Una familia de posguerra en línea

Mientras las autoridades están cortando un trozo de tela rojigualda para dar la salida al Campeonato de España, todos los ciclistas se apiñan al sol de Salamanca entre las vallas, el público, las fotos y las conversaciones de soslayo. Dos primos exiliados se miran, comentan brevemente cuando se vieron en una carrerita en Austria, se ríen, escuchan un «ánimo» y vuelven a callarse.

No hay demasiada tensión, pero entonces rasga el aire el reventón de una llanta, como el sonido de un disparo, y todos se asustan un poco. Miran al culpable, y era David Gutiérrez Gutiérrez, de Onda-Boavista. Uno más de esos a quienes se les junta el hambre con las ganas de comer, que se sacrifican sin rédito inmediato pero terminan, terminarán, por recibir recompensa. Hoy es un día propicio para ello; para David va a empezar con ese cambio de rueda, a marchas forzadas y con la ayuda del coche neutro de Shimano del cual dependen tanto él como su compañero de equipo Delio Fernández, y se saldará con una fuga en las calles de Salamanca que logró ocupar unos cuantos minutos de televisión.

David Gutiérrez Gutiérrez, cambiando la rueda de bulla

David Gutiérrez Gutiérrez, cambiando la rueda de bulla

Unos minutos antes de que el combativo ciclista cántabro se viera sometido a ese pequeño oprobio, todos los corredores de Andalucía subían al estrado del control de firma para homenajear a su ya ex mecánico Luis Luengo, que se jubila tras incontables años de labor. Luego de bajar, apenas salida la carrera, el emblemático Jesús Rosendo lanzó el primer demarraje de la jornada, rompiendo la baraja e iniciando la exhibición del conjunto andaluz.

De forma notoria, los hombres de Antonio Cabello jugaron de tú a tú con y contra el hermano rico Movistar, endureciendo la carrera con interesantes fugas y unificándola luego con un trabajo de equipo sensacional. «Estamos muy contentos, han estado todos al pie del cañón«, expresaba el director cordobés, satisfecho pero no radiante por cuanto el resultado en meta no hizo justicia al desempeño durante la ruta (Lobato, 10º; Cano, 14º) y acababa de llegar a sus oídos la pésima noticia de un gravísimo accidente sufrido por dos de los ciclistas junior de la estructura andaluza.

Los Andalucía, grandes, junto a su ex mecánico Luis Luengo

Los Andalucía, grandes, junto a su ex mecánico Luis Luengo

La meta, la que encumbra, vino precedida de un puente donde sucedió una caída que condicionó completamente la resolución de la prueba. Paco Mancebo salió beneficiado y derrochó toda su fuerza en intentar hacer buena su ventaja para asegurar por lo menos un metal. No tuvo tanta suerte, pero sí catapultó a Francisco José Pacheco (Gios Deyser) al bronce, justo premio para el primo pobre que no desistió tras perder su plaza en profesionales tras el desastre de Xacobeo y pudo subir al estrado con su niña.

También llevó el de Navaluenga a un hombre de su antigua estructura, «su» Movistar, hacia el triunfo. Fue el cántabro Fran Ventoso, con aire de renegado pero bien asentado en el hermano rico de la familia ciclista española, quien se llevó el gato al agua haciendo buenos los pronósticos de dominación ‘azul’ que siempre preceden a los campeonatos nacionales. Segundo en meta, realizando un portentoso esprint desde atrás, fue un exiliado de clase alta, Koldo Fernández de Larrea (Garmin). Fue su tercer metal consecutivo en un Campeonato de España, recibido como siempre con un rostro de disgusto durante la ceremonia protocolaria como si en vez de una presea le estuvieran entregando un castigo. Cosas de familia de posguerra.

Koldo Fernández de Larrea, subcampeón de España

Koldo Fernández de Larrea, subcampeón de España

Una familia de posguerra contra el crono

Edición [25 – VI – 2012] El «accidente sufrido por dos de los ciclistas junior» de Andalucía se saldó con la desgraciada muerte de uno de ellos. Hay más información sobre el particular aquí. Desde Revolutio.es queremos mandar todo nuestro apoyo y ánimo a todos los componentes del equipo Andalucía, así como nuestro más sincero pésame.

Una familia de posguerra contra el crono

El ciclismo español es una familia. Española, claro; y de posguerra, para más señas. Cada junio vive su particular Navidad en forma de Campeonatos Nacionales, y se reúne [casi] completa para decirse qué tal, contar sus logros y expresar su evolución midiéndose en carreras en las que cada cual sale y entra con sus propios medios.

En la prueba contrarreloj Elite y Profesional de hoy las diferencias se palpaban fácilmente. Los hermanos ricos de Movistar acudían con cuatro corredores, una decena de miembros del staff, un autobús y cuatro coches. Los hermanos menos ricos, de alguna manera, renqueaban: sólo dos de los cuatro corredores anunciados por Andalucía terminaban la prueba, Euskaltel comparecía de forma testimonial con Adrián Sáez de Arregi (14º) y Caja Rural directamente no se presentaba («la mayoría llevan un mes o más sin competir y ninguno tenía interés por venir; no los íbamos a obligar»). Los exiliados pobres como Víctor de la Parte o Dani Domínguez tenían que recurrir a coches sin serigrafías ni perro que les ladrara, a pedir material prestado (la rueda lenticular de Óscar Pujol -16º- era un préstamo de Burgos BH) y a la compañía de colegas, padres, novias, hermanos…

En Béjar un hermano, el de Luis León, llamaba la atención por encima de los demás, aunque sabedor de su condición fue discreto y apenas generó barullo. Pedro León Sánchez Gil estuvo en la crono junto a otros familiares del campeón muleño, con una gorra Adidas bien calada y gafas de sol; a día de hoy, ser futbolista del Real Madrid puede convertir un día de vacaciones, familiar, en un agobio si no se hacen esfuerzos por pasar inadvertido. Como su hermano, Luis León tampoco hizo mucho ruido: le pidió al mecánico de Euskaltel que montara su bicicleta, instaló el rodillo en una de las entradas al parque desde el cual partía la prueba y empezó a calentar mientras su familia y un masajista de Rabobank le asistían.

El charco de Jesús Herrada

El charco de Jesús Herrada

Tanta tranquilidad y un recorrido duro, terreno de especialistas pero largo y plagado de subidas y bajadas para eliminar al más técnico si carecía de fuerzas; condiciones normales donde imponer sus superiores cualidades y su buen estado de forma. Luis León cumplió, solvente; Jonathan Castroviejo, otro buen contrarrelojista, con buena puesta a punto tras pasarse semanas concentrado en Sierra Nevada junto al bloque de Movistar para el Tour de Francia, hizo también buenos los pronósticos y fue segundo. Sorprendió que el tercer cajón no estuviera ocupado por otro ‘azul’, pero Iván Gutiérrez (5º, terminó con mucha fuerza), Jesús Herrada (6º, vació medio bidón antes de salir para «pesar» 250 gramos menos) y Juanjo Cobo (10º) fueron superados por Álex Marque (Carmim), primo pobre y exiliado, que con esta medalla y su etapa en Asturias tiene méritos de sobra en su haber para ser repatriado al pelotón español.

José Belda, casco rojigualda, se cruza con una señora indiferente

José Belda, casco rojigualda, se cruza con una señora indiferente

Una de las grandes atracciones de esta cronometrada en la cual competían a la vez profesionales y Elite (no profesionales de la ruta de más de 23 años) era medir el potencial de José Belda, el terror de los sub23 nacionales, a quienes derrota en toda prueba que no termine en bajada con una fuerza descomunal. Seguido por una moto de Televisión Española, su prestación fue buena, a la altura de las previsiones más racionales, y le sirvió para ser 11º global (sólo le superaron ocho profesionales) pero sólo para el bronce en su categoría, por cuanto quedó jibarizada por los pistards David Muntaner (plata, terminó el durísimo repecho final acoplado) y Eloy Teruel (oro, fue el 3º global y se creía merecedor del bronce de la categoría profesional, ajeno a que la naturaleza de la competición era de dos carreras en una).

Ambos representarán a la familia ciclista española en el velódoromo de los Juegos Olímpicos de Londres, Muntaner en Persecución y Teruel en Ómnium, con opciones francas de medalla. Justo después de que recibieran sus metales, mientras los profesionales triunfadores subían a por la suya, uno de los primos pobres (también uno de los más ilusionados) se llevaba de un tenderete de la RFEC unas 20 latas de Aquarius ante la complicidad general.