Liquigas tiene la llave del Giro

La gran noticia de los prolegómenos del Giro de Italia fueron los valores anormales de Franco Pellizotti. El ‘delfín de Bibione’ se veía privado de competir en el que era su principal objetivo de la temporada, la ‘corsa rosa’ en cuya última edición accedió al último cajón del podio. Y, si significativa era la baja para el corredor, aún más lo era para el equipo. Liquigas perdía a una de sus puntas de lanza, al único hombre con la chispa necesaria para rematar el dominio que suele ejercer la escuadra ‘verde’ en la carretera allá donde va. Se cerraban las puertas de la victoria para el mánager Roberto Amadio, que se veía obligado a confiar en un diésel como Ivan Basso y completar la alineación con Vincenzo Nibali, a medio gas y con la mente puesta en el Tour. Una semana de competición después, la puerta sigue cerrada. Pero la llave están en sus manos…
El resultado de la última crono por equipos resultó esclarecedor. Los ‘verdes’ derrotaron a temibles cuádrigas de trotones como Sky o Columbia, a quienes superaron por 13″ y 21″ respectivamente. Con el resto de escuadras con favoritos para la ‘maglia rosa’ las distancias fueron aún mayores. Mientras el Cervélo de Sastre y el Astaná de Vinokourov cedían 38 dignos segundos, el BMC de Evans, quizá el hombre más fuerte de la carrera, se iba por encima del 1:20 de pérdida. Y rivales peligrosos como Scarponi (Androni) ó Garzelli (Acqua e Sapone) se veían rezagados alrededor de dos minutos y medio. Un auténtico golpe de mano que sirvió para resolver media carrera y dejar en cabeza de la general a tres integrantes del equipo: Valerio Agnoli, Ivan Basso y, de rosa, Vincenzo Nibali.
Estos tres hombres no fueron, sin embargo, los principales culpables del apabullante resultado de la CRE. Éste lo consiguió Liquigas echando mano de su clase media. Maciej Bodnar, Allessandro Vanotti, Tiziano Dall’Antonia y Fabio Sabatini, aparentes «rellenos» de su alineación, son cuatro grandes rodadores, gregarios de gran capacidad e incluso cualificados para luchar en otros terrenos. Dall’Antonia y Sabatini suelen entrar en las llegadas masivas con buenos resultados, mientras que Vanotti es un buen ‘passita’ que puede aguantar en la montaña con los mejores cuando juega sus bazas.
La otra parte de la clase media de Liquigas la conforman tres escaladores de impresión, tres hombres que aceptan el rol de domésticos pudiendo llegar a cotas muy altas de trabajar para sí mismos en lugar de para los demás. El líder de este pequeño bloque es el impresionante Sylvester Szmyd, posiblemente el mejor gregario para la montaña desde el Chechu Rubiera que resultara básico para que Lance Armstrong se llevara algunos de los Tours que conforman la leyenda deportiva del tejano. El polaco es una persona modesta, de las que callan por no hacer ruido; simpático, pero de pocas palabras. Viendo subidas como la del Mont Ventoux que se llevó en un mano a mano con Alejandro Valverde en la Dauphiné Liberé de 2009, es inevitable preguntarle por qué no ejercer de líder. «No creo que pueda estar entre los dos o tres mejores de una gran ronda. Prefiero trabajar para alguien que sí sea capaz de eso». Parco, algo inseguro; un gregario de manual.
En la tarea de dominar al pelotón durante las subidas a las míticas cumbres de ls gran ronda italiana ayudarán a Szmyd dos jóvenes de talento singular: el transalpino Valerio Agnoli y el croata Robert Kiserlovski. Agnoli (1985) lleva años evolucionando en la sombra; esta temporada ha dado un pequeño paso adelante, ha hecho sus pinitos en diversas carreras y su gran aparición en el alto nivel ha sido este Giro donde ocupa en este momento en el tercer lugar de la general. Por su parte, Kiserlovski (1986) es la mayor promesa del ciclismo del este de Europa desde Denis Menchov. Un ‘grimpeur’ fino, pero también buen rodador e incluso con cierta punta de velocidad para definir esprints reducidos. Tan completo que asusta, más aún viendo su corta edad. Ya ha conseguido una victoria esta temporada (Giro dell’Apenino). Su antiguo director, Giuseppe Martinelli, dijo de él que ganaría «el Giro de 2011» en una profecía que parece cada vez menos descabellada.
Las puntas de lanza, los grandes beneficiados del trabajo del bloque ‘verde’, son Ivan Basso y Vincenzo Nibali. Basso no necesita presentación: escalador de campanillas, su ‘affaire’ con el dopaje a raíz de la Operación Puerto vino a empañar una carrera deportiva que se preveía antológica. Volvió de la sanción hace exactamente año y medio, y en principio lo hizo algo falto de chispa. Se notó en el Giro y la Vuelta de la pasada temporada, donde llegaba a los metros finales siempre con los mejores pero echaba en falta el puntito definitorio. Esta campaña parece haber recuperado la brillantez, pero aún no es una apuesta del todo segura toda vez que no acaba de marcar diferencias en la montaña y suele perder algo de tiempo en la lucha contrarreloj.
Vincenzo Nibali, en cambio, es otra historia. Lo ‘squalo’ de Messina, el hombre cuyos duelos con Giovanni Visconti marcaron una época en el pelotón ‘dilettante’ italiano, es el vueltómano más brilllante del país con forma de bota. Sorprendió a propios y extraños con un séptimo puesto en la pasada edición del Tour de Francia, con un rendimiento magnífico en montaña y digno en cronos. Esta temporada repetía objetivos, siendo Julio el centro de su calendario y el podio de París un anhelo plausible. Pero los problemas de Pellizotti variaron su calendario, tuvo que figurar en la salida de Asterdam de improviso; como Contador en 2008 «vino de la playa». Cabe preguntarse si llegará a las mismas cotas que el pinteño; por lo pronto, ya es ‘maglia rosa’.
Liquigas suele ser el bloque más fuerte allá donde va, y este Giro no ha sido una excepción. Su tremendo potencial no puede ser igualado por ninguna otra estructura del pelotón mundial cuando la carretera pica hacia arriba; si acaso, por el RadioShack de Armstrong, Leipheimer y Klöden. Pero el equipo americano no está disputando la gran ronda italiana, y el resto de rivales no parece a la altura de la formación italiana. El BMC de Evans es débil; Cervélo (Sastre) y Astaná (Vinokourov) tienen un par de buenos ‘grimpeurs’ para proteger a sus jefes de filas, mientras que el nivel medio de Androni y Caisse d’Épargne es muy superior a la calidad diferencial de sus líderes Michele Scarponi y David Arroyo.
En este momento, Roberto Amadio tiene la llave para bloquear el Giro de Italia. Cuenta con los tres primeros de la general y un bloque a la altura, capacitado para conservar la posición de privilegio de la mejor de las maneras. Deberá burlar el acoso del resto del pelotón, que seguramente acometerá su inexpugnable defensa del liderato una y otra vez, buscándole una fisura que, hasta ahora, sólo tenía en la calidad diferencial de sus líderes.
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La voluntad en el Mont Ventoux

La primera interpretación del encabezado es maliciosa. Valverde le dio la voluntad, la limosna, a Sylvester Szmyd, en el Mont Ventoux. Pero nada más lejos. El murciano hoy ha hecho un nuevo amigo, un amigo de calidad que puede venir muy bien en cualquier envite al cual tenga que hacer frente en los próximos tiempos. Regalarle la victoria al polaco Szmyd no sólo es estrenar el palmarés de un corredor de nivel, también es ganarse el favor de un equipo muy poderoso llamado Liquigas. Si corre el Tour de Francia (ojalá), tal vez Valverde se vea en la necesidad de recordarle esta quinta etapa de Dauphiné Liberé al ‘capitano’ de la escuadra verde. Y puede que le sirva para algo.

Hoy, Alejandro Valverde tomó la salida con voluntad de hacerse con el maillot amarillo. No podía hacerlo de cualquier manera, los casi dos minutos que le separaban del hasta ahora líder Cadel Evans hacían preciso un ataque lejano. Dado que la etapa era unipuerto, los quince kilómetros de Mont Ventoux se tenían que aprovechar de la mejor manera posible. Para ello, el murciano contó con un aliado inestimable: la debilidad del contrincante. El equipo Silence – Lotto, tanto en la montaña como en cualquier terreno que no sean las clásicas, es un gigante con pies de barro: un barco con patrón y sin marineros. Hay líderes, pero no gregarios.

Hoy Evans estaba prácticamente solo desde los compases iniciales de la subida. Eso, la soledad del defensor del liderato, se puede sobrellevar toda una carrera si tú estás fuerte y tienes cierta distancia respecto del resto (nos lo enseñó Menchov en el reciente Giro). Cuando tú no estás en tu mejor condición y el abanico de favoritos está más abierto, sólo puedes mantener tu posición durante unos kilómetros. Después, tienes dos opciones: esperar que te salve impericia máxima de tus rivales, o hacer un movimiento táctico arriesgado y seleccionar tú mismo el grupo para asustar. Evans optó por lo primero y la cosa salió mal: había demasiados rivales como para que todos fueran tontos.

El más listo fue Alejandro Valverde. El más listo y el más fuerte; de los otros candidatos de la general, Contador estaba visiblemente ralentizado, Gesink demasiado nervioso, Millar hacía suficiente con afianzar unas prestaciones desconocidas y llegar con el resto. El único que estuvo a su altura fue el polaco Sylvester Szmyd (1978, Bydgoszcz), uno de los mejores motores para la subida del mundo convertido en gregario por circunstancias psicológicas. No es ya que tal vez le falte esa gota de instinto para la victoria, el problema va un poco más allá: nervios. Voluntad que se convierte en ansiedad. Hoy ha declarado que estaba «a punto de vomitar» en el momento de llegar a meta por la posibilidad tan inmediata de conseguir la victoria. Cosas que pasan, quizá a partir de ahora el ciclista de Liquigas comience a atesorar un cierto palmarés individual.

Mientras Valverde y Szmyd avanzaban con paso firme hacia la cima del «monte pelado», por detrás hubo un número de entremés. Un carrusel de ataques de corredores de segunda fila mientras Evans tiraba y aflojaba, algo desquiciado a juzgar por la expresión de su cara, con Contador a su rueda. Gesink fue el que más seriamente atacó; no sería justo olvidar a Vincenzo Nibali. Tampoco a tantos otros que hacían un tanto mayor el ridículo táctico del australiano: Iván Basso, Jesús Hernández, Vladimir Efimkin…

Sin embargo, me gustaría quedarme con dos nombres de la etapa de hoy. El primero es el denostado Haimar Zubeldia, prototipo de corredor frío y con poco ‘feeling’ para el aficionado. Hoy ha atacado desde los primeros escarceos, se le ha visto con relativa fuerza pero no ha podido seguir a Valverde y Szmyd. Está cómodo como segundo espada de Astaná y eso se nota en actuaciones como las de Catalunya y la de hoy. Voluntad de hacerlo bien.

El otro nombre es el de Igor Antón. Ha sufrido toda la subida intentando coger la rueda de los mejores, nunca lo ha llegado a conseguir aunque sí ha tenido la suficiente voluntad como para lanzar un ataque que, a pesar de haber sido pírrico, le sirve para destacar aunque sea un poco. ‘Fuji’ se ha dejado ver. Este julio va al Tour, y seguramente no va a conseguir entrar entre los diez primeros (una plaza allí va a estar mucho más cara que, por ejemplo, el año pasado); pero, a buen seguro, entenderá pronto que debe atacar sin reservas para destacar. Eso será un premio para el aficionado y, a la larga, para él mismo.

En otro orden de cosas, me ha llamado particularmente la atención el último fichaje de Fuji – Servetto. Exótico, de nuevo, pero más lógico que el de, por ejemplo, Cameron Wurf. Se trata de un ciclista cuyo nombre me comenzó a sonar el año pasado, que esta temporada corría en el suspendido Amica Chips – Knauf: el croata Robert Kiserlovski. Escalador fino que no anda mal en el resto de terrenos, muy joven (23 años) y con muchísimo margen de progresión: su ex director le situaba en el podio del Giro del año que viene. No sé hasta dónde puede llegar, pero promete…