Velódromos de asfalto

Inicio de la temporada, en el ciclismo español, significa un paseo marítimo de Palma de Mallorca a mediodía. Rectas de meta y contrameta, dos herraduras en cada extremo, y a dar giros hasta sumar el primer par de horas de competición.

El Trofeo Palma es la jornada con más esprinters del año. Medio pelotón llegan con fuerza al último kilómetro. Los neoprofesionales y bisoños en general tienen además la adrenalina rebosando y el sueño de la noche anterior muy fresco, tanto que no se pueden resistir a intentar cumplirlo. Y se ponen a 200 pulsaciones para hacer un puestito, como Iparraguirre (16º – Euskadi) o Larrinaga (35º – Euskadi). Ellos dos y Rubén Fernández (67º – Caja Rural) han sido los tres únicos neos españoles que han concluido en el mismo tiempo que el ganador, Dehaes.

Es frescura, e ilusión, lo que se respira en este primer día de curso ciclista. Los que están en las Islas, con más razón; los que estamos en casa porque no somos nadie, con más ingenuidad. Frescura, e ilusión, son Perrig Quemeneur, Fran Moreno y Mikel Aristi (otro neo de Euskadi) dejándose los hígados para burlar al pelotón en la primera escapada sin futuro del año. Luego sopla un viento desagradable cuando le dan el premio de la Combatividad a Bradley Wiggins por ser apolíneo, y famoso, y haber disputado un esprint especial. Un gesto que le honra, por supuesto, pero no debería ser suficiente para robar protagonismo a quienes han pujado desde la modestia y llevan toda una vida sin subir al podio.

Más allá de Mallorca, en el Golfo, se disputa la Vuelta a Qatar. Es una carrera experimental de cara a las clásicas: infinito recorrido por un velódromo de asfalto abierto a merced de un viento inclemente para dar lugar a una competición entretenida e intrincada, una delicia para gourmets ávidos de degustar ciclismo de táctica y quilates no apta para advenedizos.

En ella, como siempre, se lucen los grandes clasicómanos, los gigantes del esprint y otro tipo de colosos, aquellos rodadores que suelen ejercer de subalternos pero atesoran calidad. Tres de ellos, Elmiger, Rast y Bookwalter, se escaparon hoy de un pelotón, cataléptico después de varias horas de pelea, que les permitió unos minutos de gloria.

En el grupo de cabeza llama la atención Zdenek Stybar, completando su metamorfosis hacia rutero de éxito. También Rob Ruijgh, el holandés de Vacansoleil que concluyó 14º el Dauphiné y 20º el Tour de Francia en 2011 viniendo prácticamente de ninguna parte, demostrando un talento de rodador que le pueden convertir en un gregario de campanillas si su progresión no se desboca hacia el estrellato.

En la parte de abajo de la clasificación, todos los Bardiani. Al igual que Farnese los dos últimos años, el joven conjunto italiano las pasó canutas en la jornada inaugural del velódromo abierto catarí. Si su historia termina como la de los flúor en 2011, cuando se llevaron la etapa postrera con un esprint tremendo de Guardini, podrán henchirse de orgullo. Confían en Sacha Modolo, enfrentando el año de su confirmación.

¿Verdad que mola más leer sobre esto que en torno a Armstrong, Fuentes, RSoc y compañía? Qué pena que tantas historias tan desagradables surjan en un deporte tan precioso. Qué pena que se tengan que resolver a voces y de forma ineficiente.

Por fortuna, la competición le da al ciclismo la cuota de dignidad pública que le quitan despachos y tribunales.

Foto: Steephill.tv