Richard: humildad y tesón para triunfar

El almeriense Juan Emilio Gutiérrez, ciclista discapacitado, compite esta semana en el Campeonato del Mundo de Paraciclismo de Québec
“Yo le he intentado mantener la esperanza. Los niños le han dado la chispa de la vida para ir tirando. Y el camino lo ha encontrado en el deporte”. Ángela, mujer de Richard, explica la historia de su marido con naturalidad y cierta emoción en la voz. También con orgullo. Su marido ha superado dos graves accidentes de circulación que casi le quitan la vida y sacado adelante una familia de cuatro miembros a base de fuerza de voluntad. Y, es difícil determinar si como nata o como guinda del pastel, ha desarrollado una carrera deportiva de élite que le ha llevado a ser número uno del mundo de paraciclismo en la categoría C3, que engloba a los discapacitados físicos y psíquicos leves.

A Juan Emilio Gutiérrez (42 años, Huércal de Almería) lo de ‘Richard’ le viene por lo mismo que le viene casi todo en la vida: la bicicleta. Cuando él era un joven ciclista juvenil y sub 23, saludaba a los pedalistas que se encontraba por la ruta al grito de “hasta luego, Richard Withman”. Así, por un actor de cine norteamericano no demasiado famoso, perdió el Juan Emilio y se quedó con el Richard. Pero a él eso no le preocupa demasiado. “A las cosas hay que darles la importancia justa”, repite una y otra vez con una sonrisa.
En realidad, si hay alguien que puede valorar lo importante y lo prescindible de la vida, ése es Richard. Su primera bicicleta, el principio de todo, la consiguió a cambio de un balón de fútbol después de pasar años frente a un escaparate admirando (o más bien anhelando) las máquinas de competición. Con el tiempo se hizo de un buen empleo como celador en el ambulatorio de Berja, y con los primeros sueldos adquirió su primera bicicleta seria para competir con los juveniles y amateurs de la provincia. “Con 21 años tenía incluso posibilidades de pasar a profesionales con Kelme”, rememora.
Pero entonces sobrevino el primer percance grave de su vida. Un día, a finales de verano, una furgoneta le atropelló en la Puebla de Vícar. Le destrozo la columna vertebral, que tuvo que serle reconstruida con 40 tornillos y ahora es “una laña de titanio”, según nos explica Ángela. Pasó mucho tiempo sin poder siquiera caminar y se enfrentó a una larguísima rehabilitación que le obligaba a nadar, nadar y nadar. Había que fortalecer de nuevo la espalda. Y Richard lo consiguió, superando la primera de las pruebas que había de ponerle la vida.
“Tiene una fuerza de voluntad increíble”, dice Ángela. “Y una gran capacidad de superación”, afirma su preparador Servando Velarde. Gracias a estas dos características suyas, ayudado también seguramente por una humildad genial (“¿queréis que vaya yo a Almería a hacer la entrevista y así no tenéis que venir vosotros?”, nos ofrecía para facilitar el trabajo cuando concertamos la entrevista) que le granjea amistades por donde pasa, Richard rehizo su vida. Encontró un empleo de auxiliar de clínica en Urgencias de Torrecárdenas. Allí conoció a la que ahora es su mujer, administrativa en el mismo centro hospitalario. Ambicioso, se matriculó en la Universidad para sacarse la carrera de Enfermería…
Hasta que un buen día, volviendo de la Universidad en moto, Richard se golpeó con un vehículo y sufrió un golpe en la cabeza. Recién casado, con su señora esperando un hijo, Richard se debatía entre la vida y la muerte. Salió victorioso, pero con secuelas. Se le diagnosticaron severos problemas neurológicos que le impedían mantener el equilibrio y le generaban ataxia, además de otros problemas de corte mental como no ser capaz de reconocer a gente y lugares de su vida diaria. El golpe de gracia estaba por venir: a los pocos días de salir del hospital, yendo en coche con un amigo, descubrió también que se había quedado sordo del oído derecho y casi totalmente ciego del ojo del mismo lado.
Fueron dos largos años de larga depresión adaptativa a sus nuevas circunstancias. Era pasar de hacer de todo a no hacer de nada. Su mujer Ángela le empujaba a aferrarse a sus hijos (la chispa). El pronto nacimiento de Dani, ahora con siete años, fue lo mejor que le pudo pasar a Richard. “Su carrito -comenta- fue mi andador para volver a caminar”. La posterior venida de Laura, catorce meses después, fue el argumento definitivo para sacar a Richard de la postración y el pozo donde se hallaba tras el accidente.
Ángela, principal apoyo de Richard aunque ella diga lo contrario, también le animaba a coger la bicicleta (el camino). Aún hoy vive “aterrada” todos los días de verle coger la bicicleta. “Pero prefiero que haga esa vida a que vuelva al sofá donde estuvo postrado mientras sufría de depresión”. Sus amigos del ciclismo vinieron a animarle: el ex profesional Manuel Beltrán fue el primero. Después le apoyaron de una u otra forma, entre otros, Carlos Sastre y Alberto Contador. Y Javier Otxoa, ciclista profesional al que en 2002 un accidente de tráfico le arrebató su carrera deportiva y a su hermano Ricardo, le dio el empujón definitivo para subirse en la bicicleta como antes. Ahora son compañeros de selección.
Todo esto caló hondo en Richard, que se levantó del sillón para montarse en el sillín. “Al principio, iba con bicicletas por caminos de tierra, en el río en Huércal de Almería. La idea era aprender a coger el equilibrio de nuevo”. Así es él, superándose, del “club del poco a poco”. Compitió por primera vez tras su segundo accidente con su amigo Carmona, subido en un tándem que les proporcionó la ONCE. Reencontró sensaciones e ilusiones y se decidió a competir individualmente. Después apareció Servando Velarde, director de un equipo amateur y amigo, para llevarle hasta la élite.
Esta última parte, sin embargo, es la que menos cuenta para Richard. Él ahora anda preocupado por el Grado de Fisioterapia donde está matriculado y, sobre todo, por el futuro. “No le doy importancia a los reconocimientos ni a los trofeos. Yo doy importancia a lo que he conseguido gracias al deporte y me gustaría inculcárselo a todos los críos de Almería, que son el futuro. Quiero ir a los colegios para captar gente, tener una pista donde hacer una escuela de ciclismo y donde los chicos puedan practicar deporte de manera segura”.
Quiere, en definitiva, extender su mensaje. Ése que le impulsa a no doblegarse jamás. “Sé que puedo tener dificultades. Pero no quiero llevarlas por delante. Ni en la bici ni en la vida”, afirma sonriendo sin que le tiemble la voz. Y se agarra a su lema, el que no se puede olvidar cuando se oye de su boca. “Para hacer cosas hay que estar vivo”. Vivo al mil por cien. Como él, que no se detuvo ni se rindió y ahora es el mejor del mundo, un padre de familia fenomenal, una inspiración para todo el que le conoce. Un ejemplo a seguir de humildad y tesón.
“Sus opciones de proclamarse campeón del mundo son máximas”
Servando Velarde, preparador de Richard y director del equipo amateur Proyecto CIDi, nos cuenta como su carrera deportiva podría alcanzar un hito en Québec (Canadá), donde se disputan los Mundiales de paraciclismo (ciclismo paralímpico). “Tiene las máximas opciones posibles. Está en su mejor momento de forma de siempre”. Sus resultados avalan esto: ha sido campeón de España de ruta y contrarreloj y ganador de la manga de ruta de la Copa del Mundo de Segovia. “A mí me gustaría conseguir un buen resultado en la crono”, confiesa Richard
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Un Proyecto por el Ciclismo

«Eso es lo que yo quiero, que vayan a sesenta por hora y sin moverse». Servando Velarde sonríe con satisfacción al volante observando los perfectos relevos que dan sus corredores. A su derecha, en el asiento del copiloto, está Juan Emilio Gutiérrez ‘Richard’, ciclista paralímpico. El coche en el que viajamos es un Citröen C5, recién rotulado con las letras ‘Proyecto CIDi’.
Proyecto CIDi es un nuevo equipo ciclista amateur de base granadina capitaneado por Servando Velarde (ex director de Ávila Rojas), con Mikel Zabala (ex Director Técnico de la RFEC) como Coordinador Técnico. Ha nacido deprisa («apenas hemos tenido cuatro meses para montar la estructura») y con vocación de ser algo más que un grupo deportivo: un concepto. CIDi no es un nombre cualquiera, no es la razón social de ningún patrocinador; es el acrónimo de Ciclismo: Investigación, Desarrollo e Innovación. En esto se basará su trabajo.

Son las 10 de la mañana y es el último día de la semana de concentración que el equipo ha pasado en Almería. Los corredores se han colocado alrededor de un coche. Sobre el capó, Servando Velarde, «Servan», explica la estrategia de los abanicos con seis bolas de papel de aluminio que se van escorando a un flanco u otro en función de la dirección en que sople el hipotético viento, avanzando o retrocediendo según se estén dando los imaginarios relevos. Los ciclistas escuchan en silencio, responden a las apelaciones de Servan, realizan sus propias preguntas; no son corredores escuchando órdenes del director deportivo, sino alumnos atentos a la lección del profesor. Terminada la explicación, el preparador granadino encomienda la división de la plantilla en dos unidades equilibradas de seis ciclistas para practicar el abanico durante el entrenamiento a los dos ex profesionales con los que cuenta, José Luis Carrasco y Esteban Plaza. Ellos ejercen de líderes de un grupo humano con cuyos componentes llegan a tener hasta nueve años de diferencia en el caso de Carrasco.

El entrenamiento inicia. Richard, una persona extraordinaria que merecería un reportaje aparte, le indica a Servan la ruta a seguir. Éste, mientras tanto, no cesa de adelantar y dejar pasar a sus corredores, ordenando ejercicios y fijándose en los gestos de cada uno de ellos. Los ha hecho esprintar por parejas y algo no le ha gustado. Pone el coche en paralelo a Esteban Plaza. «¡Esteban! ¡Agárrate abajo del manillar! ¡Y la próxima vez esprintas con más ganas!». El ex corredor de Andalucía – Cajasur acepta las órdenes y se recompone apostillando: «Es que así no voy cómodo». Servan deja pasar al grupo, coloca al coche tras él y explica: «Aún habiendo llegado a estar en profesionales, a Esteban no le han corregido lo suficiente la posición, un aspecto básico a la hora de ofrecer la mínima resistencia al aire. Son pequeños detalles técnicos que hay que cuidar para rendir al máximo»

La tecnificación es, sin duda, el aspecto definitorio de Proyecto CIDi. Este equipo representa un concepto de ciclismo metodizado a todos los niveles, pionero en España y explotado por Cervélo en el panorama internacional. Será una estructura donde se aplicará y extraerá conocimiento gracias a la colaboración logística y económica de las marcas de materiales y, sobre todo, de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (CCAFD) de la Universidad de Granada. En el primer caso, prestigiosas empresas como Specialized, Campagnolo ó Speedplay se han volcado con CIDi («cada bicicleta vale en conjunto casi 6000 euros, como las de un equipo profesional») en espera de ‘feedback’. En el segundo, la labor de Mikel Zabala como profesor en la citada Facultad propiciará que la escuadra sea objeto de estudio en las clases y destino de prácticas para un par de estudiantes cada año. «La investigación es un aspecto que en el ciclismo está relativamente poco desarrollado», puntualiza Servan. «El primero en aplicarla con cierta notoriedad fue Manolo Sáiz, y no se puede decir que hiciera una labor científica: jamás publicó los resultados de sus trabajos. Nosotros sí lo haremos a través de la Universidad de Granada».

La sesión de entrenamiento sigue desarrollándose. Servan llama a José Luis Carrasco para que se acerque al coche. Le transmite la orden: cuando haga sonar la bocina, los dos grupos de seis que se habían configurado antes deberán agruparse e intentar formar un abanico que corte al otro. Carrasco es, sin duda, el hombre de mayor jerarquía en el equipo. «Es un ciclista especial». Nacido en Jaén en 1982, su experiencia como profesional se resume en dos años en la estructura de Caisse d’Épargne – Illes Balears (2005-06) y otros dos en Andalucía – Cajasur (2007-08), durante los cuales consiguió entre otros resultados una victoria en la etapa final de la Volta a Catalunya de 2008. «Ha ganado donde otros ya quisieran. Hay pocos corredores con su calidad y su cabeza; no en vano, este mes ha acabado los últimos exámenes de la Licenciatura de Biología. Quiere volver a profesionales y, si Dios quiere, lo hará con nosotros».

Carrasco será el jefe de filas del equipo este año, un 2010 donde Proyecto CIDi no tiene un objetivo deportivo definido pero sí un calendario que incluye lo más granado del panorama aficionado español. «En principio correremos la Copa de España completa, empezando este fin de semana en Don Benito. Aparte estaremos en Maestrazgo, León, Palencia, Cartagena, Salamanca… e intentaremos tomar la salida en el Circuito Montañés. Siempre que he estado ahí, dirigiendo a Ávila Rojas, mi equipo ha dado una buena imagen; espero que lo valoren y podamos estar allí, con los mejores».

Servan hace sonar la bocina; los corredores empiezan a configurar el abanico. En este primer intento el ejercicio resulta un desastre. De inmediato los grupos se dividen, cada corredor acaba esprintando por su cuenta y el director, enfadado, presiona la bocina de nuevo para ordenarles detenerse. Mientras recuperan el resuello, Servan transmite a Carrasco la orden de ejecutar relevos en filas de tres. En ellos, los ciclistas avanzan por la columna central y retroceden por las laterales, debiendo estar muy atentos para apartarse y meterse en los relevos en una tarea técnicamente intrincada. «Mientras no están haciendo trabajo físico, deben hacer trabajo técnico. Hay que aprovechar cada momento de la concentración». Y vaya si la aprovecharon; sin ir más lejos el miércoles subieron Velefique, Bacares y Calar Alto. Toda una experiencia para los corredores.

Se oye de nuevo la bocina. En el segundo intento, el ejercicio de los abanicos sí sale bien. «Mirad, los de Plaza ha cortado a los de Carrasco», comenta Servan sonriendo. Es entonces cuando uno de los benjamines del equipo, Juan Carlos Ramírez (1991, Albolote), comienza a sufrir dificultades; hace amago de vomitar sobre la bicicleta y, finalmente, se detiene en el arcén entre arcadas. El Citröen C5 se detiene, Richard y Servan se bajan rápidamente a ayudar al chaval. «Se ve que algo de la comida me ha caído mal», se excusa éste. Le ofrecen la posibilidad de bajarse de la bici, pero él elige continuar y completar el entreno; una vez en el hotel, nada más sacar las calas del pedal, se derrumbaría. Pero, antes, realiza un acto de coraje encomiable. «Va a ser un gran ciclista», reflexiona en voz alta Servan. Y, como él, lo será el rápido bastetano Simón Maestra. Y Miguel Ángel Lucena. Y el pundonoroso Juan Abenhamar Gallego. Y así podríamos citar a cada uno de los componentes de la plantilla.

El Proyecto CIDi no es ni más ni menos que esto: un proyecto. El futuro representado en unos corredores y en una manera de trabajar. Planean dar el salto a la categoría profesional en 2011. Cuentan con apoyos que permiten a los gestores expresar esta aspiración en voz alta. Pero, sobre todo, cuentan con el apoyo de la ilusión, con una base. Con ganas de trabajar por y para el ciclismo.