Se retira la Identidad. Se retira Paolo Bettini

Primera parte en Arueda.com
Segunda parte en Arueda.com
Paolo Bettini se retira. Once temporadas como profesional, sesenta y siete victorias, una condición de superclase más que demostrada dentro y fuera de la carretera. Clasicómano, avasallador cuando quería, capaz de convocar a un equipo entero en torno a su figura, carismática como pocas. Aunque si se puede definir a Bettini con una palabra, ésa es Identidad.


Nació en Cecina el primero de Abril de 1974; nació para el ciclismo dieciséis años después, cuando comenzó a pedalear en la categoría juvenil. Se presentó como fue durante toda su vida deportiva: físicamente pequeño, ágil y habilidoso sobre la bicicleta, nervioso, atacante nato y capaz de poner patas arriba una carrera demarrando en el lugar más inaudito. Fue entonces cuando le adjudicaron el sobrenombre de ‘Grillo’, que le siguió de nuevo durante toda su vida deportiva.

Si se puede definir a Paolo Bettini con una sola palabra, ésa es Identidad, y ya lo empezaba a demostrar en aquellos tiempos. Cuando en 1997 firmó con GB-MG, curtido ya en el selectivo calendario ‘dilettante’ italiano, Michele Bartoli sabía lo que se llevaba. Quería formar una nueva versión de sí mismo, veía en Bettini al mismo corredor que era él en sus inicios: uno de tantos ciclistas italianos rapidillos, capaces de pasar los puertos en cabeza y atacar en cualquier momento. Pero con una chispa especial, brillo, la capacidad de hacer de cada triunfo un triunfo para el recuerdo. Clase.

Bartoli era por aquel entonces la gran estrella italiana junto al mítico Marco Pantani. Profesional desde el 93, figura desde aquel Tour de Flandes que venció en el 96 con una superioridad absoluta respecto al resto de ciclistas. Por no hablar de la Lieja’97, ganada por aplastamiento sobre un Jalabert incapaz de seguir un último ataque progresivo y brutal. Bartoli era un genio, era Ego puro, no quería trabajar para nadie porque se sabía ganador donde quisiera ganar.

Llevó consigo a Bettini, como el maestro que lleva consigo al alumno, para enseñarle y recibir valiosas ayudas. Ficharon juntos por Asics; Paolo fue una pieza clave en la exhibición del equipo camino de Schio, cuando Bartoli puso en jaque el Giro de Italia y ganó la etapa a la par que entregaba la ‘maglia rosa’ a su compañero Andrea Noe’. El Grillo acabaría séptimo aquel Giro, apuntando unas facetas de vueltómano que jamás llegaría a explotar de verdad.

Siguieron su trayectoria compartida, esta vez en Mapei. Y fue aquí cuando alumno y maestro empezaron a chocar, cuando surgió la Identidad a la sombra del Ego. En la Lieja-Batogne-Lieja de 1999, mientras Vanderbroucke asombraba al mundo ciclista anotándose la ‘Doyenne’, Bartoli fue cuarto. Diez segundos después entraba Bettini, quinto. El alumno, aún a unos pasos del maestro, pedía paso. Y se lo dio un grave accidente de Bartoli en la Vuelta a Alemania de 1999, que le mantuvo alejado de la bici durante el tiempo suficiente para no llegar a tiempo a la primavera de 2000…

… Y entonces la Identidad fue capaz de que un equipo entero de ciclistas de clase mundial se limitara a trabajar en pos suya. Johan Musseuw, Andrea Tafi, Giuliano Figueras, Axel Merckx; todos condujeron la carrera de manera que, en los momentos decisivos, Paolo Bettini estuviera en la pomada. El Grillo no falló, y se impuso en Ans sobre un sorprendente David Etxebarría y Davide Rebellin.

Dos años después, Bettini volvería a reinar en Lieja. De nuevo Mapei se vació por él. Esta vez, fue un magnífico Stefano Garzelli quien le llevó en volandas hasta meta, cediéndole la victoria en la última pedalada. Ambos entraron, brazos en alto, efectuando uno de los dobletes más impresionantes que se recuerdan. Tercero fue un bisoño Iván Basso que, vestido de Fassa Bortolo, empezaba a asomarse.


También corrió aquella Lieja vestido de Fassa Michele Bartoli. Acabó 59º, a 3.55 del Grillo. De alguna manera, su Ego debió arrodillarse ante la Identidad tras negarse a hacerlo aquel invierno, rescindiendo su contrato con Mapei por tal de no aguantar el verse supeditado a la voluntad de un Bettini a quien había repudiado en las Olimpiadas de Sidney’00 por no vaciarse en su favor para cazar al grupo de Jan Ullrich, a la postre oro. Divorcio entre alumno y maestro, que años después se volvieron a reconciliar para siempre.

Después de aquella segunda Lieja victoriosa, Bettini se convirtió definitivamente en gran estrella mundial. En 2003 ganó Milán – San Remo burlando gracias a Paolini el rodillo que era aquel año el Domina Vacanze de Mario Cipollini, además de la Clásica de San Sebastián y la HEW Cyclassics de Hamburgo. Como postre, se llevó la Copa del Mundo que ya ganara el año anterior y que ganaría de nuevo al siguiente. Venció el Giro de Lombardía en 2005 y 2006…

¿Asignaturas pendientes para el alumno por aquellos entonces? Dos. Las clásicas de pavé y aquel Mundial que se resistió siempre a su maestro. En el pavé no llegó a intentarlo seriamente: corrió varios Tour de Flandes sin fortuna, y en París – Roubaix jamás llegó a correr, sabedor de que su fisonomía no es la más adecuada para el cruel adoquinado francés y de que en su equipo siempre ha habido gente mejor que él para ese terreno.

Los Mundiales fueron otra cosa. A pesar de que Bettini se impuso varias veces en el ránking UCI, que nombraba al mejor corredor del año, y en la Copa del Mundo, que premia al mejor clasicómano, nunca se había ganado el derecho a portar el maillot arco-iris que lo acredita como tal, que sólo se consigue en la carrera más grande del año. Hasta 2006, cuando en Salzburgo aprovechó una arriesgada maniobra de Samuel Sánchez, que cortó el grupo en un pequeño descenso a 500 metros de meta, para conseguir la victoria sobre Valverde y Zabel. Lo celebró en el podio, subido en brazos de los otros dos medallistas. La Identidad le ganó el respeto de todo el pelotón, y aquella imagen lo demostraba.

Era un cabecilla, un hombre admirado por el resto de ciclistas a la par que odiado por aquellos que aparentan luchar por su bien, pero luchan por otros intereses. Fue el único con las suficientes agallas de no firmar el canallesco código ético de la UCI. Se rumorea que dejó de correr en Francia (ningún día de competición en territorio francés desde la París-Tours de 2004) para no sufrir las persecuciones de ciertos mandatarios que le tienen ganas. El año pasado, cuando ganó el Mundial de Stuttgart, hizo gestos de disparo durante su celebración. Fue su reivindicación ante la deplorable campaña en su contra puesta en marcha por los medios alemanes. Siendo él mismo, no estuvo quieto cuando vio pisoteada su Identidad.

Este último año, las cosas no han acabado de irle bien. Tres triunfos menores para alguien de su escalafón y dos etapas en la Vuelta a España (aunque no se haya dicho hasta ahora, es uno de los pocos corredores en activo que ha ganado al menos un parcial en las tres grandes) no parecían suficiente como despedida. Pura Identidad, se tenía que despedir a lo grande; y lo hizo en casa, en el Campeonato del Mundo de Varese, y consiguiendo que todo el pelotón danzara al son de sus tambores y pedaleara a su ritmo en señal de respeto, o de duelo.

Por enésima vez: si se puede definir a Paolo Bettini con una sola palabra, ésa es Identidad. Siempre ha sido igual, nunca se ha escondido a menos que fuera una manera de revindicarse o que realmente no pudiera más. Paolo nunca ha dejado de dar un paso al frente, nunca ha dejado de sorprender y nunca ha dejado de pedalear. E incluso ahora que se retira, es difícil no imaginárselo sobre una bicicleta y en cabeza del pelotón.

La historia de amor de Cunego tiene final feliz

Arueda.com
A veces ocurre en el ciclismo que un corredor y una carrera se enamoran. Año tras año se ven y parece que llevaban toda la vida esperándose: el ciclista está en un momento excepcional, el terreno se amolda perfectamente a lo que él necesita. Como si estuvieran diseñados el uno para el otro. Y, cuando todo termina, el corredor besa al trofeo, a la carrera, y la estampa recuerda a dos enamorados que desde ese instante cuentan las horas hasta el próximo reencuentro.


El idilio de Damiano Cunego con el Giro de Lombardía ha tenido hoy su tercer capítulo. Todo empezó en 2004, cuando el ciclista de origen veronés culminó una temporada de ensueño (Giro del Trentino y Giro d’Italia, entre otros triunfos) batiendo a Michael Boogerd, Ivan Basso, Cadel Evans y Daniele Nardello. Su siguiente cita no acabó tan bien como la primera: Damiano llegó hundido, dentro del grupo principal del cual se habían burlado Paolo Bettini, Gilberto Simoni, el por aquel entonces emergente Frank Schleck y Giampaolo Caruso. En 2006, Lombardía ni siquiera esperó a un Cunego que renunció a ella desde el principio para centrarse en unas grandes vueltas que siempre fueron traidoras con él, desde aquel Giro soñado de 2004…

Sin embargo, esa historia de amor no podía terminar así. El año pasado, Damiano volvió a participar en el Giro de Lombardía. Preparó con mimo el final de temporada, compitió en la Vuelta a España y el Campeonato del Mundo… Llegó a la cita lo mejor que pudo. Y la historia volvió a tener final feliz. Se presentó en la recta de meta acompañado por un Ricco’ que había sido el principal animador de la carrera desde el paso por la Madonna del Ghisallo. Y, una vez allí, Damiano sólo tuvo que echar mano de su sprint, mucho mejor de lo que se puede esperar para un escalador como él.

Esta mañana en Varese todos los papeles daban a Cunego como gran favorito. Bueno, a Cunego y a su compañero de equipo en Lampre Alessandro Ballan. Plata y oro en el Campeonato del Mundo disputado en la propia Varese hace tres semanas: prácticamente el mejor dúo posible para afrontar esta carrera. De ello se aprovechó Damiano durante toda la carrera, de que la mitad de los ojos estaban puestos en el arcoiris ostentado por Ballan.

No apareció hasta tres cuartas de carrera. Su coequipier Mauro Santambrogio se filtró en la fuga lejana del día junto a otros buenos ciclistas como Michael Rogers (Columbia) o el español Pablo Lastras (Caisse d’Épargne). El resto de sus compañeros trabajaban en el pelotón para controlar las distancias: desde el prometedorcísimo Francesco Gavazzi hasta un Marzio Brusheghin que neutralizó la escapada y seleccionó el grupo casi en solitario durante las primeras estribaciones de la penúltima dificultad de la jornada, Civiglio.

Alessandro Ballan dio la cara en todo momento: el último de la fila del Lampre, el puesto teóricamente reservado para el líder del equipo. Damiano, por su parte, andaba a medio pelotón y, sólo de vez en cuando, asomaba a las primeras posiciones. Fue en el propio Civiglio donde se intercambiaron los roles; Cunego pasó a primer plano y Ballan se dejó ir hasta posiciones intermedias. Chris Horner (Astaná) realizó un movimiento que a la postre fue decisivo, atacando y llevándose consigo a un Francesco Failli (Acqua e Sapone) que comienza a demostrar su clase, similar a la de Bettini, Rebellin y otros buenos clasicómanos italianos. Entonces fue Damiano quien se movió, viendo claro que era clave demarrar en esos instantes. Arribó a cabeza de carrera, y tras él lo hizo el madrileño de Caisse d’Épargne Dani Moreno.

Se enfiló el descenso de Civiglio, ratonero y peligroso a pesar de la ausencia de lluvia. Cunego se puso en cabeza del grupo; Horner, Failli y Moreno, por este orden, le seguían en su vertiginosa travesía. Por detrás, el campeón olímpico de Euskaltel Samuel Sánchez se lanzaba haciendo honor a su enorme y merecidísima fama de descendedor. Y fue mediada la bajada cuando tuvo lugar el hecho clave de la carrera: Chris Horner tomaba mal una curva, demasiado abierto, modificaba la trazada y frenaba. Esto perjudicó a Failli y Moreno, que debieron hacer lo propio. Perdieron la referencia de Cunego, quien marchaba con el cuchillo entre los dientes. Y ni la llegada al grupo de Samuel Sánchez pudo evitar que el ciclista de Cerro Veronese hiciera un hueco que después se revelaría como insalvable.

Y es que lo que vino después fue sencillo para Damiano. La colina de San Fermo Della Batagglia afianzó al italiano; por detrás, el grupo fue cazado por otro más grande en el cual se sucedieron escaramuzas. El joven colombiano Rigoberto Urán (Caisse d’Épargne), un escalador pata negra aún por definir en algunos sentidos, atacó poderosamente en pos del inalcanzable Cunego. Se unió a él un Janez Brajkovic que, ya en meta, se reveló como el protagonista ingenuo del día: esprintó con locura, maniobró peligrosamente para cerrar a Urán… y alzó los brazos. Pensó haber ganado. Pero realmente fue el primero de los pretendientes a los que Lombardía rechazó para besar a Cunego.

El año frenético de Philippe Gilbert

15 de Octubre, Arueda.com
95 días de competición para ser el belga que más ha corrido en este 2008; el octavo entre el total de los ciclistas ProTour. Empezó su temporada el 22 de enero en el Tour Down Under, siendo 15º en la primera etapa. El domingo le puso el broche de oro ganando la prestigiosísima París-Tours con una táctica brillante por parte de su equipo, Française des Jeux. En medio, otras cuatro victorias oficiales más una oficiosa. Diez meses donde no ha dejado de tomar parte en la carrera que tocara. Un año muy activo para el mejor clasicómano valón desde Mathieu Criquelion.


Philippe Gilbert (1982, Verviers) se caracteriza, como decía a principios de año, por tres virtudes que cualquier corredor desearía: clase, potencia, combatividad. La clase le garantiza elegancia y talento; la potencia, fortaleza y capacidad; la combatividad, presencia en carrera y lucha infatigable.

Precisamente ésa combatividad le ha dado al valón ganas de competir después de un 2007 frustrante. Un melanoma (cáncer de piel) interrumpió su preparación en pretemporada. Después, infortunio y desconfianza: ninguna actuación brillante en clásicas más allá de escaramuzas aún lejos de meta. Fue un año negro, sin resultados, que sin duda le ha espoleado a la hora de exhibir sus capacidades en éste.

Comenzó con el Tour Down Under, donde ya se dejó ver con la victoria en la general de la montaña. Continuó en la Challenge de Mallorca, resultando vencedor en los Trofeos de Mallorca y Sóller, amén de colocarse tercero en Pollença y cuarto en Cala Millor y Calviá. Se anotó la general oficiosa de la carrera balear, el principio de lo que iba a ser un gran año. Diez días después fue quinto en el Tour del Alto Var.

En marzo, inicio de la temporada de clásicas, se impuso en dos semiclásicas: la inaugural Het Volk y el competido Memorial Samyn. En su siguiente parada, París-Niza, sólo lució en las dos primeras etapas para posteriormente pasar al anonimato. Llegó la clasiccisima, Milán-San Remo: pasó el Poggio con los mejores, estuvo en el grupo… pero no pudo hacer nada ante el poderío de Fabian Cancellara y se hubo de conformar con el tercer cajón del podio. Cerró el mes con un segundo lugar en la Flecha Brabançona ganada por Sylvain Chavanel.

Abril, mes central de la temporada de todo clasicómano, lo era también para Philippe. Sin embargo, pasado de forma, sólo tomó parte en Tour de Flandes, Gante-Wevelgem Amstel Gold Race, y Lieja-Bastogne-Lieja. Sus actuaciones siguieron una línea descendente, desde el 15º lugar de Flandes hasta el 92º de Lieja. Cerró así su primer ciclo de carreras de un día, con el sabor agridulce derivado de sus dulces victorias en semiclásicas y sus amargos fracasos en monumentos.

Pero no se rindió, el 17 de Mayo volvió a la competición en el Tour de la Picarda: segundo en una etapa, octavo en la general. Anónimo en el Circuito de Lorena y el GP de Vennendaal, en la Vuelta a Suiza tuvo un chispazo en la primera etapa (quinto) y otro en la última (segundo). Eso y una discreta participación en el Campeonato de Bélgica constituyó su aproximación a la única grande que completó, el Tour de Francia.

Allí presenció en primera persona la impresionante victoria de Alejandro Valverde en Plumelec: fue segundo por detrás del murciano. Después, el desierto: veinte etapas totalmente desaparecido, llegó a París por pura honra en el puesto 111 de la general. Tal vez fundido, tal vez desmotivado, su participación en el Tour fue totalmente olvidable.

Tras este pequeño revés, Gilbert tuvo una buena prestación en el Campeonato contrarreloj de su país (sexto) y una testimonial aparición en el Eneco Tour. En septiembre, como muchos otros corredores, escogió la Vuelta a España para preparar el final de temporada. No se dio mal: segundo en una etapa, bastante presencia en carrera… Un buen presagio de cara al Campeonato del Mundo…

…Que sin embargo no se cumplió. En Varese nada acabó de ir bien; la selección de Bélgica sufrió una desorganización absoluta dentro de la a priori clara táctica de apoyar a Tom Boonen hasta el final, Gilbert no fue el único que tuvo carta blanca a la hora de luchar por sus propias opciones… Un desastre que se saldó con nuestro protagonista cruzando la meta en 15ª posición.

La siguiente parada, la penúltima de la temporada, fue el Circuito Franco-Belga. Allí, mientras el Arquero Flecha se revindicaba tras su no inclusión en la lista de la selección española para el Mundial, Philippe volvía a tener una gran presencia en carrera que no se tradujo en nada más que en el cuarto lugar de la general. Y después llegó París-Tours…

…Y una victoria de las que no justifican por sí solas una temporada entera, pero casi. Aprovechando la presencia de su amigo y compañero de equipo en Française des Jeux (y en Silence-Lotto el año que viene) Mickael Délage en una fuga formada a veinte kilómetros de meta, Gilbert llegó al grupo de delante y mantuvo a raya al pelotón. Una vez arribados a la Avenue de Grammont de Tours, sorprendió lanzando el sprint desde lejos a dos corredores más rápidos que él (aunque menos conocidos) como son el belga Jan Kuyckx (Landbouwkrediet) y el francés Sebastian Turgot (Bouygues Telecom).

Por delante aún queda el Giro de Lombardía, al cual está preinscrito, para rematar la gran temporada de un ciclista que siempre apuntó alto. Bien lo sabía Madiot cuando lo probó a finales de 2002 haciéndole correr el Tour de Finistére y el Circuito Franco-Belga. Bien lo sabe Marc Sergeant contratándole para Silence-Lotto de cara al año que viene. Philippe Gilbert es clase, potencia y combatividad: tres virtudes difíciles de encontrar juntas en estos tiempos.

El tuerto Sastre y su sencillo vaivén hacia el éxito

Arueda.com
Hijo de uno de los hombres más destacados del ciclismo de base español, Víctor Sastre, Carlos Sastre Candil (1975, Madrid) es uno de los grandes corredores españoles de la última década. Vueltómano, regular aunque algo más brillante como escalador en sus albores en el ciclismo. Su trayectoria profesional tiene dos nombres detrás, dos de los grandes directores de los últimos años: Manolo Sáiz y Bjarne Riis.

Fue Sáiz el que le rescató a finales de 1997 del filial amateur de Banesto para darle su gran oportunidad en la categoría reina con el mítico ONCE. Sastre contaba ya 22 años largos, lo cual en aquellos tiempos donde los ciclistas pasaban bastante menos hechos que en la actualidad equivalía casi a la senectud. Decidió aprovechar la oportunidad y salir de ese acúmulo de talento que era el Banesto amateur.

Su primer año completo como profesional fue de adaptación, su segundo empezó a dejar destellos (cuarto en Villafranca de Ordizia, octavo en Castilla y León) y su tercero… fue el de la explosión. El tremendo bagaje de puestos de honor de aquel año (cinco generales ó clásicas entre los diez primeros) no fue nada comparado con lo que sobrevino en septiembre, cuando Sastre fue la gran revelación de la Vuelta a España donde Casero y Heras lucharon cara a cara por la victoria. Octavo en la general final, segundo en la llegada a Ordino-Arcalís y ganador absoluto de la clasificación secundaria de la montaña. Su salto al estrellato.

En 2001 conoció el Tour, dando un rendimiento aceptable para ser debutante con una notable vigésima posición. Persistió en las generales de carreras de una semana y se hizo con la victoria en la etapa de la Vuelta a Burgos con final en San Juan del Monte. Llegó entonces el punto de inflexión de su carrera: el momento en que Manolo Sáiz le ofrece cuatro años de contrato para ser gregario de grandes líderes como Igor Galdeano ó Joseba Beloki y, por otro lado, Riis le ofrece uno con el riesgo de ser el gran líder del equipo para el Tour de Francia junto a Jalabert.

CSC era entonces un equipo en crecimiento. Patrocinado desde 1998 por Jack & Jones y Memory Card, a partir de 2001 la escuadra de Riis recibió la inyección económica del patrocinio de la marca informática CSC. Ese mismo año se fichó, con objetivo de garantizarse de nuevo la invitación del Tour que ya habían conseguido el año anterior, al crack galo Laurent Jalabert y al americano Tyler Hamilton. Sin embargo, ‘Jaja’ no estaba por la labor de sacrificarse en pos de generales y prefería luchar por etapas y por el maillot de puntos rojos de la montaña; por otro lado, Hamilton prefirió centrarse en el Giro al año siguiente. En 2002 quedaba así un puesto vacante, el importantísimo puesto de líder para el Tour de Francia. Ése fue el que ocupó CSC (Carlos Sastre Candil), cuñado del mítico ‘Chaba’ Jiménez e intrépido ciclista que rechazó un jugoso contrato a cambio de la posibilidad de ser más.

Su primer Tour con galones de líder se puede definir como satisfactorio. La ausencia de Ullrich dejaba al todopoderoso Lance Armstrong como único candidato real al triunfo, mientras el resto de corredores intentaba destacar a su sombra. Sastre, que previamente había participado en el Giro como gregario de Hamilton, completó un Tour regular que se saldó con una décima posición en la general… y un segundo puesto en la última etapa montañosa de aquella Grande Boucle, casi etapa reina, con final en La Plagne. Allí sólo le superó Michael Boogerd, compañero de escapada a pie de puerto. Sin embargo, el mayor de los orgullos para Sastre aquel día fue resistir a rueda de Lance Armstrong, que le cazó a unos kilómetros de final y no pudo soltarle. Fue el inicio de su sereno camino hacia el maillot amarillo.

2003, el año en que la mayor carrera cumplía el siglo de vida, Sastre consiguió uno de los hitos de su vida profesional con la victoria en la cima de Plateau de Bonascre. Fue en la edición más emocionante mientras el tejano tuvo su rancho en Francia, cuando se amenazó al potentado desde la primera semana. Esto no le vino bien al abulense, acostumbrado a empezar flojo y terminar con una tercera semana refulgente. Su clasificación en la general no respondía a lo esperado, los minutos perdidos se acumularon en exceso; su labor de gregario en favor de un Hamilton mermado por una fractura de clavícula tampoco le beneficiaba.

Así, en una de las etapas clave de la carrera con el paso por el Port de Pailhéres antes de llegar al Plateau de Bonascre, también llamado Ax 3 Domaines, Sastre planteó su ofensiva. En Pailhéres atacó junto a otro damnificado de las circunstancias en aquel Tour, Juanmi Mercado, e hizo camino hasta atrapar al fugado Chechu Rubiera. Posteriormente, el abulense daba un último tirón que descolgaba a Mercado y se hacía con la victoria. Sastre acabó noveno ése Tour, que dio para él un giro de 180 grados en la cima pirenaica.

La siguiente edición del Tour de Francia fue algo menos brillante. A pesar de que acabó mejorando un puesto en la general final (octavo), su labor de brega para Iván Basso (tercero en París) le mermó y coartó en carrera. 2005 no fue un año mejor para Sastre en el Tour; acabó 22º, su peor clasificación en la Grande Boucle, y no apareció en ningún momento que no fuera de trabajo para Basso.

En estos dos años, lo malo del Tour se redimió en la Vuelta a España: sexto en 2004 y tercero en 2005, segundo si consideramos que Heras fue descalificado de aquella edición de la gran ronda española por dopaje. En estos dos años, también, se inició en Carlos Sastre una costumbre un tanto molesta para el aficionado: sólo acumular resultados en las carreras más importantes de la temporada, pasando inadvertido el resto del año.

Llegó 2006, año crucial para Sastre por acontecimientos deportivos y extradeportivos. El destape de la Operación Puerto descalificaba a su líder para el Tour de Francia, el italiano Iván Basso, para quién había trabajado en el Giro de Italia. Así, en la salida de la Grande Boucle se presentaba con un equipo todopoderoso como CSC a sus órdenes. Además, las circunstancias de carrera le colocaron en una situación inmejorable: a sólo cuatro etapas del final era segundo de la general, con algo menos de dos minutos de desventaja sobre un líder aparentemente más débil que él, el gallego Óscar Pereiro, y con el hombre más fuerte de aquel Tour, Floyd Landis, hundido.

Pero llegó la etapa de Morzine, la maliciosa y acertadamente llamada DisneyLandis. El americano, por aquel entonces corredor de Phonak, se rehizo de su naufragio en la Toissure y emprendió una alocada escapada por los grandes puertos alpinos, desarbolando al bloque del Caisse d’Épargne capitaneado por Óscar Pereiro. CSC no colaboró en ningún momento en la caza del que se presentaba como gran amenaza para la victoria final de su hombre fuerte, nuestro protagonista. Finalmente, Sastre atacó en el último puerto de la jornada y logró recortar casi tres minutos de diferencia americano. Pero ya era demasiado tarde, se había metido en la carrera y posteriormente se la adjudicaría. Sastre acabó cuarto. Luego se supo que aquella exhibición portentosa de Floyd Landis tenía truco, y Sastre ascendió virtualmente al tercer lugar del cajón. En la Vuelta, Carlos volvió a ser cuarto en la carrera dominada por Vinokourov y perdida por Valverde en la bajada de Monachil.

El año pasado, el Tour de Sastre fue algo más mediocre. A pesar de que no diga eso su cuarta plaza final, el protagonismo del abulense fue tan limitado que no logró pasar del quinto lugar en ninguna etapa. Fue una Grande Boucle triste, marcada por la exclusión de Rasmussen; también fue una Grande Boucle alegre, marcada por la eclosión de Contador. La cruz y la cara de la moneda, que para Sastre cayó de canto. Un agridulce cuarto lugar logrado desde el anonimato. La Vuelta si fue algo más feliz, siendo segundo y el mejor si excluimos al superlativo Menchov del pasado septiembre.

¿Y esta vez? Esta vez, Sastre ha sido el mejor del Tour de Francia. Victoria sin paliativos, dando la única exhibición protagonizada por una cabeza visible del pelotón en momentos decisivos. Hay quien dice, en cruel referencia al nivel de la carrera este año, que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Lo cierto es que ha sido un Tour de ciegos, que no veían la manera de franquear el “terror psicológico” infundido por un Evans nervioso y conservador a partes iguales.

El único que ha sido capaz de abrir un ojo, el que ha visto que para noquear al australiano hay que atacarle, ha sido el Tuerto Sastre. Poniendo final feliz a su camino silencioso, progresivo, hacia el triunfo absoluto del Tour de Francia. A su sencillo vaivén.

Pedro Romero, el cacereño que cruzó la frontera

Semblanza de Pedro Romero
19 de Junio, Arueda.com
Nació en Plasencia (Cáceres) el 4 de Junio de 1982, y pasó a profesionales en 2005 de la mano de Alfonso Rodríguez en el Spiuk continental, actual Extremadura-Ciclismo Solidario. «Recuerdo que en mi primera carrera en la Challenege de Mallorca lo que más me impresionaba era el ritmo final de carrera. Sin embargo, para mí el cambio más duro fue el de juvenil a amateur. De ser uno de los mejores juveniles, ganar pruebas de la Copa de España… a ver el pelotón desde atrás». Fueron los albores ciclistas del que ahora es considerado uno de los mejores contrarrelojistas españoles, además de un corredor de futuro: con 26 años, aún le restan como mínimo seis más a un alto nivel… y un amplio margen de progresión.


Guarda un buen recuerdo de sus comienzos en Spiuk: «Fueron tres años de los que me siento muy orgulloso, defendí al equipo de mi tierra y en los que tuve la oportunidad de ascender al profesionalismo». Tras una primera temporada de adaptación (el resultado más destacable fue un décimo lugar en el Circuito Montañés), ya en su segundo año empezó a destacar. En el mes de abril llegó el que considera su momento más feliz como ciclista: «Gané la Vuelta a Extremadura con 23 años, ante mis paisanos y con el nivel que hubo… me enorgulleció mucho». También fue tercero en el Cinturón de Mallorca: no se hizo con la victoria por un fallo táctico que le dejó sin compañeros en la parte decisiva, cuando otros equipos le plantearon una encerrona en el llano. A partir de junio no corrió por una mononucleosis.

El año pasado fue el de su verdadera explosión: «Me di cuenta que podía hacer buenas cronos». Y tanto que lo hizo: entre los diez primeros en cinco de las seis contrarrelojes que disputó, incluyendo la victoria en la del Circuito Montañés y el noveno lugar en el Campeonato de España de la especialidad. Este buen rendimiento en los cronos fue acompañado de una adecuada prestación en las generales de vueltas de una semana: cuarto en el Circuito Montañés, quinto en las Vueltas a Madrid y Extremadura y sexto en el Cinturón de Mallorca.

Llegó entonces el momento de dar el salto a una estructura más grande. Tras rechazar una oferta de renovación por tres años con Extremadura, finalmente aceptó cruzar la frontera para marcharse al LA-MSS. Lo que encontró no pudo ser más satisfactorio: «El equipo era una familia, recuerdo que Xavi [Tondo] me comentaba que también estaba alucinado del ambiente del equipo. Fue para mí un cambio muy grande, me enseñaron muchas cosas; los ‘profesores’, además de tener una calidad impresionante, son excelentes personas». Este compañerismo se reflejaba en la carretera, y no sólo a través de sensaciones («en Asturias quería dar el 110% para que mis compañeros estuvieran en las mejores condiciones»), sino también en resultados: Pedro fue 7º, 14º y de nuevo 7º en las tres vueltas en que compitió: Algarve, Santarem y Alentejo, respectivamente.

Pero todo se rompió hace aproximadamente un mes, con dos trágicos acontecimientos: el primero, la muerte sobre la bicicleta de Bruno Neves. El segundo sobrevino cuando la Policía Judicial portuguesa intervino al equipo y registró la casa de todos los ciclistas lusos de la estructura y la sede de la misma. El resultado: en el hogar de un corredor presuntamente se encontró de todo, pero ni en las propiedades del equipo ni en las casas del resto de ciclistas hubo nada. Sobrevino, sin embargo, el caos para los cinco ciclistas españoles del equipo (José Antonio Garrido, Xavier Tondo, Ángel Vicioso, Tino Zaballa y el propio Pedro).

«No tuvimos información ninguna –explica Pedro– mancharon nuestro nombre sin tener culpa. Sin posibilidad de defendernos. Cuando la Policía Judicial rectificó y dijo que los españoles no estábamos implicados, no lo publicaron. También pasaron por alto la presunción de inocencia; ¿cómo se puede acusar a alguien sin tener pruebas? Si has hecho el daño, por lo menos tener la decencia de rectificar… pero eso no vende periódicos. Tenemos lo que nos merecemos; hemos dejado que violen todos nuestros derechos, ahora no podemos exigir nada…Cómo sigamos así, el equipo puede morir. Pero no seamos tan ilusos, ¡el ciclismo es el que muere!».

Este lunes, los responsables del equipo LA-MSS se reunieron con los de la Federación Portuguesa de Ciclismo, con objetivo de que levantaran el veto al que estaba sometido el equipo. Por fortuna, se consiguió. Y es que la estructura, sin competir, corría el peligro de que los patrocinadores decidieran abandonarla. Esto dejaría en la estacada a veinte familias, truncaría doce carreras profesionales de ciclistas como Pedro, a los que las circunstancias del paranoico mundo ciclista podrían haber golpeado con saña.

El dilema de Vladimir

¿Una o tres semanas?
2 de Mayo, Arueda.com
Nació en San Petersburgo hace ya 27 años (28 en Septiembre), y de él se podría decir que es uno de los tres mejores ciclistas rusos del momento. Debutó a profesionales muy pronto, en 1998 y sin siquiera la mayoría de edad, en el Lokosphinx ruso; con ellos comenzó a descubrir el calendario .2, incluidas algunas carreras por España. Tres años después, ya más curtido, dio un salto de categoría y fichó por el conjunto Itera; con ellos descubrió el calendario .1, y en su segundo año en el equipo ya destacó en las carreras ibéricas: segundo en el Trofeo Joaquim Agostinho y en Ordizia, tercero en la Volta ao Alentejo. Las cualidades del joven ciclista ruso no pasaron desapercibidas para el tándem Echavarri – Unzué, y en 2003 comenzó su aventura española.


Su primer año en Ibanesto.com fue de mera adaptación, debutando en el Tour y acabando en el puesto 100. Al segundo, cuando el equipo pasó a llamarse Illes Balears, comenzó a dar resultados. Cayó en su zurrón la Vuelta a La Rioja, siendo que también subió al podio de la Volta a Catalunya (como segundo clasificado tras un intratable Martín Perdiguero) y del Tour de Francia (como mejor joven, tras ser 13º en la general). El antiguo equipo bancario comenzó a darle galones mientras el mundo ciclista se preguntaba hasta dónde podía llegar ese espigado ciclista del Este. Sus 1’90 metros de estatura, se dijo, no eran propios de un vueltómano.

2005 fue el año en que Vladimir fue por primera vez como líder a una gran carrera (séptimo en el Giro, notable tratándose de su debut en la ‘corsa rosa’)… y donde decepcionó por primera vez, cuando solo pudo obtener un mediocre 50º puesto en el Tour de Francia. Karpets, se dijo, no era un ciclista de segundos esfuerzos.

La temporada siguiente, año II del desastroso UCI Pro Tour, Vladimir fue “tapado” a la sombra de Valverde tanto al Tour como a la Vuelta. Mientras en Francia Alejandro abandonaba como fruto de una caída, él alcanzaba de nuevo un resultado mediocre: 30º. Mientras en España Alejandro se dejaba la carrera en el descenso de Monachil, él conseguía un notable octavo puesto. Muy bueno, de nuevo, teniendo en cuenta que era su debut y cada carrera, para tener garantías, hay que conocerla cara a cara y no solo de vista. Pero se le puso un ‘pero’ a su actuación: jamás estuvo con Valverde. O eso se decía. No ayudaba a su compañero cuando más lo necesitaba. Karpets, se dijo, no era un corredor de equipo.

El año pasado, 2007, fue sin duda el mejor año de Karpets en toda su carrera profesional. Su decente actuación en el Tour de Francia (14º) fue de nuevo manchada por la sospecha de su falta de sacrificio por los compañeros. Su buena actuación en la Vuelta (7º), ídem. Pero, en el plano individual, sus logros fueron sin duda alguna magníficos: etapas en la Vuelta a Castilla y León y Volta ao Alentejo, aún estando lejos de su mejor forma; etapa y segundo lugar en la general en la Vuelta a La Rioja; y dos vueltas de una semana de prestigio internacional y pertenecientes al Pro Tour: Volta a Catalunya y Vuelta a Suiza. Acabó el año como décimo mejor ciclista del mundo, según el ránking del Pro Tour.

Ahí, en ese momento, llegó el dilema. Al mismo tiempo que se revelaba como un ciclista inapropiado para ayudar a sus compañeros, Vladimir Karpets se revindicó como un corredor casi ideal para vueltas de una semana. Sus excelentes condiciones como contrarrelojista le conceden una ventaja casi definitiva en rondas de no más de diez días que, sin embargo, se convierte en una ventaja efímera en rondas de tres semanas. Cada etapa de montaña representa tiempo perdido para Karpets casi con la misma precisión que cada etapa contrarreloj representa tiempo ganado. La brillantez con que Vladimir resuelve las carreras de una semana se opaca cuando no son una sino tres las semanas que tienen que afrontar.

Si acude a disputarlo seriamente, el Giro de Italia que comienza el próximo sábado puede ser la prueba definitiva para Vladimir Karpets y su definición como corredor. Un buen resultado avalaría la tesis de que el ruso puede hacerse algún día con el triunfo de una ronda de tres semanas; uno malo sembraría dudas en torno a ello y tal vez le impulsaría a preparar mejor vueltas más cortas como ya hiciera el año pasado. Quizá la ‘corsa rosa’ resuelva la incógnita de si Vladimir Karpets pasará a la historia ciclista como un “minivueltómano” de oro… ó un vueltómano de plata.

El ciclista vasco en activo más laureado

El vizcaíno David Herrero se revindica
16 de Abril, Arueda.com
Nacido hace 29 años en Bilbao, David Herrero es el paradigma de ciclista polivalente con instinto ganador. Hasta diez victorias ha logrado ya desde que pasara a profesionales en Agosto de 2001 con el Euskaltel-Euskadi, hace ya casi siete años. Su primera victoria, en la primera etapa de la Vuelta a Castilla y León, mostró la que es su primera característica: la potencia. También la segunda: la inspiración. Y es que David se impuso de manera impresionante al pelotón con un fortísimo ataque en los últimos kilómetros. Fue el primero de su fructífera carrera.


Al año siguiente Herrero volvió a mostrar potencia e instinto en Calahorra, donde se impuso en la primera etapa de la Vuelta a La Rioja. Sin embargo, su contrato con Euskaltel no fue renovado. Los motivos son casi un misterio, aunque la rumorología apunta a grandes rasgos que las desavenencias de David Herrero (y su mánager) con el gestor de la escuadra vasca, Miguel Madariaga, fueron las que impidieron la continuidad del ciclista en el seno de la formación; y las que precipitarían su salida tres años después.

Así, en 2004 David se vio obligado a recalar en el modesto Paternina-Costa de Almería. No se puede decir que fuera una mala decisión, ya que a las órdenes de Miguel Moreno completó uno de sus mejores años en el profesionalismo: una etapa de la Vuelta a Asturias (atacando a cinco kilómetros de meta) y la Prueba Villafranca de Ordizia pasaron a engrosar su palmarés. Además, mostró un talento hasta entonces oculto para la escalada siendo sexto en la Subida a Urkiola y séptimo en la Clásica de los Puertos, donde su equipo se exhibió copando los puestos de honor con victoria de Ferrío, segundo puesto de Golbano y cuarto de David Fernández, además del séptimo lugar del propio Herrero.

Al año siguiente el ciclista vizcaíno volvió a Euskaltel. Aparentemente, se dejaron a un lado las disputas personales en pos del bien común; David se quedaba en la estacada tras la desaparición del Paternina y el Euskaltel estaba necesitado de triunfos tras el decepcionante año (mejor dicho, Tour) de sus dos líderes, Zubeldia y Mayo. Y esa temporada es, hasta ahora, la mejor de su vida: hasta cuatro victorias jalonan su balance del año, un tercio de las conseguidas por el equipo ese año. Éstas fueron conseguidas casi de todas las maneras posibles, ya que solo le faltó ganar en un final en alto. Dos etapas al esprint en Alcobendas y Burgos, una con ataque lejano en condiciones dantescas en el GP de Llodio y, por último, la contrarreloj de la Bicicleta Vasca. Un año magnífico que remató con el debú en el Tour de Francia, que no terminó.

En el año dos de la segunda era de Herrero en Euskaltel fue también positivo. Se hizo una victoria fenomenal en la Euskal Bizikleta; concretamente en Arrate, donde consiguió ganar de la única manera de la que no lo había hecho jamás: final en alto. Coleccionó además cinco segundos puestos (entre ellos, en la general de la propia Euskal Bizikleta y en dos etapas de la Vuelta a Suiza). Pero de nuevo esto no fue suficiente, volvió a primar lo extradeportivo y David quedó una vez más en paro.

De nuevo le rescató un conjunto modesto; en esta ocasión, fue el debutante Karpin-Galicia quien confió en él para que defendiera su maillot. La temporada que completó fue mediocre para su nivel, brillando sólo en las semiclásicas españolas de finales de julio y agosto (cuarto en Ordizia, octavo en Getxo, sexto en Urkiola) y en la prestigiosa Vuelta a Burgos, en cuya general fue séptimo.

Este curso, por lo pronto, David Herrero está teniendo unas prestaciones muy buenas. Tras completar una decente actuación en el Critérium Internacional, David se ha exhibido en la Vuelta al País Vasco, donde se hizo con una victoria de etapa y tres terceros puestos antes de una desgraciada caída que le impidió redondear su actuación con un puesto de honor en la general. Pero, en el fondo, da igual. Cuando uno es el ciclista vasco con más victorias, no cabe duda de que es muy bueno. Y, tarde o temprano, acaba por demostrarlo.

La aventura italiana de Diego Milán

Tras un invierno de dificultades correrá en Acqua e Sapone
21 de Marzo, Arueda.com
A sus 22 años, Diego Milán está considerado como uno de los mejores ciclistas de su generación. Sprinter con vocación de clasicómano, combativo y buen gregario si es menester, lleva la friolera de quince años dedicado al ciclismo. Al principio, en las filas del C.C. Almansa, dirigido por su padre: desde benjamines hasta amateur, enrolado en el mítico Caja Castilla La Mancha sub 23. Fueron trece años brillantes, de progreso constante, que le llevaron a ser Campeón de España como Cadete e incluso a participar como Junior en el Mundial de Hamilton.


A los 20 años, Diego recibió la llamada de José Luis de Santos para integrarse en el nuevo Grupo Nicolás Mateos, que partía como filial continental de Saunier Duval. Estuvo dos temporadas en el equipo, y éstas “fueron como estar en casa”. Su rendimiento puede definirse como bueno, ya que se granjeó un palmarés lleno de puestos de mérito y que, además, incluía un triunfo de etapa en la Vuelta a Madrid 2006. Por no hablar de un magnífico quinto lugar en la Lieja – Bastogne – Lieja sub 23, donde le perjudicó la llegada en velódromo. Fueron, en definitiva, dos años fructíferos en los que, además de participar en otros dos Mundiales (Salzburgo y Stuttgart), vivió una enriquecedora experiencia en el Tour del Porvenir. “Mi intención era disputar las etapas al sprint. Pero fue una vuelta muy loca; con sub23 y solo seis ciclistas por equipo… En la única llegada masiva fui tercero, detrás de Edvald Boasson Hagen [actualmente corredor de High Road] y Martin Kohler, que llegó fugado”. Además, demostró talante de buen gregario (“después de esta etapa, me dediqué a estar al lado de Beñat Intxausti y Herrada; me encanta trabajar para un líder”) y de ciclista combativo (“en la penúltima etapa estuve en fuga desde el kilómetro 5 hasta a falta de 8 para la meta, con cuatro corredores más; pasé por seis puertos en cabeza”). Después, ya en el Campeonato del Mundo sub 23 de Stuttgart, las cosas rodaron mal: “un accidente casero días antes de la carrera me impedía apoyar las manos bien en el manillar; tuve un mal día y, encima, se me averió la cadena a poco de meta, impidiéndome realizar un puesto decente en la llegada”. Empezó el calvario…

… Que siguió este invierno, cuando vivió la cara B del ciclismo. Su escuadra estuvo en la cuerda floja la mayo parte del invierno y, finalmente, desapareció; tras esto, perdió un tiempo de oro negociando con equipos “que nunca decían sí”, alguna experiencia polémica y triste… “Llegabas a pensar que en realidad no valías como ciclista, muchos directores te hacían dudar de ti mismo con sus respuestas”, relata con amargura. Pero todo esto lo soportó “gracias a mi familia y amigos, porque hubo momentos de desesperación; por ellos estoy aquí…”

“Aquí” es Acqua e Sapone, equipo italiano al que llegó “fruto de la ayuda de un par de personas de España que me pusieron en contacto con un manager italiano; le explicaron mi situación y se interesó mucho en ayudarme porque sabe que puedo ser buen corredor el día de mañana. En poco tiempo nos pusimos en contacto con Masciarelli [manager de Acqua e Sapone]; y en Navidad lo tenía hecho, tan solo faltaba la firma”. Los inicios fueron un poco difíciles: “Llegue algo acojonado porque era el único español y, además, el último en incorporarme al equipo. Pero me quedé impresionado con el buen ambiente que hay en esta squadra, en Italia todo es distinto. El trato al ciclista es mejor; no digo que en España sea malo, pero aquí es mejor”, asevera. Y concluye con una frase reveladora: “Me están tratando de maravilla y siento que soy querido, algo que si hubiera fichado por equipo español quizá fuese difícil”.

El objetivo para este año está claro: “trabajar para Luca Paolini en las clásicas y aprender mucho de él. Siempre ha sido un ciclista que me ha llamado la atención, poder estar con él en el equipo es todo un sueño para mí. Además, desde el primer día solemos hablar; es uno de los compañeros con que más confianza tengo. Correremos bastante en Bélgica y estamos pendientes de la invitación del Tour de Flandes”. Su calendario, pues, empezó en la Clásica de Almería y la Vuelta a Murcia; seguirá con los Tres Días de la Panne y Gante – Wegelvem; y, ya en mayo, Vuelta a Asturias y Clásica de Alcobendas.

Esta es la aventura de Diego Milán, uno de los mejores corredores de su generación desde la categoría cadete y que buscará confirmar sus cualidades fuera de nuestras fronteras ante la precariedad de ofertas que se estila en el ciclismo español.

Riccardo Ricco’, en su año clave

Tirreno – Adriático, su carrera fetiche, le retrata por completo
Pertenece a la que puede convertirse en una de las generaciones doradas del ciclismo, la del 81-83: Contador, Cunego, Valverde, Cancellara, Pozzato… por citar tan solo unos pocos… Debutó como profesional con 22 años, acompañado de mala fama de díscolo, también con polémica porque el director de Saunier Duval Joxean Fernández Matxin quiso que corriera su primer año en el continental Grupo Nicolás Mateos… Es Riccardo Ricco’, superclase, la Cobra.


Se le considera clasicómano a la vez que vueltómano. El terreno donde más cómodo se encuentra es la escalada, ha demostrado saber volar tanto en muros (cuarto en la Flecha Valona 2007), como en media montaña (segundo en el Giro de Lombardía 2007), como en alta montaña (ganador en las Tres Cimas de Lavaredo 2007, en el marco del Giro d’Italia). Además, posee una calidad innata para romper en sprints; tiene esa clase que le hace aparecer como outsider siempre que haya algo de dureza antes de la volata.

Tras su enorme Giro 2007, donde junto a Simoni y Piepoli formó un trío capaz de poner en jaque varias veces la carrera a favor del equipo Saunier Duval, este año se le va a pedir luchar por la general de verdad. Ha demostrado consistencia, una apreciable valentía, impetuosidad, cierta regularidad (posee el día malo típico de casi todos los vueltómanos, pero es algo con lo que hay que contar) y además tendrá a su disposición un buen equipo; Leonardo Piepoli y Rubén Lobato entre otros.

Hay, sin embargo, dos cosas que juegan en contra de Ricco’. La primera es su juventud, ya que con 25 años aún le faltan tres para alcanzar la plena madurez que le haga afrontar con seguridad que su objetivo sea ganar una gran carrera. La segunda, más importante, es su impericia para la lucha contra el reloj. Nunca ha tenido un buen rendimiento en la disciplina, a pesar de que en los prólogos esta carencia queda disfrazada por su explosividad. Buen ejemplo del perjuicio que le supone esto es la Tirreno – Adriático 2007, que perdió en la crono final.

Y es que Tirreno – Adriático es la carrera de Ricco’, la que retrata sus virtudes y sus defectos. La valentía se vio en 2006, cuando siendo un neoprofesional se enfrentó en sendos sprints a monstruos como Freire o Petacchi. La explosividad, la calidad, la consistencia, se vieron en 2007 cuando se adjudicó dos etapas seguidas. Ahora bien: su carencia en la lucha individual también se dejó ver en dicha edición, cuando desperdició una buena oportunidad de llevarse la carrera tras realizar una irrisoria contrarreloj. Este 2008 se dejó ver la valentía en la segunda etapa, con una fuga lejana siendo el principal favorito; también se vio la impetuosidad, fruto de la inexperiencia. Esta impetuosidad es un arma de doble filo que conduce por un lado al desgaste “positivo”, y por otro lado a la competitividad desmesurada y el “pique”. Al final de la etapa citada, su enfado ante el afilador que hizo con Linus Gerdemann en el sprint le llevó a cruzar la línea de meta a pie y arrojar la bicicleta al suelo, con rabia. Feo espectáculo, adrenalina pura.

Hoy, en el primer paso por el temible Montelupone, sufrió una caída. Ésta le ha dejado magullado, hasta el punto de llevarle a terminar cuarto por la cola la etapa de hoy, a 16 minutos del ganador Purito Rodríguez. “Me duelen la cadera y la pierna”, ha dicho; mañana no saldrá. De esta caída se pueden sacar dos lecturas. La negativa es que retrasará su preparación y quizá hará que llegue justo al Giro d’Italia. La positiva es que es una caída que le hará madurar, de las que curten al corredor. Le demostrará que, aún siendo Cobra, ese dulce veneno llamado adrenalina debe racionarse.

Web oficial de Riccardo Ricco’
Riccardo Ricco’ en Cycling Quotient

Fotos: Cyclingnews

Haimar Zubeldia, sin levantar los brazos (y II)

Tras su gran Tour de 2003, Haimar dio su salto de calidad definitivo. Fue tentado por otros equipos, extranjeros en su mayoría, para unirse a ellos y dejar Euskaltel. Finalmente, dijo no a todas las ofertas para quedarse en su equipo de toda la vida, mirando a 2004 con la ilusión de entrar en el podio del Tour.
Volvió a repetir la fórmula de 2003, centrándose en el calendario español. Séptimo en Alcobendas, tercero en Asturias, quinto en Bicicleta Vasca… los triunfos no llegaban, pero los presagios eran buenos. Sin embargo, todos estos presagios se derrumbaron en Wasquehal, donde tanto él como Mayo cayeron al suelo, se atrancaron en los difíciles tramos de pavé dispersos durante la etapa y finalmente perdía cuatro minutos en meta. Acabó abandonando, derrotado, en Plateau de Beille. Después acudió a la Vuelta a España, donde realizó un gris papel (40º).
28 años ya. 2005 era el año de la reivindicación, debía ser el año de Haimar: el año de demostrar que 2004 era un bache, que él seguía siendo tremendamente bueno. Hubo cambio de fórmula para preparar el Tour, usando el Giro de Italia para ello y sacrificando la Vuelta a España. En Italia hizo un papel gris (49º), pero todo era un compás de espera hasta la gran ronda francesa. Durante ella, los focos se centraron en su compañero Iban Mayo, que fracasó estrepitosamente quedando en un insignificante 60º lugar. Haimar, por su parte, hizo una carrera de menos a más que le valió un décimo quinto lugar que no pasará a los anales de la historia pero que, en aquel momento, le sirvió para reafirmarse como corredor. Un séptimo lugar en la Clásica de San Sebastián terminó de conformar otro año gris.

En 2006 Haimar tomó el modelo Lance Armstrong, o el modelo de no competir apenas hasta el Tour. Octavo en Bicicleta Vasca, décimo en Castilla León. De nuevo poco bagaje en la salida de la gran ronda francesa. Y ahí realizó una buena actuación, superando el nivel de todos los años anteriores salvo 2003: una regularidad extrema (en las jornadas clave jamás superó el séptimo lugar, pero nunca bajó del vigésimo) le llevaron al noveno puesto de la general final (octavo si “descalificamos” a Floyd Landis). La Vuelta a España, nuevamente gris (34º), cerró una buena temporada en lo que respecta al Tour, pero que resultó más movida en invierno que en verano.
Y es que ese año 2006 se vivió una auténtica revolución en Euskaltel, con la llegada a la cúpula deportiva de Igor Galdeano… y la salida de Julián Gorospe. Galdeano llegó con intención de limpiar el corral, un corral lleno de gallos acomodados cuyo rendimiento estaba por debajo de lo que podían dar. Nadie tuvo su hueco asegurado, y se cayeron del equipo pesos pesados como Iker Camaño o, sobre todo, Iban Mayo. Haimar no tuvo resuelto su futuro hasta bien entrado noviembre, cuando accedieron a renovarle tanto a él como a su hermano.
Así, llegó a 2007 con 30 años y con la intención de que “se verá a otro Haimar”. Esto es, anunciando una mayor combatividad por su parte. De nuevo focalizó su temporada en Tour y Vuelta, pero esta vez preparándose en el calendario internacional, donde apenas sí consiguió buenos resultados; lo mejor, octavo en el GP Paredes portugués. De nuevo, Haimar llegó a la salida del Tour de Francia con todo por demostrar. Y lo demostró: combativo, filtrándose en fugas, pero regular como siempre, firmó un destacado quinto lugar en París. Bordeó el triunfo en Loudenville (tercero tras Vinokourov y Kirchen), pero la victoria se le siguió resistiendo. Completó una Vuelta a España anónima una vez más (44º). Pero con el Tour fue suficiente.
Esta es la historia de Haimar Zubeldia, uno de los ciclistas españoles más conocidos y respetados del pelotón internacional. Todo ello a pesar de que sólo ha ganado dos veces… y en ninguna alzó los brazos en señal de victoria.