Mediatización
La Vuelta del Público
En España, también, hay figuras públicas que caen en gracia. Figuras a las cuales la prensa y, por extensión, el público, se vuelven afines. Figuras a las que no hacen daño aquellos que deciden ser críticos, por cuanto sus ataques no se hacen tanto desde la razón como desde la apatía. Figuras, por tanto, cuyas numerosas virtudes se resaltan y cuyos numerosos defectos se ocultan, por interés o por filias completamente personales.
Buena prensa para la Vuelta: una ocasión de recuperar brillo
La Vuelta es, este año, una de esas figuras públicas a las que prensa y público abrazan sin dudar. Factores para ello hay muchos. A ojos del gran público, resultan agradables las recientes imágenes de un español como Contador avasallando en el Tour de Francia y, por tanto, se recibirán gustosas las próximas dosis de alta competición ciclista. Para el aficionado a este deporte, la nómina de participantes es ilusionante y el recorrido da pie a que se vivan buenas jornadas de ciclismo. Para el entendido, la clave está en el cambio de jefatura en los despachos de Unipublic; ahora dirige la empresa Javier Guillén, un novel que ilusiona con sus ideas frescas y claras, totalmente distinto a lo habitual entre los dirigentes ciclistas, que no cesa de recibir elogios y de quien yo no puedo sino hablar bien.
Las campañas mediáticas para recibir a esta Vuelta a España están siendo, por tanto, positivas. Si bien en los medios generalistas y en los llamados «deportivos» no son numerosas las páginas que se le dedican a la carrera más importante del país, dichas páginas sí que están siendo muy bondadosas, con la Vuelta y con el ciclismo. El positivo de Mikel Astarloza, aún sin aclarar, ha pasado afortunadamente de puntillas por el panorama informativo, a pesar de que el corredor de Pasajes sí acaparó en su día algunos titulares de portada por su triunfo en el Tour. De la Vuelta y del ciclismo, por una vez, sólo se habla bien.
Es la ocasión perfecta. El momento ideal para volver a situar a la Vuelta en la estima de los españoles. Tal y como se pretendía con el eslogan de ‘Tu Vuelta’, tal y como se ha pretendido dejando al público pasar a la zona de autobuses para que puedan comprobar que los ídolos que ven por la tele son de carne y hueso. Y, para aprovechar esta tesitura, nada mejor que un espectáculo interesante, que enganche. Para ello, son necesarias grandes ciclistas y un gran recorrido donde puedan desempeñarse. De lo primero hablaremos en próximos días. De lo segundo hablaremos hoy.
La Vuelta, centrada en el sur
Siguiendo el inexorable criterio de Unipublic de repartir los momentos decisivos de la Vuelta en años alternos entre ambos extremos de la Península, en esta edición será el sur la parte de España que marcará el desenlace de la carrera y, de paso, acogerá la práctica totalidad de su recorrido. La montaña de la carrera, sin Pirineos ni Asturias, se repartirá principalmente en tres zonas: Valencia (dos finales en alto), Andalucía (tres) y el tradicional paso por la sierra de Madrid, que este año sólo constará de dos etapas, siendo realmente dura únicamente la segunda. Ésta, la decimonovena y por tanto antepenúltima etapa, se disputará entre Ávila y La Granja de San Ildefonso, con dos pasos por el Alto de Navacerrada (el último a 17 kilómetros de meta) como plato fuerte.
Más significativa será la ración montañosa valenciana, situada en la octava y la novena etapa. La octava, el domingo 6 de septiembre, finalizará con la larga aunque tendida subida del Alto de Aitana, que vendrá precedida por siete puertos de segunda y tercera categoría que endurecerán las piernas de todos los corredores. Al día siguiente, nueva remesa de puertos de mediana entidad, seis en esta ocasión, para después encarar el muro de Xorret de Catí, de corta longitud pero empinada pendiente. Después de esos cinco kilómetros de ascenso vendrán dos y medio de descenso que podrían servir para aumentar o recortar diferencias entre quienes coronen en cabeza y los rezagados.
Andalucía y las contrarrelojes, verdaderos jueces de la carrera
Pero, si algún bloque debe ser señalado como decisivo en esta Vuelta a España, ése es sin duda el andaluz. Serán cinco etapas las que transcurrirán por este territorio; de ellas, tres serán finales en alto. El viernes 11 de septiembre, al día siguiente de la jornada de descanso, la duodécima etapa saldrá de Almería para adentrarse en la Sierra de los Filabres: doble paso por el durísimo Alto de Velefique (final de alto) y, en medio, uno por la vertiente «blanda» de Calar Alto. Al día siguiente, se comenzará en Berja para, previo paso por el inédito y acongojante Puerto de la Ragua, llegar a Sierra Nevada… al cual se le encadenará el durísimo Puerto de Monachil, dando lugar a treinta kilómetros de ascenso que a buen seguro provocarán grandes diferencias. El fin de fiesta lo pondrá la Sierra de la Pandera, precedida como es tradición por el Alto de los Villares y un pequeño rodeo rompepiernas por Sierra Mágina.
Estos tres parciales serán posiblemente los más decisivos y espectaculares en lo que a etapas en línea se refiere. Pero en ninguna vuelta que se precie nos podemos olvidar de la contrarreloj, disciplina a la que en esta Vuelta a España se recurrirá en tres ocasiones. La primera, testimonial, serán 4’5 km de show por el circuito de Assen donde un prologuista debería llevarse el gato al agua. La segunda, treinta kilómetros llanos alrededor de Valencia que configurarán la séptima etapa, debería ver como vencedor a una auténtica locomotora. La tercera y última crono, penúltima etapa en los alrededores de Toledo, tendrá una distancia similar a la de Valencia (26 km)… pero una orografía bastante diferente, puesto que el terreno será quebrado y no dará el triunfo al mejor especialista, sino al más fuerte.
El periplo holandés, ¿desaprovechado?
Se esperaba con expectación el ver qué darían de sí los parciales disputados en tierras neerlandesas y belgas; sobre todo, por las voces que apuntaban que el recorrido incluiría homenajes a las grandes clásicas, cuyos trazados incluso se copiarían como final de etapa. Sin embargo, habrá poco espectáculo deportivo en la incursión holandesa, a pesar de que el éxito a nivel de público está garantizado. De las cuatro etapas, una es puro show en el circuito de Assen; dos, llano absoluto (finales en Emmen y Venlo); el cuarto y último parcial, al menos, nos dejará ver el Cauberg en dos ocasiones y un paso por la conocida cota de Saint Nicholas antes de terminar en Lieja. Tal vez se podría haber sacado algo más de jugo a la historia y tradición que acompaña a la meca del ciclismo de clásicas.
Por último, es de ley mencionar la evolución de las etapas de transición en esta Vuelta. Sólo hay cinco sin dificultades montañosas reseñables cerca de meta (Emmen, Venlo, Puertollano, Talavera de la Reina y Madrid); el resto presentan trampas ó repechos donde romper la carrera. En Córdoba se pasa dos veces el Alto de San Jerónimo; en Murcia, será el Alto de la Cresta de Gallo el encargado de desatar las hostilidades; las tachuelas de Benigárim y La Ermita en Vinarós y Xátiva… Junto a la quebrada etapa con final en Caravaca de la Cruz, terreno de sobra para tender emboscadas.
El recorrido, como hemos visto, parece muy bueno. Movido, con aliciente, con puertos interesantes y puntos donde mover la carrera. Ahora falta ver quién ó quiénes serán los encargados de sacarle rendimiento a este trazado. Y eso lo haremos a partir de mañana.
El regreso de Gulliver
La cuestión es que, una vez regresado, Gulliver empezó a sentir asco por todo. No quería que nadie se acercara a él porque ya no veía humanos sino Yahoos. Desconfiaba de lo que había sido su familia, lo que había su entorno, en parte también porque percibía que muchos de ellos le miraban con recelo. Como preguntándose por qué volvía después de varios años perdido por el océano, sin dar señales de vida, de los que regresó contando alucinantes historias que más tarde servirían a los que las oían para hacerse un poderoso esquema mental que incluso les situara por encima de los demás.
Lance Armstrong volvió al ciclismo profesional en enero del año pasado y da la sensación de que no volvió como se fue. Lógica deportiva: después de no dar una sola pedalada en competición desde julio de 2005 (si exceptuamos sus triatlones), era absolutamente normal que le costara recuperar sus cualidades. Incluso que las hubiera perdido. Además, el considerable tren superior que tuvo que adquirir precisamente para el triatlón supone un lastre terrible a la hora de escalar cualquier puerto.
Por tanto, no debería ser noticia verlo a cola del pelotón. No debería ser noticia que perdiera tiempo.
Sin embargo, esperábamos que Gulliver volviera de Houyhnhnm y se pusiera a ejercer como médico. Lo esperaban, más bien, esos medios generalistas que no entienden por qué es positivo para las fuerzas de un ciclista ir a rueda, y si lo entienden es por compararlo con el rebufo de la Fórmula 1. Este rosario de segunditos que se ha ido dejando etapa a etapa, kilómetro a kilómetro, es sin embargo para el aficionado especialista pura lógica, ya que su confianza es que la fortaleza mental del texano le hará dejarse ver por orgullo aunque la fortuna deportiva siga (seguirá) dándole la espalda.
Tal vez el texano no la busque. Desde que anunciara su ‘comeback’ en septiembre de 2008 (desafortunada fecha que coincidió en plena lucha de su coequipier Alberto Contador por la Vuelta a España), se ha venido especulando con si la naturaleza de su regreso es deportiva o mediática. ¿Es el interés de Lance Armstrong engrandecer su leyenda? ¿Puede serlo más? Siete Tours consecutivos le colocan ya en los anales de la historia, sin necesidad de hacer nada más.
La posibilidad de un regreso deportivo es incluso una falta de respeto a actuales ciclistas profesionales. Lance habría presupuesto que podría ganarles aún después de tres años y medio parado. Gulliver se pasó de listo, los enanos intentarán aplastar al único gigante uniendo sus pequeños rencores, que diría Sabina. Los Yahoos que Gulliver veía en los humanos se unirían contra él, le tacharían de loco. Algunos le tacharon, de hecho. Pero no hizo falta ir más allá: Gulliver no estaba dispuesto a volver a ser médico, su reino… ya no era de este mundo.
Seguramente el regreso de Armstrong sea puramente mediático, y desde esa perspectiva debemos entenderlo. No quiere un reinado deportivo porque ya lo tuvo; sólo quiere contar sus historias, beneficiar a su Fundación Livestrong contra el cáncer. Y, mientras lo hace, otros podrían aprender de él. Podrían escuchar su historias de caballos que viven en armonía e intentar calcarlas. Podrían aprender de su ejemplo mediático, de cómo atraer todos los focos hacia ti mediante una personalidad atractiva, una historia personal bonita explotada sin llegar al hartazgo, la explotación de canales de comunicación hasta ahora indómitos en el ciclismo y casi la totalidad del deporte, como su famoso Twitter.
Pero no se hace, porque se prefiere señalar las vergüenzas deportivas de un Gulliver al que posiblemente le traen sin cuidado esas consideraciones. Por qué volverá después de tres años y medio sin estar aquí, dicen los enanos. Si ahora podemos ganarle, somos mejores médicos y mejores humanos porque nosotros sí sabemos como funciona esto ahora y a él le falta costumbre. Señalemos a Gulliver y hagámonos los sorprendidos por su debilidad sobre la bicicleta, a la par que nos relamemos heridas de cuando nos humillaba en tiempos pasados.
Y no recordemos cómo, con él sobre el escenario, los focos de la atención general nos iluminaban con fuerza. Cómo no va a tener Gulliver cierto asco a los Yahoos. Como no los va a mirar, incluso, por encima del hombro. Si resulta que es el que comprende todos los aspectos del juego mediático, igual que Gulliver comprendía al final del valiente libro de Jonathan Swift todos los sistemas políticos y la condición humana. Y nadie le escucha.
Lance Armstrong es un gran deportista, pero por encima de todo es un gran personaje. No queramos comprender su regreso como un asunto competitivo, igual que los regresos de Michael Jordan eran posiblemente un intento de relanzar la marca Air Jordan y no de ganar otro anillo más para la colección. Los corredores deben aprender de él; ahora la fuerza mediática es la que distingue a los grandes campeones y futuros leyendas de los grandes deportistas que no trascienden más allá.
Aprendamos de él, que es puro personaje. Que, por orgullo, igual nos regala alguna gesta sobre la bicicleta de aquí a final de año. Pero que, sobre todo, nos habrá regalado el retorno del ciclismo a la primera línea de atención, y una guía práctica de cómo mantenerlo en ella.