La honrosa decadencia de Óscar Freire

Para quien mira las cosas desde el punto de vista del bañista que moja sus pies en la orilla, lo difícil en la vida es subir. Ascender como persona es un reto de proporciones gargantuescas, inabordable si se considera un todo y no se divide en partes. Por no hablar del éxito, que parece una montaña inexpugnable… La persona que ya ha alcanzado ese éxito, la que viene de vuelta, sabe que esa percepción que tiene el bisoño no es la acertada. Lo difícil no es subir, sino bajar con dignidad. Mantener la compostura donde el descenso, en el que la necesidad de ir plegando las alas impide seguir luciendo la majestuosa estampa del ave que vuela hacia las cotas más altas.
Hay pocos tragos más amargos para un deportista que la decadencia. Se ve relegado de las posiciones donde solía manejarse a otras más traseras porque su nivel físico no es el de antes. Se le plantea entonces un enconado desafío psicológico consistente en asumir que no va a poder afrontar todos los retos que antes se planteaba, optimizar sus energías y conseguir llegar con la cabeza a donde antes lo hacía con las piernas. De la resolución de todos estos conflictos dependerá que el declive del deportista sea digno o no.

Hace ya un par de temporadas que Óscar Freire inició su decadencia, mal que nos pese a todos los aficionados al ciclismo y especialmente a los españoles. Sus eternos problemas físicos, que le perjudicaban impidiéndole rendir una temporada completa y por otra parte le beneficiaban ayudándole a llegar fresco a los Campeonatos del Mundo que vertebran su leyenda, han visto ampliados sus efectos gracias al inexorable paso del tiempo. Las piernas de Freire ya no son aquellas que plantaban cara a Bettini en Tirreno-Adriático, ni las que se defendían con brillantez en el terreno que fuera necesario para la consecución de determinados objetivos.
Desde que se llevara el prestigioso maillot verde que acredita al corredor más regular en el Tour de Francia de 2008, el nivel físico de Óscar Freire ha ido en franco descenso. Ya no gana tan fácil como antes, le falta ‘punch’ como demostró en los pasados Mundiales de Geelong. No tiene la punta de velocidad que le permitía plantarle cara a los esprinters en las llegadas masivas de las grandes vueltas; tampoco la irresistible clase con la que aguantaba los ataques de los mejores clasicómanos en terrenos quebrados. Le falta ese puntito que antes le situaba entre los cinco mejores ciclistas del mundo.
Decadencia. Sí. Pero honrosa decadencia. Freire sigue triunfando en los mejores escenarios; es cierto que ha pasado de las seis victorias ProTour de 2008 a dos en este 2010, pero hay pocos corredores que puedan presumir de llevar doce años ininterrumpidos ganando en la élite.
El secreto de su éxito es haber asumido con naturalidad que ya no es el de antes y luchar con humildad. En Milán-San Remo se llevó el gato al agua pasando casi inadvertido toda la carrera y derrotando al resto de favoritos con un inteligente esprint; ayer, en París-Tours, hizo otro tanto. Ya no tiene esa característica aceleración a ciento cincuenta metros de meta; ahora aprovecha al máximo el trabajo de sus rivales y salta a cien. Ha sustituido la fuerza inagotable con un punto más de la inteligencia de que siempre ha hecho gala; cuando ésta se ve complementada con un estado de forma decente, la suerte está echada y suele ser para bien.
Óscar Freire ha sabido interpretar su declive a las mil maravillas, y en lugar de cambiar su modo de correr lo ha extremado: aún más conservador, aún más inteligente. Le queda un año en la élite; pretendía retirarse este invierno, pero acabó por extender su contrato con Rabobank. En los doce meses que le quedan como profesional podremos observar cómo gana sus últimas carreras y aprovecha su ya exprimido físico al máximo. O lo que es lo mismo, presenciaremos una honrosa decadencia.

Foto: CyclingNews
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El año frenético de Philippe Gilbert

15 de Octubre, Arueda.com
95 días de competición para ser el belga que más ha corrido en este 2008; el octavo entre el total de los ciclistas ProTour. Empezó su temporada el 22 de enero en el Tour Down Under, siendo 15º en la primera etapa. El domingo le puso el broche de oro ganando la prestigiosísima París-Tours con una táctica brillante por parte de su equipo, Française des Jeux. En medio, otras cuatro victorias oficiales más una oficiosa. Diez meses donde no ha dejado de tomar parte en la carrera que tocara. Un año muy activo para el mejor clasicómano valón desde Mathieu Criquelion.


Philippe Gilbert (1982, Verviers) se caracteriza, como decía a principios de año, por tres virtudes que cualquier corredor desearía: clase, potencia, combatividad. La clase le garantiza elegancia y talento; la potencia, fortaleza y capacidad; la combatividad, presencia en carrera y lucha infatigable.

Precisamente ésa combatividad le ha dado al valón ganas de competir después de un 2007 frustrante. Un melanoma (cáncer de piel) interrumpió su preparación en pretemporada. Después, infortunio y desconfianza: ninguna actuación brillante en clásicas más allá de escaramuzas aún lejos de meta. Fue un año negro, sin resultados, que sin duda le ha espoleado a la hora de exhibir sus capacidades en éste.

Comenzó con el Tour Down Under, donde ya se dejó ver con la victoria en la general de la montaña. Continuó en la Challenge de Mallorca, resultando vencedor en los Trofeos de Mallorca y Sóller, amén de colocarse tercero en Pollença y cuarto en Cala Millor y Calviá. Se anotó la general oficiosa de la carrera balear, el principio de lo que iba a ser un gran año. Diez días después fue quinto en el Tour del Alto Var.

En marzo, inicio de la temporada de clásicas, se impuso en dos semiclásicas: la inaugural Het Volk y el competido Memorial Samyn. En su siguiente parada, París-Niza, sólo lució en las dos primeras etapas para posteriormente pasar al anonimato. Llegó la clasiccisima, Milán-San Remo: pasó el Poggio con los mejores, estuvo en el grupo… pero no pudo hacer nada ante el poderío de Fabian Cancellara y se hubo de conformar con el tercer cajón del podio. Cerró el mes con un segundo lugar en la Flecha Brabançona ganada por Sylvain Chavanel.

Abril, mes central de la temporada de todo clasicómano, lo era también para Philippe. Sin embargo, pasado de forma, sólo tomó parte en Tour de Flandes, Gante-Wevelgem Amstel Gold Race, y Lieja-Bastogne-Lieja. Sus actuaciones siguieron una línea descendente, desde el 15º lugar de Flandes hasta el 92º de Lieja. Cerró así su primer ciclo de carreras de un día, con el sabor agridulce derivado de sus dulces victorias en semiclásicas y sus amargos fracasos en monumentos.

Pero no se rindió, el 17 de Mayo volvió a la competición en el Tour de la Picarda: segundo en una etapa, octavo en la general. Anónimo en el Circuito de Lorena y el GP de Vennendaal, en la Vuelta a Suiza tuvo un chispazo en la primera etapa (quinto) y otro en la última (segundo). Eso y una discreta participación en el Campeonato de Bélgica constituyó su aproximación a la única grande que completó, el Tour de Francia.

Allí presenció en primera persona la impresionante victoria de Alejandro Valverde en Plumelec: fue segundo por detrás del murciano. Después, el desierto: veinte etapas totalmente desaparecido, llegó a París por pura honra en el puesto 111 de la general. Tal vez fundido, tal vez desmotivado, su participación en el Tour fue totalmente olvidable.

Tras este pequeño revés, Gilbert tuvo una buena prestación en el Campeonato contrarreloj de su país (sexto) y una testimonial aparición en el Eneco Tour. En septiembre, como muchos otros corredores, escogió la Vuelta a España para preparar el final de temporada. No se dio mal: segundo en una etapa, bastante presencia en carrera… Un buen presagio de cara al Campeonato del Mundo…

…Que sin embargo no se cumplió. En Varese nada acabó de ir bien; la selección de Bélgica sufrió una desorganización absoluta dentro de la a priori clara táctica de apoyar a Tom Boonen hasta el final, Gilbert no fue el único que tuvo carta blanca a la hora de luchar por sus propias opciones… Un desastre que se saldó con nuestro protagonista cruzando la meta en 15ª posición.

La siguiente parada, la penúltima de la temporada, fue el Circuito Franco-Belga. Allí, mientras el Arquero Flecha se revindicaba tras su no inclusión en la lista de la selección española para el Mundial, Philippe volvía a tener una gran presencia en carrera que no se tradujo en nada más que en el cuarto lugar de la general. Y después llegó París-Tours…

…Y una victoria de las que no justifican por sí solas una temporada entera, pero casi. Aprovechando la presencia de su amigo y compañero de equipo en Française des Jeux (y en Silence-Lotto el año que viene) Mickael Délage en una fuga formada a veinte kilómetros de meta, Gilbert llegó al grupo de delante y mantuvo a raya al pelotón. Una vez arribados a la Avenue de Grammont de Tours, sorprendió lanzando el sprint desde lejos a dos corredores más rápidos que él (aunque menos conocidos) como son el belga Jan Kuyckx (Landbouwkrediet) y el francés Sebastian Turgot (Bouygues Telecom).

Por delante aún queda el Giro de Lombardía, al cual está preinscrito, para rematar la gran temporada de un ciclista que siempre apuntó alto. Bien lo sabía Madiot cuando lo probó a finales de 2002 haciéndole correr el Tour de Finistére y el Circuito Franco-Belga. Bien lo sabe Marc Sergeant contratándole para Silence-Lotto de cara al año que viene. Philippe Gilbert es clase, potencia y combatividad: tres virtudes difíciles de encontrar juntas en estos tiempos.