El Tour de Flandes vivido ayer, año I después del Kapelmuur, no superó en espectáculo a los precedentes pero logró alinearse con ellos. El experimento del circuito final con tres pasos por Oude Kwaremont y Paterberg, destinado a endurecer la ruta y permitir a la organización de la prueba embolsarse la compensación económica de la nueva meta de Oudenaarde, cumplió con su segundo objetivo pero no logró completar el primero. La carrera fue igual de dura y tuvo un desarrollo similar al vivido en años anteriores, sin llegar a lo sublime, sin abandonar lo intenso…
Crónica de Borja Cuadrado: ‘El sprint más simbólico de Boonen’
Tensión es la palabra más adecuada para describir esta edición de De Ronde. Desde el mismo inicio, la fuga de quince corredores obligó a los directores a expresarse tácticamente. Una vez sentenciada esta, el significativo duelo entre proactivos y desactivadores derivó en una carrera monótona y frustrante para actores y espectadores. Después, fue la labor de los dos MVPs, Chavanel y Ballan, la que dirimió una carrera en la que, efectivamente, Boonen no necesitó descolgar a nadie para ganar…
Una fuga de quince que no logró condicionar la carrera
En los primeros kilómetros de carrera, un ataque de Vladimir Isaichev (Katusha) desencadenaba la formación de la escapada del día. Ésta incluía quince hombres: dos españoles, Pablo Lastras (Movistar – demostrando sus ganas de brillar en Flandes) y Pello Bilbao (Euskaltel – impresionante a sus 22 años), y dos significativos, Martin Tjalingii (Rabobank) y Tyler Farrar (Garmin). Ambos eran de largo los mejores hombres de la fuga; representaban bazas tácticas para sus respectivos líderes, Matti Breschel y Sep Vanmarcke; y suponían una valiosa representación para sus escuadras por la ausencia de ciclistas de RadioShack, BMC u Omega Pharma.
Los grandes candidatos al triunfo no podían permitirse conceder una gran ventaja a la escapada. Durante varios kilómetros dejaron crecer su renta peligrosamente: nadie se movió hasta que OPQS, gran favorito, asumió la inciativa que el resto rehusó. El propio Boonen reconocía en conferencia de prensa que “no meter nadie en la fuga de quince fue lo peor que pudimos hacer”: tirar era el tributo a pagar. Sin embargo, el desgaste de los hombres de Lefévère fue minimizado por la ayuda de un aliado inesperado, Europcar. Los franceses, ausentes de la escapada, quisieron redimirse acercando el pelotón a ésta. Entre su brega y la inercia propia de la tensión previa a cada subida adoquinada, la caza estuvo servida.
El sorprendente orden interno de BMC
Una de las grandes incógnitas de la temporada de piedras era cómo se iban a coordinar los esfuerzos de los corredores del millonario ‘dream team’ de BMC. En su alineación aparecían cuatro hombres que, por trayectoria, podían ser perfectos contendientes a la victoria: Thor Hushovd, Alessandro Ballan, Philippe Gilbert y Greg Van Avermaet.
Existía la sensación de que cada uno podría hacer la guerra por su cuenta, generando un caos contraproducente para las lógicas ambiciones de victoria de la escuadra. Sin embargo, no hubo tal. Conscientes de que su forma física no era la ideal, Hushovd y Gilbert guardaron los galones y se pusieron la cofia, consagrándose al servicio de un inspiradísimo Ballan y dejando a Van Avermaet cierta libertad para buscar sus propias opciones, sobre todo a partir de que el penúltimo paso por el Kwaremont dejara claro quiénes eran los más fuertes de la carrera. También fue de reseñar la labor de Hincapie, pendiente de Ballan hasta el segundo giro por el circuito final; y la de Burghardt, clave en la última vuelta a éste.
En la misma línea de disciplina táctica que BMC se situó Garmin. Los hombres de Vaughters unieron sus fuerzas decididamente en torno al jovencísmo Vanmarcke, lo cual resultó llamativo en el caso de hombres como Heinrich Haussler o Johan Vansummeren, que a pesar de ser el vigente campeón de París-Roubaix no tuvo reparos en quemar sus naves a 40 kilómetros de meta para forzar la que, gracias a la estimable continuación de Chavanel, se constituiría como la selección casi-definitiva. Ésta fue neutralizada por Sky, cuya apuesta por Boasson Hagen terminó en fracaso por cuanto supuso despreciar las opciones de un astuto Juan Antonio Flecha y el noruego apenas pudo ser 19º en meta.
La carrera, bloqueada: proactivos vs desactivadores
Hubo un tramo en esta Ronde, entre la aproximación al circuito final y el primer giro a éste, en el cual se vivió un bucle de ataques que eran sistemática e inmediatamente anulados. Equipos como Europcar, Astaná o Sky, proactivos y con ganas de batalla, se toparon con otras escuadras como Garmin, Omega Pharma o BMC que, desactivadoras, decidieron no permitir ningún escarceo, mandaron siempre a sus segundos o terceros espadas a atrapar a los fugitivos para dormir la carrera. En medio, inactivas, formaciones como Vacansoleil o Farnese Vini.
Fue una fase algo frustrante, y a la par curiosa por cuanto deparó imágenes insólitas como la del kazajo Assan Bazayev (Astaná) demarrando con un gel de glucosa entre los dientes [segundo 30 del vídeo superior], se extendió durante más de media hora y no varió a pesar de las aparatosas caídas de Sebastian Langeveld (GreenEdge) y, sobre todo, Fabian Cancellara. Esta última no llegó tampoco a afectar verdaderamente a la marcha de la carrera: no afectó a las tácticas de ésta, si bien restó una importante alternativa en los kilómetros finales.
Boonen no necesitó descolgar a nadie: Pozzato le perdonó
La tranquilidad de Tom Boonen en esta edición del Tour de Flandes fue uno de los factores diferenciales en su marcha y resolución. ‘Tommeke’ avisó en la previa de que no se sentía obligado a apabullar: confiaba en su esprint y en su equipo. Gracias a esto pudo permitirse no demarrar en ningún momento, olvidando los locos ataques a 60 de meta realizados en carreras pretéritas. De hecho, sólo salió a contraatacar en los últimos kilómetros, cuando ya viajaba a solas con Ballan y Pozzato…
Precisamente este último, en la mejor versión que se le recuerda desde Quick Step, marcó otra clave de la carrera. Ayudó a Boonen a empalmar con Ballan y, después, le perdonó en la última subida al Paterberg, en la cual el belga renqueó y halló la clemencia del rubio de Farnese Vini, que cesó de marcar el ritmo tras coronar. Pozzato tomó nota de la debilidad exhibida por el a la postre ganador y decidió que podía batirle de tú a tú en el esprint. Huelga decir que, finalmente, no pudo. Enterró sus opciones no eligiendo bien el desarrollo para la ‘volata’, lo cual le obligó a sentarse a bajar piñones con ésta ya lanzada… para felicidad del chico de OPQS.
Chavanel y Ballan fueron los verdaderos MVPs; Sagan, el MIP
Más allá del soberbio Pozzato y el Boonen tranquilo, los dos hombres más valiosos por su influencia en el devenir de la carrera fueron sin duda Sylvain Chavanel y Alessandro Ballan. El italiano de BMC supo rentabilizar la gran labor de su escuadra. Rodó siempre en posiciones cabeceras, estuvo presente en las escaramuzas más importantes y finalmente forzó la suya propia, la postrera, con un demarraje sin alzarse los pedales en el último paso por el Oude Kwaremont. Una vez Pozzato y Boonen llegaron a su rueda, conservó energías para derrocharlas en tres ataques que hallaron siempre respuesta por parte del belga, toda vez que su compatriota le había prometido no saltar a su rueda en ningún caso. Finalmente, su generosa inversión de fuerzas obtuvo por rédito el tercer cajón del podio.
Menos premio, al menos individualmente hablando, se llevó Sylvain Chavanel. El francés de OPQS es, como bien le definió ayer Borja Cuadrado en su crónica, un ciclista de culto, más grande por aura que por palmarés. Ayer intimidó con su halo de magnificencia a la práctica totalidad de los atacantes que probaron fortuna durante el bloqueo de la carrera; después, en el penúltimo paso por el Oude Kwaremont, tomó el testigo de los hombres de Garmin para marcar un fuerte ritmo que dejó en cabeza los once corredores más fuertes de la carrera. El corte fue neutralizado por el grueso del pelotón unos kilómetros más tarde, pero fue significativo. No en vano, siete de los hombres que viajaban en él terminaron entre los diez primeros.
Uno de ellos, Peter Sagan, fue una de las grandes sensaciones de este Tour de Flandes. No hizo nada extraordinario; o, mejor dicho, nada extraordinario para él. El eslovaco se mostró fuerte, incontenible y ambicioso: siempre atento en cabeza, algo solo por cuanto su Liquigas sólo puede ofrecerle el insuficiente apoyo de Oss y Sabatini, activo en los cortes… Su buena actuación no fue excelente por cuanto cayó en la trampa de no seguir a Pozzato y Boonen en su camino hacia la rueda de Ballan. Cuando el italiano de Farnese encendió la moto, Sagan dejó la responsabilidad de empalmar a un opaco Boasson Hagen. En esa mala decisión se le fue la carrera. No obstante, el mérito de su quinto puesto en meta es enorme y le coloca entre los favoritos a ganar el Tour de Flandes 2013, haya o no Kapelmuur en él.
Foto ©: Tim De Waele – OPQS