Las apoteosis

Cada cuatro años, los Juegos Olímpicos encumbran, defenestran y emocionan a los deportistas que durante la Olimpiada han demostrado ser los mejores de su disciplina. No es una cuestión de gloria, ni de todo o nada, sino algo más: son una cuestión divina. Haciendo honor a su naturaleza griega y clásica, los Juegos Olímpicos son apoteósicos; conceden la apoteosis, la gracia que se adjudicaba a los héroes para que devinieran dioses.

La apoteosis kazaja

El ciclismo kazajo tiene un punto bizarro delicioso. Enmarcado en un país totalitario, el deporte se encuentra sumergido en cruentas luchas de poder instigadas por los intereses políticos y económicos que se desarrollan a su alrededor e incluso en su interior. A resultas de ello hemos podido presenciar, sólo en el último año, maniobras de propaganda soviética, cruces de navajas en carrera con final relativamente feliz, una misteriosa cena en un restaurante de Milán para integrar al italiano Vincenzo Nibali en el proyecto nacional… Incluso la vaporización orwelliana de Roman Kireyev, una persona que quizá no os suene pero hace un año estaba vivito y pedaleando hasta que, puñalada trapera de Kashechkin y Makhmetov mediante, hizo falta un hueco en plantilla para el líder Vinokourov.

Alexandre Vinokourov. El héroe, siempre en el centro. Alfa del ciclismo kazajo actual gracias a su papel de pionero, al menos en los grandes escenarios; quizá omega en un futuro si, como todo parece indicar, se queda como patrón mandamás de Astana y a la par va ascendiendo en el escalafón político de ese oscuro país de opulencia química.

El sábado marcó un gran hito con un oro olímpico tremendo, el undécimo de la joven nación asiática, replicado por dos halteras en días posteriores. Lo hizo con la clase de los pillos, atacando por la espalda a su relativamente bisoño compañero de fatigas Rigoberto Urán, cuya sangre aún le gotea de ese colmillo largo y retorcido por los años, saciando una sed que duraba desde Sidney 2000.

Cumpliendo la promesa emitida tiempo atrás, Vinokourov se retira tras la contrarreloj de hoy; es hora de que se haga a un lado y pase a liderar la generación de su relevo, hasta ahora vacante pese a los intentos de usurpación y cultivo acaecidos. Queda claro, por otra parte, que los regresos tras el positivo de 2007 y la terrible caída del Tour 2011 han valido la pena. También de que su carrera política, ahora que gracias a este oro no sólo es héroe sino dios, se orienta hacia lo más alto.

La apoteosis británica

No hay originalidad posible con Bradley Wiggins. Es inútil intentarlo: ha sido objeto de halagogías de todos los gustos, sabores y colores. En Revolutio.es tenemos unas cuantas, glosando sus mayores gestas: Tour de Romandía, Critérium du Dauphiné, Tour de Francia, también en los prolegómenos de estos Juegos. Nos falta París-Niza para completar su ‘rush’; pero, por aquel entonces, esta página era sólo un proyecto…

Aunque, si de proyectos hablamos, no queda sino agachar la cabeza ante el británico. Años de meticulosa maquinación culminan en estos seis meses de frenesí ganador de Wiggins, capaz de anotarse siete de once contrarrelojes que ha disputado, dejando de ganar sólo cuatro prólogos de los cuales fue 2º en tres; cuatro de seis rondas por etapas, con sólo dos «borrones» en su debut de Algarve (3º, podio pese a todo) y la renuncia de Catalunya.

Esta crono olímpica no sólo supone la deificación de Wiggins, que como Vinokourov podría retirarse tranquilo tras ella; también es la consagración de un nuevo modelo, la famosa anglosajonización del ciclismo pregonada por técnicos y entendidos. El oro fue para su máximo exponente, y el bronce para su correligionario Chris Froome; entre medias quedó Tony Martin, con cierto aroma estajanovista en su preparación pero licenciado en el college HighRoad.

Resta un lunar, un halo para la esperanza de la escuela tradicional: en la línea triunfó el modelo clásico, basado en el olfato y no en los números. El control férreo y milimétrico en pos de Cavendish, mermado por la fragilidad de las selecciones de cinco corredores pese a las alianzas discutibles, fracasó ante las tácticas ofensivas e insurrectas de la técnica dispuestas por el resto de selecciones.

Digamos que la apoteosis no llegó a ser completa para ninguno de los bandos… Pero sí para el deporte, para un ciclismo que afronta un ciclo olímpico de plenitud, pugna de métodos y héroes para regocijo de los aficionados.

Fotos: Facebook de Alexandre Vinokourov y Team Sky

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Estará en el podio del Tour, por los kazajos

En la primera etapa en línea del Critérium du Dauphiné, Samuel Sánchez cruzaba la meta 24 minutos tarde, roto, protegido por Ricar García y Pello Bilbao, jóvenes abnegados a quienes le toco mantener al Cid naranja montado en su Babieca marca Orbea, antes de que se bajara y rompiera en dolor. Siete minutos antes, Dan Martin hacía lo propio, pero en solitario, acusando el temor de no poder debutar este verano en el Tour de Francia, donde sería un ‘outsider’ relevante. Catorce minutos antes que el corredor de Garmin había llegado Andy Schleck, complacido en el desafío a su teórico jefe Johan Bruyneel, que envainó su autoridad contundente en el comunicado de prensa de RSNT asegurando al luxemburgués su hueco en el ‘nueve’ de la escuadra para el Tour. A su lado, charlando, Alexandre Vinokourov

… Y con tres minutos de diferencia positiva, a las 16:27, Cadel Evans triunfaba en la meta de Saint-Vailler con un esprint sobresaliente, 250 metros cara al aire y de pie, tras casi un kilómetro en cabeza del grupito de fugitivos surgido de un ataque pícaro a 5 kilómetros del final. Segundo fue Jérôme Coppel, el que lanzó la primera piedra de esa fuga definitiva; y tercero, incapaz como el francés de remontar al poderoso vigente campeón del Tour de Francia, un aspirante a sucederle en el palmarés llamado Andrei Kashechkin (1980, Kzyl Orda).

Tiras, aflojas y luchas de poder

No es un hombre que necesite demasiada presentación, pero nunca está de más recordar su peculiar historia. Llegó a Europa con 18 años y usurpó su hogar adoptivo a Dimitry Murayev; hizo carrera en escuadras de diverso pelaje como Domo, Quick Step o Crédit Agricole hasta llegar a militar junto a su compatriota y referente Vinokourov en el último Liberty Seguros de Manolo Sáiz, transformado después de la Operación Puerto en Astaná por obra y gracia de los contactos de ‘Kash’ y ‘Vino’ en las altas esferas políticas y económicas de Kazajistán. Llegó después la apoteosis de septiembre de 2006, esa Vuelta donde el dúo derrotó a Valverde, tras la cual Vinokourov definió a Kashechkin como su «amigo» y «sucesor«. Dos bolsas de sangre mal transfundidas después, la exitosa pareja dejó de poder verse. Andrei pasó a ser «un riesgo« para Astaná.

En verano de 2011 sus caminos se cruzaron de nuevo en la convulsión. Vinokourov se rompió disputando el Tour de Francia en el que pretendía realizar su última gesta deportiva para postularse como héroe de la patria. En ese momento aparecieron, hábiles, Andrei Kashechkin, marginado en Lampre y víctima de un ataque de patriotismo, y el jefe comercial del conjunto Astaná, hombre fuerte dentro del ‘holding’ empresarial público Samruk Kazyna y ex luchador Aidar Makhmetov, competidor directo de ‘Vino’ en la escalada hacia lo más alto de la república presidencialista asiática. Ambos, ‘Kash’ y Makhmetov, se convirtieron en aliados de conveniencia con un objetivo común: hacerse con el Team Astana, derrocar a Vinokourov para medrar, uno en el campo deportivo y otro en el político, aprovechando su convalecencia y la caída en desgracia de su gran valedor en la oligarquía nacional, Daniel Akhmetov, expulsado del gobierno por presunta corrupción.

Se desarrolló una guerra fría en la cual una trinchera anunciaba el ocaso de la contraria mientras ésta se defendía aludiendo a los pobres resultados del enemigo. Para prevalecer, Kashechkin contrató al prestigioso técnico catalán Jaume Mas, que debía ayudarle con la aerodinámica y a batir el récord kazajo de la hora. Finalmente, el proyecto de revindicación quedó en agua de borrajas y todo desembocó en una tregua tensa para la cual este Critérium du Dauphiné supone un hito: es la primera vez que ‘Kash’ y ‘Vino’ coinciden en una carrera como coequipiers desde el infausto Tour de Francia 2007.

Propaganda post soviética

La tregua no significa, claro está, que la guerra haya concluido. Los protagonistas de la contienda siguen teniendo animadversiones y alianzas, intereses y ambiciones. Y para muestra está el vídeo, un reportaje de quince minutos rodado por ‘una televisión francesa’ que se emitió el 18 de Diciembre pasado en la televisión pública kazaja durante los festejos del vigésimo aniversario del país… Un ejercicio de propaganda pura en torno a la figura de Andrei Kashechkin, retratado como un Alexey Stakhanov de la bicicleta, moderno, magnánimo y excelente, que a base de esfuerzo denodado y técnicas vanguardistas va a lograr honrar a su querida patria.

El vídeo no tiene desperdicio y recurre a todas las figuras halagógicas típicas, habituales en un país cuyo presidente es retratado junto al satélite que lanzó a la órbita terrestre. Inicia con imágenes de la opulencia monegasca en la cual vive inmerso Kashechkin, jugando al golf vestido con el maillot de Astaná, retratado jovialmente junto a Armstrong o paseando en un entorno ‘chic’ con su esposa Nadja; describe sus entrenamientos («todos los días recorre 200, 300, 400 o 500 kilómetros«); o entrevista a su médico personal, Stéphane Bermon, para que éste afirme que el ciclista kazajo tiene unas «cualidades físicas excepcionales«, ideales para «ganar el Tour, la Vuelta o el Giro«.

Tras unos cortes de Kashechkin pedaleando en un balcón, nadando en una piscina paradisíaca o tomando café con la dueña del gimnasio de alto standing donde tonifica su cuerpo, la aparición de la viuda de Andrei KivilevGracias a él, a sus gestos, tengo la sensación de que mi marido sigue presente«) y de su ‘amigo’ Aidar Makhmetov («Andrei fundó Astaná junto a Vinokourov junto a 2006; por tanto es una parte esencial de éste y es lógico es que esté en él«) dan el transfondo humano necesario para erigirse héroe de un pueblo deprimido por el totalitarismo. Para mayor identificación de éste con su nuevo ídolo, la voz en off apostilla otra frase estajanovista: «A partir de ahora el equipo va a cambiar progresivamente, a reforzarse. La prioridad: ganar, ganar y ganar limpiamente«.

Abundando en ese aspecto, el dopaje ocupa uno de los puntos culminantes del reportaje, con ‘Kash’ abominando las trampas y aseverando que el ciclismo «debe ser limpio y estar totalmente libre de dopaje. De garantizar que en Astaná estamos limpios se ocupará un doctor de gran prestigio en Europa«; el ya citado Bermon, que apostilla: «La condición sine qua non para que yo esté aquí es que nadie se dope«. El vídeo concluye con una larga toma de Kashechkin pedaleando y el primer plano de sus gafas de sol a ritmo de Coldplay (¡nada de Goran Bregovic ni Mahalageasca!); pero, antes, la voz en off deja constancia de un compromiso lapidario: «Andrei promete estar en el podio del próximo Tour de Francia… Por los kazajos«.

Foto: Team Astaná