The High Road

¿Sabéis lo que significa ‘High Road’? Es curioso que nos pasáramos un par de años usando ese término e incluso le cantáramos un réquiem el pasado mes de agosto sin saber su connotación. Pues bien: ‘high road’, más allá del sentido literal de «carretera alta», tiene por sentido figurado la «vía buena«, la correcta, la virtuosa. Entendido así, no es difícil imaginar por qué Bob Stapleton le puso a su estructura HighRoad cuando la telefónica T-Mobile, harta de asuntos de dopaje, decidió que no quería seguir poniendo nombre al equipo que financiaba y, de hecho, financió sin rédito publicitario un año más.

Ahora, el ciclismo recibe a un nuevo HighRoad, otra escuadra nombrada con una marca blanca y pagada con el desagradable mecenazgo de una empresa que, cansada de escándalos, se marcha dando un portazo. Lo más doloroso es que esa empresa parecía un apoyo eterno e inquebrantable para el ciclismo de élite, comprometida sólidamente desde hace casi dos décadas con la práctica totalidad del ciclismo neerlandés. Hunde la moral que se vayan diciendo que les echan, que ya no creen en el ciclismo pese a que lo han vivido y sustentado tan de cerca, y no poder gritar que no, ni quitarles razones.

Sólo hay que pensar en Geert Leinders, recién despedido de Sky por sus supuestamente oscuras prácticas en Rabobank. En Humanplasma, el escándalo de dopaje donde se vieron involucrados nombres importantes para la historia del equipo. En Theo de Rooij, el ex mánager general que recientemente desbarró afirmando que durante su mandato se consentía el dopaje. En Michael Rasmussen, que vestido de amarillo con el logotipo de Rabobank en el pecho fue retirado del Tour de Francia 2007 por el escándalo de los ‘whereabouts’. Incluso podríamos ampliar la lista con Thomas Dekker, que confesó implícitamente utilizar métodos prohibidos durante su explosión. O en la poco clara suspensión de Carlos Barredo, que bien podría ser un capricho de la UCI o algo más.

Esos fueron los sucesos que tensaron la paciencia de la empresa Rabobank. La colmó la investigación de la USADA, que les salpicó a través de Luis León Sánchez, que justificó su relación con Michele Ferrari diciendo que Caisse d’Épargne trabajaba con él en 2007, y Levi Leipheimer, que confesó haberse dopado durante una carrera deportiva que incluye tres campañas defendiendo el ‘naranja’. Este último fue el verdadero golpe: los intereses comerciales de Rabobank en Estados Unidos son tan amplios que no admiten relación alguna con el proceso que ha defenestrado a Armstrong. A imagen y semejanza que las marcas que apoyaban al texano, el banco neerlandés huye de la primera línea del ciclismo. Y es de agradecer que, al menos, conserve el patrocinio de la federación holandesa y no abandone a su suerte a sus estructuras profesionales.

Tras una temporada fantástica a nivel deportivo y ético, el ciclismo ha vuelto este mes de octubre a enfrentarse a sus peores fantasmas, que para más inri llevaban muertos y enterrados varios años y han sido resucitados por motivos tan cuestionables como ajenos. Ahora toca aprender de los errores, afianzar un nuevo comienzo y tomar la High Road. Que, como decían los Broken Bells, es difícil de encontrar. Pero existe y, de hecho, podemos decir con orgullo que está siendo utilizada en el ciclismo moderno.

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