Artículo publicado originalmente en Arueda.com
Rui Costa se invistió con el maillot arcoiris de campeón del mundo en una carrera cuya resolución estuvo marcada por los errores tácticos de Purito Rodríguez y Alejandro Valverde, plata y bronce.
Durante el Tour de Francia hablábamos del instante decisivo, el concepto de la fotografía acuñado por Henri Cartier-Bresson según el cual para tener éxito no sólo es necesario tener técnica y material, sino que es imprescindible encontrar el tiempo y el lugar adecuados en el cual la disposición de los asuntos es ideal. En cada carrera ciclista hay un instante decisivo: se puede hacer una preparación perfecta durante meses, correr de forma intachable durante siete horas, pero errar o no acertar en el momento clave conduce a la derrota. Y sólo gana uno.
En Florencia (Italia), la carrera fue ingrata con quienes más generosos fueron en su esfuerzo. Italia jugó a la ofensiva y seleccionó a los contendientes forzando el ritmo en nueve de las diez vueltas que se dieron al circuito, de 16 kilómetros y con dos subidas (una larga y tendida, otra corta y empinada), para después disputar el triunfo con un Vincenzo Nibali corajudo como siempre pero mermado por dos caídas. España, en cambio, fue mucho más discreta y pasó la mayor parte de la prueba bajo el radar. La táctica hasta la última vuelta era comer, beber y a rueda, despreciando cualquier posibilidad de aprovechar la calidad de la selección para maniobrar y generar una ventaja. Pero después se encontró con que a la hora de la verdad sus dos líderes, Purito Rodríguez y Alejandro Valverde, eran dos de los cinco más fuertes junto a Nibali, Rui Costa y Rigoberto Urán, quien se vio eliminado por una lacerante caída.
Una vez los cuatro en cabeza y los demás competidores a un mundo físico y mental de ellos se empezó a palpar la proximidad de un instante decisivo. La táctica española era clara y venía hablada desde el hotel: el menos rápido (Purito) tenía que atacar sin descanso mientras el más rápido (Valverde) se quedaba a rueda de los rivales, lastrándoles. El catalán atacó y fue atrapado hasta tres veces, pero cuando faltaban dos kilómetros a meta su triunfo parecía asegurado. Rui Costa no se había mostrado fuerte y Nibali estaba reventado.
Entonces llegó el instante decisivo, en una sucesión de puente, curva a la izquierda y curva de herradura a la derecha. Rui Costa, hasta entonces alojado en la última posición del grupo, tomó la cabeza; Valverde se quedó en la rueda de Nibali, probablemente sorprendido por el movimiento del portugués, perdiendo la posibilidad de reaccionar de inmediato si éste demarraba. Y sucedió: Rui Costa atacó, Nibali tomó la herradura demasiado lento y Valverde se encontró con un hueco de 10 metros y menor inercia que su rival. Y, he aquí el instante decisivo, en lugar de reaccionar inmediatamente y esprintar con todos sus hígados para agarrar la rueda de su compañero en Movistar Team, se quedó cien metros a la expectativa y arrancó demasiado tarde y tímido. El luso se marchó e hizo valer su superior motor para el llano para cazar a Purito, que intentó ponerlo nervioso en recta de meta sin conseguirlo, y someterle en el embalaje.
“Debería haber estado a la rueda de Rui, pero no podía. Después de 270km, las piernas no me respondieron”, dijo Valverde en conferencia de prensa, intentando justificar su fallo. En el otro extremo de la mesa, sin dirigirle unos ojos colorados que habían llorado amargamente en el podio, se hallaba un Purito desolado. “No me vale tener dos medallas, tanto a Alejandro como a mí nos falta un maillot arcoiris”. Era el colofón ideal para la carrera del catalán, próxima a iniciar su ocaso, y no lo había obtenido.
“No sé si volveremos a tener una oportunidad como esta”, aseveró Purito, en términos parecidos a los que había utilizado en la puerta del control antidopaje un Eusebio Unzué descompuesto porque el entorchado de campeón del mundo apenas va a estar un par de semanas en su equipo antes de marcharse al Lampre-Merida. También Javier Mínguez echó la culpa a Valverde (“Tenía que salir hasta a por el motorista”), serio y culpable en todo momento después de la carrera, víctima como en el pasado Tour de Francia y decenas de ocasiones en su carrera deportiva del instante decisivo.