“No me he saltado ningún peldaño como ciclista”

Entrevista a Gerald Ciolek
11 de Septiembre, Arueda.com

Tiene 22 años (23 en unos días), aunque a la mayoría de los aficionados al ciclismo la primera imagen suya que se nos viene a la cabeza es de cuando tenía 18. A esa tierna edad sorprendió a propios y extraños derrotando en el Campeonato de Alemania de 2005 a dos grandes velocistas como Robert Förster y Erik Zabel. A la temporada siguiente ganó el Campeonato del Mundo sub 23 en Salzburgo y fue fichado por el poderoso T-Mobile como la representación de una nueva generación del ciclismo alemán. No era ya tanto un deportista, más bien una especie de personaje hecho insignia.

Todo ello hubiera sido suficiente para que la gloria se le subiera a la cabeza. Pero nada más lejos de la realidad. No sólo por su trato, amable y cercano, sino también por su capacidad para gestionar una carrera profesional que ha sabido llevar siguiendo los pasos necesarios. Sin caer en la tentación de correr antes de andar, asumiendo responsabilidades cuando era preciso y dándole pequeños giros a su trayectoria cuando esta corría peligro de estancarse.

Es un velocista de campanillas, que llama a la puerta de la primera línea mundial con su particular estilo para sprintar, sibilino para colocarse y rebosante de potencia en los metros finales. Más que sus prestaciones actuales, de él asusta más su tremendo margen de progresión, que le puede llevar a convertirse en uno de los mejores del mundo en poco tiempo. Se trata de Gerald Ciolek (Colonia, 1986), ciclista del Milram que tuvo la deferencia de atendernos durante el día de descanso de la Vuelta a España en Aguadulce (Almería).


¿Cómo te encuentras después de las dos caídas que has sufrido durante esta Vuelta?
He tenido dos caídas, pero pienso que he sido afortunado. No he sufrido muchos daños, aunque lógicamente he pagado las consecuencias de haberme caído.

Esta Vuelta, ¿es tu principal objetivo? ¿O estás aquí para preparar los Campeonatos del Mundo?
Ambos son grandes eventos, no creo que sea normal decir que estoy aquí sólo para entrenar. Busco realizar la mejor actuación posible en la Vuelta y, en segundo plano, preparar también lo mejor posible los Campeonatos del Mundo.

¿Definitivamente correrás el Mundial? ¿Con el rol de líder o como gregario?
Sí correré, pero no como líder sino como gregario de los líderes.

Ganaste la segunda etapa de la Vuelta. ¿Fue una especie de alivio?
Sí, llevaba mucho tiempo sin ganar y con la victoria de Emmen me quité un peso de encima.

¿Fue un alivio también para el equipo?
Sí, por supuesto. Conseguimos la victoria gracias al trabajo de todo el equipo, por lo que fue especial para nosotros.

El equipo Milram, su filosofía y las críticas que recibe

Milram es un equipo que es criticado por su falta de resultados de prestigio. ¿Qué opinas acerca de esto?
La verdad es que me siento sorprendido. Tenemos un buen bagaje, por ejemplo, en las carreras alemanas: hemos ganado algo en casi todas, como en la Henninger Turm ó la Vuelta a Baviera. También lo hemos hecho bien en otras pruebas. En las carreras importantes es cierto que nos ha faltado algo de suerte, pero no creo que eso signifique que estamos completamente alejados del éxito. El equipo trabaja como tal, está unido, y eso seguramente sea lo más importante.

Puede que sea la situación actual de crisis absoluta del ciclismo alemán un factor que aumente la presión depositada sobre vosotros: sois el único equipo ProTour de un país acostumbrado a tener grandes estructuras como Gerolsteiner ó T-Mobile
Sí, pero de todas formas siempre estás expuesto a la crítica. Aunque hiciéramos un inicio de año impresionante y consiguiéramos, no sé, cincuenta victorias, si en el resto de la temporada sólo obtuviésemos diez triunfos dirían que nos hemos deshinchado. Creo que nuestros objetivos deben ser los de cualquier equipo: correr determinadas carreras, hacerlo bien en determinadas carreras y ganar determinadas carreras. Por supuesto que podríamos haberlo hecho mejor en algunas pruebas, pero creo que hemos mantenido siempre una línea. Y sí, hay presión, pero creo que no mucha más de la normal.

Un punto interesante acerca del Milram es la bisoñez de su plantilla: sólo diez de los ciclistas superan los 27 años. ¿Puede ser ése, la juventud, uno de los valores principales de vuestro equipo?
Sí, ésa es una de las condiciones interesantes a la hora de valorar nuestros resultados. La otra es que somos un equipo completamente alemán, por lo que nuestro mánager siempre busca tener la máxima cantidad posible de corredores alemanes en la plantilla. No sucede como, por ejemplo, en el Team Columbia, donde pueden escoger entre los mejores corredores de todo el mundo sin importar la nacionalidad. La verdad es que es algo extraño, porque si un español corriera en nuestro equipo no pasaría nada. Sin embargo, tenemos que preocuparnos de la nacionalidad más que de la habilidad a la hora de elegir nuevos refuerzos.

Mark Cavendish, el rival a batir

¿Crees que Milram quizá necesite algunos refuerzos para convertirse en un equipo de velocistas potente y capaz de montar un ‘treno’ a semejanza de los de Petacchi, Cipollini o Cavendish?
Creo que debemos probar nuestras habilidades y, a partir de entonces, podemos ir perfeccionándolas hasta convertirnos en un ‘treno’ como el de Cavendish.

Hablando de Cavendish, dijiste en julio que era «batible». ¿Es todavía batible?
Es muy difícil derrotarle, pero creo que hay situaciones de carrera en las que por supuesto que se puede. Si tiene un equipo tan fuerte como en el Tour, entonces sí es realmente difícil. Siempre ha habido sprinters dominantes, como en su época lo fueron Petacchi o Cipollini, pero esa dominación no es para siempre.

Ayer [por el miércoles], Thor Hushvod ganó a Cavendish en el Tour de Missouri. El método fue desordenar la carrera atacando al equipo Columbia en un repecho situado a un kilómetro de meta para desintegrar su bloque. ¿Quizá sea es la mejor táctica para descabalgar a Cavendish?
Sí, es una manera: destrozar a su equipo y descolocarle. Pero, si tiene un equipo fuerte, sería difícil fundir a sus compañeros para llevar a cabo la táctica.

Una carrera profesional brillante

Hay dos momentos clave en tu carrera: las victorias en el Campeonato de Alemania de 2005 y en el Campeonato del Mundo sub 23 de 2006. ¿Cuál tiene más valor para ti?
Creo que ambos. Fueron dos situaciones totalmente diferentes. La victoria en los Nacionales fue una gran sorpresa para todos, para mí el primero, y fue una irrupción muy fuerte en el gran mundo del ciclismo. El Campeonato del Mundo fue diferente, ya llegaba con la etiqueta de favorito y tuve que comportarme como tal, llegando a colmar todas las expectativas al ganar.

¿Crees que el Campeonato de Alemania quizá llegó demasiado pronto?
No, no creo. Por supuesto que lanzó mi nombre al estrellato, pero después tuve tiempo para seguir formándome. No me hice profesional hasta el año siguiente [estuvo completando su formación académica en la marca de automóviles Ford], cuando pasé con el Wiesenhof de categoría profesional. Fui paso a paso, creo que no me he saltado ningún peldaño en mi maduración como ciclista.

Sin embargo, tal vez ese Campeonato de Alemania puso todos los ojos sobre ti y, con ello, toda la presión. Tienes un palmarés impresionante para un velocista de algo menos de 23 años, y no es valorado porque era algo que se presuponía. Incluso hay quien dice que estás estancado.
Sí, muchas veces obtienes buenos resultados y la gente espera más y más. Lo que importa, creo yo, es lo que esperas de ti mismo. Hay que aislarse un poco de los comentarios y progresar al ritmo que necesitas, paso a paso. Para alguna gente parecerá que estás estancado, pero realmente tú notas que vas avanzando poco a poco.

Dejar un equipo fuerte como Columbia para unirse a otro relativamente débil como Milram, ¿fue una buena decisión?
Sí, definitivamente. Elegí entre seguir en segunda línea en Columbia o tomar la responsabilidad en Milram, ejerciendo de líder. En Columbia hay 25 corredores que pueden ganar una carrera cada año, ahí yo era simplemente uno más. Decidí cambiar eso y creo que hice bien, incluso pensando de cara al futuro.

Así que estás completamente feliz con tu carrera profesional hasta el momento…
No, nunca puedes estar completamente feliz. Siempre hay momentos en los que podrías haberlo hecho mejor.

De cara al futuro

¿Te gustaría centrarte en las clásicas de primavera o en conseguir triunfos en grandes vueltas siendo un sprinter puro?
Creo que ambos. En este momento, me estoy enfocando más hacia los sprints, creo que es el terreno donde más rendimiento puedo dar. Pero, en un futuro, sí me gustaría ver qué puedo hacer en las clásicas.

En alguna ocasión has dicho que, al ser capaz de pasar los repechos con los mejores, posees una relativa ventaja con respecto de los sprinter tradicionales. En base a eso, ¿te ves luchando por la victoria en clásicas duras como Lieja ó Amstel?
Creo que Lieja es más bien una clásica de montaña, por lo que de verme compitiendo en ella para ganar será en un plazo más largo. Creo que quizá lo pueda hacer mejor en Amstel o en clásicas de pavés como Roubaix, creo que estas últimas son las que mejor se pueden adaptar a mis condiciones.

¿Por qué victoria quieres que se te recuerde dentro de veinte años?
mmm… Esa es una pregunta difícil. Preferiría no ser recordado por una victoria, sino más bien por una carrera profesional completa. Colgar la bicicleta y sentirme satisfecho de todo lo que he hecho, aunque siempre pudiera haberlo hecho mejor aquí o allá.

¿Te gustaría atesorar al retirarte unos registros como los de, por ejemplo, Óscar Freire?
Él es un gran ciclista, tiene un gran palmarés y por supuesto que me gustaría poder emularle.

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Nostalgia del Treno Petacchi

Fue un ‘treno’ que impuso el terror allá donde fue. Cualquier cifra sería un poco injusta con él, por ello no merece la pena ni reseñar ninguna por imponente que parezca. El ‘treno’, maillot gris y cullotte azul marino, llevaba serigrafiado Fassa Bortolo aunque tuviera otro nombre: Petacchi. Se trataba del último vagón, que cuando el resto descarrilaba se desbocaba hasta chocar furioso contra la línea de meta. Alessandro Petacchi.

El ‘treno’ no dejaba lugar a ningún otro de su especie, era como un perro que al ladrar acallara al resto de la manada. Los nombres de sus vagones, además, perduran en la memoria de muchos aficionados: Brusheghin, Gustov, Flecha, Trenti, Baldato, Tosatto, Ongarato, Velo. Y Petacchi. Era como un cercanías de última generación, preciso y precioso, que calculaba la hora para llegar siempre justo a tiempo, milimétrico. El maquinista, quien hacía funcionar al ‘treno’, era un maestro como Giancarlo Ferretti, con quien el ciclismo fue injusto tras aquella estafa de Sony Ericsson.

Marzio Brusheghin, Volodimir Gustov y Juan Antonio Flecha eran los primeros en entrar en acción. Italiano, ucraniano, español. Pasaban hasta cincuenta kilómetros en cabeza cada etapa, controlando las distancias para evitar la marcha del grupo de escapados de turno; iban reduciendo paulatinamente, hasta que a diez ó menos kilómetros absorbían a los fugados. Estos ya sabían que no iban a ningún lado, que aquel trío de bestias pardas estaba concebido para quitarles cualquier posibilidad de triunfo y a buen seguro que lo harían. Además, aún les sobraban fuerzas para el día siguiente. El italiano, incluso, se atrevía a luchar por los primeros puestos de la general.

Una vez quedaban alrededor de cinco kilómetros y nadie por delante, salían a escena los otros seis vagones del ‘treno’. Todos italianos. Guido Trenti esprintaba, a veces a rebufo de Gustov, y arrastraba a sus compañeros hasta cabeza de pelotón sin que nadie se atreviera a toserle. Su rodar, hasta cierto punto tosco, encontraba su réplica cuando se apartaba y Fabio Baldato tomaba su relevo. Entonces, aquel esprinter reconvertido a rodador imponía su ley con clase clásica, sin extravagancias ni aerodinámicas.

El ‘treno’ seguía rodando impasible, aunque a su lado otros equipos potentes con un esprinter de categoría intentaban arrebatarles el dominio. No podían, no podían; el ‘treno’ era casi imbatible. Ni la desgracia podía con ellos, casi nunca tuvo lugar para intentarlo de tan perfecta que era la maquinaria. Se apartaba Baldato y, como un resorte, saltaba Matteo Tosatto para dar un relevo de casi un kilómetro, potente y similar al de un pistard. Era un relevo larguísimo para la situación, acababa cuando se pasaba el triángulo rojo que señala que sólo quedan mil metros hasta la meta.

El momento en que Tosatto se apartaba era quizá el más crítico. Entonces entraba en acción Alberto Ongarato, sprinter demasiado puro, que de alguna manera era un eslabón débil en la cadena. Era el instante en que un valiente que atacara ‘a lo Recio’ tenía alguna opción de éxito; también el instante donde un lanzador potente con sprinter soldado a su rueda podía desmontar todo el trabajo del ‘treno’. Sin embargo, cuando esto no sucedía (casi siempre), Ongarato sprintaba durante quinientos metros, rezando para que el siguiente vagón no descarrilara, por ejemplo, en una curva.

Eso nunca sucedía, o casi nunca. Ongarato se apartaba y era Marco Velo a quien le tocaba hacer un potente sprint de trescientos metros, ejerciendo el rol de lanzador clásico. Resulta curioso que, en un equipo donde cinco ciclistas eran sprinters puros capacitados para hacer las veces de lanzadores, el elegido para la labor fuera el hombre más polifacético y, por tanto, menos especializado. Marco Velo ha valido lo mismo para un roto que para un descosido, ha sido capaz de escalar para Pantani, esprintar para Petacchi y contrarrelojear para sí mismo. Todo lo ha hecho bien. Y, como lanzador, nunca fue menos.

Se apartaba a apenas doscientos metros de meta, y entonces Alessandro Petacchi arrancaba con para hacerse con la victoria. Sólo tenía que hacer un esprint corto, desde una posición inmejorable y con una condición física siempre ideal. Las piernas de Petacchi eran y son dos columnas, dos diosas de La Spezia dispuestas a estallar en cualquier momento y hacer volar por los aires los sueños de aquel que pretendiera pensar en ganarles. Dieron en llamarle Ale-Jet, por su velocidad de crucero; tenía un problema de explosividad, su capacidad de aceleración era algo inferior a la de algún contemporáneo. Ahora bien, su potencia le permitía salir victorioso en cualquier sprint de más de doscientos metros; normalmente sólo se esforzaba esos doscientos, pero de haberlo necesitado aquel Petacchi en el cénit de su carrera hubiera podido esprintar durante cuatrocientos con la misma potencia. Alguna vez lo hizo.

Hace ya cinco o seis años de esto. Como todo lo bueno e imbatible, aquel ‘treno’ de Petacchi primero, Fassa Bortolo después y por último de Ferreti trabajando en la sombra, se fue descomponiendo. Ese año Brusheghin pidió poder centrarse en la general del Giro; Flecha quiso probar en las clásicas del norte. Trenti emprendió la cuesta abajo casi inmediatamente después del gran Giro 2003; Baldato no fue otro tanto, pero cerca anduvo. Sólo quedaron Tosatto, Ongarato y Velo junto a Petacchi, pero no era ya lo mismo. Cuando acabó la aventura de Fassa y empezó la de Milram, Tosatto se fue a buscar otros horizontes donde tener otros objetivos. Ferreti también se tuvo que ir, se puso al timón Stanga pero…

Ya nada fue lo mismo. Incluso Petacchi parecía menos Petacchi, incluso ahora compartía equipo con su rival Erik Zabel y aquello era una mezcla de donde, aunque hubiera buena fe, no podían salir demasiadas cosas positivas. Tocó fondo el ‘treno’ cuando Ale-Jet dio positivo por salbutamol en el Giro’07. Entonces se acabó la aventura, la aventura de un ‘treno’ que todos admiramos en su tiempo…

Victoria del Ciclismo en París – Niza

Contador casi devuelve la moneda a Luis León

No podía quedar así, no podía quedar la imagen de Alberto Contador como la de un ciclista roto, que pierde dos minutos en tres kilómetros y se deja la carrera por una ambición exagerada. Para eliminarla de la retina del aficionado quedaban algo más de cien kilómetros por los alrededores de Niza, tradicionales, con tres puertos catalogados de primera aunque tendentes más a la segunda categoría: Porte, Turbie, Eze. Luis León Sánchez sabía lo que iba a venir, conoce a Contador como coetáneo y compañero de equipo varias temporadas; el de Pinto iba a atacar desde el inicio.

Y, efectivamente, sucedió. En las primeras estribaciones del larguísimo Col de Porte se formaba un grupo de veinticinco ciclistas donde entraban dos coequipiers del superclase madrileño, el kazajo Dyachenko y un Popovych que parece ser la segunda mejor arma de un Astaná que ha mostrado una imagen deplorable, Contador aparte. El Caisse d’Épargne del líder Luis León, por su parte, filtraba a Óscar Pereiro y David López, sabedor de que aquello no hacía más que comenzar. Cuando la fuga tenía una veintena de segundos, Contador saltó del pelotón. Se pusieron entonces los astros del lado del corredor de Astaná, o más bien en contra de un Luis León que pinchaba en dos ocasiones consecutivas. Ello obligo a su equipo a esperar, frenar el pelotón y dejar marchar a Contador hacia la gesta.

Pasó el madrileño como un obús por el grupo de fugados, quien pueda que me siga, y sólo pudieron a la postre otros cuatro ciclistas entre los cuales no estaba -significativamente- ninguno de sus coequipiers: el estonio Rein Taaramae (Cofidis), el francés Sandy Casar (Française des Jeux) y los nacionales Aitor Hernández (Euskaltel)… y David López. Hizo camino junto a ellos, fueron útiles Casar y Taaramae en la transición entre Porte y Turbie hasta caer desfondados, primero el joven estonio y luego el curtido francés. Hernández, por su parte, no podía dar más de sí y cedió a las primeras de cambio, si bien su combatividad y el cierto punto de descaro mostrados merecen un reconocimiento. David López, por su parte, se limitó a rodar el último del grupo y esperar a que desde el coche le mandaran esperar para tirar del pelotón…

Un pelotón donde las alianzas e intereses comunes tomaron presencia a partir de que Contador alcanzara, pasado el Col de Porte, los 2:30 de ventaja, una diferencia que le colocaba líder virtual. Caisse d’Épargne estaba superado, sólo Perget y un Pereiro cuya buena actitud quedaba opacada por un mal momento de forma daban el ancho; no era suficiente. Quick Step y Saxo Bank no tuvieron más remedio que colaborar, dado que veían amenazados los puestos de podio de Sylvain Chavanel y Frank Schleck, respectivamente.

La distancia bajaba en el llano y la bajada, en algún momento el grupo de Contador parecía estar cazado al mantener sólo quince segundos de ventaja con más de treinta kilómetros hasta meta. Sin embargo, cuando llegaba la subida se entraba en terreno del madrileño; y ahí ni Perget, ni Sörensen, ni Pineau, ni tantos otros que relevaban en el pelotón… ni todos juntos podían con el madrileño, que incrementaba su ventaja para poder soñar ya no con la general, sino al menos con la victoria de etapa. En los descensos, por contra, la historia seguía discurriendo al revés.

Una vez pasado La Turbie, la gesta de Contador ya no era posible; el maillot amarillo estaba demasiado lejos. Su enconada lucha individual contra el gran grupo había terminado con el resultado lógico. Saxo Bank cejó entonces en el empeño de perseguir, dejándole la tostada a un David López que no pudo resistir con Contador y ahora tiraba de Luis León. El madrileño volvía a marcharse poco a poco, hasta que un agresivo Toni Colom (Katusha) demarraba y se llevaba consigo a Frank Schleck, que veía la oportunidad de asaltar el segundo lugar de Chavanel en la general. Después se unía a ellos un Cadel Evans que debió sentirse raro atacando. Siempre tiene que haber una primera vez, pensaría el australiano de Silence. Luis León Sánchez, mientras tanto, hacía gala de una sangre fría extraordinaria y confiaba en el trabajo del voluntarioso David López.

Se coronó Eze y la aventura de Contador tocaba a su fin. El campeón madrileño poseía una ventaja exigua de trece segundos respecto al trío perseguido, que se convirtió en dúo cuando Evans dejó ver de nuevo sus pésimas dotes de bajador, ilógicas en un corredor supuestamente habilidoso al venir del mountain bike. Fue finalmente absorbido a poco más de diez kilómetros de meta, en plena bajada, y trató de colaborar con dos hombres que tiraban con una fuerza inusitada pues las circunstancias le acercaban sus objetivos: Colom era de largo más rápido que Contador y Schleck, lo cual le daba la victoria de etapa; Schleck, por su parte, recibía noticias de que a Chavanel se le había salido la cadena, lo cual ampliaba opciones de robar al francés el segundo cajón del podio.

Al entrar al Boulevard de los Ingleses todo parecía definido como finalmente se definió. Luis León iba en un grupito de diez donde había empalmado Chavanel, controlando las distancias sabedor de que se iba a llevar holgada y merecidamente la prueba. Schleck sabía que a su rival francés la avería le había costado ciertos segundos, lo cual le encaramaría a la segunda posición en la general final; incluso se permitió el lujo de dar un último relevo potente para después dejarse ir y no disputar el sprint. Toni Colom, por su parte, tenía la victoria casi asegurada y conseguía así el objetivo que tanto había buscado en esta París – Niza a pesar de un último golpe de riñón de Contador…

Contador. Estadísticamente se quedó sin recompensa. Moralmente, sin embargo, ha sido el gran triunfador: se ha revindicado como ciclista y como campeón. Además, desde este momento su faceta de celebridad puede ir ‘in crescendo’ sin muchas dificultades a poco que maneje bien su entorno mediático. Por último, no cabe duda de que esta experiencia será muy valiosa; ya decía Armstrong en su Twitter que le quedaba mucho que aprender. Ahora le queda un poco menos.

Pero, sobre todo, el que gran beneficiado hoy es el ciclismo. En estos tiempos de polémicas entre grandes vueltas, dopaje y debate sobre el pinganillo, son de agradecer jornadas de competición pura como la de hoy. Los líderes ya no escudan en equipos, ni se excusan en calendarios; ahora demuestras su condición de ‘grandes’ desde el primer hasta el último minuto de temporada. Eso lo agradece el aficionado fiel, también el aficionado medio al que los nombres llaman más cuando detrás hay hombres. Cuando hay la consciencia de que viendo hoy a Luis León vemos el principio de un próximo líder mundial. Cuando viendo hoy a Contador sabemos que observamos el principio de una auténtica leyenda.

París – Niza estalló en las manos de Contador

A treinta kilómetros de la meta se coronó el Puerto de primera de la Bourgaille en la séptima etapa de la París – Niza. Se acababa de formar un grupo casi perfecto para los intereses españoles: Alberto Contador (Astaná), líder de la prueba, junto al poderoso rodador Luis León Sánchez (Caisse d’Épargne), segundo en la general, y el escalador Toni Colom (Katusha), noveno. Por detrás, Frank Schleck (Saxo Bank) no podía mantener el ritmo y esperaba a su compañero Jens Voigt para intentar entrar en el grupo de los españoles. El resto de favoritos, incapaces, se organizaban esperando minimizar el tiempo perdido en meta.

La situación no podía ser mejor, la manera de llegar a ella tampoco. Todo había empezado con una fuga de una decena de corredores, donde viajaban Juan Antonio Flecha y Joan Horrach y de la cual el último superviviente fue un Martin Velits (Milram) que sólo fue cazado por el trío de españoles formado al final de la Bourgaille. La selección en el pelotón la llevaron a cabo los voluntariosos hombres de Cofidis; Remi Pauriol y Amaël Moinard, entre otros, se vaciaron para acercar a la victoria a un David Moncoutié al cual se le acabó la gasolina demasiado pronto. Empezaron entonces los ataques, donde tomó la voz cantante un Toni Colom que primero redujo el grupo a sólo ocho ciclistas. Luego, su aceleración sólo pudo ser respondida (y continuada) por Contador primero y Luis León después.

Fue entonces cuando se coronó la Bourgaille y todo parecía dispuesto para la entente. A Luis León le interesaba la general, asegurarse un puesto en el podio utilizando su potentísimo motor durante el descenso jalonado de repechos camino de Fayence; los anhelos de Colom iban por la etapa. Contador, por su parte, se hubiera quitado de un plumazo a todos los rivales menos el murciano de Caisse d’Épargne, una bendición si tenemos en cuenta que en la salida había cuatro ciclistas más en disposición de asaltar su liderato.

Hubo entonces momento para el recuerdo. La memoria nos retraía al “¡¡Luisle, Luisle!!” gritado por Contador hace dos años, camino de Cannes en la penúltima etapa de la propia París – Niza, cuando Luis León no quiso esperar al superclase madrileño de Astaná, que de haber ido con él se hubiera puesto de líder en una carrera que a la postre sería suya. Fue un momento de desacuerdo, en el cual un ambicioso Contador no quiso hacer un trato y ceder al murciano la victoria de etapa a cambio de quedarse con el liderato. Pudo haberse arrepentido. Esta vez, seguramente, se arrepentirá.

El recuerdo se convirtió en un fantasma que se pasó para saludar y complicarlo todo. Por detrás, Sylvain Chavanel (Quick Step) se había unido al dúo de Saxo Bank y conseguía reducir distancias respecto al trío de cabeza. El acuerdo tenía que llegar sí o sí, Luis León se acercó a Contador e intentó hablarle. El madrileño, demasiado altivo, no quiso saber nada y sí mantener sus opciones de llevárselo todo. Pasaba con menor fuerza al relevo porque era el líder y teóricamente no tenía tantos intereses como sus compañeros porque esa aventura llegara a buen puerto; su negativa a ceder nada resultó demasiado irritante.

Cuando los perseguidores alcanzaron la cabeza de carrera, sus hasta ahora compañeros de fatiga Toni Colom y Luis León Sánchez comenzaron a lanzar ataques que sonaban a reproche. Contador debía responder en primera persona, puesto que todo lo que fuera darles demasiada ventaja perjudicaba sus opciones de triunfo en al general. Los extranjeros, expectantes, dejaban hacer. Hasta que un ataque de Luis León no pudo ser respondido por el superclase madrileño, que se vio obligado a dejarlo ir y, lo que es peor, renunciar a controlar la distancia que tomara el madrileño. Hemorragia de segundos, la ambición hacía que a Contador se le escaparan Luis León y la carrera.

En apenas diez kilómetros de terreno rompepiernas (descenso técnico y repechos) el corredor murciano había recortado a Contador la ventaja que le llevaba en la general. El de Astaná, por su parte, tiraba a la desesperada con menos desarrollo del conveniente, pidiendo a sus compañeros de grupo algún relevo y acordándose de sus coequipiers, que viajaban en grupos más retrasados víctimas en casi todos los casos de un mal momento de forma. Sólo Voigt le daba un respiro, cuidando de las opciones de Frank Schleck, pero sin demasiada fe.

Quedaban sólo cuatro kilómetros hasta meta, dos de llano y dos de subida. Luis León llevaba un minuto de ventaja. Y entonces Colom reprochó por última vez a Contador su ambición, que había impedido al grupo de españoles llegar a meta y jugarse la victoria. El reproche, en forma de demarraje, no lo pudo responder el campeón madrileño. Voigt sí pudo. Schleck y Chavanel se quedaron a rueda de Contador, atónitos ante la impotencia del ex pupilo de Manolo Sáiz. Entonces el francés de Quick Step decidió dar el golpe de gracia, atacó y se llevó al de Saxo Bank a rueda para dejar a Contador solo y desfondado.

Lo que sucedió después fue una pájara en toda regla. También la imagen de un ciclista hundido, más psicológica que físicamente, debido a sus actos. Alberto Contador perdió casi dos minutos en tres kilómetros, fue superado por un grupo de veinte ciclistas como el más vulgar esforzado de la ruta que es devorado por el pelotón después de una infructuosa fuga en el llano. Uno tras uno le iban superando corredores infinitamente inferiores a él, pero sin la soberbia que había aparecido para hundirle y robarle una carrera que parecía suya.

Luis León Sánchez, por su parte, llegó lleno de rabia y fuerza bruta a cruzar la empinada línea de meta de Fayence, donde alzó los brazos al cielo como recuerdo a su hermano León Sánchez. Sacó cincuenta segundos a los otros favoritos, que llegaron encabezados por Colom; y castigó con casi tres minutos a Contador. A un Contador que, con una sangre fría que incluso se podría haber disfrazado de humildad, debería haber colaborado a tope con él y Colom para llegar a meta con ventaja, eliminarse rivales y ganarse amigos. No lo hizo y por ello seguramente ha perdido la París – Niza. La parte buena, la única, es que tiene 26 años y con esto aprende una valiosa lección.

Se retira la Identidad. Se retira Paolo Bettini

Primera parte en Arueda.com
Segunda parte en Arueda.com
Paolo Bettini se retira. Once temporadas como profesional, sesenta y siete victorias, una condición de superclase más que demostrada dentro y fuera de la carretera. Clasicómano, avasallador cuando quería, capaz de convocar a un equipo entero en torno a su figura, carismática como pocas. Aunque si se puede definir a Bettini con una palabra, ésa es Identidad.


Nació en Cecina el primero de Abril de 1974; nació para el ciclismo dieciséis años después, cuando comenzó a pedalear en la categoría juvenil. Se presentó como fue durante toda su vida deportiva: físicamente pequeño, ágil y habilidoso sobre la bicicleta, nervioso, atacante nato y capaz de poner patas arriba una carrera demarrando en el lugar más inaudito. Fue entonces cuando le adjudicaron el sobrenombre de ‘Grillo’, que le siguió de nuevo durante toda su vida deportiva.

Si se puede definir a Paolo Bettini con una sola palabra, ésa es Identidad, y ya lo empezaba a demostrar en aquellos tiempos. Cuando en 1997 firmó con GB-MG, curtido ya en el selectivo calendario ‘dilettante’ italiano, Michele Bartoli sabía lo que se llevaba. Quería formar una nueva versión de sí mismo, veía en Bettini al mismo corredor que era él en sus inicios: uno de tantos ciclistas italianos rapidillos, capaces de pasar los puertos en cabeza y atacar en cualquier momento. Pero con una chispa especial, brillo, la capacidad de hacer de cada triunfo un triunfo para el recuerdo. Clase.

Bartoli era por aquel entonces la gran estrella italiana junto al mítico Marco Pantani. Profesional desde el 93, figura desde aquel Tour de Flandes que venció en el 96 con una superioridad absoluta respecto al resto de ciclistas. Por no hablar de la Lieja’97, ganada por aplastamiento sobre un Jalabert incapaz de seguir un último ataque progresivo y brutal. Bartoli era un genio, era Ego puro, no quería trabajar para nadie porque se sabía ganador donde quisiera ganar.

Llevó consigo a Bettini, como el maestro que lleva consigo al alumno, para enseñarle y recibir valiosas ayudas. Ficharon juntos por Asics; Paolo fue una pieza clave en la exhibición del equipo camino de Schio, cuando Bartoli puso en jaque el Giro de Italia y ganó la etapa a la par que entregaba la ‘maglia rosa’ a su compañero Andrea Noe’. El Grillo acabaría séptimo aquel Giro, apuntando unas facetas de vueltómano que jamás llegaría a explotar de verdad.

Siguieron su trayectoria compartida, esta vez en Mapei. Y fue aquí cuando alumno y maestro empezaron a chocar, cuando surgió la Identidad a la sombra del Ego. En la Lieja-Batogne-Lieja de 1999, mientras Vanderbroucke asombraba al mundo ciclista anotándose la ‘Doyenne’, Bartoli fue cuarto. Diez segundos después entraba Bettini, quinto. El alumno, aún a unos pasos del maestro, pedía paso. Y se lo dio un grave accidente de Bartoli en la Vuelta a Alemania de 1999, que le mantuvo alejado de la bici durante el tiempo suficiente para no llegar a tiempo a la primavera de 2000…

… Y entonces la Identidad fue capaz de que un equipo entero de ciclistas de clase mundial se limitara a trabajar en pos suya. Johan Musseuw, Andrea Tafi, Giuliano Figueras, Axel Merckx; todos condujeron la carrera de manera que, en los momentos decisivos, Paolo Bettini estuviera en la pomada. El Grillo no falló, y se impuso en Ans sobre un sorprendente David Etxebarría y Davide Rebellin.

Dos años después, Bettini volvería a reinar en Lieja. De nuevo Mapei se vació por él. Esta vez, fue un magnífico Stefano Garzelli quien le llevó en volandas hasta meta, cediéndole la victoria en la última pedalada. Ambos entraron, brazos en alto, efectuando uno de los dobletes más impresionantes que se recuerdan. Tercero fue un bisoño Iván Basso que, vestido de Fassa Bortolo, empezaba a asomarse.


También corrió aquella Lieja vestido de Fassa Michele Bartoli. Acabó 59º, a 3.55 del Grillo. De alguna manera, su Ego debió arrodillarse ante la Identidad tras negarse a hacerlo aquel invierno, rescindiendo su contrato con Mapei por tal de no aguantar el verse supeditado a la voluntad de un Bettini a quien había repudiado en las Olimpiadas de Sidney’00 por no vaciarse en su favor para cazar al grupo de Jan Ullrich, a la postre oro. Divorcio entre alumno y maestro, que años después se volvieron a reconciliar para siempre.

Después de aquella segunda Lieja victoriosa, Bettini se convirtió definitivamente en gran estrella mundial. En 2003 ganó Milán – San Remo burlando gracias a Paolini el rodillo que era aquel año el Domina Vacanze de Mario Cipollini, además de la Clásica de San Sebastián y la HEW Cyclassics de Hamburgo. Como postre, se llevó la Copa del Mundo que ya ganara el año anterior y que ganaría de nuevo al siguiente. Venció el Giro de Lombardía en 2005 y 2006…

¿Asignaturas pendientes para el alumno por aquellos entonces? Dos. Las clásicas de pavé y aquel Mundial que se resistió siempre a su maestro. En el pavé no llegó a intentarlo seriamente: corrió varios Tour de Flandes sin fortuna, y en París – Roubaix jamás llegó a correr, sabedor de que su fisonomía no es la más adecuada para el cruel adoquinado francés y de que en su equipo siempre ha habido gente mejor que él para ese terreno.

Los Mundiales fueron otra cosa. A pesar de que Bettini se impuso varias veces en el ránking UCI, que nombraba al mejor corredor del año, y en la Copa del Mundo, que premia al mejor clasicómano, nunca se había ganado el derecho a portar el maillot arco-iris que lo acredita como tal, que sólo se consigue en la carrera más grande del año. Hasta 2006, cuando en Salzburgo aprovechó una arriesgada maniobra de Samuel Sánchez, que cortó el grupo en un pequeño descenso a 500 metros de meta, para conseguir la victoria sobre Valverde y Zabel. Lo celebró en el podio, subido en brazos de los otros dos medallistas. La Identidad le ganó el respeto de todo el pelotón, y aquella imagen lo demostraba.

Era un cabecilla, un hombre admirado por el resto de ciclistas a la par que odiado por aquellos que aparentan luchar por su bien, pero luchan por otros intereses. Fue el único con las suficientes agallas de no firmar el canallesco código ético de la UCI. Se rumorea que dejó de correr en Francia (ningún día de competición en territorio francés desde la París-Tours de 2004) para no sufrir las persecuciones de ciertos mandatarios que le tienen ganas. El año pasado, cuando ganó el Mundial de Stuttgart, hizo gestos de disparo durante su celebración. Fue su reivindicación ante la deplorable campaña en su contra puesta en marcha por los medios alemanes. Siendo él mismo, no estuvo quieto cuando vio pisoteada su Identidad.

Este último año, las cosas no han acabado de irle bien. Tres triunfos menores para alguien de su escalafón y dos etapas en la Vuelta a España (aunque no se haya dicho hasta ahora, es uno de los pocos corredores en activo que ha ganado al menos un parcial en las tres grandes) no parecían suficiente como despedida. Pura Identidad, se tenía que despedir a lo grande; y lo hizo en casa, en el Campeonato del Mundo de Varese, y consiguiendo que todo el pelotón danzara al son de sus tambores y pedaleara a su ritmo en señal de respeto, o de duelo.

Por enésima vez: si se puede definir a Paolo Bettini con una sola palabra, ésa es Identidad. Siempre ha sido igual, nunca se ha escondido a menos que fuera una manera de revindicarse o que realmente no pudiera más. Paolo nunca ha dejado de dar un paso al frente, nunca ha dejado de sorprender y nunca ha dejado de pedalear. E incluso ahora que se retira, es difícil no imaginárselo sobre una bicicleta y en cabeza del pelotón.

Astaná correrá el Giro de Italia… ¡con Contador!

4 de Mayo, Arueda.com
El portavoz del equipo Astaná Philippe Maertens anunció ayer en el canal de televisión belga Sporza que la escuadra kazaja estará en el Giro de Italia 2008, cuyo pistoletazo de salida será el próxima día 10 de Mayo en la ciudad siciliana de Palermo. La única condición impuesta para ello al equipo de Johan Bruyneel es la presencia de sus tres mejores ciclistas: Andreas Klöden, Levi Leipheimer… y Alberto Contador.


El director de RCS (empresa organizadora del Giro de Italia) Angelo Zomegnan ha explicado por el contrario que la participación de Astaná no es aún definitiva (“a un 50%”) y que será decidida definitivamente mañana por la tarde, al término del Tour de Romandía que se disputa estos días en tierras suizas.

El modo en el cual se ha llegado a esta invitación de última hora es cuando menos rocambolesco. Tras el rechazo inicial por parte de RCS a que la escuadra dirigida por Bruyneel participará en la carrera, hace aproximadamente un mes la propia RCS se puso en contacto con la administración del equipo kazajo para proponerle tomar parte en su competición. Así, transmitieron a Astaná su deseo de que estuvieran en el Giro… siempre y cuando presentaran un ‘nueve’ de calidad, con sus tres grandes hombres. Un mes después de aceptadas las condiciones, concretamente el pasado viernes por la tarde, Johan Bruyneel recibió una llamada telefónica que confirmaba la presencia de su equipo en la salida de Palermo.

Los hombres que defenderá el maillot de Astaná serán los kazajos Assan Bazayev, Dmitry Murayev, Serguei Yakovlev y Maxim Ilginsky, el ruso Vladimir Gusev, los españoles Toni Colom y Alberto Contador, el estadounidense Levi Leipheimer y el alemán Andreas Klöden. Este último, que a principios de temporada ya tenía programada su participación en el Giro de Italia, ha mostrado ya su alegría por tomar parte en la ‘corsa rosa’, a la cual llegará en un gran estado de forma tras el magnífico Tour de Romandía que está realizando en estos días. Asimismo, el americano Leipheimer también parece encontrarse con una buena condición física: lleva compitiendo a buen nivel desde febrero, cuando se adjudicó la Vuelta a California; también tuvo buenas actuaciones en marzo, al ser cuarto en la Vuelta a Castilla y León… y hace una semana, en la Vuelta a Georgia, donde se clasificó en tercer lugar. En su contra está el hecho de que el perfil de la carrera es demasiado montañoso para sus características.

Más dudas ofrece la condición física en que llegará a la gran ronda italiana Contador. El madrileño está en un gran nivel desde febrero, cuando enrabietado tras la exclusión de su equipo del Tour de Francia protagonizó una escapada antológica sin premio en el Trofeo Sóller. Tras engrosar su palmarés con la Vuelta a Castilla y León y la prestigiosa Vuelta al País Vasco, iba a estar en principio casi dos meses sin competir, hasta la disputa de la Dauphiné Liberé. La participación en el Giro de Italia, obviamente, rompe por completo sus planes.

Habrá que esperar para ver si la precipitación de los hechos le permite alcanzar un estado de forma más o menos decente que le haga llegar a la salida de Palermo con la aspiración de al menos vencer una etapa… o quien sabe si incluso la general final.

Liquigas ficha a Basso

La escuadra italiana desafía al “sistema”
24 de Abril, Arueda.com
El equipo italiano Liquigas – Bianchi se ha hecho con los servicios del actualmente sancionado por dopaje Iván Basso para los años 2009 y 2010 según anuncia la Gazzetta dello Sport. El sueldo a percibir por Basso, siempre según el prestigioso diario italiano, rondaría el medio millón de euros por temporada más incentivos.


Iván Basso fue suspendido por su implicación en la Operación Puerto el 15 de Junio de 2007 con dos años de sanción, siéndole descontado de esta suma los casi ocho meses que pasó sin correr mientras el proceso estuvo abierto. Así, estará en condiciones de volver a competir el día 24 de Octubre de este mismo año, aunque la lógica dicta que se esperará hasta 2009 para que el controvertido ciclista de Varese haga su debut con el maillot de su nuevo equipo, Liquigas. El ciclista, actualmente representado por Giovanni Lombardi, no ha dejado jamás de entrenarse durante su sanción: llegó a acumular 30.000 kilómetros sobre la bici en 2007.

Cabe destacar, por otra parte, que este fichaje representa todo un órdago de Liquigas a los rectores del moribundo UCI Pro Tour. La escuadra italiana se vio obligada el invierno pasado a desprenderse de su gran estrella, Danilo Di Luca, debido a que en aplicación del código ético éste no debía correr jamás en su escuadra al estar implicado en la turbia trama de dopaje ‘Oil for Drugs’. En el caso concreto de Iván Basso, el ciclista no debería correr hasta 2011 en ninguna carrera o equipo UCI Pro Tour; ya que el nombrado código ético establece que un corredor suspendido por dopaje debe esperar hasta dos años después de ver cumplida su sanción para competir de nuevo en la élite mundial.

No sabemos si finalmente Basso llegará a correr de nuevo en las carreras apropiadas para su valía como ciclista. Lo que sí sabemos es que los cimientos del UCI Pro Tour se resquebrajan cada vez más ante las faltas de respeto de los organizadores, ávidos de un sistema más justo y más beneficioso para ellos; y también frente a los desafíos planteados por los equipos, cada vez más conscientes de que un circo cerrado, hipercontrolado y regido por normas absurdas no les conviene en absoluto. Para muestra, un Basso al que esa misma cerrazón, ese hipercontrol y esas normas incomprensibles casi dejan fuera de lo que prácticamente es su vida.

Los tres mejores clasicómanos de la temporada

El dominio de la temporada de clásicas recae en estos tres hombres, tres ciclistas con más denominadores comunes de lo que parece
El comienzo arrollador de André Greipel, con cuatro etapas y la general del Tour Down Under. La inusitada combatividad de Cadel Evans en el que puede ser el mejor año de su carrera, con etapas en Andalucía y París – Niza, además de la victoria en la general de la Semana Coppi-Bartali. Los buenos triunfos del ilustre Davide Rebellin, con la general de París – Niza y el Tour de Haut Var. Todos quedan sin duda alguna pequeños ante la enorme temporada realizada por estos tres corredores: Fabian Cancellara, Philippe Gilbert y Sylvain Chavanel. Los grandes nombres de lo que llevamos de año.


La temporada de Fabian Cancellara asombra a propios y extraños. Se conocía su clase, su fuerza, sus condiciones… Pero este año, además, ha surgido en él un hambre de victoria casi impropia para un ciclista que lleva más de un lustro en la auténtica élite mundial. Su año comenzó con la victoria en el prólogo de la Vuelta a California; siguió con dos semanas de ensueño donde se anotó Monte Paschi Eroica, etapa y general de Tirreno – Adriático y, como joya de la corona, su enorme triunfo en Milán – San Remo. Cuenta con 27 años y un margen de progresión evidente, que puede llevarle a la categoría de leyenda en un futuro. Contrarreloj, pavés o mero llano; salvo la alta montaña, nada se resiste al suizo.

El belga Philippe Gilbert marca sus diferencias también en cualquier terreno. Cierta carencia en contrarreloj y falta de recuperación en las carreras por etapas son sus únicos defectos. Y es que con 25 años (26 en Julio) tiene también margen de mejora para convertirse en un corredor muy importante desde el punto de vista de la historia del ciclismo. Esta temporada reúne un impresionante palmarés: dos trofeos y la general oficiosa de la Challenge de Mallorca, dos victorias casi apoteósicas en Het Volk y Le Samyn. En el monumento de Milán – San Remo alcanzó la tercera posición; ayer, en Flecha Brabançona, fue segundo. Clase, combatividad y potencia son sus virtudes; y, lo más importante, las refleja en cada una de sus actuaciones.

Sylvain Chavanel y Phillipe GilbertPor su parte, Sylvain Chavanel es el primer francés que adquiere la categoría de estrella mundial este siglo. Es el más maduro de los tres, con 29 años; también el más maltratado por una prensa elogiosa que le exigía ser el maillot amarillo del Tour. Sin tener en cuenta que, realmente, sus características establecen que las grandes vueltas no son su terreno. Posee cierta impericia para carreras de más de doscientos kilómetros, lo cual también se evidencia en una capacidad de recuperación entre esfuerzos muy baja. Eso le inhabilita para estar entre los mejores en una gran vuelta. Compensan sobradamente este defecto su genialidad: combativo hasta el extremo, se deja ver en cada carrera y en cualquier terreno. Es capaz de brillar en finales en alto y en contrarrlojes; en carreras de pavé y en perfiles rompiernas. Este año ha acumulado una gran cantidad de puestos de mérito, con victorias de etapa en el Tour del Mediterráneo y París – Niza; además de sus dos bellos triunfos de esta semana en clásicas belgas de prestigio como son A Través de Flandes o Flecha Brabançona. Podría aspirar a ser el ciclista total si no fuera por la citada falta de fondo.

Ahora, estos tres corredores se postulan como los tres grandes favoritos a la victoria en el Tour de Flandes, como lo han sido siempre a lo largo de esta temporada de clásicas que ahora llega a su punto álgido. Deberán luchar entre ellos, además de contra sus limitaciones. Pero no cabe duda de que, mientras pelean, darán un tremendo espectáculo.

Fotos: Diario Sport y PezCyclingnews

Riccardo Ricco’, en su año clave

Tirreno – Adriático, su carrera fetiche, le retrata por completo
Pertenece a la que puede convertirse en una de las generaciones doradas del ciclismo, la del 81-83: Contador, Cunego, Valverde, Cancellara, Pozzato… por citar tan solo unos pocos… Debutó como profesional con 22 años, acompañado de mala fama de díscolo, también con polémica porque el director de Saunier Duval Joxean Fernández Matxin quiso que corriera su primer año en el continental Grupo Nicolás Mateos… Es Riccardo Ricco’, superclase, la Cobra.


Se le considera clasicómano a la vez que vueltómano. El terreno donde más cómodo se encuentra es la escalada, ha demostrado saber volar tanto en muros (cuarto en la Flecha Valona 2007), como en media montaña (segundo en el Giro de Lombardía 2007), como en alta montaña (ganador en las Tres Cimas de Lavaredo 2007, en el marco del Giro d’Italia). Además, posee una calidad innata para romper en sprints; tiene esa clase que le hace aparecer como outsider siempre que haya algo de dureza antes de la volata.

Tras su enorme Giro 2007, donde junto a Simoni y Piepoli formó un trío capaz de poner en jaque varias veces la carrera a favor del equipo Saunier Duval, este año se le va a pedir luchar por la general de verdad. Ha demostrado consistencia, una apreciable valentía, impetuosidad, cierta regularidad (posee el día malo típico de casi todos los vueltómanos, pero es algo con lo que hay que contar) y además tendrá a su disposición un buen equipo; Leonardo Piepoli y Rubén Lobato entre otros.

Hay, sin embargo, dos cosas que juegan en contra de Ricco’. La primera es su juventud, ya que con 25 años aún le faltan tres para alcanzar la plena madurez que le haga afrontar con seguridad que su objetivo sea ganar una gran carrera. La segunda, más importante, es su impericia para la lucha contra el reloj. Nunca ha tenido un buen rendimiento en la disciplina, a pesar de que en los prólogos esta carencia queda disfrazada por su explosividad. Buen ejemplo del perjuicio que le supone esto es la Tirreno – Adriático 2007, que perdió en la crono final.

Y es que Tirreno – Adriático es la carrera de Ricco’, la que retrata sus virtudes y sus defectos. La valentía se vio en 2006, cuando siendo un neoprofesional se enfrentó en sendos sprints a monstruos como Freire o Petacchi. La explosividad, la calidad, la consistencia, se vieron en 2007 cuando se adjudicó dos etapas seguidas. Ahora bien: su carencia en la lucha individual también se dejó ver en dicha edición, cuando desperdició una buena oportunidad de llevarse la carrera tras realizar una irrisoria contrarreloj. Este 2008 se dejó ver la valentía en la segunda etapa, con una fuga lejana siendo el principal favorito; también se vio la impetuosidad, fruto de la inexperiencia. Esta impetuosidad es un arma de doble filo que conduce por un lado al desgaste “positivo”, y por otro lado a la competitividad desmesurada y el “pique”. Al final de la etapa citada, su enfado ante el afilador que hizo con Linus Gerdemann en el sprint le llevó a cruzar la línea de meta a pie y arrojar la bicicleta al suelo, con rabia. Feo espectáculo, adrenalina pura.

Hoy, en el primer paso por el temible Montelupone, sufrió una caída. Ésta le ha dejado magullado, hasta el punto de llevarle a terminar cuarto por la cola la etapa de hoy, a 16 minutos del ganador Purito Rodríguez. “Me duelen la cadera y la pierna”, ha dicho; mañana no saldrá. De esta caída se pueden sacar dos lecturas. La negativa es que retrasará su preparación y quizá hará que llegue justo al Giro d’Italia. La positiva es que es una caída que le hará madurar, de las que curten al corredor. Le demostrará que, aún siendo Cobra, ese dulce veneno llamado adrenalina debe racionarse.

Web oficial de Riccardo Ricco’
Riccardo Ricco’ en Cycling Quotient

Fotos: Cyclingnews