Hoy, Alejandro Valverde tomó la salida con voluntad de hacerse con el maillot amarillo. No podía hacerlo de cualquier manera, los casi dos minutos que le separaban del hasta ahora líder Cadel Evans hacían preciso un ataque lejano. Dado que la etapa era unipuerto, los quince kilómetros de Mont Ventoux se tenían que aprovechar de la mejor manera posible. Para ello, el murciano contó con un aliado inestimable: la debilidad del contrincante. El equipo Silence – Lotto, tanto en la montaña como en cualquier terreno que no sean las clásicas, es un gigante con pies de barro: un barco con patrón y sin marineros. Hay líderes, pero no gregarios.
Hoy Evans estaba prácticamente solo desde los compases iniciales de la subida. Eso, la soledad del defensor del liderato, se puede sobrellevar toda una carrera si tú estás fuerte y tienes cierta distancia respecto del resto (nos lo enseñó Menchov en el reciente Giro). Cuando tú no estás en tu mejor condición y el abanico de favoritos está más abierto, sólo puedes mantener tu posición durante unos kilómetros. Después, tienes dos opciones: esperar que te salve impericia máxima de tus rivales, o hacer un movimiento táctico arriesgado y seleccionar tú mismo el grupo para asustar. Evans optó por lo primero y la cosa salió mal: había demasiados rivales como para que todos fueran tontos.
El más listo fue Alejandro Valverde. El más listo y el más fuerte; de los otros candidatos de la general, Contador estaba visiblemente ralentizado, Gesink demasiado nervioso, Millar hacía suficiente con afianzar unas prestaciones desconocidas y llegar con el resto. El único que estuvo a su altura fue el polaco Sylvester Szmyd (1978, Bydgoszcz), uno de los mejores motores para la subida del mundo convertido en gregario por circunstancias psicológicas. No es ya que tal vez le falte esa gota de instinto para la victoria, el problema va un poco más allá: nervios. Voluntad que se convierte en ansiedad. Hoy ha declarado que estaba «a punto de vomitar» en el momento de llegar a meta por la posibilidad tan inmediata de conseguir la victoria. Cosas que pasan, quizá a partir de ahora el ciclista de Liquigas comience a atesorar un cierto palmarés individual.
Mientras Valverde y Szmyd avanzaban con paso firme hacia la cima del «monte pelado», por detrás hubo un número de entremés. Un carrusel de ataques de corredores de segunda fila mientras Evans tiraba y aflojaba, algo desquiciado a juzgar por la expresión de su cara, con Contador a su rueda. Gesink fue el que más seriamente atacó; no sería justo olvidar a Vincenzo Nibali. Tampoco a tantos otros que hacían un tanto mayor el ridículo táctico del australiano: Iván Basso, Jesús Hernández, Vladimir Efimkin…
Sin embargo, me gustaría quedarme con dos nombres de la etapa de hoy. El primero es el denostado Haimar Zubeldia, prototipo de corredor frío y con poco ‘feeling’ para el aficionado. Hoy ha atacado desde los primeros escarceos, se le ha visto con relativa fuerza pero no ha podido seguir a Valverde y Szmyd. Está cómodo como segundo espada de Astaná y eso se nota en actuaciones como las de Catalunya y la de hoy. Voluntad de hacerlo bien.
El otro nombre es el de Igor Antón. Ha sufrido toda la subida intentando coger la rueda de los mejores, nunca lo ha llegado a conseguir aunque sí ha tenido la suficiente voluntad como para lanzar un ataque que, a pesar de haber sido pírrico, le sirve para destacar aunque sea un poco. ‘Fuji’ se ha dejado ver. Este julio va al Tour, y seguramente no va a conseguir entrar entre los diez primeros (una plaza allí va a estar mucho más cara que, por ejemplo, el año pasado); pero, a buen seguro, entenderá pronto que debe atacar sin reservas para destacar. Eso será un premio para el aficionado y, a la larga, para él mismo.
En otro orden de cosas, me ha llamado particularmente la atención el último fichaje de Fuji – Servetto. Exótico, de nuevo, pero más lógico que el de, por ejemplo, Cameron Wurf. Se trata de un ciclista cuyo nombre me comenzó a sonar el año pasado, que esta temporada corría en el suspendido Amica Chips – Knauf: el croata Robert Kiserlovski. Escalador fino que no anda mal en el resto de terrenos, muy joven (23 años) y con muchísimo margen de progresión: su ex director le situaba en el podio del Giro del año que viene. No sé hasta dónde puede llegar, pero promete…



Con respecto a los dos Pro Tour nacionales participantes, la calidad de sus equipos está fuera de dudas. Caisse d’Épargne trae al ciclista más completo del panorama nacional, Alejandro Valverde, con el teórico objetivo de ganar etapas y preparar al Mundial. Tras él, a su sombra y luchando por su trono de líder para la general, habrá tres escaladores de postín: David Arroyo (reciente ganador de la Subida a Urkiola), Dani Moreno y Joaquim Rodríguez. Junto a ellos, tres solventes gregarios para el terreno escarpado como Xabi Zandio, Luis Pasamontes y Alberto Losada; y dos para el llano, el tafallés Txente García Acosta y su heredero, Imanol Erviti.

Agrio sabor de boca que duró hasta la contrarreloj. Y es que en la otra parte del ciclismo de carretera España apabulló. Indurain y Olano, oro y plata, lograron el primer doblete olímpico español de la historia ante los Boardman (bronce), Riis, Berzin, Armstrong… y en un circuito, urbano, que no se adaptaba a sus características de rodadores fuertes que desarrollan una gran potencia en largas rectas.
A su sombra estarán, en la montaña, dos gregarios de calidad y contrastados como el talaverano David Arroyo y el vizcaíno David López. Arroyo llega tras la frustración del Giro de Italia, donde no llegó a tomar la salida tras caerse en los entrenamientos previos; David López, por su parte, llega atesorando actuaciones positivas allá donde se ha presentado.