¿Y no quería venir a Geelong?

Unas semanas antes de los Campeonatos del Mundo de Australia, Fabian Cancellara no dejaba claro si competiría o no en ellos. Envuelto en una vorágine de incertidumbre en torno a su futuro, con suspicacias en torno a cómo durante la Vuelta a España se había dejado arrastrar hacia los bares por algunos de sus compañeros en el equipo Saxo Bank… lo que menos le convenía era la presión. Y, para ello, nada mejor que hacerse el sueco y dejar en el aire su presencia en Geelong.
Liberado de todos los apremios que le podían extasiar, Cancellara llegó hace una semana a la ciudad australiana, se sacudió el ‘jet lag’ y tomó esta tarde (mañana en España) la salida en la crono dispuesto a arrasar tal y como lo había hecho en tres de los cuatro anteriores Mundiales de la especialidad, donde campeonó con distancias que llegaron a rondar los tres minutos respecto al segundo. Un dominio insultante que repitió de nuevo, siendo el único de los favoritos en completar la segunda vuelta al circuito donde se desarrolló la prueba con menos de medio minuto de pérdida respecto a la primera. Una señal de que fue el mejor de los participantes no sólo en cuanto a fuerzas, sino en cuanto a regularlas.

El resto de competidores estuvieron a la hora de la verdad a años luz. La primera referencia verdaderamente buena la marcó en la segunda tanda el polaco Maciej Bodnar, gregario de Liquigas con mucho motor y juventud de sobra para llegar a las más altas cotas; acabó noveno a más de tres minutos de la locomotora suiza. Michael Rogers y Luis León Sánchez, en la tercera tanda, sostuvieron un duelo intensísimo que acabó con ambos en la zona noble de la clasificación, quinto y séptimo respectivamente, con un retraso final de en torno a dos minutos y medio…
Sólo otros tres ciclistas bajaron de la hora. David Millar fue el único capaz de hacer ver ese espejismo que supone ver a alguien por encima de Cancellara cuando el suizo se encuentra en estado de gracia. Le superó en el primer parcial, situado al final del primer repecho; después cayó a posición de plata ante la irresistible fuerza de ‘Espartaco’. Peor le fueron las cosas al australiano Richie Porte, una de las grandes revelaciones de la temporada, que se fue hundiendo conforme avanzó la prueba y tras circular casi toda la tarde en el podio sólo pudo llevarse la medalla de chocolate. Quien pudo andar más cerca de la Locomotora fue Tony Martin, a quien un pichazo en la primera parte de la carrera le hizo pedalear a contrapié; tras la incidencia se mantuvo en los tiempos de Millar, pero siempre estará la duda de cómo hubieran ido las cosas para él de no haberla sufrido, de si pudiera haber estado con Cancellara o incluso batirle como ya hiciera en la crono larga de la Vuelta a Suiza este año.
La actuación española estuvo algo por encima de lo acostumbrado en estos años de vacas flacas dentro del panorama nacional en esta especialidad. Iván Gutiérrez ya no es el contrarrelojista puro que fuera campeón del mundo sub23 de la disciplina y se maneja en prestaciones mediocres dentro de la élite; hoy fue 17º. Luis León Sánchez, por su parte, dio emoción a la retransmisión de la prueba gracias a su duelo con Rogers y acabó en una dignísima séptima posición.
En el polo opuesto a Cancellara estuvieron, como en la pasada edición de los Mundiales, James Weeks y Reginald Douglas, los triatletas de San Cristóbal y Nieves que suelen competir en esta prueba constituyendo uno de los absurdos que a veces propicia la globalización del ciclismo. Perdiendo veintitrés minutos no hicieron más grande a Cancellara, sólo le pusieron un contrapunto. Lo cierto es que era muy difícil ensanchar la leyenda de la Locomotora suiza más allá de los impresionantes cuatro entorchados en cinco años que acumula en su palmarés. Éste tiene un sabor especial: lo ha conseguido sin presión (según él, eso lo hace más sabroso) gracias a ser no sólo el más fuerte, sino también el más inteligente. Es un superclase para el recuerdo y lo demuestra cuando los focos brillan más intensamente, como los auténticos superclases.
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Liquigas tiene la llave del Giro

La gran noticia de los prolegómenos del Giro de Italia fueron los valores anormales de Franco Pellizotti. El ‘delfín de Bibione’ se veía privado de competir en el que era su principal objetivo de la temporada, la ‘corsa rosa’ en cuya última edición accedió al último cajón del podio. Y, si significativa era la baja para el corredor, aún más lo era para el equipo. Liquigas perdía a una de sus puntas de lanza, al único hombre con la chispa necesaria para rematar el dominio que suele ejercer la escuadra ‘verde’ en la carretera allá donde va. Se cerraban las puertas de la victoria para el mánager Roberto Amadio, que se veía obligado a confiar en un diésel como Ivan Basso y completar la alineación con Vincenzo Nibali, a medio gas y con la mente puesta en el Tour. Una semana de competición después, la puerta sigue cerrada. Pero la llave están en sus manos…
El resultado de la última crono por equipos resultó esclarecedor. Los ‘verdes’ derrotaron a temibles cuádrigas de trotones como Sky o Columbia, a quienes superaron por 13″ y 21″ respectivamente. Con el resto de escuadras con favoritos para la ‘maglia rosa’ las distancias fueron aún mayores. Mientras el Cervélo de Sastre y el Astaná de Vinokourov cedían 38 dignos segundos, el BMC de Evans, quizá el hombre más fuerte de la carrera, se iba por encima del 1:20 de pérdida. Y rivales peligrosos como Scarponi (Androni) ó Garzelli (Acqua e Sapone) se veían rezagados alrededor de dos minutos y medio. Un auténtico golpe de mano que sirvió para resolver media carrera y dejar en cabeza de la general a tres integrantes del equipo: Valerio Agnoli, Ivan Basso y, de rosa, Vincenzo Nibali.
Estos tres hombres no fueron, sin embargo, los principales culpables del apabullante resultado de la CRE. Éste lo consiguió Liquigas echando mano de su clase media. Maciej Bodnar, Allessandro Vanotti, Tiziano Dall’Antonia y Fabio Sabatini, aparentes «rellenos» de su alineación, son cuatro grandes rodadores, gregarios de gran capacidad e incluso cualificados para luchar en otros terrenos. Dall’Antonia y Sabatini suelen entrar en las llegadas masivas con buenos resultados, mientras que Vanotti es un buen ‘passita’ que puede aguantar en la montaña con los mejores cuando juega sus bazas.
La otra parte de la clase media de Liquigas la conforman tres escaladores de impresión, tres hombres que aceptan el rol de domésticos pudiendo llegar a cotas muy altas de trabajar para sí mismos en lugar de para los demás. El líder de este pequeño bloque es el impresionante Sylvester Szmyd, posiblemente el mejor gregario para la montaña desde el Chechu Rubiera que resultara básico para que Lance Armstrong se llevara algunos de los Tours que conforman la leyenda deportiva del tejano. El polaco es una persona modesta, de las que callan por no hacer ruido; simpático, pero de pocas palabras. Viendo subidas como la del Mont Ventoux que se llevó en un mano a mano con Alejandro Valverde en la Dauphiné Liberé de 2009, es inevitable preguntarle por qué no ejercer de líder. «No creo que pueda estar entre los dos o tres mejores de una gran ronda. Prefiero trabajar para alguien que sí sea capaz de eso». Parco, algo inseguro; un gregario de manual.
En la tarea de dominar al pelotón durante las subidas a las míticas cumbres de ls gran ronda italiana ayudarán a Szmyd dos jóvenes de talento singular: el transalpino Valerio Agnoli y el croata Robert Kiserlovski. Agnoli (1985) lleva años evolucionando en la sombra; esta temporada ha dado un pequeño paso adelante, ha hecho sus pinitos en diversas carreras y su gran aparición en el alto nivel ha sido este Giro donde ocupa en este momento en el tercer lugar de la general. Por su parte, Kiserlovski (1986) es la mayor promesa del ciclismo del este de Europa desde Denis Menchov. Un ‘grimpeur’ fino, pero también buen rodador e incluso con cierta punta de velocidad para definir esprints reducidos. Tan completo que asusta, más aún viendo su corta edad. Ya ha conseguido una victoria esta temporada (Giro dell’Apenino). Su antiguo director, Giuseppe Martinelli, dijo de él que ganaría «el Giro de 2011» en una profecía que parece cada vez menos descabellada.
Las puntas de lanza, los grandes beneficiados del trabajo del bloque ‘verde’, son Ivan Basso y Vincenzo Nibali. Basso no necesita presentación: escalador de campanillas, su ‘affaire’ con el dopaje a raíz de la Operación Puerto vino a empañar una carrera deportiva que se preveía antológica. Volvió de la sanción hace exactamente año y medio, y en principio lo hizo algo falto de chispa. Se notó en el Giro y la Vuelta de la pasada temporada, donde llegaba a los metros finales siempre con los mejores pero echaba en falta el puntito definitorio. Esta campaña parece haber recuperado la brillantez, pero aún no es una apuesta del todo segura toda vez que no acaba de marcar diferencias en la montaña y suele perder algo de tiempo en la lucha contrarreloj.
Vincenzo Nibali, en cambio, es otra historia. Lo ‘squalo’ de Messina, el hombre cuyos duelos con Giovanni Visconti marcaron una época en el pelotón ‘dilettante’ italiano, es el vueltómano más brilllante del país con forma de bota. Sorprendió a propios y extraños con un séptimo puesto en la pasada edición del Tour de Francia, con un rendimiento magnífico en montaña y digno en cronos. Esta temporada repetía objetivos, siendo Julio el centro de su calendario y el podio de París un anhelo plausible. Pero los problemas de Pellizotti variaron su calendario, tuvo que figurar en la salida de Asterdam de improviso; como Contador en 2008 «vino de la playa». Cabe preguntarse si llegará a las mismas cotas que el pinteño; por lo pronto, ya es ‘maglia rosa’.
Liquigas suele ser el bloque más fuerte allá donde va, y este Giro no ha sido una excepción. Su tremendo potencial no puede ser igualado por ninguna otra estructura del pelotón mundial cuando la carretera pica hacia arriba; si acaso, por el RadioShack de Armstrong, Leipheimer y Klöden. Pero el equipo americano no está disputando la gran ronda italiana, y el resto de rivales no parece a la altura de la formación italiana. El BMC de Evans es débil; Cervélo (Sastre) y Astaná (Vinokourov) tienen un par de buenos ‘grimpeurs’ para proteger a sus jefes de filas, mientras que el nivel medio de Androni y Caisse d’Épargne es muy superior a la calidad diferencial de sus líderes Michele Scarponi y David Arroyo.
En este momento, Roberto Amadio tiene la llave para bloquear el Giro de Italia. Cuenta con los tres primeros de la general y un bloque a la altura, capacitado para conservar la posición de privilegio de la mejor de las maneras. Deberá burlar el acoso del resto del pelotón, que seguramente acometerá su inexpugnable defensa del liderato una y otra vez, buscándole una fisura que, hasta ahora, sólo tenía en la calidad diferencial de sus líderes.