Evans culmina la temporada en Mendrisio

27 de Septiembre, Arueda.com

La situación en la que Cadel Evans tomaba hoy la salida en el Mundial de Mendrisio era de desesperanza. Su gran objetivo de la temporada, el Tour de Francia, fue un chasco: después de un inicio poco prometedor, acabó por hundirse para finalizar en la anónima posición número 30. La Vuelta donde podía desterrar aquellos fantasmas la terminó tercero, buena actuación que generó una duda que incluso podía resultar resquemor: ¿qué habría pasado si no hubiera pinchado en Monachil, perdiendo un minuto en la cima de Sierra Nevada? De nuevo un fracaso, aunque menor que el anterior. Llevaba un año de decepciones e incluso de lágrimas. Hoy las ha enjugado todas con un trapo arcoiris.

Conseguir la victoria ha sido un pequeño galimatías para Evans, como por otra parte también lo era para la quincena de corredores que llegaban con opciones de victoria a la última vuelta. No sólo se trataba de fuerza, que también, sino de una adecuada lectura táctica de una carrera que había quedado oscura e imprevisible, bajo el dominio de la superioridad numérica española (representada con cuatro corredores) y el inenarrable vigor de un Fabian Cancellara que inspiraba auténtico terror a los grandes favoritos como Damiano Cunego, Alejandro Valverde ó Philippe Gilbert. El mejor marcaje sobre Espartaco, sin embargo, lo realizó el asturiano Samuel Sánchez, el único capaz de mantenerle el pulso en los descensos.

Hasta este punto, el Mundial había seguido el guión típico de un Mundial. De inicio, una fuga de diez corredores que formaban parte de equipos menores, tales como Mehels (Letonia), Kvasina (Croacia) ó un Stangelj (Eslovenia) que fue capaz de mantenerse en cabeza hasta la penúltima vuelta. Sólo un ciclista se saltaba esta norma, el poderoso sprinter alemán André Greipel, que decidió quemar sus naves desde lejos ante la imposibilidad de lucir en la parte final por la dureza del recorrido.

A mitad de carrera se formó un corte peligroso que anunció el inicio de la batalla. Una veintena de corredores se situaban entre el pelotón, con Tom Boonen (Bélgica), Kim Kirchen (Luxemburgo) y el campeón del mundo saliente Alessandro Ballan (Italia) como hombres más destacadas. España iba bien representada, con Joaquín Rodríguez, Juanjo Cobo y Carlos Barredo aguardando dándole al equipo la presencia pertinente. Fue la Italia de Ballan quien más apostó por el corte, sacrificando a valiosos gregarios como Paolini, Scarponi y Visconti para la quimérica causa de que esa fuga fuera la buena. El seleccionador transalpino, Franco Ballerini, no jugó bien sus cartas en ningún momento a pesar de la ayuda prestada por Paolo Bettini en calidad de asesor.

Llegados a la penúltima vuelta, el corte de Ballan seguía caminando entre demarrajes varios. Italia había quemado ya sus naves, no había acuerdo y la fuga iba al pairo. Dos hombres destacaban entre los de cabeza: el esloveno Stangelj por su combatividad y el español Purito Rodríguez por su inmensa fuerza. Por detrás, el trabajo incomprensible de Bielorrusia era continuado por Juanma Gárate y Dani Moreno. Pero el remate llegaba en el paso por el primer repecho de los dos que componían el circuito, cuando el tremendo Cancellara dinamitaba la carrera demarrando sentado; a su rueda, todos los favoritos. Se neutralizaba así a los fugados, quedando un grupo de unas veinte unidades en cabeza.

El galimatías estaba planteado. Italia no lo supo aclarar y volvió entonces a jugar torpemente sus bazas. Ballerini contaba con cuatro hombres en cabeza además de su líder Cunego, y optó por hacerlos trabajar en cabeza. El resultado no pudo ser más desalentador: al final del segundo repecho Cunego ya se había quedado solo. Rodeado de enemigos que atacaban en falso, sin convicción, siempre con un corredor español a rueda y mirando a Cancellara para ver cuándo decidía acelerar. El suizo tomó la iniciativa en el descenso, pero Samuel Sánchez le siguió, secándolo y provocando que el intento quedara en agua de borrajas.

El siguiente ataque corrió a cargo de Vinokourov y sí tuvo éxito. El kazajo abrió hueco, llegó en cabeza al último paso por meta y por un momento pareció tener alguna opción de victoria. Pero todo se abortó cuando el ruso Alexandr Kolobnev, un corredor que se crece en las citas que se disputan por selecciones, demarró y le rebasó; Vinokourov claudicó, terminando 26º en meta. Un contraataque de Cancellara, verdadero juez de la carrera, capturaba a Kolobnev y seleccionaba el grupo de favoritos. Quedaban en cabeza nueve hombres: los mencionados Cancellara y Kolobnev, Cunego, Gilbert, Breschel, Evans y los españoles Sánchez, Valverde y Rodríguez.

El galimatías se complicaba para todos, España partía con ventaja para resolverlo. Sólo hacía falta clarividencia, conseguir un corte donde entraran uno de los dos hombres rápidos del combinado español, Valverde ó Sánchez. Pero no hubo lugar, porque el primer corte que se formó fue el bueno. En la bajada del primer repecho atacó una vez más Kolobnev, que se llevó a rueda a Joaquín Rodríguez y a Cadel Evans. El australiano, una vez llegados al segundo repecho, aprovechó un momento de dudas para marcharse. Hacia la victoria. Recorrió siete kilómetros triunfales hasta hacer su entrada en meta, mientras Kolobnev y Rodríguez perseguían. Mientras los favoritos esperaban que un nuevo arreón de Cancellara les llevara hasta la cabeza. Cuando este tuvo lugar, en el descenso y una vez más con la única compañía de Samuel Sánchez, era demasiado tarde.

Evans entró en meta sentado. Tranquilamente incrédulo, saludó un poco con el brazo derecho al público. Después besó su anillo de boda, que siempre lleva colgado al cuello cuando compite. Veintiocho segundos después, arribaban Kolobnev y Rodríguez, batiendo el primero al segundo y subiendo su cotización ambos gracias a sendas medallas de plata y bronce. A su estela, Samuel Sánchez llegaba cuarto tras remachar a un Cancellara que fue el más fuerte pero pagó ser la rueda más vigilada. El gran favorito, Alejandro Valverde, se clasificaba noveno, seguramente lamentando haber desperdiciado una ocasión casi irrepetible de llevarse el maillot arcoiris. Sólo hubiera hecho falta una mejor lectura táctica de la carrera…

Una vez más, España se marcha del Campeonato del Mundo lamentándose. A pesar de haber sido el combinado más fuerte, la toma de decisiones alejó el oro de las vitrinas nacionales. Para el aficionado al ciclismo, sin embargo, nada más lejano del lamento. El espectáculo vivido hoy ha sido excepcional, el colofón de una temporada ciclista bastante mejor que las anteriores. Para Evans, el Mundial de hoy ha sido la manera de resarcirse de las dudas y las críticas y conseguir el premio que su cambio de actitud en carrera merece.

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Ballan campeón ante las vergüenzas del ciclismo

Arueda.com
Todo un Campeonato del Mundo desvirtuado por la actitud del capo del pelotón. Mientras Alessandro Ballan se imponía con un ataque de caballo en el hipódromo haciendo valer la superioridad italiana, aplastante y reflejada en cada instante de carrera, Paolo Bettini se retiraba entre los honores rendidos por el resto de los líderes del ciclismo mundial. Su compañero de retirada Erik Zabel, Tom Boonen, Frank Schleck y los españoles Óscar Freire y Alejandro Valverde. Todos llegaban cinco minutos después del campeón, admirando al Don, restando mérito a la victoria de un Ballan que posiblemente estaba ante el cénit de su carrera deportiva.


El nuevo campeón se impuso a un grupo de rivales de menor postín, ciclistas que ahora mismo figuran en la segunda o tercera fila mundial. Sólo Davide Rebellin, Damiano Cunego y el propio Ballan se escapaban de esta norma; ciclistas de clase, con un palmarés más que digno para ser campeones del mundo. Matti Breschel les aguó la fiesta, se coló segundo en el sprint del grupo e impidió que los italianos llevaran a cabo un triplete histórico, la mayor exhibición desde aquella París-Roubaix de 1996 donde Mapei copó las tres primeras plazas con Museeuw, Bortolami y Tafi.

El resto de sus acompañantes, directamente, no tenían la altura necesaria para las circunstancias. Escaladores como Robert Gesink, Chris Anker Sörensen, Thomas Lövkist, Jurgen Van Goolen o el nacional Joaquín Rodríguez poco tenían que hacer en el llano. Nick Nuyens, Stefan Pfannenberger, Andrei Grivko y Fabian Weggman, sencillamente, no tenían la categoría ni la potencia para meterse en la lucha por las medallas. Sólo Breschel, aspirante a superclase con 24 años, pudo poner un cierto contrapunto a la fiesta italiana que tuvo lugar en Varese. Y al bochornoso espectáculo de los grandes favoritos. Y al ridículo de España.

Nada hacía presagiar, en principio, que este Mundial se convirtiera en un chasco absoluto para la selección española. El conjunto de Antequera presentaba un nueve de garantías, con cuatro medallistas en potencia como Óscar Freire, Alejandro Valverde, Samuel Sánchez y Alberto Contador. Este último renunció a sus posibilidades al poco de rebasar el ecuador de la carrera. Con él, los tres gregarios más débiles para el recorrido: Benjamín Noval, Ezequiel Mosquera y Luis León Sánchez. Sin embargo, a la par de esta decepción llegaba una agradable sorpresa: Juanma Gárate, con unas prestaciones insospechadas, tomaba una relevancia mucho mayor de la prevista.

Sobre todo cuando, a falta de cinco vueltas para el final, un grupo de nueve ciclistas donde se incluían tres italianos y tres españoles abortaba el intento de los tres valientes del día. Tres valientes que se escaparon y cubrieron más de ciento cincuenta kilómetros destacados con respecto al resto: Ricardo Ochoa (Venezuela), Chris Poos (Luxemburgo) y el ucraniano de Canet Oleg Chuzda. Éste fue el último en claudicar, y dejó en cabeza de carrera a ese grupo que parecía capaz de llegar hasta el final a poco que hubiera un cierto desacuerdo por detrás… y acuerdo en él.

Paolo Bettini, Alessandro Ballan y Damiano Cunego formaban el triplete italiano; Joaquim Rodríguez, Alejandro Valverde y el mencionado Juanma Gárate eran los representantes españoles. Junto a ellos, sólo otro hombre realmente peligroso: Alexandr Kolobnev (Rusia). Situación positiva tanto para España como para Italia: Boonen eliminado, Zabel y Ciolek eliminados. Además, ambos países contaban con dos balas ganadoras en la recámara: Davide Rebellin y Óscar Freire. Sin embargo, no hubo acuerdo: en lugar de colaborar, España torpedeó al grupo en un principio con los ataques de Joaquín Rodríguez. El objetivo, que fuera Italia la única que tirara del grupo para reservar así al resto de corredores españoles. El resultado, ‘Purito’ renunciando a su intentona y pasando a colaborar junto a Gárate para mantener con vida la fuga. Sin embargo, fue demasiado tarde: Bélgica y Alemania sí aunaron fuerzas desde el principio para anular esta escaramuza y consiguieron hacerlo.

Después, momentos de nervios. Lucha constante, ataques por parte de distintos ciclistas de países que no podían aspirar al triunfo. Geoffrey Lequatre, Kristian Fajt… Juanma Gárate… todos ellos intentaron burlar al pelotón, conscientes de que no lo iban a hacer salvo milagro. Algo similar debían pensar los que, en el falso llano final de la penúltima vuelta, tensaron el grupo. Greg Van Avermaet, Matti Breschel y tres omnipresentes: Alessandro Ballan, Joaquín Rodríguez y Fabian Weggman, hicieron camino para su propia sorpresa. Por detrás fueron formándose grupos perseguidores. Algunos llegaron, como el de Rebellin y Cunego; otros, como el del asturiano Samuel Sánchez, no. Los favoritos, mientras tanto, rodaban y saludaban a un Bettini que se autoerigía como la mayor estrella de estos Campeonatos del Mundo de Varese gracias a su retirada y al poder derivado de una especie de caciquismo.

Un grupo de quince afrontaba en esta situación la subida a la ‘salita di Ronchi’, un repecho relativamente sencillo cuya dureza se vio aumentada por la acumulación de kilómetros. Los ataques constantes de los ciclistas italianos, con la participación de secundarios como Pfannenberger, eliminaron al mejor velocista que viajaba en cabeza, Greg Van Avermaet. Amén de mermar a algunos corredores que podrían haber tenido algo que decir. Aunque el movimiento decisivo no llegaría hasta a falta de tres kilómetros de meta.

Fue entonces cuando Alessandro Ballan se puso de pie durante apenas tres segundos, siguiendo con los incontables demarrajes por parte de los azzurros en los últimos kilómetros. Después, puso el plato más grande y el piñón más pequeño. Sentado, imperturbable, se abrió casos por los falsos llanos hasta el hipódromo donde se situaba la meta. Allí levantó las manos. Allí Cunego golpeó el manillar un instante después, algo así como rabioso por no haber ganado.

Allí, tras cinco minutos de espera, llegaban Bettini y Tosatto erguidos sobre la bici y sonrientes. Gran parte del resto de ciclistas que les acompañaban no aplaudió porque aún le quedaba cierta vergüenza. No se puede reventar todo un Campeonato del Mundo para darse un homenaje rodeado de amigos y siervos. Y eso algunos lo sabían.