambio y posibilitó que Alberto Contador renunciara a aplicar otra vez el ‘fair play’ que tanto le beneficiara el día del sindicalismo ciclista de Spa.
No había de caer dos veces el pinteño en la misma trampa. Había que sacar el colmillo, aunque ello costara (como costó) el abucheo del público. Contador se hizo con el Tour de Francia, objetiva y subjetivamente, el día más picante de la carrera que él mismo edulcoró y anestesió para compensar su inadecuado estado de forma. Ganó así de manera digna un Tour que pedía brillantez para pasar a la historia. Ganó por detalles y artimañas psicológicas. Por sólo 39 segundos…
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Meritocracia y amistad por encima de la leyenda

23 de Julio, Arueda.com

El Tourmalet sólo ha sido final de etapa dos veces en el Tour de Francia: el 16 de Julio de 1974 y ayer. Esa primera ocasión se subió por La Mongie y el vencedor fue Jean Pierre Danguillaume, ciclista de clase media-alta en su época en cuyo palmarés sólo hay triunfos conseguidos en suelo francés que pasó a la historia del ciclismo mundial por este único hito. Se hizo un hueco en la historia gracias a una cabalgada épica, con Eddy Merckx, Raymond Poulidor o Lucien Van Impe tratando de darle caza por las galerías que jalonan esa cara del coloso pirenaico.
Ayer, segunda llegada de la historia y segunda ocasión para que un corredor ligara su nombre a perpetuidad a la montaña más mítica del Tour de Francia, junto al Mont Ventoux y Alpe d’Huez. Circunstancias ideales: dos corredores destinados a marcar una época, Andy Schleck y Alberto Contador; exponentes de una portentosa nueva generación de esforzados de la ruta, llegaban igualados a las faldas del puerto que esta vez se iba a subir por el lado duro de Baréges, siendo última jornada montañosa de la carrera, obligatoriamente decisiva… Y, tras luchar diez kilómetros ambos superclases mano a mano, uno decide regalar la etapa a otra en un gesto que puede ser interpretado como un ‘fair-play’, o un reconocimiento a los méritos del rival, o una concesión a la amistad… pero que es, invariablemente, un empalago innecesario.
Carlos Sastre, ciclista de otro tiempo, atacaba al principio de la etapa de hoy. Buscaba contactar con la fuga del día con Boasson Hagen, Kolobnev y Flecha entre otros, que se había marchado sin ningún representante de su Cervélo. Para ello lanzó previamente a sus coequipiers Daniel Lloyd (cazado ipso facto por el pelotón) e Ignatas Konovalovas, destinados a hacer de puente y ayudarle en su propósito. La aceleración del abulense, sin embargo, fue respondida por un Alberto Contador que le hacía gestos para que parara. Samuel Sánchez había caído en la parte trasera del pelotón y había que esperarle. Sastre, con carácter, respondió al madrileño: ése no era su asunto. Si Contador quería ‘fair-play’ podía seguir con él hasta dónde quisiera, pero él había sufrido muchos contratiempos a lo largo de la temporada y nadie paró la carrera para que se repusiera de las consecuencias. Así que iba a seguir adelante. Contador torció el gesto (también lo hizo el sindicalista Cancellara, que circulaba unos metros más atrás) y el abulense se marchó del grupo. A la postre no conseguiría su objetivo de alcanzar la fuga, rodando en tierra de nadie un centenar de kilómetros y certificando que éste ha sido para él un Tour de poca gloria y mucha dignidad.

Mientras Sastre se machacaba por delante, víctima del mal tiempo y circunstancias contrarias, el pelotón circulaba tranquilo, resguardado tras la fila de corredores del Astaná de Contador, ocasionalmente apoyado por el Saxo Bank de Schleck, el Rabobank de Menchov y el Omega Pharma de Van der Broeck. Fue después de Soulor, ya pasado el Marie Blanque, cuando la carrera se puso seria de verdad. Saxo Bank y Astaná pensaron endurecer el ritmo para descubrir debilidades en el otro; Omega y Rabobank buscaron forzar a un Samuel Sánchez aparentemente maltrecho por su caída al inicio de la carrera. El resultado fue un paso asfixiante que a la hora de la verdad sólo afectó a Astaná, que dejó solo a Contador a poco de iniciada la subida final, cuando apenas sobrevivían en cabeza de carrera Kolobnev y el alemán de BMC Marcus Burghardt. En el pelotón, una veintena de ciclistas…
El trabajo de Saxo Bank fue ejemplar, como no lo había sido en toda la montaña de esta Grande Boucle, y cuando Jakob Fuglsang (último gregario) dio su última pedalada con fuerza el líder del equipo Andy Schleck remató la faena con un ataque progresivo a diez kilómetros de meta que eliminó uno por uno a todos los rivales salvo al que debía eliminar, un Alberto Contador que se pegó a la rueda del luxemburgués como una lapa. Uno contra uno, los dos amigos fueron subiendo al paso que marcaba un Schleck que jamás cesaba en su empuje y cada cierto tiempo daba un tirón para intentar poner en apuros al impasible madrileño.
La carretera, la marea humana y los dos mejores corredores del momento. El duelo estaba servido, podría haber sido épico, pero el ímpetu del luxemburgués encontró un muro infranqueable en la solidez del español, que a cinco kilómetros de meta incluso osó realizar un demarraje que fue contestado solventemente por Schleck. Empate técnico, los quince minutos que transcurrieron hasta meta fueron alternamente de conversación unidireccional (el de Saxo Bank hablaba, el de Astaná fingía no escuchar) y tirones tímidos de Andy, que evidenció haber perdido la fe por descolgar a Alberto.
Nadie amenazaba, de cualquier manera, la supremacía de los superclases. Detrás, a más un minuto, circulaba Joaquín Rodríguez. Tras él, los aspirantes al tercer cajón del podio desarrollaban una lucha que se saldaría con otros ocho segundos de ventaja para Samuel Sánchez sobre Menchov. Son 21” en total, la contrarreloj será un duelo de pronóstico reservado entre asturiano y ruso toda vez que Van der Broeck ya parece eliminado de la contienda.
El momento tenso, pues, llegó cuando los protagonistas principales, Alberto y Andy, Tú y Yo, se aproximaban a meta. El luxemburgués siempre en primera posición, el madrileño detrás. Se esperaba un estacazo de Contador, que hiciera pagar a Schleck las consecuencias de su menor fortaleza y su táctica a la postre equivocada de intentar obligarle a un esfuerzo largo que provocara su desfallecimiento. Hubiera sido justo, lógico, en el mundo de la competición. Pero hoy el ciclismo era otra cosa, algo menor. Importaba más el mérito de que Schleck hubiera llevado el peso de la carrera, o al menos eso entendió Contador dejándole entrar victorioso en meta. Una vez pasada la línea de llegada, ambos se palmeaban la espalda, se chocaban las manos, incluso se abrazaban.
Amigos y rivales, un concepto precioso que ellos habían llevado demasiado lejos. Ayer, en la llegada del Tourmalet, acabaron por ser compadres incluso dentro de la carrera donde deberían haberse machacado mutuamente hasta la extenuación para hacer honor a su condición de deportistas. No vale hablar de Indurain, habitual regalador de victorias de etapa cuando aprovechaba el trabajo de terceros para distanciar a segundos; aquí el receptor del presente era el segundo, el gran rival, aquel al cual no se le debería haber dado ni los buenos días tal y como se hizo en Bales. Pero aquel día Contador recibió del público francés un reconocimiento amargo que le descolocó: los silbidos, el abucheo. No quepa duda de que eso, el miedo a escuchar música de viento desde el podio, influyó mucho en el madrileño a la hora de dejar el triunfo en manos de Andy. Tanto o más que la amistad que les une, o que los méritos realizados por el contrincante…
Tras haber presenciado el pasteloso espectáculo, Carlos Sastre explotó en su nota de prensa: “estamos haciendo del ciclismo una patraña de niñatos”. Era la explosión del ciclismo antiguo, viejo cascarrabias apegado a la tradición y a la épica, contra su nieto moderno, hijo de aquel drogadicto ciclismo de los noventa que aún sigue tocando el timbre de vez en cuando para molestar. El nieto moderno, nacido tras la Operación Puerto y adolescente hoy día, es demasiado blando, demasiado sentimental, no conserva ni un ápice del temperamento salvaje que hacía pedalear hasta la extenuación a los adalides de ese ciclismo, el antiguo, que ahora sólo vive en los libros de historia aunque nos empeñemos en intentar resucitarlo cada vez que lo echamos de menos. Ahora, en el ciclismo moderno, la leyenda, lo mítico, importa poco. O mejor dicho, importa menos que valores humanos de esos para todos los públicos como la amistad o el mérito, el “se merece más la victoria que yo”. Valores muchas veces hipócritas que no caben en la alta competición.

Lo que algunos llaman mala suerte

Subiendo el Port de Balés, el tercero de los diez colosos pirenaicos que van a afrontar los ciclistas en este Tour de Francia dedicado a la cordillera que separa España y Francia, Andy Schleck decidió que hoy era el día para distanciar a Alberto Contador. Confiaba en sus sensaciones, magníficas, y en su habilidad de bajador, mayor de lo que muchos aficionados piensan por la inevitable equiparación con su hermano Frank. Tras poner sus coequipiers de Saxo Bank un ritmo que hiciera madurar las piernas del resto de competidores, Andy hizo su primer intento. Respondieron rápidamente Contador, Samuel Sánchez y Van der Broeck y, con algo más de retardo, Menchov; los cinco hombres más fuertes en la montaña de esta Grande Boucle.
Strike uno, que se diría en béisbol. Andy frenó, recuperó fuerzas mientras toda la pléyade de hombres para la general volvía a reunirse a su rueda. Cuando vio que Contador quedaba cerrado tras su compañero Vinokourov y Van der Broeck, volvió a demarrar con mayor contundencia si cabe. Abrió hueco, Vino salía a su rueda a duras penas y hacía de puente para que el pinteño remontara paliando la desventaja nacida de su mala colocación. El luxemburgués dio entonces una pedalada en falso que levantó la rueda trasera de su bicicleta. Algo no iba bien. Le acababa de saltar la cadena. Dejó de avanzar y comenzó a mirar desesperado hacia atrás, buscando un coche de equipo salvador que solventara los problemas de su máquina…
Pasó entonces Alberto Contador por su lado y, alentado por su instinto de competidor, persistió en su cambio de ritmo. Incluso aumentó la intensidad. Unos metros después se giró, como pensándolo mejor. Nunca sabremos qué se le pasó por la cabeza en ese momento al de Astaná, si pensó en la barrabasada que suponía para su rival y amigo ese contraataque. Pero sí podemos dilucidar qué sucedió como consecuencia: Menchov y Samuel Sánchez le cazaron y se relevaron con él para aumentar la distancia que les separaba de un Andy Schleck que pedaleaba, furibundo, para recortar los malditos treinta segundos que le había hecho perder su cadena. El luxemburgués no pudo, y el descenso de Balés no hizo sino refrendar lo que se había producido en el ascenso.
En meta, Contador se hacía con el liderato, daba el segundo cañonazo de los tres con los que debía derribar la resistencia de sus rivales e imponerse en esta edición del Tour de Francia; Mende fue el primero, el tercero que asegure la victoria deberá tener lugar en el Tourmalet o en la crono de Burdeos. Andy Schleck, por su parte, llegaba derrotado y enfadado, consciente de que iba a ceder a amarillo, a 39 segundos de Contador y a más de tres minutos del pundonoroso Thomas Voeckler, merecido vencedor tras hacer valer la escapada jornada y el trabajo en ella de su compañero en Bouygues Telecom Sébastien Turgot.
Lo que le sucedió a Andy mientras realizaba su ataque, ese que iba a llevarle a la victoria y pasó a provocar la derrota, algunos lo atribuirán a la [mala] suerte. Y puntualizarán la mala fe de un Alberto Contador que persisitó en su demarraje a pesar de que su rival hubiera tenido un problema mecánico, algo contrario a las normas no escritas del ciclismo, uno de los deportes más apegados a su código de honor. La realidad es que esa suerte, como siempre, fue un cúmulo de factores desfavorables desencadenados por el propio Andy Schleck.
Como se puede ver en el vídeo de los hechos, cuando el hasta hoy líder de la general lanza su ataque comete un error de principiante intentando cambiar de piñón en pleno momento de tensión. Eso era algo que haría sufrir a su grupo SRAM, Schleck lo sabía y debería haberlo pensado antes para evitar que sucediera ese desafortunado salto de cadena.
Contador, que ya le esperó camino de Spa en circunstancias mucho más turbias, no frenó la respuesta a su demarraje. No procedía, no era un caso comparable al de la Vuelta del año pasado cuando Evans pinchó en Sierra Nevada (nadie esperó) o a la famosa caída de Lance Armstrong en Luz Ardiden en el Tour’03 (todos esperaron); aquí era el propio Schleck quien había provocado su infortunio, lo que algunos llaman mala suerte. Que Contador supiera todo esto en el momento en que le superó y se lanzó a devorarle es difícil de dilucidar, pero lo más lógico es pensar que no. Se entra entonces en el terreno del debate ético, en el qué debería haber hecho Alberto. ¿Debería haber parado a esperar a su rival [y amigo], perdonándole la vida por segunda vez en este Tour? ¿O hizo bien remachándole aprovechando su problema mecánico? Preguntas para las que cada aficionado o integrante del mundillo ciclista tendrá su propia respuesta… Quienes presenciaban cómo a Contador le era impuesto el preciado jersey amarillo dieron la suya abucheándole.

Tú, Yo y los Demás

Definitivamente, este es el Tour de la digresión. El Tour de la ruptura, el Tour de lo extravagante. Este fin de semana, particularmente bizarro, ha mostrado una esquizofrenia notable que sin embargo no ha comportado cambios significativos en la general. Los cabezazos de Renshaw para facilitar la victoria de Cavendish el jueves, Vinokourov enfadado el viernes y satisfecho el sábado, la machada de Riblon hoy. Detalles que marcan el carácter de esta carrera.
Pero la imagen que quedará grabada en la memoria del ciclismo representando este Tour de Francia será, por encima de todas, la que se ha producido hoy en Ax 3 Domaines. Alberto Contador y Andy Schleck, el madrileño ligeramente adelantado respecto del luxemburgués, dejando ir al resto de corredores camino de la cima del antes llamado Plateau de Bonascre. Vigilándose hasta el ridículo. Responde esta imagen a la sensación, refrendada por la general, de que entre Alberto, Andy y los demás hay una distancia insalvable. “Tú, Yo y los Demás”, parecía decir la mirada del luxemburgués tras sus gafas, sosteniendo una expresión idéntica al madrileño. No importaba nada más, así lo había interiorizado Andy de las órdenes de Bjarne Riis.
Mientras tanto, en cabeza de carrera, Christophe Riblon finalizaba su tarea de dejarse los hígados en una fuga de salida con éxito, premiando al pundonor y el sacrificio denodado que tanto se echaban de menos en el ciclismo francés. Inmediantamente delante de Tú y Yo, la terna de aspirantes al puesto vacante en el podio de París se batía el cobre. Denis Menchov, Samuel Sánchez y Jurgen Van der Broeck saben que es cosa de ellos dirimir a quién pertenece ese lugar de honor. Los siguientes parecen descartados: Gesink está supeditado a Menchov, Leipheimer y Luis León Sánchez se muestran vulnerables en las subidas, Joaquín Rodríguez tiene su talón de Aquiles insalvable en las contrarrelojes.
Cosa de tres. Menchov parece el más sólido, como muestra su discreta pero segura actuación en todo este Tour, y tiene el colmillo del que carecen el resto de aspirantes, valioso hoy para comprender la carrera antes que el resto y hacer camino respecto de todos menos de Samuel Sánchez, también lector avezado de las situaciones tácticas. Samuel parece el más fuerte, suele ir a más en la tercera semana de las grandes rondas pero tiene el hándicap de ser algo inferior a Menchov en contrarreloj. Van der Broeck parece el rival más débil, acusa bisoñez e impetuosidad que le hacen gastar fuerzas antes de tiempo.
No tienen nada que hacer en un duelo directo con Alberto y Andy, y eso lo saben ambos contendientes por el maillot amarillo. Tú, Yo, los Demás… Los Demás parecen ser el único problema posible para pinteño y luxemburgués. Los demás que están de su lado, y los demás que juegan en su contra también.
En el seno del Saxo Bank la concentración es máxima, el enrarecimiento del entorno provocado por la incertidumbre respecto del futuro del equipo derivada de su escisión en el “bloque Schleck” y el “bloque Riis” se ha disipado pero sigue presente. Por lo demás, las fuerzas escasean; una semana defendiendo el amarillo de Andy carga en exceso las piernas de los corredores. O mejor dicho las descarga de energía.
Por otra parte, en Astaná reina desde el principio de la carrera un ambiente positivo y, sobre todo, de unión en pos del objetivo de que Contador vuelva a subir a lo más alto de podio de París. Alberto ha ejercido de jefe sabio, sin duda asesorado por un Martinelli que está realizando una buena labor de dirección en la sombra. No ha querido tomar el amarillo en ningún momento para liberar de presión y trabajo a sus coequipiers, que en su mayoría asumen su rol de gregarios con naturalidad. La única posibilidad de ruptura era el carácter de Alexandre Vinokourov, que desde su posición de ‘capitano’ en ruta estuvo a punto de acabar con la armonía en la etapa del viernes.
Vino se filtró en la fuga del día, acompañado de otros grandes corredores como Hesjedal, Klöden o Kyrienka, eximiendo así a sus coequipiers de tirar para neutralizar el movimiento y provocando además un quebradero de cabeza a Saxo Bank, que tuvo que asumir el desgaste de la persecución. Fue también el más fuerte entre los fugados, pero la victoria se le escapó por el empuje de un Alberto Contador que decidió devolver a Andy Schleck golpe psicológico de Morzine-Avoiraz con un ataque en la subida que hizo eterno a Laurent Jalabert. De paso, le quitó la victoria a Vino y se la regaló a Joaquín Rodríguez. La primera consecuencia de esto, según revela Carlos Arribas en El País, fue una larga conversación donde Vinokourov expuso a Contador sus frustraciones; la segunda, la victoria del kazajo al día siguiente en Revel. Allí se escapó a pocos kilómetros de meta, aprovechando un puerto de tercera y el desorden reinante en el pelotón ante la falta de un equipo de esprinters capaz de controlar la carrera. Frenó cualquier posibilidad de caza un autoritario Alberto Contador, que al llegar en meta se fundió un abrazo con Vinokourov para sellar la paz.
Yo y Tú, Alberto y Andy, tienen por tanto dos buenas escuadras a su servicio. Los Demás no pueden decir lo mismo; Menchov apenas tiene a Gesink, Gárate y Moerenhout para la montaña, Samuel a Verdugo, Egoi Martínez y Velasco, Van der Broeck a Dani Moreno, Lloyd y De Greef. Mimbres todos ellos insuficientes ‘per se’ para revolucionar la carrera. Mimbres que, juntos, sí podrían dar un vuelco a la competición. Mimbres que, unidos a ciertos intereses colaterales, sí que tendrían opciones notables de poner en dificultades a Tú, Yo y sus compañeros.
Caisse d’Épargne y RadioShack pueden ser los jueces de la carrera. Luchan por la clasificación por equipos, introducen corredores en cada fuga y arman auténticos zafarranchos con tal de tener la máxima representación posible en cabeza de carrera. Sus tácticas, bien aprovechadas por los Demás de la general, pueden cambiar el signo de esta Grande Boucle. Eusebio Unzué cuenta en sus filas con un nivel medio de lujo: Luis León Sánchez, noveno en la general; Rubén Plaza, vigésimo y dando un nivel relativamente sobresaliente en montaña; Moreau, Kyrienka, Iván Gutiérrez, siempre al salto. Johan Bruyneel, por su parte, tiene a Leipheimer bien colocado en la general (séptimo) y a una serie de ciclistas de calidad que parecen lejos de su mejor momento pero capaces de un chispazo desequilibrante: Brajkovic, Horner, Klöden. Y Armstrong, Lance Armstrong…
El americano anunció esta mañana en su Twitter “sorpresas para la última semana”. No parece probable que se quede de brazos cruzados en su último Tour; prepara un último zarpazo y para él lleva varias etapas reservándose. Por el camino puede hacer perder a Alberto y Andy (Tú y Yo, Yo y Tú) más de lo que él vaya a ganar. En su misma situación se encuentran el resto de a priori favoritos caídos en desgracia con el curso de la carrera; los Evans, Wiggins, Sastre. El abulense, precisamente, ha realizado hoy en Pailhéres el primer movimiento en ese sentido. Sabedor de que la decadencia es honrosa cuando se acompaña con ambición. Atacando desde la base del coloso pirenaico buscando la victoria e induciendo a cierto esfuerzo al Astaná, que controlaba en ese momento el grupo de favoritos.
Estos movimientos jamás son inocuos y pueden jugar un papel clave en el desarrollo de la última semana de este Tour de Francia de la digresión. Un Tour que, sin duda, está cumpliendo lo que prometía: ser una prueba épica, creadora de mitos e imágenes como la de Andy Schleck y Alberto Contador hoy en Ax 3 Domaines mostrando que la lucha por el amarillo se reduce a ellos con un marcaje mutuo que rayaba el insulto al resto de competidores. Reeditando aquella histórica situación de Anquetil y Poulidor marcándose en el Puy de Dôme, pero sin la extenuación que llevó aquel Julio de 1964 a ambos superclases franceses a apoyarse en el uno en el otro, derrengados. Pero eso sí, sin dejar de dar pedales.

Un cuchillo para cortar las dimensiones

Difícilmente una etapa puede ser más rica en conclusiones que la disputada ayer en el Tour de Francia. La primera, la inevitable, es que será la más definitoria de esta edición de la Grande Boucle. Hoy el recorrido, el calor y los propios corredores han empuñado todos juntos el cuchillo para cortar la carrera y dividirla en tres sucesivas competiciones, en tres dimensiones distintas donde los corredores lucharan por tres gratificaciones diferentes, aquellas que quedan a su alcance después de que la jornada les haya mostrado sus limitaciones y sus fortalezas de manera inequívoca.
“Hay veces que me da la sensación de que los de la general y yo corremos en las mismas carreteras, pero no la misma carrera”, decía ayer por la tarde Robbie McEwen en su Twitter. Se había dado cuenta de por dónde iban los tiros. De cómo él, encuadrado en la dimensión de quienes luchan por las victorias de etapa, no se encontraba en el mismo plano que los dos que pelean por el maillot amarillo y la pléyade de corredores que buscan el peldaño del podio de París que dejan libre los dominadores. División efectiva, realizada por los cuchillos empuñados al unísono por todos los factótum de la carrera…
Alguno de ellos, incluso, se confundió ayer por esta multiplicidad de planos. Fue el caso de Luis León Sánchez, líder de un Caisse d’Épargne que camino de Saint Jean de Maurienne tomó por fin la actitud combativa que tanto se le ha reclamado y que tantos réditos puede darle toda vez que posee un nivel medio espectacular en su ‘nueve’, tal vez el mayor de la carrera. El murciano se encontró en la fuga del día, nacida a base de tirones y sin el beneplácito de un BMC que se negaba a dejar marchar una fuga peligrosa, con doce compañeros de fatigas de calidad que incluían dos coequipiers poderosos como Christophe Moreau e Iván Gutiérrez. Los dos se vaciaron en pos de las opciones de Luis León, que se quedó a mitad de La Madeleine (puerto final de la jornada) con sólo tres secuaces para llevar a término la escapada: Damiano Cunego, Sandy Casar, Anthony Charteau. Dos clientes peligrosos pero interesados por relevar para acercarse a la victoria de etapa, Cunego y Casar, y un buen perro de tiro como Charteau, francés de Bouygues que rara vez se había visto en otra y a priori se vaciaría por ayudar. 
Mientras duró el ascenso, sin embargo, no hubo colaboración. Luisle tiró solo y se dejó todas sus fuerzas; en el descenso no hizo sino ir a rueda de los generosos relevos de Charteau y los ratoneros esfuerzos de Cunego y Casar. En los últimos metros, cuando su dimensión confluyó con la de los candidatos al amarillo, su demarraje se vio solapado con el de Casar, ganador, y perjudicado por un trazado endiablado que situaba la meta en una curva a izquierdas. Una vez bajado de la bicicleta, contrariado, se expresaba: “Teníamos planteado coger la fuga para intentar sacar el máximo tiempo posible en la general. En el llano [tras la Madeleine] me comentaron desde el coche que tenía que pensar en la victoria de etapa pero cuando se cambia de opinión luego es difícil que salgan bien las cosas”. Pura confusión de roles, de dimensiones de la realidad…
Los dos que difícilmente olvidarán en que plano están serán los aspirantes a la primera posición de la general Alberto Contador y Andy Schleck. No lo harán porque se han esforzado para ostentar ese estatus en comandita, y si hay algo que no se olvida es el esfuerzo. Ambos salieron conscientes de que ayer era un día clave y para ello movieron a sus coequipiers. Andy introdujo a su potente Jens Voigt en la fuga del día; Alberto incordió en todo momento a BMC con los movimientos del ínclito Vinokourov, que atacó nerviosamente en varios momentos clave para desarmar a la escuadra de Cadel Evans… y lo consiguió. Una vez descapitalizado el equipo del líder, carente de patrón la carrera, fue el turno de Saxo Bank para acelerar el ritmo y dejar el grupo de hombres fuertes en treinta. Luego entró Astaná, que con Tiralongo dejó la selección en una docena de ciclistas. Y después llegó el tirón final de un Dani Navarro incomensurable, quizá la gran revelación del Tour, que dejó a Contador y Schleck definitivamente en una dimensión aparte a la que luchó por entrar sin éxito un motivado Samuel Sánchez. Madrileño y luxemburgués lucharon entre sí; aprovechando que aún tenían los cuchillos en la mano, Andy asestó varias puñaladas que no hicieron sangre en Contador. Se miraron entonces y decidieron que, a bien que sólo quedaban dos en la dimensión, se llevarían bien. Al menos, hasta Saint Jean de Maurienne.
El resto de los Quince (Catorce en carrera) de quienes llevamos hablando todo este tiempo en Arueda conforman el último de los planos de la carrera, el de aquellos que lucharan por el tercer puesto. Samuel tiene la ‘pole’; parece ir con un puntito más que el resto y, de hecho, ya posee ese codiciado tercer lugar de la general. Tras él Gesink, Menchov, dos invitados de lujo como Leipheimer (capitán de RadioShack por deceso de Armstrong) y un Joaquín Rodríguez que se mantiene en la pomada para sorpresa de quienes esperábamos verle luchar por etapas sin mayor pretensión; en otro plano de la carrera… Y Van der Broeck, Basso y Kreuziger, que quizá cedieran ayer más de lo esperado, sobre todo en el caso del checo. Aunque para concesiones las de Sastre y Wiggins, eliminados de la general por cinco minutos perdidos entre ascenso y descenso del tétrico Col de la Madeleine.
Aunque lo tétrico y trágico estuvo ayer, mayormente, centrado en la figura de un Cadel Evans que cedió, siempre sentado, nueve minutos. Nueve minutos que le costaban formar parte de las dimensiones de privilegio, aquellas donde se encuadraba cuando vestía la prenda amarilla. Siempre sentado, pero no por gusto sino porque corrió con un codo roto y no podía erguirse sobre la bicicleta. Algún día, el vigente campeón del mundo se retirará y todos hablaremos de sus rarezas, de sus extrañas relaciones con la prensa y el resto de los ciclistas, de su impericia para atacar y de la cobardía con la que corría hasta el año pasado. Ojalá no olvidemos, tampoco, su tremendo coraje y su capacidad de sacrificio, que como su carácter están fuera de lo común…

El Tour de los Quince: primer balance

En la previa del Tour de Francia, en Arueda.com seleccionamos a los Quince. Eran los máximos favoritos, los llamados a copar las primeras posiciones de la clasificación general en la gran ronda francesa. Una semana de competición después, tras dos jornadas de montaña (la inocua de Station des Rousses y la decisiva de ayer en Morzine-Avoiraz), una crono y una etapa de pavés que les han obligado a jugar sus bazas, hacemos balance y análisis del rendimiento y las opciones de nuestros Quince.
Alberto Contador (3º a 1’01”) Sensaciones encontradas para el pinteño. La prestación de su equipo durante toda esta semana ha sido ideal: Vinokourov se sacrificó por él en el pavés, Noval le protegió en el llano y el resto reservó energía al máximo para llegar a las etapas de montaña en plenitud de condiciones y avasallar como de hecho lo hicieron. Su actuación, sin embargo, no fue tan sólida como la de su Astaná. Y es que, si bien se mostró tranquilo y en buenas condiciones, cedió unos pocos segundos evitables la jornada de pavés (en principio por una avería mecánica) y otros ayer en Avoiraz, cuando no fue capaz de responder a un ataque de Andy Schleck. La pregunta ahora es si tendrán continuidad esas vacilaciones.
Carlos Sastre (12º a 2’40”) El abulense se ha limitado a estar en su sitio esta primera semana, con pérdidas moderadas que le mantienen en la pomada pero no en primera línea. Su mejor baza es esperar a la tercera semana, donde goza de un puntito extra del que la mayoría carece, y lo sabe. Aunque también debe tener claro que, para subir al podio de París, deberá arriesgar en algún momento.
Samuel Sánchez (9º a 2’15”) Fue protagonista en la etapa de ayer, pero representó un papel poco honroso. Se le vio con buenas piernas, bien situado, y de hecho fue el único en contestar al ataque postrero de Andy Schleck. Y le dio continuidad, tomando el peso de la escaramuza y cediéndole en bandeja la victoria al luxemburugés. El resto de la primera semana se ha mostrado listo para la batalla, aunque quizá perdió en el prólogo más tiempo del conveniente.
Luis León Sánchez (20º a 5’03”) El murciano estuvo vigoroso durante toda la primera semana, pero empañó su actuación en la etapa de ayer al ceder en la ascensión final a Avoiraz. No se adaptó bien al alto ritmo impuesto por Astaná en unos puertos empinados, más aptos para escaladores ligeros que para trotones para él. Ése es el hándicap que se encontrará durante toda su carrera si, efectivamente, decide centrarse en luchar por la general de las grandes vueltas.
Iván Basso (13º a 2’41”) El italiano, como Sastre, apenas ha asomado durante las primeras etapas de este Tour. Ha realizado, de hecho, una carrera clónica a la del abulense, cediendo lo lógico para sus características en pavé y prólogo y aguantando el ritmo en montaña. Espera, también, a la tercera semana. Y, como no, deberá moverse para aspirar a un peldaño del podio de París…
Roman Kreuziger (7º a 1’45”) El checo se ha mostrado sólido, lo cual es de valorar hablando de un ciclista de 23 años. Bien situado en prólogo y pavés, ha tenido suerte con las caídas y libró bien el día de ayer en Avoiraz, donde incluso ensayó un ataque que Contador no permitió prosperar. Su momento pordría llegar con los puertos tendidos de Pirineos.
Bradley Wiggins (14º a 2’45”) El británico cuenta con un equipo de calidad como Sky a su servicio y ha hecho un uso adecuado de él. Gracias a sus coequipiers, por ejemplo, recortó en el pavés parte del tiempo perdido en el prólogo; ayer, ellos fueron los que dieron el tirón decisivo para dejar descolgado a Lance Armstrong en el Col de Ramaz. Luego, en Avoiraz, fue Wiggins quien se descolgó, asfixiado por el ritmo de Dani Navarro. Por fortuna, contó con Thomas Lövkist para echarle una mano y minimizar pérdidas en meta. Lo que no pudo limitar, por desgracia, fueron unas sensaciones no demasiado positivas respecto del resto de favoritos.
Cadel Evans (Líder) El australiano ha salvado con matrícula de honor esta semana, y prueba fehaciente de ello es el maillot amarillo del que es portador en este momento. Bien en el prólogo, magnífico en el pavés, dominó la situación en montaña y fruto de ello llegó a lo más alto de la general. Su problema es ahora la defensa del liderato con un equipo, BMC, que no está ni mucho menos a la altura de las circunstancias. Es su gran talón de Aquiles.
Michael Rogers (10º a 2’31”) El australiano anduvo en las mismas posiciones que Sastre o Basso, pero la lectura de su caso debe ser algo distina a la realizada con español e italiano. Él es un rodador, y es por ello que en esta primera semana debiera haber aprovechado para poner algo de tierra de por medio y coger colchón para que pérdidas como la de ayer (apenas diez segundos en tiempo, algo más en estado de ánimo) no pesen como una losa sobre sus opciones de salir triunfante de este Tour.
Lance Armstrong (39º a 13’26”) El gran derrotado de entre los Quince. Y posiblemente el gran derrotado de lo que llevamos de temporada ciclista. Fue humillado ayer por tres generaciones posteriores a la suya, generaciones a las cuales veía derrotables cuando anunció su ‘comeback’ hace dos años. Perdió casi doce minutos en lo que se supone el fin de su ciclo en la cima del deporte. Además, ha dejado de tener la suerte del campeón, viéndose afectado constantemente por caídas que limitaban su rendimiento. De aquí a París deberá centrarse en labores de equipo, tales como filtrarse en fugas o ayudar a su compañero en RadioShack Levi Leipheimer, que sí se encuentra en la pomada con los favoritos.
Andy Schleck (2º a 20”) La cara A de Saxo Bank. Podría haber sido uno de los perdedores más significativos de la primera semana y, en cambio, ha acabado siendo uno de los ganadores. Camino de Spa sufrió una tremenda caída que casi le deja KO para la general; pero la labor de Cancellara y el sindicalismo ciclista impidió que fuera así, permitiéndole entrar en el tiempo del grupo de favoritos. Al día siguiente, en el pavés de Arenberg, armó el zafarrancho junto al propio Cancellara y distanció a la gran mayoría de contendientes por la general. Y para rematar consiguió ayer la victoria en la cima de Morzine gracias a la ingenuidad de Samuel Sánchez. Ahora, segundo en la general, su colocación es inmejorable para llegar a las cotas más altas.
Frank Schleck (Abandono) La cara B de Saxo Bank. Fue el gran damnificado del pavés de Arenberg; allí sufrió una caída y se fracturó la clavícula, dejando la carrera y con ello a su hermano sin su gran apoyo para la montaña y a nosotros con sólo Catorce favoritos. Ya en casa, se concentra en su nuevo gran objetivo: la Vuelta a España.
Denis Menchov (5º a 1’10”) El ruso ha sido el que más y mejor ha combinado solidez con ese mate, ausencia de brillo, que le convierte en el auténtico tapado de la carrera. Sobresaliente tanto en el prólogo como en el pavés, estuvo en su sitio en la montaña de Avoiraz. Y punto. Se encuentra bien situado y parece capaz de protagonizar cualquier escena, desde el triunfo más glorioso hasta la derrota más bochornosa.
Robert Gesink (11º a 2’37”) Afectado por una caída en Arenberg cuando mejor se encontraba, está en el mismo punto que Basso y Sastre. En su contra, sin embargo, están el hecho de que no es aún un fondista consagrado y que las sensaciones no son las mejores: aún no ha mostrado su proverbial agresividad en montaña. Una auténtica incógnita…
Jurgen Van der Broeck (4º a 1’03”) El belga, quizá la apuesta más arriesgada de entre los Quince, está respondiendo maravillosamente a todas las exigencias que le plantea la carrera. Ha estado en segunda fila en todas las circunstancias, ayer incluso se atrevió a lanzar un ataque que resultó infame al no ser capaz de despegarse ni un metro del grupo de favoritos. Luego aguantó dentro de él, lo que ya supone un mérito suficiente. La duda es si su aparente imperturbabilidad seguirá presente con el paso de los días.

Juventud, divino tesoro

Juventud, divino tesoro”, debió pensar Lance Armstrong mientras veía marcharse de su alcance al grupo de favoritos en el Col de la Ramaz. El tejano pedaleaba hoy oxidado, con una especie de cámara lenta protésica en él que siempre ha tendido a usar lo que Eddy Merckx, cuando no congeniaba con el americano, daba en llamar despectivamente el “molinillo”. Delante suya, siempre, un Janez Brajkovic sin el golpe de pedal de Dauphiné. Detrás suya, nunca los mismos compañeros; todos los que se integraban en el grupo de Armstrong acababan por querer ir más rápido y abandonarlo. Rebasarlo. Así de duro para todo un heptacampeón del Tour de Francia.
Juventud, divino tesoro”, habrá pensado una vez más el líder de RadioShack al cruzar la línea de meta a casi doce minutos del ganador y seguir pedaleando como un autómata. Hay un signo que indica al campeón que su reinado ha terminado y debe retirarse: que el cúmulo de circunstancias y factores ajenos e involuntarios que rodean a su desempeño comienzan a serle contrarios. En otras palabras, que la suerte le abandona. Hoy Lance Armstrong se ha visto envuelto en tres caídas: la primera en el pelotón al principio de la etapa, la segunda justo antes del Col de Ramaz (cayó solo en una rotonda; reintegrarse en el pelotón supuso un esfuerzo para él y sus compañeros que seguramente se pagó durante la ascensión), la tercera justo después, en el descenso. Esta última fue particularmente indicativa: Lance se vio enganchado entre dos Euskaltel (Iván Velasco y Egoi Martínez) que se trabaron mutuamente con la bolsa del avituallamiento. Lo que se dice un conflicto de nimiedades que redundó en la moral del tejano, hoy humillado en la gran ronda francesa por primera vez desde que se recuperara de su cáncer. Ha llegado el momento para él de hacerse a un lado, tal vez de trabajar para Levi Leipheimer (que aguantó con los mejores en Avoiraz) o tal vez de realizar movimientos lejanos que inquieten a los principales líderes. Lo que está claro es que su lugar ya no está en el pelotón, guardando fuerzas para acabar el decimoquinto de la general. Y tampoco debería tener perspectiva de retirarse de la competición; no sería una salida digna para un superclase como él.
Juventud, divino tesoro”, debió pensar Alberto Contador al ver rezagarse a Lance Armstrong, al darse cuenta de que él, por fortuna, tiene ese elixir que se consume con los años, ése del que al tejano no le queda ni una gota. Debió pensarlo sonriendo, observando como su equipo Astaná, denostado en la previa de la Grande Boucle, respondía a la perfección y llevaba el peso de la carrera para primero distanciar a Armstrong y, después, separar el grano de la paja entre los favoritos. Paolo Tiralongo, Alexandre Vinokourov y, sobre todo, Dani Navarro, se han mostrado como un bloque fuerte (quizá el más fuerte para montaña) y han dado al madrileño un motivo para enseñar sus dientes. Luego los ha tenido que esconder, cuando tras quedarse solo no ha sabido o podido controlar la carrera y ha sido incapaz de contestar a un tremendo ataque de Andy Schleck y Samuel Sánchez. Con ello nacen las dudas…
Juventud, divino tesoro”, debió pensar Andy Schleck con sorna cuando veía delante de sus ojos el dorsal 181 de Samuel Sánchez. Durante un kilómetro fue el Euskaltel quien tuvo 25 años y el Saxo Bank fue el curtido veterano de 32 primaveras. Y es que Samuel, en lugar de dejar la responsabilidad de distanciar al grupo de favoritos en manos de Andy, al fin y al cabo el más interesado del dúo por ampliar diferencias con el resto de contendientes por la general, asumió por sí solo el total de la carga. Sirvió así el triunfo en bandeja al luxemburgués, que sólo debió darle el llamado “último relevo” para llevarse la victoria, la ventaja y, en definitiva, toda la gloria para la cual no había necesitado trabajar. El asturiano, por su parte, entró en meta con cara de tonto observando como Schleck mostraba su alegría con un gesto de celebración, cuando menos, propio de un mono.
Juventud, divino tesoro” ha sido también lo que debieron pensar también Vincent Lavenu (AG2R) y Joxean Fernández ‘Matxin’ (Footon), directores de Nicolas Roche y Rafa Valls, respectivamente, al ver a sus pupilos rayar a tan buen nivel hasta el punto de postularse como posibles sorpresas o estrellas emergentes de este Tour de Francia. Ninguno llegó a entrar en el combo de los mejores, pero ambos arribaron a meta con unos honrosos dos minutos de retraso. Irlandés y alicantino ostentan sendas posiciones entre los veinte primeros con las que, seguramente, apenas soñaban al inicio de este Tour. En defenderlas con el mismo éxito que han tenido hoy estará su misión de aquí al domingo 25, cuando lleguen (quizá triunfantes) a los Campos Elíseos.

Chavanel se concede un bis

El pasado lunes, camino de Ans, Sylvain Chavanel consumaba una de las suertes más complicadas y honrosas del ciclismo en ruta: obtener una victoria gracias a una escapada lejana. En el Tour de Francia. Y, por si fuera poco, añadía a la proeza un elemento de valor al hacerse también con el liderato de la prueba, efímero a la postre pero gratificante durante las veinticuatro horas que duró en sus espaldas. Chavanel había conseguido lo que los franceses llaman un ‘coup double’, doble golpe, un triunfo parcial que lleva aparejado el liderato absoluto. Sin embargo, aquel día, la gesta del galo de Quick Step no tuvo la repercusión que merecía en las crónicas. Le hurtó el protagonismo el sindicalismo ciclista, ese movimiento encabezado por Fabian Cancellara que sintió a los corredores acometidos por la organización y decidió que ese día el tramo final de la etapa no se iba a disputar.
A Sylvain Chavanel no le gustó la decisión, y tampoco le gustó pensar que su magnífico ‘coup double’ pudiera haberse visto favorecido por el feo gesto del pelotón. Así lo expresó en meta aquel día, y así lo dijo ayer tras repetir gesta en la Station des Rousses: “es una revancha para mí. Cuando gané el lunes, el pelotón se había detenido…”. Contento. Chavanel saltó en el penúltimo puerto acompañado de otros corredores de nivel medio-alto como Thomas Voeckler, Dani Moreno, Juanma Gárate o Rafa Valls (que llegó segundo a meta a sus 23 años, mostrando un descaro que siempre debiera acompañar al talento y seguramente le hará llegar lejos); en las primeras estribaciones de la última ascensión les abandonó. Superó a su coequipier Jérôme Pineau, cabeza de carrera proveniente de la fuga, y el resto fue coser y cantar.
Chavanel es el hombre que el ciclismo francés estaba esperando. Todoterreno de calidad y altas prestaciones, combativo, con cierto olfato para la victoria pero (¡ay!, dice aquí el aficionado francés) con poca fascinación cuando se le habla del Tour de Francia. No considera que sea su destino, le llaman más las clásicas. Fue el hecho diferencial para que, en invierno de 2008, se decidiera por Quick Step en lugar de por la estructura de Johan Bruyneel. Unos hablaban de adoquines y otros de grandes rondas. Este año acaba contrato y está decidido a firmar por un país del hexágono, para volver a sentir el cariño del aficionado galo que poco a poco le había ido archivando en el cajón mental de los belgas; en el mejor caso, junto a los valones. Los puntos UCI que está cosechando, eso sí, le garantizarán un contrato generoso, por si no fueran suficiente motivo para rubricar el mismo sus excelentes cualidades.
La otra sensación del día, más leve, fue el intercambio de papeles entre el Astaná de Contador y el RadioShack de Lance Armstrong. Por un momento, parecía que fuera el madrileño quien tuviera un equipo de garantías a sus órdenes y el americano el que contara con una compañía de nivel poco concluyente. La escuadra kazaja se mostró sólida, incluso aumentó el ritmo en la ascensión final para seleccionar el grupo; Tiralongo y Navarro imperiales, Vinokourov pululando por las primeras plazas aun sin recibir un soplo de viento en la cara, Contador satisfecho. Mientras tanto, en la formación americana los básicos (Paulinho, Popovych, Murayev) se desfondaban demasiado pronto tirando del pelotón cuando no se debía, Klöden pegaba el petardazo y cedía cuatro minutos, Horner y Brajkovic sufrían a cola de grupo; sólo Leipheimer aguantaba el tirón de Astaná al lado de Armstrong. Ante este panorama, ni rastro de la táctica ofensiva anunciada.
Peor que Armstrong lo pasó, eso sí, Andy Schleck. El jovencísimo luxemburgués prácticamente se quedó sin coequipiers. Hoy sólo aguantó a su lado Chris Anker Sörensen, incluso el danés Jakob Fuglsang puso las luces rojas y perdió trece sintomáticos minutos en meta. El resto se había dejado ir antes. Parece que Andy, sin Frank a su lado cuando las cosas se pongan serias, estará expuesto a sentirse muy solo…

Huelgas y sindicalismo ciclistas

No esperemos encontrar jamás consenso en los grupos humanos. Al revés: si éste existe, será señal de que la masa se ha aborregado. Y eso va, inevitablemente, en perjuicio de la sociedad.
En efecto, cuando los sindicatos españoles convocaron una huelga general para el 29 de Septiembre de este año con motivo de la reforma laboral propuesta por el presidente Zapatero, muchos ciudadanos se echaron las manos a la cabeza. Militantes, periodistas, políticos, incluso sindicalistas de segunda fila, pensaban que la huelga estaba mal convocada. Consideraban que iba a destiempo por posponerse hasta después de verano. Que tendría dudoso alcance por cuanto se perdería la tensión social. Que la legitimidad era discutible toda vez que las protestas se centraban en detalles, árboles que ocultaban ver el bosque de los verdaderos problemas de los trabajadores. Todos, sin embargo, acabarán por ir a la huelga el 29-S. El aborregamiento no habrá sido de palabra, pero sí se consumará en hechos. Y, si no, ahí estarán los siniestros “piquetes informativos” para corregir conductas. Y adoctrinar.
La etapa de hoy del Tour de Francia estaba señalada como uno de esos días clave, tópicos, donde nadie gana la carrera pero alguno puede perderla. Ese posible perdedor fue hoy Andy Schleck, el principal perjudicado de entre los favoritos por la serie de caídas provocadas por lo angosto de las calzadas belgas, siempre traicioneras y sembradas de obstáculos, sumadas a lluvia fina y al aceite derramado por una moto de televisión que se derribó a si misma en el descenso del Col de Stockeau intentando no colisionar con Francesco Gavazzi (Lampre), que se había ido al suelo delante de ella y cuyos movimientos seguía. Sin embargo, el luxemburgués acabó por no sufrir las consecuencias de estas circunstancias; ni él ni ninguno de los Quince que formaban nuestra pléyade de favoritos antes del Tour. Se ocupó de ello el sindicalismo al frente del cual se situó Fabian Cancellara.
“Queríamos expresar nuestra solidaridad con todos los ciclistas caídos”, afirmaba Gerdemann. Se amparaba el sindicalismo ciclista en que las circunstancias habían sido propiciadas por los organizadores del Tour de Francia. La ruta era peligrosa, las carreteras del Benelux lo son por lo general; eso es cierto. Robert Hunter iba más lejos, demasiado lejos: “Ninguna GV debe ir a los países del norte, ¡que jodan al que diga lo contrario!”. El aceite desparramado por la carretera y el agua del cielo habían hecho el resto. Johan Bruyneel, director de RadioShack, definía el descenso de Stockeau como “una pista de patinaje”. Pueden atestiguarlo los casi setenta corredores que cayeron al suelo (algunos como George Hincapie o el propio Andy Schleck en dos ocasiones) y el mecánico que resbaló cuando se dirigía a atender a un ciclista de su equipo caído en el suelo.
Tras este tramo de locura y constantes caídas quedó como primer grupo del pelotón un colectivo de treinta ciclistas con los líderes de Rabobank (Menchov, un Gesink al que luego se ha descubierto una fisura en su codo), Cervélo (Sastre, Hushovd), BMC (Evans) y Caisse d’Épargne (Luis León Sánchez). Y Cancellara, el maillot amarillo y principal poder fáctico del día. El suizo se erigió en portavoz y protagonista: había que esperar a los afectados por los incidentes. Al ‘paquete’ principal donde viajaban Wiggins, Armstrong, Basso y Contador, solo en los momentos decisivos tal y como se venía temiendo y especulando. Y al grupo más retrasado donde viajaba su coequipier Andy Schleck junto a su hermano Frank y varios gregarios de Saxo Bank. Mientras tanto Sylvain Chavanel, que iba escapado antes de que se desatara la locura, pedaleaba ajeno, recorriendo la ruta hacia la victoria de etapa y el maillot amarillo.
En el grupo de Cancellara surgió el desconcierto, y después la indignación. Casi todos, sin embargo, hicieron caso al suizo; sólo Cervélo puso a tirar con brío al esprinter Jeremy Hunt, buscando el beneficio de sus jefes de filas. Este conato de rebeldía se zanjó con una mentira. “Cancellara le ha dicho a Thor [Hushovd] que la carrera había sido neutralizada y a nosotros no nos llegaba ningún tipo de información por radio…”, decía un Carlos Sastre que, de ser ciertas sus declaraciones, habría caído en la trampa de Bjarne Riis para evitar que sus líderes perdieran opciones de cara a la general. BMC y Rabobank hicieron mutis por el foro. Iván Gutiérrez también cayó, pero contrariado: “No sabes qué hacer exactamente en ese tipo de situaciones porque se habían producido muchas caídas que implicaban a hombres importantes. Por un lado, no era ético tirar pero por otro, la carrera es la carrera”. El cántabro hizo gestos ostensibles al hoy maillot amarillo para expresar su desacuerdo pero no llegó a tomar determinaciones concretas, tenía miedo de ser el esquirol que acaba siendo señalado por los huelguistas. Y, como reconocía en meta, “son momentos muy difíciles en los que necesitas indicaciones de tu director para saber qué hacer exactamente y en ese momento no las teníamos”.
La pregunta es por qué Iván no recibió indicaciones para tirar. Esa hubiera sido la lógica deportiva. Peor no piensa así su director en Caisse d’Épargne Eusebio Unzué: “Considero correcta la decisión de haber ralentizado la marcha por las circunstancias excepcionales. […] [Pero] se han beneficiado algunos ciclistas que no acostumbran a actuar con ese respeto que se les ha tenido”. El resto de directores, sin embargo, no han ido en la línea de Unzué. Joxean Fernández ‘Matxin’, de Footon-Servetto, se refería a una presunta “falta de personalidad” de los corredores. Gerry van Gerwen, de Milram, hablaba de que era necesiario guardar un “respeto a los patrocinadores, a los aficionados y a los organizadores”. Dave Brailsford, mánager de Sky, resumía el hecho con un explícito “absolutamente patético”.
La imagen del día, sin embargo, no ha sido tanto la fusión de todos los grupos en uno solo que, además, ha viajado durante casi veinte kilómetros extendido a todo lo ancho de la calzada en una actitud manifiesta de no-competición. Lo ha sido más bien el esprint, que Fabian Cancellara ordenó se convirtiera en un no-esprint con gestos inequívocos; cómo Maxime Bouet, de AG2R, daba una pedalada de más para entrar segundo en meta y el suizo se ofuscaba. Porque para algo había bajado el corredor de Saxo Bank unos kilómetros antes al coche del director de carrera para pactar que no hubiera ‘volata’ ni se repartieran puntos para el maillot de la regularidad en la llegada, cual líder sindical a la interlocución con políticos o empresarios…
En el Tour de Francia ha sucedido hoy algo parecido a lo que sucederá el 29-S en España. El proletariado, los ciclistas que viven constantemente ablentados por sus directores, los organizadores de carreras y los federativos (estamentos dominantes), se ha revelado con un paro liderado por cabezas visibles surgidas de él mismo por una causa nimia comparada con otras mucho más importantes. Que, como en la huelga general, esta protesta pueda no ser legítima, ir a destiempo, carecer de alcance o emanar del aborregamiento de la masa… es algo interpretable por el espectador, en mi opinión estafado hoy con una hora de ciclismo infame.

Somatizaciones de un prólogo del Tour

Rara vez un prólogo dicta sentencia. No es sino un anticipo, un inicio para romper el hielo mediático y descongelar las piernas de los corredores, tensas y expectantes por la cita para las cuales han sido preparadas durante meses.
Las diferencias en un prólogo son, por tanto, más psicológicas que somáticas. Segundos arriba, segundos abajo; irrelevantes cuando se cuentan las setenta horas que normalmente emplea el ganador de una gran vuelta en completarla. Son las sensaciones, y cómo las interiorizan los corredores, las que marcan la importancia de un prólogo. Ejemplo fehaciente de ello es un Andy Schleck que se despachaba en Twitter con un explícito “reconozco que hoy ha sido un día de mierda”. El luxemburgués está nervioso, el ambiente dentro del equipo Saxo Bank nunca es el mejor y es sencillo adivinar que en este momento es aún peor que de costumbre por el anunciado proceso de descomposición de la estructura salvo aparición de un patrocinador sorpresa. Del estado de las piernas de Jakob Fuglsang dependerá que las diferencias entre ‘staff’ y vacas sagradas se vean expresadas sobre la carretera…
Hay algo que sí ha funcionado en Saxo Bank, y no es otra cosa que lo que siempre funciona. La locomotora suiza Fabian Cancellara, a cuyo alrededor se sembraron multitud de dudas a raíz de insinuaciones y un elocuente vídeo de Youtube, ha vuelto a ganar un prólogo del Tour de Francia, el cuarto de su vida. Sin trampa, cartón ni electricidad, tal y como demuestra el control realizado a su ‘cabra’ por comisarios UCI a su llegada a meta. Una foto de Cancellara observando la labor de los enviados de Aigle no tendría precio.
Dicha labor deja a las claras que las diferencias de la contrarreloj no las marcaron artilugios escondidos en el interior del cuadro de los esforzados de la ruta. La clave estuvo, más allá de en las piernas de los corredores, en las condiciones meteorológicas que, además de provocar escalofriantes caídas como las de Matthias Frank o Manuel Cardoso, fueron bien leídas por muchos y malinterpretadas por otros. En el bando de los primeros destaca un Tony Martin que se vio ganador durante gran parte de la jornada y vio como el triunfo se escapaba entre pedaladas de Cancellara y besos de su preciosa novia. En de los segundos, los delfines de RadioShack (léase Leipheimer y Klöden), con piernas para estar con los mejores pero con las peores circunstancias para ello, o un Wiggins cuya condición de prologuista se vio afrentada con una infame 77º posición. A casi un minuto de un Cancellara que deberá somatizar las buenas sensaciones emanentes de su maillot amarillo y, sobre todo, transmitirlas a sus coequipiers para que dos candidatos a todo en la carretera no se pierdan en los pasillos de los hoteles.